ten line newsn° 335
nouvelle série
Date: lundi 4 juin 2007
Numéro Extraordinaire
Editée sur UQBAR par Luis SOLANO
L a O r i e n t a c i ó n L a c a n i a n a
JAM prosigue el movimiento de reconstrucción creadora de Lacan en la TDE. Pero, la tonalidad en este Curso, creo, parece estar dominada por el segundo término del sintagma. Es decir que es más bien cuestión de lo que avanza en relación con lo que Lacan promueve en este movimiento de retorno comenzado en la DE. Nuevas referencias, que no estamos habituados en absoluto a frecuentar como el francés Montaigne, el irlandés lord Kelvin, o el Profesor de Cambridge, Reviel Netz, desfilan y toman su lugar en este Curso.
El Editor de TLN se vio privado esta vez del lugar privilegiado de auditor, les presenta esta lección simplemente como lector. ¿Perdió algo en ese pasaje, en ese cambio de lugar? Sí, sin duda. El Editor lector no ha tenido el más de placer que da la “visualización” de la comodidad escénica del orador. El juego escénico de este último (TLN ya tuvo la ocasión de señalarlo) tiene varias facetas. Está hecho de numerosos saltos, de lo inesperado, de sorpresas y nosotros, el público, mi dios, cómo nos gusta! Lo que me parece que caracteriza profundamente este juego, es el modo en que el orador encarna, cuerpo presente, las palabras enunciadas. A veces se trata de un simple gesto, más allá es una mirada maliciosa en dirección a una parte del público, y por supuesto, la palabra amable está rara vez ausente. En resumen, queda lo esencial, el fondo, lo más importante, y es lo que iguala las oportunidades del auditor y del lector. (From TLN)
Curso del 30 de mayo 2007
Me he dado cuenta de que yo buscaba imágenes de Lacan, del último Lacan, aquel que se ocupa del silencio de lo real. A estas imágenes no las he buscado, las he encontrado. Santo Tomás, dije, y luego Sansón. He encontrado una tercera, Montaigne, el último Montaigne, que constituye el título de una obra crítica de una Madame Nakam. La he leído ayer pensando en Lacan.
El último Montaigne
Este último Montaigne, para decir algunas palabras, es aquel que borronea sobre su ejemplar, sobre el ejemplar de sus Ensayos, sobre la última edición aparecida durante su vida, en 1588. Murió en 1592, y durante esos cuatro años llenó los márgenes, especialmente de un ejemplar que sirvió hasta hace poco, para la mayor parte de las ediciones del siglo XX, el ejemplar llamado de Bordeaux. Ahora, parece que tienen más confianza en la edición póstuma que dio aquella a la que llamaba su hija de alianza, Madame de Gournay. Encontró cerca de ella, en sus últimos años, la admiración y la escucha atenta que, parece, lo colmaron.
Entonces, se interesaron en el conjunto de estos agregados, que llamaba allongeails (agrega-alas), dice en alguna parte – es algo así como los papelitos de Proust -, dice en alguna parte los “sobrepesos”, que en efecto vienen a corregir, hacer inflexiones, incluso si no hay cercenamientos, las opiniones que había podido enunciar. Porque no se pretendía otra cosa que enunciar su opinión y en toda la variedad que podía conocer. El interés de este Último Montaigne, hablo del libro, es considerar que estos agregados de cuatro años forman como otro texto, que tiene su continuidad y sus efectos de transformación. A decir verdad, es desde el comienzo del siglo XX que se distinguió sistemáticamente los estratos de escritura de los Ensayos, y eso, es el estrato llamado C, que hace, en efecto un cierto efecto cuando se sigue, a la huella, el hilo de estos allongeails (agrega-alas).
La crítica que citaba, que nombraba, diagnostica en Montaigne- no pretende la exactitud clínica – una crisis depresiva múltiple tanto política como afectiva y física, y por lo tanto una actitud pesimista y misantrópica que se afirma en Montaigne. Esto no es aparente cuando se lee el texto sin dejar a un lado este periodo 1588-1592,puesto que Montaigne eligió no modificar sus impulsos optimistas, por ejemplo aquel que concluye el último ensayo del volumen, “De la experiencia”, que termina con un himno a Apolo tomado de Horacio. Pero cuando damos vuelta las cartas y disitinguimos el hilo negro de estos últimos años, hay algo del muy último Lacan. Porque Montaigne mismo tiene en vista su desaparición, y no podemos pensar que Lacan haya elegido el título El Momento de concluir sin esta perspectiva, incluso si él permanece mudo sobre este tema. No pienso de ahora en más, dice Montaigne, el último Montaigne, más que en terminar y tomo mi último descanso. Es una frase del estrato C del ensayo 28 del Libro II que se intitula “Todas las cosas tienen su estación”
También está este agregado, en el famoso ensayo “De la vanidad” del Libro III, muy lacaniano: “Unido solo a la aventura, tengo alguna obligación particular para no decir sino a medias, decir confusamente, decir discordantemente”. La crítica, que no parece haber leído a Lacan, supone que este decir a medias implica que Montaigne tendría algún secreto que no entregaría. Y hay en efecto, un pasaje que deja entender que hay un secreto que no confió más que a su amigo La Boêtie. Pero, para nosotros, ese decir a medias resuena de otro modo diferente: es la suerte de la verdad lacaniana decirse así. Y en la muy última enseñanza de Lacan, se agrega, a este decir a medias, el decir confusamente. No lo he escondido. Y por otra parte Lacan formula que el escrito como tal es confusional. Es asumido por Montaigne. En cuanto a las discordancias del decir, son múltiples en esa muy última enseñanza. Cuando lo tengan en la mano, revisado, redactado por mí, ustedes lo sentirán quizá mejor que cuando expongo, puesto que cuando expongo, trato, no de acordar las discordancias, sino fatalmente de organizarlas, al punto que he podido hablar en un momento, de la carretera principal que trazaba de estos lazos.
