ten line news n° 336
L a O r i e n t a c i ó n L a c a n i a n a
Esta es la última lección del Curso titulado “El muy último Lacan” que cierra la temporada 2006-07 de la Orientación lacaniana.
JAM, una vez más, nos ofrece una “ópera” inédita y fundamental, sobre el último Lacan.
Es él mismo quien atribuye a este Curso “El muy último Lacan”, el valor de una ruptura, marcando un antes y un después, cuando enuncia esto: “(…) para mí, Lacan no será nunca más el mismo después de este Curso”
JAM está este miércoles en la mejor de sus formas, alegre, divertido, juega y es llevado por un entusiasmo tan inimitable como contagioso.
Hizo brillar las relaciones entre Lacan y Spinoza. Su hallazgo mayor, nos parece, es el de haber “echado luz” sobre el la cuestión de que la primera lección de El Momento de Concluir (Seminario XXV), es una réplica a Spinoza a su Etika.
Ustedes leerán atentamente, cómo JAM hace suyo el significante de Lacan, exfoliar, extraído del Seminario XXV, para proceder a una exfoliación de las proposiciones, corolarios, demostraciones y anotaciones de la proposición Nro 23, especialmente.
Es esta exfoliación de la enseñanza de Lacan la que nos indica, a la manera del dedo levantado de Saint Juan, la orientación por venir. El largísimo aplauso que saludó a JAM al final de la lección manifestaba un profundo reconocimiento y gratitud, aquel que hombres y mujeres tienen desde siempre hacia aquellos, fuera de serie, que esclarecen caminos oscuros, abren vías nuevas y enderezan senderos en zigzag poblados de emboscadas. Tal es el arte de JAM. TLN les desea una lectura cuidadosa, con los textos en la mano de Lacan, sobre el Tiempo lógico y la primera lección del Seminario XXV, y de Spinoza, el libro V de la Etika, especialmente.
Palabras finales. TLN ha estado encantado de haber actuado, durante la segunda parte de la temporada, The go between, entre JAM y ustedes.
Ha sido algo muy bello para nuestra querida comunidad de la AMP. (From l’Éditeur de TLN)
Jacques-Alain Miller
Curso del 6 junio de 2007
Este es el momento de concluir sobre El Momento de concluir y, para mí, el momento de dar mi última cancioncita del año. Estoy contento de haber hecho lo que he hecho (risas), este año, porque no lo volveré a hacer (risas). Y cuando vuelvo a abrir mi archivo del texto establecido de esta muy última enseñanza, me encuentro, en todas las líneas, ante la misma perplejidad que al comienzo, va a ser necesario que lea mi curso de este año para comprender algo en el Seminario de Lacan. Como he llegado a esta última vez – no sé cómo – ¡y bien! Me felicito por ello, pero, una vez más, una última, voy a ponerme a trabajar en ello.
Un progreso que he hecho…
¿Es la misma perplejidad? Es lo que yo siempre querría encontrar, el hilo de Lacan en lecciones que aparecen en ocasiones como desconectadas. Conservo la hipótesis de que hay ideas intermediarias, que no son dichas, y que si las descubriéramos, darían cuenta de los pasajes de un enunciado al otro. Voy a dar en un momento el ejemplo de un progreso que he hecho. Pero en fin, para hacer curso, hay que elegir tirar de un hilo, y yo tiro por lo tanto de este: sea lo que sea lo que Lacan diga contra la lógica, y Dios sabe que dice mucho en su muy última enseñanza, no en extensión, no hay mas que algunas frases, sino en intensidad, sin embargo recurre a la lógica para situar su muy última enseñanza puesto que la ha puesto bajo el acápite del momento de concluir.
Sobre el momento de concluir, sobre esta expresión y su concepto, que son de él, no dice nada en su Seminario XXV, sino que hace de ello su título, luego de haber confiado a sus auditores, para comenzar el año, que no tenía la menor ganas de hablar, y que hubiera podido elegir el pretexto de un incidente – no sabemos cuál, ¿una huelga? ¿Un corte de energía? – para no hacerlo. Y él se explaya sobre la gentileza de aquellos que vienen a seguir lo que tiene para decir, que ubica bajo el título del Momento de concluir. Y nos deja soñar con esto.
No es un simple: Se terminó, incluso si es así como lo entendí cuando, algunos días antes del comienzo de ese año, me confió este título, mirándome a los ojos, me pareció entonces. No es un simple: Se terminó, es una referencia a una elaboración sobre el tiempo, que data de antes del comienzo propiamente dicho de su enseñanza. Esta elaboración, ustedes la encuentran en el volumen de los Escritos bajo el título “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada”. Es un texto que Lacan elucubró aparentemente durante la última guerra, y, habiendo decidido abstenerse entonces de toda publicación, publicó en la época de la liberación esas páginas.
