Jacques-Alain Miller en el Teatro Coliseo
El sábado 26 de abril el Teatro Coliseo de Buenos Aires fue, el lugar de un one man show inolvidable, de un momento excepcional para el psicoanálisis. Ubicado en Marcelo T. de Alvear 1125, fue inaugurado en 1905 con un espectáculo de circo muy apreciado. Se pudo admirar allí al célebre clown Frank Brown, “el rey de los clowns” quien se presentó allí a menudo, y gustaba a grandes y chicos, apreciado por los intelectuales por la calidad de sus textos, su erudición y su humor delicado. Luego el Teatro Coliseo devino un teatro lírico desde donde se difundió a la radio en 1920, por primera vez en el mundo, una ópera completa. Clown, transmisión…todo se prestaba por lo tanto a recibir a un psicoanalista, ¡especialmente en Buenos Aires! El Congreso había concluido el día anterior, y el cálido ambiente de la ciudad, de los encuentros de trabajo y de la recepción de nuestros amigos argentinos no daba ganas de separarse. Sabíamos que esta jornada nos reuniría una vez más para una conferencia de Jacq ues-Alain Miller, a las 13hs30. Habíamos reservado nuestros lugares nos dirigimos allí con un paso tranquilo. Al llegar a la altura del teatro, nos sorprendimos al ver una muy larga fila que esperaba donde buscamos en vano caras conocidas, pensando en un acontecimiento musical, quizá la llegada de un artista de moda, debía ser la razón de esta multitud de jóvenes. Pero la presencia de colegas argentinos al comienzo de esta fila nos hizo comprender quién era la estrella y también que nosotros seríamos muchos. En efectos, el teatro ofrece 1700 lugares que fueron ocupados. Jacques-Alain Miller, con Ricardo Seldes a su lado, desarrolló en español el hilo de su discurso, a partir del título de su conferencia, “Conferencia de Jacques-Alain Miller”, fruto de un blanco que sobrevino cuando los organizadores le pidieron un título, hasta su puntuación final como “síntoma de Lacan”.Algunas líneas del ambiente – escuchamos seriamente, nos reímos, no vimos que el tiempo pasaba – no alcanzan para resumir cerca de cuatro horas apasionantes de las cuales una parte estuvo consagrada a las respuestas a las preguntas de la sala. Salimos livianos, alegres, serios.
Catherine Lazarus-Matet – La lettre en ligne n° 48
Traducción :Silvia Baudini
Jacques-Alain Miller au Teatro Coliseo
le samedi 26 avril 2008, le lieu d’un one man show inoubliable, d’un moment exceptionnel pour la psychanalyse. Situé au 1125 de Marcelo T. de Alvear, il fut inauguré en 1905 par un spectacle de cirque très prisé. On put y admirer le célèbre clown Frank Brown, « le roi des clowns » qui s’y produisit souvent, lequel était aimé des grands et des petits, et apprécié des intellectuels, pour la qualité de ses textes, son érudition et son humour délicat. Puis le Teatro Coliseo devint un théâtre lyrique d’où fut diffusé à la radio en 1920, pour la première fois dans le monde, un opéra complet. Clown, transmission…tout se prêtait donc à accueillir un psychanalyste, surtout à Buenos Aires ! Le Congrès s’était terminé la veille, et la chaleureuse ambiance de la ville, des rencontres de travail et de l’accueil de nos amis argentins ne donnait pas envie de se séparer. Nous savions que cette journée nous réunirait encore une fois pour une conférence de Jacques-Alain Miller, à 13h30. Nous avions réservé nos places et nous y rendions d’un pas nonchalant. Arrivant à la hauteur du théâtre, nous fûmes surpris de voir une très longue file d’attente où nous avons d’abord cherché en vain des visages connus, pensant qu’un événement musical, peut-être la venue d’un artiste en vogue, devait être la raison de cette foule de jeunes gens. Mais la présence de collègues argentins au début de cette file nous fit comprendre qui était la vedette et aussi que nous serions nombreux. En effet, le théâtre offre 1700 places qui furent toutes occupées. Jacques-Alain Miller, avec, à ses côtés Ricardo Seldes, déroula en espagnol le fil de son propos, à partir du titre de sa conférence, « Conferencia de Jacques-Alain Miller », fruit d’un blanc survenu alors que les organisateurs lui demandaient un titre, jusqu’à sa ponctuation finale comme « symptôme de Lacan ». Quelques lignes d’ambiance – on a écouté gravement, on a ri, on n’a pas vu le temps passer- ne suffiront pas à résumer près de quatre heures passionnantes dont une partie fut consacrée à des réponses aux questions de la salle. Nous sommes sortis légers, joyeux, sérieux.