También he destacado este agrega-alas de Montaigne – y luego pasaremos directamente a Lacan – lo siguiente: “Tanto hay en estas memorias, si miramos allí, que encontraremos que he dicho todo, o designado todo. Lo que no puedo expresar, prosigue el último Montaigne, lo señalo con el dedo”. Creeríamos encontrar allí una prefiguración de la última proposición del Tractatus logico-philosophicus de Wittgenstein. Y, en efecto, en el silencio de lo real, Lacan señala con el dedo, neutra con el dedo el pizarrón, las figuras dibujadas en el pizarrón, las figuras, cuando son complejas, son traídas sobre cilindros blancos. Esto está hecho para hacernos recordar cómo enseñaban los antiguos griegos, los primeros matemáticos. Lo evoqué hace tiempo en una exposición hecha en un coloquio sobre lo real en matemáticas. Hacían traer, con fanfarria, si puedo decirlo, grandes paneles blancos sobre los cuales estaban dibujados e imposibles de borrar las figuras geométricas que eran materia de sus demostraciones. Eran, se dice, diagramas sobre los cuales se inscribian letras a medida que se desarrollaban los cursos.
Entonces, se interesaron en el conjunto de estos agregados, que llamaba allongeails (agrega-alas), dice en alguna parte – es algo así como los papelitos de Proust -, dice en alguna parte los “sobrepesos”, que en efecto vienen a corregir, hacer inflexiones, incluso si no hay cercenamientos, las opiniones que había podido enunciar. Porque no se pretendía otra cosa que enunciar su opinión y en toda la variedad que podía conocer. El interés de este Último Montaigne, hablo del libro, es considerar que estos agregados de cuatro años forman como otro texto, que tiene su continuidad y sus efectos de transformación. A decir verdad, es desde el comienzo del siglo XX que se distinguió sistemáticamente los estratos de escritura de los Ensayos, y eso, es el estrato llamado C, que hace, en efecto un cierto efecto cuando se sigue, a la huella, el hilo de estos allongeails (agrega-alas).
La crítica que citaba, que nombraba, diagnostica en Montaigne- no pretende la exactitud clínica – una crisis depresiva múltiple tanto política como afectiva y física, y por lo tanto una actitud pesimista y misantrópica que se afirma en Montaigne. Esto no es aparente cuando se lee el texto sin dejar a un lado este periodo 1588-1592,puesto que Montaigne eligió no modificar sus impulsos optimistas, por ejemplo aquel que concluye el último ensayo del volumen, “De la experiencia”, que termina con un himno a Apolo tomado de Horacio. Pero cuando damos vuelta las cartas y disitinguimos el hilo negro de estos últimos años, hay algo del muy último Lacan. Porque Montaigne mismo tiene en vista su desaparición, y no podemos pensar que Lacan haya elegido el título El Momento de concluir sin esta perspectiva, incluso si él permanece mudo sobre este tema. No pienso de ahora en más, dice Montaigne, el último Montaigne, más que en terminar y tomo mi último descanso. Es una frase del estrato C del ensayo 28 del Libro II que se intitula “Todas las cosas tienen su estación”
También está este agregado, en el famoso ensayo “De la vanidad” del Libro III, muy lacaniano: “Unido solo a la aventura, tengo alguna obligación particular para no decir sino a medias, decir confusamente, decir discordantemente”. La crítica, que no parece haber leído a Lacan, supone que este decir a medias implica que Montaigne tendría algún secreto que no entregaría. Y hay en efecto, un pasaje que deja entender que hay un secreto que no confió más que a su amigo La Boêtie. Pero, para nosotros, ese decir a medias resuena de otro modo diferente: es la suerte de la verdad lacaniana decirse así. Y en la muy última enseñanza de Lacan, se agrega, a este decir a medias, el decir confusamente. No lo he escondido. Y por otra parte Lacan formula que el escrito como tal es confusional. Es asumido por Montaigne. En cuanto a las discordancias del decir, son múltiples en esa muy última enseñanza. Cuando lo tengan en la mano, revisado, redactado por mí, ustedes lo sentirán quizá mejor que cuando expongo, puesto que cuando expongo, trato, no de acordar las discordancias, sino fatalmente de organizarlas, al punto que he podido hablar en un momento, de la carretera principal que trazaba de estos lazos.