Definición de la eternidad
Entonces, el tiempo lo ocupa en la primera lección del Momento de concluir. Tuve ya ocasión de citar y de utilizar el pasaje, pero ustedes van a permitirme – por supuesto- releerlo, como lo he hecho para mí mismo. El análisis dice algo – veamos, podemos preguntarnos si no hubiera sido necesario transcribir, o establecer, el analista, pero la frase precedente que termina con la palabra el análisis, empuja a conservar el término allí. El análisis dice algo. ¿Qué quiere decir, decir? Decir tiene algo que ver con el tiempo. La ausencia de tiempo, cosa que soñamos, es lo que llamamos la eternidad. Este sueño consiste en imaginar que uno se despierta. Ubiqué allí un parágrafo en el ritmo que doy a esos enunciado. Nos pasamos el tiempo soñando. No soñamos solo cuando dormimos. El inconsciente es muy exactamente la hipótesis de que no soñamos solo cuando dormimos.
Como lo he señalado, la eternidad ocupa el último Lacan – hay sobre esta palabra, tal pasaje, que les he vuelto a servir, del Seminario XXIII, El Sinthoma – y cada vez con los mismos términos: la recusación de la eternidad. Aquí, esta recusación toma la forma de definirla como un sueño, y precisamente, el sueño del despertar. (le rêve du réveil)
Es una linda asonancia, pero que me ha conducido a verificar la etimología de las dos palabras para darme cuenta que, si bien eso suena alegremente en nuestras orejas en lalengua francesa, las etimologías son absolutamente heterogéneas. Sueño (rêve) vendría, me contenté con consultar el Robert, del galo romano, esvo, que quiere decir vagabundo, y procede del latín popular, exvagus, de vagus, que dio otro término en nuestra lengua. Mientras que despertar (réveil) procede de eveiller que viene de exvigilare, se menciona que es un verbo del latín popular, velar (veiller) sobre, o desvelarse (s’éveiller). Vemos por lo tanto dos términos que aparentemente no tienen nada que ver juntos y que se encuentran poéticamente asociados en lalengua y en este pasaje de Lacan.
Entonces, no va de suyo, definir la eternidad como el sueño de un despertar.
La eternidad, podría ser la continuación indefinida del tiempo. Allí, la nota que da Lacan es que se trata del sueño de una salida del tiempo, de una salida fuera del tiempo.
Decirlo de este modo, lo asocia, en el contexto cultural que compartimos con Lacan, con la noción de una contemplación de lo verdadero, para siempre. Hay allí, una nota platónica. Pero, más allá, ¿no se evoca para ustedes la expresión, familiar de todos modos, utilizada en numerosos contextos, la expresión del sub specie aeternitatis, no? (Murmullos en la asistencia) Eso, la sub specie aeternitatis, es de Spinoza, que estaba muy ocupado con la noción de eternidad, que hizo de ella incluso el pivote del momento de concluir de su Ethica, el pivote del Libro V que se titula De libertate – De la libertad.
Si ustedes siguen el hilo hasta allí, y bien, se darán cuenta que el Momento de concluir de Lacan comienza con un diálogo con Spinoza, que ya puede escucharse en sus primeras notas en el Sinthoma.
Llego hasta allí: es una réplica a Spinoza.
¡Por supuesto! ¡¿Cómo no haberse dado cuenta antes?!
¿No es acaso absolutamente natural que cuando al comienzo se lanza en su Momento de concluir, Lacan se haya remontado hasta Spinoza como a su instante de ver? Esto es un hecho de su biografía que conocemos y que ha sido publicado, la predilección particular que mostró, desde muy joven, por La Etica de Spinoza, de la cual trató de hacer la cartografía que liga entre sí a las proposiciones a los trece o catorce años. Hay que poder representarse eso, ¿no? Lacan teniendo detrás el plan total de La Etica de Spinoza como se representa a Flechsig con un cerebro gigante detrás (risas).
Y luego Lacan eligió como exergo de su tesis una proposición del Libro III, de la que he comentado su pertinencia en ese lugar. hace mucho tiempo.
Y bien, no hay nada más natural que la eternidad que habita a Lacan en el momento de concluir sea esa, la eternidad de Spinoza.
