Viernes 7 de diciembre de 2007
Por Diego Rojas
Eric Laurent
“Nuestra tarea es revelar la mentira de la civilización”
¿Cuál es el objetivo de su visita a Buenos Aires?
Vine a participar en unas jornadas de la EOL en las que hablé sobre la actualidad del psicoanálisis, en todos sus aspectos: en el campo de las variaciones de su práctica, sobre la evolución del contexto de esa práctica y las actualizaciones teóricas y pragmáticas que conforman el psicoanálisis del siglo XXI
¿París, Buenos Aires Y Nueva York son los centros de ese psicoanálisis del siglo XXI?
París y Buenos Aires. Nueva York es algo distinto, pero sí, esas ciudades son los centros donde se inventa el psicoanálisis de hoy. Son ciudades que actúan como placas de interacción que se complementan. Esta interacción permitió que la Orientación Lacaniana, en tanto corpus teórico y práctico, siga cambiando las maneras tradicionales para reinventar y seguir reinventando un psicoanálisis adaptado a un contexto que no cesa de cambiar, como se puede constatar en la aceleración de esta civilización. El psicoanálisis es una alternativa a ese frenesí y al hecho de que la ciencia, y sobre todo la farmacopea, avanzan sobre todos los aspectos de la vida
¿La angustia cambio en estos tiempos?
La angustia es producida y elaborada de otra manera. Pensemos en el momento de la invención del psicoanálisis. Era un contexto Victoriano, en una sociedad con represiones sexuales muy pronunciadas en la que las mujeres y niños no podían tomar la palabra. Esa época terminó en la carnicería de la Primera Guerra Mundial. El psicoanálisis ayudó a repensar una cultura que había atravesado tal tragedia social e histórica. Ha pasado mucho tiempo y la sociedad cambio mucho desde aquellos inicios. Hoy existe otro modelo situacional de empuje a la experiencia sexual, de empuje a la toma de la palabra por mujeres y niños. Hay que ver cuales son los límites de ese empuje general, como orientarse en él, como identificarse. Hasta el final del siglo XX predominabas ciertas religiones laicas –identificaciones nacionales, políticas, ideológicas- que tocaron profundamente a la sociedad. En 1989 se da un corte. El psicoanálisis redistribuye esas interpretaciones: las religiones laicas caen, y en esa caída esas antiguas convicciones se convierten en creencias. Así prrduce un individualismo de masas. Cada uno tiene que inventar su propia religión. Cada uno debe inventar sus regímenes de experiencia.
Este desarrollo de la individualidad, ¿no es más propicio para la tarea del psicoanálisis?
Es claro que hay una nueva demanda del psicoanálisis. Hay que inventar un relato en que los individuos puedan decir de si mismos en medio de las grandes cambios, de la resignificación de las certezas. Las familias compuestas, los divorcios, la pérdida de confianza en las grandes certezas de lo que era la vida. Los ídolos ya están caídos y hay un régimen de descreencia. Pongamos por caso el fetichismo de la mercancía, ese concepto marxista, que está más vigente que nunca. Los objetos que nos rodean (los ipods, las computadoras, los celulares) están presentes en la constitución de la vida como tal: ayudan a aumentar el recuerdo, tienen poder para la imaginación del placer. Todos los aparatos técnicos se enchufan al cuerpo, las pantallas nos rodean, el iphone es un objeto de deseo, Second Life reclama nuestras participación. Estos nuevos dispositivos llevan a una desrealización de la vida.
Pero, por ejemplo, los blogs, ¿no plantean la posibilidad de que cada persona pueda trasvolar su propia subjetividad a un ámbito colectivo?
La tarea del psicoanálisis es llamar la atención sobre las mentiras de la civilización. En la época de Freud se daban con los grandes ideales de las religiones nacionales que escondían su carácter pulsional de muerte. Ahora no estamos rodeados de esos grandes ideales, sino por la idea de que cada uno puede crear el suyo propio. Cada uno puede crear el relato ficticio de su vida en un blog. Pero la verdad es que cada uno tiene un blog que no le interesa a nadie. Y cada uno se encuentra con su propio relato que va por el mundo buscando el interés, el reconocimiento, sin conseguirlo. Y se dirige a la frustración. El psicoanálisis debe recordar que cada hecho es acompañado por las pulsiones de vida y de muerte.