También he destacado este agrega-alas de Montaigne – y luego pasaremos directamente a Lacan – lo siguiente: “Tanto hay en estas memorias, si miramos allí, que encontraremos que he dicho todo, o designado todo. Lo que no puedo expresar, prosigue el último Montaigne, lo señalo con el dedo”. Creeríamos encontrar allí una prefiguración de la última proposición del Tractatus logico-philosophicus de Wittgenstein. Y, en efecto, en el silencio de lo real, Lacan señala con el dedo, neutra con el dedo el pizarrón, las figuras dibujadas en el pizarrón, las figuras, cuando son complejas, son traídas sobre cilindros blancos. Esto está hecho para hacernos recordar cómo enseñaban los antiguos griegos, los primeros matemáticos. Lo evoqué hace tiempo en una exposición hecha en un coloquio sobre lo real en matemáticas. Hacían traer, con fanfarria, si puedo decirlo, grandes paneles blancos sobre los cuales estaban dibujados e imposibles de borrar las figuras geométricas que eran materia de sus demostraciones. Eran, se dice, diagramas sobre los cuales se inscribian letras a medida que se desarrollaban los cursos.
Lacan tuvo siempre elementos visuales
Es nuestra ocasión de ver que Lacan siempre apoyó su enseñanza en el pizarrón, simplemente estaba, hasta esta última enseñanza, tan mezclado con las palabras que podíamos desconocer su instancia propia. Es lo que hoy llamamos lo visual. Hoy cuando tenemos que dar una conferencia se les pide, con anticipación, si tienen algo para proyectar. Y bien! Esta técnica no estaba desarrollada en tiempos de Lacan, pero había, hay siempre algo visual.
El mismo hizo todo para que no se aísle su instancia propia. Puesto que enunciaba, por ejemplo, que la lectura de tal esquema de su gran grafo exigía estar atento a la menor sutileza de su estilo. Era invitar a que no se vea en la representación más que lo accesorio. Son más bien las palabras, oratorias, que Lacan emite con lentitud – vean como soy camaleón (risas), me dejo yo mismo penetrar por esta lentitud -, son estas palabras mismas las que aparecen como accesorias, con respecto – porque nos miran y nos miran aún – a los complicados trazados que aportaba con él.Tenemos estos trazados desde esta organización de más y de menos que Lacan forjó en su “Introducción” al “Seminario de La carta robada” – esa serie de símbolos se organizan en un grafo. Con respecto a esto quisiera corregir algo que dije un poco rápidamente las veces anteriores cuando ponía de relieve la elucubración escalonada de la determinación simbólica, a partir de un nivel cero, de un nivel real que es aquel donde, en función de lo que podemos imaginar de la moneda que se arroja, transicribimos, según que sea cara o seca, un más o un menos. En efecto allí, no hay relación entre una tirada y otra, lo que se obtendrá la siguiente vez no esta determinado por la tirada anterior. Por lo tanto aquí, hay ausencia de sintaxis. Es exacto, pero hay un allongail, si puedo decirlo. Lacan señála, un poco más tarde creo que, porque tenemos la idea previa de la sintaxis podemos decir que aquí no la hay. Y por lo tanto, la sintaxis, la noción de sintaxis, es decir de relación determinada, precede a la producción, de nivel cero, de una secuencia a-sintáctica. Eso no cambia nada en el fondo de lo que he podido decirles, pero me faltaba este agregado, que muestra muy bien, la primacía para Lacan, para el Lacan que ha forjado este apólogo, la primacía de lo simbólico; puesto que lo que podemos distinguir como puro real aleatorio depende sin embargo de lo previo de la noción de la sintaxis.
Por lo tanto, tan formalizado, matemático, como sea esta construcción de los más y menos, desemboca sin embargo en algo visual. Inútil decir que el esquema construido por Lacan en el Seminario I, el esquema del espejo destinado a ilustrar la identificación y sus transformaciones, es por excelencia algo visual, incluso algo visual sobre la visión. Si tomamos el Seminario IV, encontramos allí, como visual, un cuadro, el cuadro permutativo que pone en su lugar la privación, la frustración, la castración. Y en el Seminario V, seguimos la construcción minuciosa del grafo que, dotado primeramente de un primer piso, se desdobla luego con un segundo y eso continúa por otra parte en el Seminario VI. No voy a enumerar uno tras otro los Seminarios de Lacan, son raros los que no articulan y no manifiestan algo visual, algo que se muestra con el dedo, como dice Montaigne.
Tenemos allí una manipulación de lo que podemos llamar, con un término de la enseñanza de Lacan, una manipulación de los semblantes, que son de algún modo puestos en su lugar de real. El historiador de las ciencias que citaba hace tiempo, Netz, lo vio bien, con respecto a los matemáticos griegos de la antigüedad, la pertinencia: La introducción de los diagramas con letras permite desarrollarse a un universo de discurso, que hace un impasse sobre la cuestión ontológica.
Se interesan en lo que es real e imposible, no plantean la cuestión del ser.
He creído reconocer la tendencia principal que anima a Lacan en su uso de lo visual.
Entonces, distingamos allí dos modalidades de este uso de lo visual.
Primeramente como lo he recordado, Lacan abordó lo simbólico como un orden.