Es la eternidad en la cual entramos, o más bien en la cual percibimos que ya estábamos, cuando el alma se considera a sí misma, cito a Spinoza, sin relación con la existencia del cuerpo. Esto siempre ha parecido, a los exegetas, una dificultad que franquear, puesto que, por otra parte, el alma es definida por Spinoza como la idea de un cuerpo. Para llegar a este punto de vista en que se considera el alma sin relación con la existencia del cuerpo, es necesaria toda una propedéutica, que Spinoza detalla en la primera parte del Libro V donde se ve el alma racional ocuparse de regular y controlar la afectividad y de este modo, ampliar el dominio de la razón.
Es un modo de invitar al alma a encontrarse allí, en aquello en lo cual está entorpecida. Spinoza tiene la idea que si el alma aprende a formar ideas claras de sus afectos, es decir a hacerse una idea de sus causas, y bien estos afectos dejarán de ser pasiones, y ella dejará de padecer por ellos. Es una invitación a reencontrarse en su funcionamiento mental, a captar cómo los afectos se forman a partir de ciertas causas y por esta vía tomar una cierta distancia con respecto a los afectos de los cuales padece. Piensa que es posible con buena voluntad, que es posible leyendo La Ética. (risas)
Para llegar a eso nosotros tenemos una vía más complicada, de diálogo y que dura más tiempo. Sin duda. Pero no deja de tener ecos para nosotros.
Propone, de algún modo, elevar el afecto a la dignidad del conocimiento, a la dignidad del conocimiento de las causas, permaneciendo bajo lo que él llama ratio temporis, que ordena la vida afectiva como la empresa difícil de controlar, aísla la ratio temporis, porque tiene la idea de que uno puede salvarse. No lo dice así. Pero luego de la proposición 20 empuja una puerta, tiene la idea de que se puede sustraer el alma a la ratio temporis, a la regla del tiempo, y a la existencia del cuerpo, y que es una conquista sin duda, pero que nos conduce – cómo decir esto en nuestra lengua – a lo que hay de más real en nosotros. Puesto que es capaz de formular, con la proposición 23, este enunciado que no ha dejado de rodar a través de los siglos con un acento de audacia spinozista: “Sentimos y experimentamos que somos eternos”.
Por lo tanto, es un escándalo ubicar esto a nivel de lo vivido, mientras que estamos sumergidos por el caos de los afectos, pero que está allí, precisamente para recubrir, velar, hacer olvidar la eternidad que está en cada uno, o que cada uno está también en la eternidad.
La geometría euclidiana tiene todos los caracteres del fantasma.
Y bien, hay en efecto una experiencia que, para Spinoza, nos hace sentir eternos, incluso si aparentemente no nos damos cuenta. Para decirlo con mas franqueza de lo que figura en La Ética, es la experiencia de la geometría, es la experiencia de la demostración geométrica. Ah, cuando ustedes han comenzado a hacer geometría euclidiana en el colegio, ¿se han sentido ustedes eternos? (risas) Sin duda no, porque pasó a la rutina de la enseñanza. Pero, en el tiempo en que esto impactó a Spinoza como a Hobbes, que testimonia de la emoción que le dio hacer geometría, luego haberse atiborrado de retórica y de historia – tenemos testimonio de ello, creo haberlo evocado hace tiempo -, ustedes pueden sentir que acceden a otro orden de realidad, a una necesidad ne varietur: es para siempre así. Tenemos acceso a ese para siempre; es necesario por lo tanto que haya algo en nosotros que sea homogéneo al para siempre, y eso es nuestro intelecto.
Es el sentido que hay que darle, me parece al enunciado que figura en la anotación de la proposición 23: En efecto, los ojos del alma, mentis enim oculi, son las demostraciones mismas. A partir de ello, la existencia del alma no puede definirse por el tiempo, es decir explicarse por la duración, dice Spinoza, sino que hay que considerarla sub aeternitatis specie, es decir: desde el punto de vista, o bajo el ángulo de la eternidad. El sub specie aeternitatis se apoya en las demostraciones necesarias de la geometría euclidiana. Y es allí donde vemos, en efecto, conjugarse a lo racional, la geometría, lo eterno y lo necesario:
-Racional
-Geométrico
-Eterno
-Necesario
Y bien, es precisamente a esto a lo que Lacan se dirige en la primera lección del Momento de concluir.
Luego del pasaje que les he leído sobre la eternidad- El inconciente es muy exactamente la hipótesis de que no soñamos únicamente cuando dormimos – llega una frase sobre lo que él llama lo razonable y que, dice, es un fantasma. Y bien esto nos da el ángulo lacaniano: no el racional, sino simplemente lo razonable: Racional-àRazonable.
