La Gaceta Tucumán – Tucumán,Argentina
Jueves 15 de Noviembre de 2007
Jueves 15 de Noviembre de 2007
Un psiquiatra atribuye a la acción de la industria farmacéutica la aparición de nuevas patologías mentales y advierte sobre medicar a los niños.
“El mercado de la industria farmacéutica es el segundo, en el mundo, luego del de las armas. Como tal, es el que impone nuevas ofertas”, afirma el psiquiatra y psicoanalista Emilio Vaschetto, para explicar la invasión de “nuevas enfermedades mentales” que circulan en este siglo XXI. Vaschetto es docente de la Facultad de Medicina de la UBA, médico del Hospital Central San Isidro (Buenos Aires) y miembro de las asociaciones de Psiquiatras Argentinos y Mundial de Psicoanálisis.
“El mercado de los fármacos oferta nuevos síntomas para proveer respuestas o satisfacciones inmediatas a eso que él mismo propone. Impone como problema, por ejemplo, el trastorno explosivo intermitente (personas que golpean a alguien en la calle, con rabietas). Y ni hablar de la inclinación preventiva por parte de la psiquiatría de medicar a los niños con el famoso ADD o la medicación de los niños por depresión”, advierte Vaschetto, que participó en Tucumán en las Segundas Jornadas anuales de la Asociación Freudiana de Psicoanálisis.
-¿Qué otros factores contribuyen a este estallido de síntomas a los que hoy se califica como patologías mentales?
-Está lo que se llama la caída de la función paterna; el crepúsculo de esos ideales que sostenían a los sujetos, que es propio del estado de bienestar. Y hay un acontecimiento histórico bastante claro, que marcó una época, que es la caída de las Torres Gemelas, con el significante “terrorismo”. O nuestro 2001, en Argentina. Hay lo que nosotros llamamos una “explosión de significantes”: palabras en las cuales alguien empieza a encontrar un lugar. Y hay palabras muy efectivas, como depresión, que tiene una historia y que parecieran querer decir lo mismo desde la Grecia clásica hasta nuestros días. Pero no es así: depresión puede ser un cuadro clínico grave, como puede ser una melancolía; puede referirse a un hecho clínico concreto y verificable, por el cual alguien no sale de la cama, no puede levantarse ni pensar, y necesita un recurso farmacológico. O puede ser: “yo no quiero saber nada de mi deseo”. Y hay otros términos, como el de bipolaridad, que son también muy efectivos. O el ataque de pánico, que tambien es una moda. Y sobre esos significantes se montan respuestas automáticas, que son los medicamentos, los psicotrópicos, los psicofármacos.
-¿Cómo operan?– Los psicofármacos obturan lo que es la dimensión más humana. ¿Por qué alguien no puede tolerar algo de tristeza; aunque sea un mínimo de la angustia, para poder saber algo acerca de su síntoma? Este es el desafío que propone el psicoanálisis.
-¿Usted recurre a medicamentos para sus pacientes?- Yo estoy en un servicio de salud mental y uso medicamentos, pero no me alieno al imperativo de lo que se llama el “rol actual del psiquiatra”, sino que lo utilizo como una dimensión clínica, que me ayuda para poder leer de una manera un poco más precisa el padecimiento humano. Me parece que la psiquiatría tiene mucho para darle al psicoanálisis. Es una disciplina médica que se lleva muy bien con el psicoanálisis de orientación lacaniana.