La expresión del orden simbólico repercutió poderosamente puesto que se la encuentra utilizada aún abundantemente en nuestros días en lo que concierne a lo que sería una lección conservadora del psicoanálisis. Del típo: No tocar el orden simbólico! Desde el momento en que se quiere manifestar un poco de inventiva, de creatividad, en la manipulación por ejemplo de los semblantes del matrimonio, o de la filiación, hop: Orden simbólico! Que nadie diga nada! (risas) Sí, pero es triste, es triste este uso reaccionario del psicoanálisis. Es divertido también, porque es absolutamente desopilante para detener poderosos movimientos históricos, bien informados de otro modo, de que hay allí más que manipulaciones de los semblantes, con la inercia tradicional, y no hay lugar para sacralizar el ordenamiento. Salvo si la sacralización es vuestro negocio (risas) – lo que también existe. Precisamente porque los semblantes no son más que eso, se desarrolló en la historia una poderosa sacralización para evitar que caiga. Pero como diría el muy último Lacan es delirante.
En orden simbólico, orden quiere decir dimensión, sin duda, pero no solo. Lacan no hacía de lo imaginario y de lo real órdenes. Incluso si la expresión puede, aquí y allí, aparecer en el orden imaginario, no es sino en el sentido de registro. Orden, en orden simbólico, quiere decir una orden, un ordenamiento, podríamos decir incluso: una computadora (ordinateur). Y Lacan utilizó elementos visuales congruentes con este orden, cuadros, grafos, matrices, donde la permutación siempre es operatoria, es decir utilizó elementos visuales que se desprenden de la combinatoria.
El mismo hizo todo para que no se aísle su instancia propia. Puesto que enunciaba, por ejemplo, que la lectura de tal esquema de su gran grafo exigía estar atento a la menor sutileza de su estilo. Era invitar a que no se vea en la representación más que lo accesorio. Son más bien las palabras, oratorias, que Lacan emite con lentitud – vean como soy camaleón (risas), me dejo yo mismo penetrar por esta lentitud -, son estas palabras mismas las que aparecen como accesorias, con respecto – porque nos miran y nos miran aún – a los complicados trazados que aportaba con él.Tenemos estos trazados desde esta organización de más y de menos que Lacan forjó en su “Introducción” al “Seminario de La carta robada” – esa serie de símbolos se organizan en un grafo. Con respecto a esto quisiera corregir algo que dije un poco rápidamente las veces anteriores cuando ponía de relieve la elucubración escalonada de la determinación simbólica, a partir de un nivel cero, de un nivel real que es aquel donde, en función de lo que podemos imaginar de la moneda que se arroja, transicribimos, según que sea cara o seca, un más o un menos. En efecto allí, no hay relación entre una tirada y otra, lo que se obtendrá la siguiente vez no esta determinado por la tirada anterior. Por lo tanto aquí, hay ausencia de sintaxis. Es exacto, pero hay un allongail, si puedo decirlo. Lacan señála, un poco más tarde creo que, porque tenemos la idea previa de la sintaxis podemos decir que aquí no la hay. Y por lo tanto, la sintaxis, la noción de sintaxis, es decir de relación determinada, precede a la producción, de nivel cero, de una secuencia a-sintáctica. Eso no cambia nada en el fondo de lo que he podido decirles, pero me faltaba este agregado, que muestra muy bien, la primacía para Lacan, para el Lacan que ha forjado este apólogo, la primacía de lo simbólico; puesto que lo que podemos distinguir como puro real aleatorio depende sin embargo de lo previo de la noción de la sintaxis.
Por lo tanto, tan formalizado, matemático, como sea esta construcción de los más y menos, desemboca sin embargo en algo visual. Inútil decir que el esquema construido por Lacan en el Seminario I, el esquema del espejo destinado a ilustrar la identificación y sus transformaciones, es por excelencia algo visual, incluso algo visual sobre la visión. Si tomamos el Seminario IV, encontramos allí, como visual, un cuadro, el cuadro permutativo que pone en su lugar la privación, la frustración, la castración. Y en el Seminario V, seguimos la construcción minuciosa del grafo que, dotado primeramente de un primer piso, se desdobla luego con un segundo y eso continúa por otra parte en el Seminario VI. No voy a enumerar uno tras otro los Seminarios de Lacan, son raros los que no articulan y no manifiestan algo visual, algo que se muestra con el dedo, como dice Montaigne.
Tenemos allí una manipulación de lo que podemos llamar, con un término de la enseñanza de Lacan, una manipulación de los semblantes, que son de algún modo puestos en su lugar de real. El historiador de las ciencias que citaba hace tiempo, Netz, lo vio bien, con respecto a los matemáticos griegos de la antigüedad, la pertinencia: La introducción de los diagramas con letras permite desarrollarse a un universo de discurso, que hace un impasse sobre la cuestión ontológica.
Se interesan en lo que es real e imposible, no plantean la cuestión del ser.
He creído reconocer la tendencia principal que anima a Lacan en su uso de lo visual.
Entonces, distingamos allí dos modalidades de este uso de lo visual.
Primeramente como lo he recordado, Lacan abordó lo simbólico como un orden.
La expresión del orden simbólico repercutió poderosamente puesto que se la encuentra utilizada aún abundantemente en nuestros días en lo que concierne a lo que sería una lección conservadora del psicoanálisis. Del típo: No tocar el orden simbólico! Desde el momento en que se quiere manifestar un poco de inventiva, de creatividad, en la manipulación por ejemplo de los semblantes del matrimonio, o de la filiación, hop: Orden simbólico! Que nadie diga nada! (risas) Sí, pero es triste, es triste este uso reaccionario del psicoanálisis. Es divertido también, porque es absolutamente desopilante para detener poderosos movimientos históricos, bien informados de otro modo, de que hay allí más que manipulaciones de los semblantes, con la inercia tradicional, y no hay lugar para sacralizar el ordenamiento. Salvo si la sacralización es vuestro negocio (risas) – lo que también existe. Precisamente porque los semblantes no son más que eso, se desarrolló en la historia una poderosa sacralización para evitar que caiga. Pero como diría el muy último Lacan es delirante.