Tenemos la geometría, pero precisamente, Lacan la evoca: “La geometría euclidiana, dice, tiene todos los caracteres del fantasma”. En efecto, esto parece en disyunción cuando leemos el Seminario, de un lado habla de la eternidad, luego llega a la geometría que sería fantasma, pero no está deshilvanado mas que si ustedes no encontraron el hilo que vengo de indicarles, y que estoy muy contento de haber encontrado hoy (risas). Sí, podemos releer esto muchísimas veces, incluso podemos escribirlo, y luego es solo el final…Y es coherente por otra parte con lo que Lacan evoca en L´insu qui sait, el Seminario XXIV, que la geometría es para los ángeles; es decir, para los que no tiene cuerpo, para el alma sin relación con la existencia del cuerpo. Y en El Momento de concluir, Lacan se felicita de que hayamos salido de eso y que tenemos de todos modos una topología, que es una geometría que tiene un cuerpo. Geométrico —> Topología.
Y, correlativamente, comprendemos que el culto de lo eterno sea rechazado y que sea por el contrario – ¿que es lo que se va a decir? – lo temporal, lo intempestivo lo que prevalece y cuya instancia hay que preservar. Eterno àTemporal.
Y yo agregaría que, vemos a Lacan oponer a la primacía de lo necesario la promoción constante de lo contingente. Necesario —> Contingente.
– Racional —> Razonable
– Geométrico —> Topología
– Eterno —> Temporal
– Necesario —> Contingente
Dicho de otro modo, El Momento de concluir está ubicado bajo el patronazgo de Spinoza, es decir de lo que fue, en el orden intelectual, el instante de ver de Lacan, que tuvo verdaderamente para él resonancia.
Y todo lo que Lacan despliega del mos topologicus, en su muy última enseñanza, está allí para manifestar la salida fuera de la geometría euclidiana.
En el lugar de la beatitud de Spinoza, Lacan ubica la inhibición.
Entonces, en Spinoza todo esto converge hacia este amor de Dios que él llama amor intelectual de Dios. El alma se sumerge en la alegría, en el goce, en una serenidad que va hasta la beatitud. Todo esto, en el fondo, inducido por (JAM palmea sus manos varias veces una contra otra) la intangible verdad necesaria de la demostración euclidiana: delectamur, dice – nos deleitamos. Es así como Luis Solano quisiera que sea (estallidos de risa). Me esfuerzo por satisfacerlo, pero arrastro tras de mí al muy último Lacan que, él, en el lugar de la beatitud, pone la inhibición. No es la pacificación, es la preocupación, lo que da su nota fundamental, su Stimmung, a esta muy última enseñanza. Es el Me rompo la cabeza, que exclama Lacan, agregando: y no sé incluso con qué, que da bien este acento de tonalidad fundamental. Entonces, no los hago reír bastante, pero al menos no los hago llorar (risas).
Es en relación con Spinoza que captamos lo que Lacan recuerda, que no hay que pensar sin el cuerpo, que no es necesario que el pensamiento piense sin relación con el cuerpo. Pero de la buena manera. No modelándose con la imagen del cuerpo. No pensar sin el cuerpo, contrariamente a la invitación de Spinoza en el Libro V de La Ética, es lo que nos abre a la topología, en tanto que restituye la importancia del tejido.
Entonces, este anti Spinoza es un punto sensible que percibimos cuando recordamos- como lo hice la última vez – el título de lo que hubiera podido ser el Seminario XXVI, el título bajo el cual Lacan continuó tomando la palabra y que era La Topología y el tiempo, del que se ha hecho un gran misterio que se esclarece de todos modos si comprendemos que es el envés de la geometría de la eternidad.
Podría aún traer aquí la frase por la cual, en un momento dado, Lacan reflexiona sobre la palabra idea. Considero que eso toma su sentido en relación con Spinoza, y que, Lacan da a la idea, como cuerpo, la palabra.
Y en el curso de su trayectoria, buscará aislar el cuerpo de lo simbólico – lalengua -, el cuerpo de lo imaginario, el cuerpo de lo real, hasta equivocar en cuerpo – de y cuerda: Cuerpo – de –cuerda (homofonía entre corps de (cuerpo de y corde (cuerda)).
Entonces, el instante de ver spinozista de Lacan, el instante de ver spinozista simplemente, es la primacía del mos geometricus, del modo geométrico, de la manera geométrica, y es la concepción de la demostración como ojo del alma.
El instante de ver lacaniano, luego de su momento spinozista, es aquel del que da testimonio su conferencia sobre lo simbólico, lo imaginario y lo real, que se encuentra ya publicada, y que está desarrollada en su texto “Función y campo de la palabra y del lenguaje”. Podemos distinguir dos tesis fundamentales de este instante de ver. La tesis 1, es la triplicidad de lo simbólico, de lo imaginario y de lo real. La tesis 2, es la de la primacía de lo simbólico, que hace del significante el resorte determinante de lo que interesa a lo imaginario y dominando a lo real.