A veces pesa más la pulsión de muerte
Es que la vida en su expresión máxima tiene, también, una expresión mortífera. En Columbine hemos visto la insistencia de los asesinos en publicar en su blog lo que iban a hacer. El asesino masivo de Finlandia colgó sus fotos anunciando como iba a matar a sus compañeros. Una hora antes de salir puso youtube los videos donde anunciaba su plan. Esas cosas no se hacen en silencio. Incluso el chico de Virginia-Tech –que en Coreo, cuando niño, había sido considerado un autista. Estaba atravesando por la necesidad de dirigirse a sus co9mpañeros humanos, a la fraternidad humana que deseaba alcanzar. Y por otro lado realiza un acto autodestructivo masivo. No se pueden reducir esas manifestaciones de la pulsión de muerte a la riqueza y a la pobreza, sino a las complejidades de la era en que vivimos, en que se desarrollan nuestras vidas. Sin ese análisis no se superará la angustia de ese goce hacia la pulsión de muerte que hay en nuestras sociedades, que testimonias esos actos desesperados. Es necesario pensar para que la práctica analítica evalúe el contexto para vislumbrar una vida vivible.
Estos nuevos síntomas se desarrollan en un marco en el que la cura se da a través de la farmacopea. Lipovetsky señala que el sujeto hipermoderno recurre a los fármacos y a las terapias cognitivas.
Las terapias cognitivas están de acuerdo con el movimiento de la civilización. Se trata de una cuantificación de todo. Es preocupante cuando la felicidad se mide de acuerdo a tres preguntas que se responden marcando un casillero: soy muy feliz, poco o no del todo. Pero los cuerpos resisten a ese tipo de clasificación. Por otro lado hay una medicación para reemplazar al alcohol, al tabaco, a la cocaína y si no la tenemos hoy lo tendremos mañana. Pero las soluciones a todas esas adicciones no tienen en cuenta que hay otro camino: la vida que uno podría vivir y que lo mantendría alejado de estas situaciones. El principio de placer en estos casos avanza más allá del placer y produce adicción. Entonces entramos en un laberinto: la ciencia es un proceso que no cesa y que otorga soluciones que son contradictorias. El psicoanálisis trata de buscar soluciones que apunten a la posibilidad de la vida.
El libro negro del psicoanálisis plantea que el psicoanálisis se similar a una secta religiosa, con autos de fe y un papa que sería el Lacaniano Jacques-Alain Miller y exegetas alrededor del mundo.
Con nuestros amigos hicimos un anti libro negro del psicoanálisis. El libro negro fue escrito por arrogantes terapeutas cognitivistas sin darse cuenta de que ellos son una secta que acuerda con el desarrollo de la civilización. Piensan que el paciente entra a una sesión ”menos positivo” y sale de ella más positivo. Se le persuade de pensar más positivamente. Y con esto piensan que han conseguido un dominio sobre las pulsiones. Son tonterías y van a producir catástrofes. Son como los que intentan difundir la democracia en medio oriente sin considerar sus particularidades e historia logrando una catástrofe descomunal. Los conductistas actúan igual. Son niños que no entienden, entusiastas de la industria farmacéutica. Tenemos que frenarlos para que no produzcan una catástrofe mayúscula.
En cambio, los amigos del psicoanálisis acusan a Miller de haberse apropiado del legado de Lacan, su suegro.
Se sabe que existe lo que se llama “envidia”. Es muy poderosa. Miller no tuvo que apropiarse de nada. Fue designado por Lacan para curar la edición de sus seminarios. Otros sí intentan apropiarse produciendo “versiones de seminarios”. En el 2010 estarán publicados todos los seminarios de Lacan. Veremos sobre que se quejaran entonces nuestros críticos.
Germán García
Amor y odio por Lacan
Lacan murió en 1981 y dejó una cantera de seminarios inéditos. Poco antes había disuelto su Escuela para proponer “la de sus alumnos”, a la vez que decía que Jacques-Alain Miller era “el al menos uno que lo había leído”.
Fue un legado, pero desde entonces el odio y el amor se dirigieron a su trabajo, cuando no a su persona. Eso no impidió que en más de veinte años de ese trabajo intenso lograra crear una red de Instituciones que forman la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP) con equipos que dirigen esos ámbitos en cada ciudad de países diversos.
Es conocida la serie de sus propios cursos (algunos editados en Castellano) que acompañan y esclarecen la publicación de los sucesivos seminarios de Lacan transcriptos y publicados por Miller.
Innumerables actividades como conferencias y coloquios se suceden de manera regular. Solo en la Argentina entre el Instituto del Campo Freudiano, la Escuela y otras instancias, miles de colegas realizan actividades en diversas ciudades, orientadas por el Instituto Oscar Masotta que es parte de la misma red. Sin hablar de las publicaciones.
En breve el psicoanálisis mostrará con su práctica que las contingencias que el lenguaje introduce en la especie producen singularidades que exigen invenciones para responder a la angustia de la época. ¿Qué inventará, con sus alegres generalidades, una “ciencia” que concluye en la industria farmacéutica? De ahí la vitalidad de este pensamiento y su práctica.
Transcripción Carlos Rossi