En orden simbólico, orden quiere decir dimensión, sin duda, pero no solo. Lacan no hacía de lo imaginario y de lo real órdenes. Incluso si la expresión puede, aquí y allí, aparecer en el orden imaginario, no es sino en el sentido de registro. Orden, en orden simbólico, quiere decir una orden, un ordenamiento, podríamos decir incluso: una computadora (ordinateur). Y Lacan utilizó elementos visuales congruentes con este orden, cuadros, grafos, matrices, donde la permutación siempre es operatoria, es decir utilizó elementos visuales que se desprenden de la combinatoria.
Del lenguaje como estructurado a lalengua
Aquí, debemos puntuar una separación, esta separación interviene cuando Lacan cambia de referencia, pasa del lenguaje estrucutado…como un lenguaje, es decir estructurado – es esto lo que pasa al primer plano cuando decimos inconciente estructurado como un lenguaje, no nos interesamos más que en el inconciente y el lenguaje, toda la cuestión es saber en qué el lenguaje está estructurado – por lo tanto, Lacan cambia de referencia: del lenguaje como estructurado a lalengua.
Allí se produce lo que llamaba una separación, especialmente con la última lección del Seminario XX titulado Aun – por eso databa de ese momento la última enseñanza de Lacan.
Podemos decir que, a partir de ese momento, Lacan hace uso de un nuevo elemento visual que es el de los nudos.
El uso de este nuevo elemento visual consagra el eclipse del orden simbólico, en su reflexión, al punto que lo simbólico, lo he señalado, se manifiesta en ellos como homogéneo a las otras dos dimensiones.
Lo culminante de esta nueva tentativa es el Seminario XXIII, El Sinthoma. El sinthoma aparece de este modo como la categoría clínica, si puedo decirlo, ligada a lo visual del nudo borromeo. Y en este Seminario, las cuestiones que relanzan la reflexión son cuestiones de arquitectura y de relación, podríamos incluso decir que la gran cuestión que trata este seminario con estos elementos visuales es: ¿en qué condiciones esto se mantiene unido? Se mantiene unido de a tres? Se mantiene unido de a cuatro? Tal es la búsqueda a tientas que se despliega allí.
He puesto aparte, ustedes lo saben, los dos últimos Seminarios, el XXIV y el XXV. Porque, en primer lugar, el XXIV introduce otra categoría clínica: luego del sinthoma, lo que Lacan llama la una – equivocación – es una traducción fonética del Unbewusst freudiano, si traducimos semánticamente, en función del sentido, decimos: el inconciente, si traducimos fonéticamente, transcribimos, decimos: la una – equivocación (l´une-bévue) -, luego del sinthoma la una – equivocación.
En relación con la una –equivocación el sinthoma aparece como una macro unidad, que se desprende del inconciente, sin duda, del inconciente definido, en El Momento de concluir como la cara de real de aquello con lo que se está obstaculizado. Sería el testimonio, si hiciera falta, de que es sobre la vía del inconciente real que Lacan avanza en su muy última enseñanza. Al punto en que lo veremos en determinado momento, por otra parte, que el amor le parece una bizarría, algo extraño; es decir que lo que orienta eso no es lo que yo llamaba en otra parte el inconciente transferencial.
En relación con esta macro unidad, la una – equivocaión es una micro unidad, que si seguimos la primera lección de L’insu que sait de l’une-bévue, incluye el acto fallido, y también el chiste e incluso el sueño.
Es decir, Lacan retoma, con este término, todos los fenómenos que habían atraído a Freud en su vía, en función de sus obras iniciales que son “La interpretación de los sueños”, “La psicopatología de la vida cotidiana”, El chiste y su relación con el Inconciente”, en las cuales Lacan se apoyó en su primer impulso hacia la construcción del orden simbólico. Es lo que retomó en su Seminario V, como las formaciones del inconciente, y luego distinguió en su Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales, con el acento según el cual se trataba de tropiezos del orden simbólico. Esto implicaba, en esa época, que él pusiera por su parte esto, en oposición con el orden simbólico a la Lévi-Strauss. Y bien! Con la Una-equivocación, estamos en la terminación de este movimiento comenzado en enero de 1964. Es decir que, con la una-equivocación, Lacan, que lo desarrolla poco en toda su última enseñanza, aisla algo como – hay que decir algo – una unidad consti…tutiva – en mis notas había escrito: constituyente, sí, había dudado entre estos dos términos – del inconciente.
Es paralelo a lo que se puede decir de lalengua.
Con lalengua Lacan introdujo algo que iba mas lejos que el lenguaje. Al menos en este sentido que, con respecto a lalengua, el lenguaje aparece como una elucubración de saber – y ya allí iba mas lejos que el inconciente estructurado como un lenguaje.