En el otro extremo, El Momento de concluir, y más ampliamente la última enseñanza de Lacan conserva la tesis número 1 y sacrifica la tesis número 2. Es por eso que al comienzo del Momento de concluir, Lacan le da lugar relevante a la proposición: La palabra hace la cosa. Es precisamente lo que rechaza. Es la proposición que permite decir que la lógica es la ciencia de lo real – como le ocurrió hacer – , y es lo que abandona tras de él.
Si ustedes quieren tener una idea del instante de ver lacaniano en “Función y campo de la palabra y del lenguaje”, vayan a ver en los escritos en la página 276, donde Lacan dice casi lo mismo tres veces seguidas.
El concepto, dice, engendra la cosa. Voy a dar el texto completo: “El concepto, salvando la duración de lo que ocurre, engendra, etc.” Este es el gusto del primer Lacan por la eternidad: el concepto salva la duración de lo que ocurre.
Segunda formulación: “El universo de las cosas viene a ordenarse en el universo de sentido de una lengua”. Ven por lo tanto allí, lalengua, su supuesto universo de sentido. Como si hubiera allí un universo, – y luego las cosas que vienen así (JAM da saltitos sobre la escena) a ponerse justo en su lugar, y todo esto dibuja un mundo en efecto, de coherencia y de armonía, que es sin duda deshecho en otros lugares del texto, pero que de todos modos domina da da da, la voz del trueno del final de “Función y campo…”Y tercera formulación: “Es el mundo de las palabras el que crea el mundo de las cosas”.
En el fondo estas tres formulaciones, formulaciones de lo más elementales y muy filosóficas, de la tesis número 2, aquella en la que no creo excesivo marcar lo ridículo frente a la muy última enseñanza de Lacan.
No es el muerto que se ríe del degollado, es Lacan que se ríe de Lacan.
El último enunciado se prolonga: “Es el mundo de las palabras que crea el mundo de las cosas, dice, primeramente confundidas en el hic et nunc del todo en devenir.” Ven ustedes la depreciación de lo que ocurre, las cosas se confunden, están en el caos, cuando no se las ubica en el aquí y ahora del devenir, es verdaderamente un anti heraclitísmo del primer Lacan. Y un esencialismo, puesto que precisa: “El mundo de las palabras da su ser concreto a la esencia de las cosas”. Es también un punto de vista hegeliano, es que por la palabra, lo que es transitorio, lo que muere, accede a su esencia eterna, puesto que Lacan agrega aún: “El mundo de las palabras da su lugar en todas partes a lo que es de siempre.” Y, en el fondo, para fijar el espíritu del lector en esta gloria de la eternidad conceptual y lingüística – es lo que está ilustrado en el Seminario I con la palabra elefante que subsiste incluso si los elefantes se dirigen hacia el cementerio, duran por la palabra -, por lo tanto para que esté bien fijado por el lector esta postulación hacia la eternidad, Lacan extrae del griego: kthma ex aei.
Entonces eso se vuelve inolvidable, ¿no es cierto?
Es una cita, que he encontrado, de Tucídides, ex aei quiere decir: para siempre, y kthma en el fondo es algo como agalma: es primeramente el bien en tanto que una propiedad, y luego pasó a designar la cosa preciosa, el tesoro, el objeto deseable. Entonces kthma ex aei, es: tesoro para siempre. Esto es, para el primer Lacan el concepto y la palabra. Es verdaderamente el agalma de la eternidad.
Es necesario recordar esto para que se comprenda cuál es, a propósito de la eternidad, la música que Lacan toca en su tambor en El Momento de concluir (JAM imita el gesto del tambor). Por lo tanto, lejos de este tesoro para siempre –esta frase de Tucídides es muy spinoziana, en efecto el Libro V de La Ética se dirige hacia el tesoro para siempre – y bien frente a esto, el tiempo: el tiempo del que no se sale, y que es – para decirlo rápidamente – un real. Algo real. No el tiempo simbólico, que es el tiempo contado, numerado. No el tiempo imaginario, que es el tiempo vivido. Sino el tiempo como real, es decir aquel que no puede ser superado por el para siempre.
El Momento de concluir se opone a este para siempre.
“Yo no busco, encuentro”
Entonces, esto demanda tomar con pinzas la referencia al tiempo lógico que comporta el título del Momento de concluir. Sin duda, para Lacan, el tiempo apremia. Pero, allí apremia tanto por las necesidades del cuerpo vivo como por la urgencia del movimiento lógico.
