del VI congreso de la AMP
los objetos a en la experiencia analítica
21 a 25 de abril de 2008 • Marriott Plaza Hotel, Buenos Aires •
www.amp2008.com Nº19Conversación Virtual / Virtual Conversation / Conversation Virtuelle / ConversazioneVirtual / Conversação Virtual
Del aire como objeto en la experiencia analítica
Un objeto (a) fuera de la serie
Samuel Basz
Si nos atenemos a la lógica que revela Jacques- Alain Miller respecto del estatuto del objeto tal cual es producido por Lacan en El Seminario 10, es notable que todos los indicios que da Lacan para considerar al aire como objeto (a) no culminen con su inclusión en la serie que él mismo amplía agregando la voz y la mirada.
El valor que le da en la última clase del Seminario de La Angustia hace pensar que, dentro de las variables con las que opera Lacan en ese momento de su enseñanza, el aire ocupa un lugar eminente, fundante, grado cero de la serie que instala una topología de bordes en el cuerpo.
No por nada Lacan se refiere al texto de Otto Rank “El trauma del nacimiento”; texto que, como dice su autor se preocupa por el “fundamento fisiológico de la angustia”.
En el mismo sentido puede leerse que el RUAJ que destaca Lacan en ese curso es el fundamento existencial, el afecto experimentado como tal, que recorta primordialmente el estatuto del objeto. Este límite objetivo entre el tipo de sostenimiento de la vida por oxigenación materna y el inicio del automatón reflejo respiratorio, se subjetiva como borde al precio de la angustia El aire, ya sea como presencia de su falta, como conciencia de su función, o como experiencia cenestésica, es la realización clínica de su condición de objeto (a).
Desde su uso en las prácticas de tortura hasta las apneas como condición de excitación erótica (una de sus variantes conocida como el “juego de la asfixia” causó, entre los adolescentes norteamericanos, más de noventa muertes en los últimos siete años), las disneas nerviosas, la descarga satisfactoria del bostezo y los fantasmas de ahogo y de emparedamiento, los miedos de “entierro prematuro”, el valor del suspiro, del aliento y el desaliento, su lugar en las cenestopatías delirantes, el carácter del soplo vital ó mortal, no son sin el acontecimiento de cuerpo afectado por el objeto aire.
El aire como objeto es disyunto de la respiración como función, del mismo modo que la voz lo es de la fonación y la mirada de la visión.
El aire como objeto es semblante y es separador, mientras que el vacío en este sentido ex-siste al aire y aspira y anula toda posible efectuación de sujeto.
Lo que se alegoriza como vacío alrededor del cual el alfarero conforma su vasija es en verdad un recorte espacial y topológico del mismo aire que respira y es por eso que tiene el valor de objeto causa. Un recorte de aire no es estrictamente hablando un vacío.
Por eso mismo la nada (le rien), es el nombre conceptualmente más justo del objeto como consistencia lógica. Pero cuando se trata de la experiencia analítica hay que servirse de los objetos (a) en su condición de semblantes para encarar toda posibilidad de su recorte clínico y poder orientar convenientemente lo real que les concierne.
La radicalidad temporal de la instalación de la función respiratoria como corte respecto de la oxigenación materna, hace del aire el objeto que instala una topología de borde primordial.
Basta con seguir el cuestionamiento que Lacan le hace a Jones –en la página 322 del Seminario de La Angustia– en el punto en que éste se empeña en relativizar el peso de la respiración argumentando que ella es “habitual”.
El objeto aire participa más –dentro de los alcances teóricos de los Seminarios 10 y 11– en asegurar las condiciones de construcción del mito de la laminilla en tanto órgano equivalente al puro instinto de vida.
Eso llevó a que algunos analistas avanzaran en la propuesta de un estadío respiratorio, que en el caso de Madame Dolto se articulaba a un inconciente corporal.
Seguramente Lacan no quiso alentar estos deslizamientos, ya que la impronta cronológica de la cuestión de los estadíos se excluye del procedimiento que interviene para determinar la consistencia lógica de los objetos como objetos de la pulsión.
Lo que actualiza el interés de tratar el estatuto del aire como objeto es que a partir de la elucidación que Miller efectúa de la TDE de Lacan, hace operativo su uso en la experiencia.
La precisión que se opera respecto del Inconciente real abre el camino para considerar que el aire es objeto pertinente al inconciente no transferencial. El estatuto del ataque de angustia para el psicoanálisis y los alcances de la angustia real a diferencia de la angustia señal le conciernen íntimamente.
Justamente si se trata de considerar los objetos (a) en la experiencia analítica, captar en ella al aire como objeto implica la insignia que lo determine en tanto semblante con lo que se esclarece no solamente su lugar en las inhibiciones, en los síntomas y en la angustia en que interviene, sino que también se ilumina su condición de objeto de la pulsión.
Objeto pulsional vinculado a la intimidad de los fenómenos que antes describimos, pero ligado también, y fundamentalmente, a múltiples experiencias de satisfacción que, como el fumar, relevan principalmente del aire como objeto pulsional y no tanto del seno como objeto.
No conviene superponer a una clínica de los objetos (a) –que relevan de una topología de borde– un “estadio respiratorio” para justificar el tratamiento de la pulsión respiratoria en la experiencia analítica.
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Alejandra Breglia • Traducciones Maria Cristina Maia Fernández, Carolina Freda,
Graciela Lucci, Susana Tillet