Una elucubración de saber sobre la una-equivocación
Allí se produce lo que llamaba una separación, especialmente con la última lección del Seminario XX titulado Aun – por eso databa de ese momento la última enseñanza de Lacan.
Podemos decir que, a partir de ese momento, Lacan hace uso de un nuevo elemento visual que es el de los nudos.
El uso de este nuevo elemento visual consagra el eclipse del orden simbólico, en su reflexión, al punto que lo simbólico, lo he señalado, se manifiesta en ellos como homogéneo a las otras dos dimensiones.
Lo culminante de esta nueva tentativa es el Seminario XXIII, El Sinthoma. El sinthoma aparece de este modo como la categoría clínica, si puedo decirlo, ligada a lo visual del nudo borromeo. Y en este Seminario, las cuestiones que relanzan la reflexión son cuestiones de arquitectura y de relación, podríamos incluso decir que la gran cuestión que trata este seminario con estos elementos visuales es: ¿en qué condiciones esto se mantiene unido? Se mantiene unido de a tres? Se mantiene unido de a cuatro? Tal es la búsqueda a tientas que se despliega allí.
He puesto aparte, ustedes lo saben, los dos últimos Seminarios, el XXIV y el XXV. Porque, en primer lugar, el XXIV introduce otra categoría clínica: luego del sinthoma, lo que Lacan llama la una – equivocación – es una traducción fonética del Unbewusst freudiano, si traducimos semánticamente, en función del sentido, decimos: el inconciente, si traducimos fonéticamente, transcribimos, decimos: la una – equivocación (l´une-bévue) -, luego del sinthoma la una – equivocación.
En relación con la una –equivocación el sinthoma aparece como una macro unidad, que se desprende del inconciente, sin duda, del inconciente definido, en El Momento de concluir como la cara de real de aquello con lo que se está obstaculizado. Sería el testimonio, si hiciera falta, de que es sobre la vía del inconciente real que Lacan avanza en su muy última enseñanza. Al punto en que lo veremos en determinado momento, por otra parte, que el amor le parece una bizarría, algo extraño; es decir que lo que orienta eso no es lo que yo llamaba en otra parte el inconciente transferencial.
En relación con esta macro unidad, la una – equivocaión es una micro unidad, que si seguimos la primera lección de L’insu que sait de l’une-bévue, incluye el acto fallido, y también el chiste e incluso el sueño.
Es decir, Lacan retoma, con este término, todos los fenómenos que habían atraído a Freud en su vía, en función de sus obras iniciales que son “La interpretación de los sueños”, “La psicopatología de la vida cotidiana”, El chiste y su relación con el Inconciente”, en las cuales Lacan se apoyó en su primer impulso hacia la construcción del orden simbólico. Es lo que retomó en su Seminario V, como las formaciones del inconciente, y luego distinguió en su Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales, con el acento según el cual se trataba de tropiezos del orden simbólico. Esto implicaba, en esa época, que él pusiera por su parte esto, en oposición con el orden simbólico a la Lévi-Strauss. Y bien! Con la Una-equivocación, estamos en la terminación de este movimiento comenzado en enero de 1964. Es decir que, con la una-equivocación, Lacan, que lo desarrolla poco en toda su última enseñanza, aisla algo como – hay que decir algo – una unidad consti…tutiva – en mis notas había escrito: constituyente, sí, había dudado entre estos dos términos – del inconciente.
Es paralelo a lo que se puede decir de lalengua.
Con lalengua Lacan introdujo algo que iba mas lejos que el lenguaje. Al menos en este sentido que, con respecto a lalengua, el lenguaje aparece como una elucubración de saber – y ya allí iba mas lejos que el inconciente estructurado como un lenguaje.
Una elucubración de saber sobre la una-equivocación
Y bien ! con la una-equivocación, con esta unidad minima que es la una-equivocación, lo que aparece como una elucubración de saber sobre la una-equivocación es el inconciente. Es allí, me parece, donde reside el sentido a dar a este: más lejos que el inconciente. Es que el inconciente no aparece como un dato, sino como una elucubración que toma su punto de partida de un hecho extremadamente pequeño sobre el cual se han construido catedrales.
Por lo tanto, la muy última enseñanza de Lacan tiene el valor de un retorno, un retorno al hecho, un retorno a la cosa misma.
De la misma manera, allí donde Lacan hablaba de orden simbólico – reglándose en la estructura de lenguaje tal como se desprende de la lingüística, incluso si esta estructura él la trabajaba, la esculpía -,allí en su muy última enseñanza, se ocupa más del cuerpo de lo simbólico, que se llama lalengua. El cuerpo de lo simbólico tiene el lugar del orden simbólico. El movimiento que yo llamaba de retorno, es por lo tanto un retorno más acá. Más acá de las elucubraciones. Y por lo tanto, es un discurso extremadamente mínimo el del muy último Lacan, extremadamente frágil, en una relación constante de vigilancia sobre sí mismo, siempre listo a captarse en el momento de la elucubración, para tratar de atenerse a la pureza de lo que ocurre, de lo que pasa.