¿Hay acaso un aserto de certidumbre anticipada en El Momento de concluir?
El aserto de certidumbre anticipada demanda primeramente una certeza que, en el Momento de concluir, se oculta; podemos decir que en este Seminario no hay otra certeza que la duda, la tentativa, el ensayo. Y si hace falta un acto para engendrar la certeza podríamos decir que este acto está aquí suspendido. Lo que lacan llama la anticipación de aserto de certidumbre, remite a un acto que va a crear las condiciones de verificación del aserto, es un acto en el cual la verdad no es previa, un acto que plantea un aserto y que planteándolo plantea al mismo tiempo, las condiciones para que sea verificado, es decir, hacerse verdadero.
Era el valor secreto de la frase de Picasso cuando fue retomada y puesta a su cuenta por Lacan: Yo no busco, encuentro. Esto quería decir: Encuentro primero, en el acto de anticipación y busco luego. Y es de este modo que siempre hemos visto proceder a Lacan: encontrar primero y, luego explorar las consecuencias y los contornos del hallazgo.
En el fondo, hace ago así. Hace algo como esto en la medida en que, llamado a un significante nuevo que no tendría ninguna especie de sentido al final del Seminario XXIV, es claro que en el fondo, su aserto de certidumbre es que: hay que encontrar del lado de la topología. Y sobre la base de este aserto, busca y esta vez sin encontrar. Pero encontró primeramente que estaba del lado de la topología, y busca, luego que es lo que puede servir aquí, ser útil para reencontrarse en la experiencia analítica.
Hay dos cosas que pondría de relieve a propósito de esta topología, la función tiempo y la función cuerpo. Sí, es necesario que justifique porqué la topología está de este lado (JAM muestra el lado derecho del esquema del pizarrón), del lado del tiempo y no del lado de la eternidad, a diferencia de la geometría euclidiana. Y bien, en la topología, y Lacan se complace en mostrarlo en numerosa ocasiones, hay un problema de reconocimiento de formas.
En la geometría euclidiana, las figuras son duras, almidonadas, invariables, pueden tomar el cubo, ponerlo sobre una cara, u otra, incluso imaginarlo sobre una punta, es lo mismo. Les da la imagen de una forma eterna. Y además ustedes saben incluso que, si cambian la longitud del lado, encontrarán las mismas relaciones entre los diferentes términos.
Mientras que en la topología tienen deformaciones. Esto quiere decir que ustedes se preguntan todo el tiempo: ¿es el mismo o no?
Estas deformaciones y reformas, si ustedes tratan de identificarlas, son necesariamente temporales.
El cubo, o los otros seres, entidades euclidianas, ustedes los desplazan. El desplazamiento, no es lo mismo que la deformación. El desplazamiento permanece exterior a la cosa misma. Mientras que la deformación supone un proceso temporal. Hacer agujeros y hacer pasar por agujeros: ustedes tienen un pequeño nudo borromeo bien reconocible, ya fichado, bien ubicado en su lugar en el universo de los sentidos, luego ustedes tiran de las cuerdas y llegan a producir un embrollo extraordinario pero no por ello deja de estar el nudo borromeo, y nos va a hacer falta tiempo, tirando de las cuerdas –imaginemos – en tal o cual orden, para reencontrar, volver a darle una forma humana, si puedo decirlo, al nudo borromeo.
Por lo tanto, existe allí, ineliminable, una función tiempo. La topología respeta lo real de la función tiempo que es evacuado, por la abstracción euclidiana.
El alma de a tres
La función cuerpo, de la que Lacan no deja de hablar, siempre brevemente, es en esta materia topológica el tejido, la estofa. Deben distinguirse de las líneas métricas, en el espacio euclidiano que son puras criaturas de lo simbólico, criaturas fantasmáticas, fantasmagóricas. Mientras que, en la topología el tejido hace materia. Y es allí que encuentro el chiste de Lacan que, en L´insu que sait, invita a escribir una vez: el alma de a tres (l’âme-à-tiers).
Y bien precisamente, el alma de a tres es lo contrario del alma spinoziana, que está desanudada del cuerpo, que está geometrizada.
Podría aún señalar que el momento de concluir, si nos referimos al tiempo lógico, surge de una lógica colectiva, que está ausente del Seminario, incluso si Lacan se rodea de un cierto número de colaboradores. El artículo de 1944-45 expone las condiciones de una salida en grupo, no para una excursión (risas), una salida en grupo determinada por una demostración, que tiene escansiones, y donde se trata de prisioneros que escapan. Y bien, aquí ¿qué es lo que yo podría decir?, que el Seminario XXV del Momento de concluir es Lacan saliendo de la prisión del lacanismo. Es el valor, muy serio, que hay que dar a su enunciado: Yo no soy lacaniano, que hará escuchar tras años más tarde.
No es lacaniano, y puede llevar como testimonio lo que articula en su Momento de concluir.
Entonces, dice, es verdad también: Yo soy freudiano. Por una parte, es un señuelo (movimientos diversos en la asistencia), para ser algo, y luego por otra parte, es la referencia que puede hacer a Freud como aquel que inventó la manera de hacer, de la cual nosotros hemos hecho… un hábito. Y en esto somos freudianos, procedemos del arte freudiano del psicoanálisis; es en efecto la tesis de este Momento de concluir que el psicoanálisis es un arte.
Lacan dice: “En todo caso no es una ciencia”. Y precisamente su primera tesis es: El psicoanálisis es una práctica.
Esto es una de las tesis positivas del Momento de concluir. Y al punto que reduce al sujeto supuesto saber a: supuesto saber cómo operar. En todo caso lo evoca.
Entonces, decir que el psicoanálisis es una práctica, cuando se tienen veinticuatro seminarios detrás de sí, hay que decir que es un aplanamiento del psicoanálisis. No hay duda que aplana el psicoanálisis, allí donde por el contrario, mucho tiempo antes ostentaba sus relaciones con la trascendencia – la trascendencia del significante por supuesto. Pero allí donde había trascendencia, hay de ahora en mas aplanamiento: siempre se gana aplanando dice el muy último Lacan.
Y propone reflexiones sobre la práctica. La clínica, cuando la evoca, procede íntegramente de la práctica. Y hace de la teoría, una elucubración, dando a la manipulación de los toros y de los nudos otro estatuto diferente al de la teoría. En teoría hay siempre contemplación, mientras que aquí se trata, por el contrario, de manipulación, esto ya haría una diferencia.
Define al psicoanálisis en segundo lugar como una práctica que durará lo que dure. No está hecho para sorprendernos, no es solo una nota banal, quiere decir precisamente, que no se inscribe allí del lado izquierdo (JAM muestra el lado izquierdo del esquema) : el psicoanálisis no vale sub specie aeternitatis, y en su anticipación, Lacan lo mira también ya bajo el ángulo en que él desaparecerá.
En tercer lugar, el psicoanálisis es una práctica de parloteo, dice. Esto es alejarnos de la cuestión de fundarla solo en la estructura del lenguaje. Y si queremos dar un nuevo valor a lo que él llamaba hace tiempo, la palabra vacía – hace tiempo él prefería a la palabra vacía, la palabra plena, aquella que da en el blanco, la palabra verdad y allí le restituye su dignidad, o su indignidad, puesto que propone una práctica sin valor, que tiene en efecto ese nombre de parloteo -, más bien que palabra vacía, digamos: una palabra agujereada, en la que Lacan encuentra, si queremos, una materialización en el toro. La cuarta tesis, digamos es la primacía de lo imaginario, que esta en todas partes.
En primer lugar, lo imaginario de lo simbólico, que nos da lo razonable o la geometría es decir en definitiva un fantasma, es lo que podríamos llamar, lo que Lacan mismo llama lo simbólicamente imaginario, lo imaginario incluido en lo simbólico, que hace deslizar, muy naturalmente nuestras elucubraciones hacia el fantasma, la poesía y el delirio.
A lo cual opone, lo he dicho ya, imaginar lo real. Es decir, lo que podríamos traducir – el término no está en Lacan – por realmente imaginario, lo imaginario incluido en lo real, que explica tal o cual pasaje donde Lacan mezcla imaginario y real. Por ejemplo hablando del tejido, en su última lección del Momento de concluir, dice en esa ocasión, es lo imaginario, es lo real, creo que hay que entender a partir de ese esquema elemental, es decir que hay un imaginario incluido en lo real. En todo caso, si hay un aserto de certidumbre anticipada en el Momento de concluir, es ese.
El amor por una mujer
Quisiera marcar este pasaje donde Lacan evoca a Freud, hacia el final del Momento de concluir, en términos que son sorprendentes. Freud, dice, había tomado la precaución – ya he evocado este pasaje con otro propósito -, Freud había tomado la precaución de estar loco de amor por lo que llamamos una mujer. Hay que decir, es algo bizarro, una cosa extraña ¿por qué el deseo pasa al amor? – Ya he puesto de relieve esta frase. Los hechos no permiten explicarlo. Hay sin duda efectos de prestigio, etc. ¿Freud era religioso? Es seguro que hay que plantearse la pregunta. Es de todos modos curioso que haya algo que se llama la mística. La mística es una plaga, como lo prueban todos aquellos que caen en ella (risas).