De este modo comprendo por qué Lacan comienza su Seminario XXIV, L´Insu, con consideraciones sobre la identificación sobre la cual no volverá. He titulado este primer capítulo: “Ensayo de una topología de la identificación”, porque Lacan se propone ordenar los tres tipos de identificación distinguidas por Freud en su Massenpsychologie, su “Psicología de las masas”, o de las multitudes, en tres modos diferentes de inversión del toro. Pero se interesa en la identificación en tanto que, dice, se cristaliza en una identidad. Se interesa, me parece, en la medida en que la identidad no sería sino el producto de una identificación, y precisamente apunta a lo que hay antes de la identificación: si puedo decirlo, unidades pre identidad. De tal modo que la identidad, es una elucubración a partir de lo no identidad.
Y con respecto a esto, la cuestión habita a partir de los elementos visuales toda su última enseñanza: ¿es lo mismo? Cuando ustedes tienen en el pizarrón, figuras complejas, ¿es lo mismo? Es como poner en escena aquí la crisis de la identidad cuando se ha vuelto al más acá de la operación identificatoria.
Por lo tanto, la muy última enseñanza de Lacan tiene el valor de un retorno, un retorno al hecho, un retorno a la cosa misma.
De la misma manera, allí donde Lacan hablaba de orden simbólico – reglándose en la estructura de lenguaje tal como se desprende de la lingüística, incluso si esta estructura él la trabajaba, la esculpía -,allí en su muy última enseñanza, se ocupa más del cuerpo de lo simbólico, que se llama lalengua. El cuerpo de lo simbólico tiene el lugar del orden simbólico. El movimiento que yo llamaba de retorno, es por lo tanto un retorno más acá. Más acá de las elucubraciones. Y por lo tanto, es un discurso extremadamente mínimo el del muy último Lacan, extremadamente frágil, en una relación constante de vigilancia sobre sí mismo, siempre listo a captarse en el momento de la elucubración, para tratar de atenerse a la pureza de lo que ocurre, de lo que pasa.
De este modo comprendo por qué Lacan comienza su Seminario XXIV, L´Insu, con consideraciones sobre la identificación sobre la cual no volverá. He titulado este primer capítulo: “Ensayo de una topología de la identificación”, porque Lacan se propone ordenar los tres tipos de identificación distinguidas por Freud en su Massenpsychologie, su “Psicología de las masas”, o de las multitudes, en tres modos diferentes de inversión del toro. Pero se interesa en la identificación en tanto que, dice, se cristaliza en una identidad. Se interesa, me parece, en la medida en que la identidad no sería sino el producto de una identificación, y precisamente apunta a lo que hay antes de la identificación: si puedo decirlo, unidades pre identidad. De tal modo que la identidad, es una elucubración a partir de lo no identidad.
Y con respecto a esto, la cuestión habita a partir de los elementos visuales toda su última enseñanza: ¿es lo mismo? Cuando ustedes tienen en el pizarrón, figuras complejas, ¿es lo mismo? Es como poner en escena aquí la crisis de la identidad cuando se ha vuelto al más acá de la operación identificatoria.
El toro, un nuevo elemento visual
Entonces, la muy última enseñanza de Lacan se inscribe, ciertamente, en la continuidad de su última enseñanza, pero introduce un nuevo elemento visual. Un nuevo elemento visual, que no tiene nada que ver con las cuestiones de arquitectura y de relación, como era el caso del nudo borromeo en El Sinthoma -, un nuevo elemento visual, en que no tenemos que preguntarnos en qué condiciones se mantiene unido. Este nuevo elemento visual, es el toro, t.o.r.o., la cámara de aire. ¿A qué responde esta introducción? Y bien, Lacan me parece, elije el toro como vía de acceso privilegiada a lo real.
Encontramos, en el primer capítulo de L´Insu, una reflexión rápida sobre la noción del modelo, que Lacan rechazaba de manera arrogante en su escrito titulado ““Observaciones sobre el Informe de Daniel Lagache”. Era en efecto el profesor Lagache quien proponía modelos para la identificación. Y Lacan rechazaba esta noción en nombre de la estructura: cuando se hace referencia a la estructura no se pasa por el modelo, nos ocupamos de los significantes que organizan lo real. Simplifico el parrafo que encontrarán en los Escritos. Allí, al contrario, Lacan recuerda que es lord Kelvin – quien por otra parte se interesó mucho en los nudos- , que es lord Kelvin quien esperaba contruir modelos que permitieran prever, dice Lacan, los resultados del funcionamiento de lo real. Y Lacan señala al pasar: “Recurrimos a lo imaginario para hacernos una idea de lo real”.
Esta frase, que parece, en la serie de sus enunciados, calificar el punto de vista de lord Kelvin, toma una resonancia completamente diferente para nosotros que conocemos el título que he creído poder dar a la úaltima lección de El Momento de concluir, “Imaginar lo real”: son de algún modo las primeras notas de la orientación de esta muy última enseñanza.
A próposito de lord Kelvin, Lacan juega, me parece, en las orejas, con la expresión hacerse una idea, invitando a que se comprenda: esfera una idea (se faire/sphère). Es dejar escuchar que el modelo del modelo es siempre la esfera. Y bien! Es en este movimiento que Lacan entiende sustituir el toro a la esfera.