¿Cómo hay que leer esto y este encadenamiento de proposiciones?
Y bien, hay que leer a partir, me parece de esta palabra amor que figura allí. Veo en ello, aún allí, un eco anti spinozista. Es que Freud, en efecto, su propia ética, no se abría al amor intelectual de Dios, se abría por el contrario, al amor por una mujer. Y el amor por una mujer, es una precaución que evita caer en el amor de Dios. Es por eso que, inmediatamente después, pregunta: ¿Freud era religioso? Es decir, además de su amor por una mujer, ¿tenía la noción del amor de Dios bajo las especies de la mística? De lo cual algunos ecos se hacen escuchar en el Libro V de La Ética, en particular los pasajes sobre la beatitud.
A lo cual lacan le opone: aplanar algo, lo que sea, sirve siempre (risas). Lo que debe entenderse en relación con esto.
¡Oh! ¡Pero tenía aún cosas para decir (risas)! “Será necesario que las…ah no, no las conservaré para el año próximo! Pasaré a mi conclusión, que primero se ocupa de una palabra que figura en el Seminario, al final de la primera lección, y que figura por otra parte también en el texto del “Tiempo lógico”, la palabra exfoliar.
Lacan dice en El Momento de concluir: “Para que lo imaginario se exfolie no hay más que reducirlo al fantasma”.
Ustedes saben lo que quiere exfoliar. Exfoliar una planta es hacer caer sus hojas; esto califica también, en medicina, la caída de las partes necrosadas, como las uñas; y exfoliarse es desprenderse por hojas, por parcelas.
Y bien, la palabra me hacía pensar que El Momento de concluir abría a una exfoliación de la enseñanza de Lacan, a su desprendimiento por parcelas, y que es así como habrá que hacerlo provechoso en el porvenir.
El Momento de concluir es algo como Lacan juez de Jacques Lacan para recordar el título de Jean-Jacques Rousseau. Y Lacan juez de Jacques Lacan lo condena, o al menos toma distancia. No podemos impedirnos la idea de que este Seminario último está animado en Lacan por una transferencia negativa con respecto de sí mismo, si puedo decirlo. Se vanaglorió de su transferencia negativa con Freud, pero no podemos desconocer aquí una transferencia negativa con Lacan mismo, una transferencia negativa ante su saber.
Entonces, ¿hay que recompensar este defecto de amor intelectual celebrando, en su lugar, la majestad y la utilidad de su construcción?
Todo lo que sé, en el momento en que les hablo, es que al menos para mí, Lacan no será nunca más el mismo después de este Curso.
Demanda ser exfoliado.
Pero más allá, ¿no sabemos nosotros que el análisis no será nunca más el análisis que ha sido? Tenemos todos los días la experiencia de ello.
Lo que deja todo su lugar, para que venga, a la invención.
Hasta el próximo año (largos, muy largos aplausos TLN no se equivocó, fue nuevamente una ópera inédita)
(Recapitulación de los elementos visuales de JAM)
Ficha técnica :Autor/intérprete : JAM
Desgrabación: Michel Jolibois
Sonido y reproducción de los esquemas: Fabienne Henry
Producción y Copyright : TLN
Difusión : amp-uqbar
TLN agradece a, Fabienne Henry y Michel Jolibois, por su disponibilidad, su aplicación y su simpatía frente a los 2200 abonados a la lista amp-uqbar, durante la temporada 2006-07, del memorable Curso “El muy último Lacan”, de Jacques-Alain Miller Traducción: Silvia Baudini
Portrait de 1665 tiré de la Herzog-August-BibliothekBaruch Spinoza (Bento d’Espinoza) (24 novembre 1632, Amsterdam, Pays-Bas – 21 février 1677, La Haye) est un philosophe qui eut une influence considérable sur ses contemporains et nombre de penseurs postérieurs. Issu d’une famille marrane, il fut un héritier critique du cartésianisme et s’éloigna de toute pratique religieuse, mais non de toute réflexion théologique grâce à ses nombreux contacts interreligieux. Après sa mort, le spinozisme, condamné en tant que doctrine athée, eut une influence durable. Deleuze l’appelait le « Prince des philosophes », tandis que Nietzsche s’inspira explicitement de son refus de la téléologie. Les psychanalystes le tiennent pour le philosophe ayant le plus ouvert la voie à Freud. Il était, pour Lacan, sans doute le plus grand.(From http://fr.wikipedia.org/wiki/Baruch_Spinoza)
holandského