Esfera (hacerse) una idea
toro
El toro tiene una estructura muy diferente que la esfera. Sin duda como la esfera tiene un interior, a diferencia del redondel de cuerda puro y simple, incluso si ustedes pueden utilizar el toro como redondel de cuerda – ustedes pueden hacer con tres toros un arreglo borromeo -, ustedes tienen con el toro una figura que tiene un interior, pero este interior es un agujero distinto del segundo agujero que hay, el agujero que está indicado por el anillo, el agujero que está abierto al exterior. Al punto que Lacan puede decir que el toro se presenta como dos agujeros en torno del cual algo consiste. De la esfera al toro hay una diferencia de estructura que es por ejemplo puesta de relieve por la inversión de la una y del otro. Es en el fondo el hilo que Lacan sigue en su muy última enseñanza, trata como una generalización del toro, al punto que creo poder titular el segundo capítulo de L´insu qui sait: “El universo tórico”.
Es una tesis de Lacan, que extraigo en el seminario: La estructura del hombre es tórica. Entonces, agrega – es allí que está el “decir confusamente” – que no afirma, pero que podemos, cito, tratar de ver donde está el asunto. Y estos dos últimos años pasarán, en una gran parte, en la manipulación del toro. Con la idea de que es una tentativa completamente inédita en la historia del pensamiento, que el sistema del mundo como se expresa, fue hasta aquí esferoidal, y que en el fondo, para el psicoanálisis, prueba el modelo tórico, pone sus esperanzas en el toro.
Encontramos, en el primer capítulo de L´Insu, una reflexión rápida sobre la noción del modelo, que Lacan rechazaba de manera arrogante en su escrito titulado ““Observaciones sobre el Informe de Daniel Lagache”. Era en efecto el profesor Lagache quien proponía modelos para la identificación. Y Lacan rechazaba esta noción en nombre de la estructura: cuando se hace referencia a la estructura no se pasa por el modelo, nos ocupamos de los significantes que organizan lo real. Simplifico el parrafo que encontrarán en los Escritos. Allí, al contrario, Lacan recuerda que es lord Kelvin – quien por otra parte se interesó mucho en los nudos- , que es lord Kelvin quien esperaba contruir modelos que permitieran prever, dice Lacan, los resultados del funcionamiento de lo real. Y Lacan señala al pasar: “Recurrimos a lo imaginario para hacernos una idea de lo real”.
Esta frase, que parece, en la serie de sus enunciados, calificar el punto de vista de lord Kelvin, toma una resonancia completamente diferente para nosotros que conocemos el título que he creído poder dar a la úaltima lección de El Momento de concluir, “Imaginar lo real”: son de algún modo las primeras notas de la orientación de esta muy última enseñanza.
A próposito de lord Kelvin, Lacan juega, me parece, en las orejas, con la expresión hacerse una idea, invitando a que se comprenda: esfera una idea (se faire/sphère). Es dejar escuchar que el modelo del modelo es siempre la esfera. Y bien! Es en este movimiento que Lacan entiende sustituir el toro a la esfera.
Esfera (hacerse) una idea
toro
El toro tiene una estructura muy diferente que la esfera. Sin duda como la esfera tiene un interior, a diferencia del redondel de cuerda puro y simple, incluso si ustedes pueden utilizar el toro como redondel de cuerda – ustedes pueden hacer con tres toros un arreglo borromeo -, ustedes tienen con el toro una figura que tiene un interior, pero este interior es un agujero distinto del segundo agujero que hay, el agujero que está indicado por el anillo, el agujero que está abierto al exterior. Al punto que Lacan puede decir que el toro se presenta como dos agujeros en torno del cual algo consiste. De la esfera al toro hay una diferencia de estructura que es por ejemplo puesta de relieve por la inversión de la una y del otro. Es en el fondo el hilo que Lacan sigue en su muy última enseñanza, trata como una generalización del toro, al punto que creo poder titular el segundo capítulo de L´insu qui sait: “El universo tórico”.
Es una tesis de Lacan, que extraigo en el seminario: La estructura del hombre es tórica. Entonces, agrega – es allí que está el “decir confusamente” – que no afirma, pero que podemos, cito, tratar de ver donde está el asunto. Y estos dos últimos años pasarán, en una gran parte, en la manipulación del toro. Con la idea de que es una tentativa completamente inédita en la historia del pensamiento, que el sistema del mundo como se expresa, fue hasta aquí esferoidal, y que en el fondo, para el psicoanálisis, prueba el modelo tórico, pone sus esperanzas en el toro.
La necesidad de recomponer el tejido
Y en la muy última enseñanza de Lacan tenemos una abundancia de toros, torcidos, retorcidos, de mil maneras.
Hay por otra parte una manera que me da aún mucho trabajo, por que a partir de las palabras de Lacan, me cuesta mucho recomponer la figuración de la que se trata. Tropiezo en eso. No lo creía pero tropiezo. Me molesta tanto más que esto concierne a algo a lo que he dado mucho valor, el efecto de agujero unido al efecto de sentido. Y bien, Lacan ilustra esto con una complicación tórica que no llego a recomponer. Hay por otra parte un lugar o dos en que estoy obligado a decir: “dibujo”, para no dibujarlo (risas), pero esto me molesta porque quisiera comprender topológicamente el efecto de agujero ligado al efecto de sentido.
Entonces, a través de esta abundancia de toros, surgida de una tentativa que Lacan queire absolutamente inédita, trata de alcanzar lo que llama, desde el comienzo de L´Insu que sait, el tejido del inconciente, en una frase que es la siguiente: “Un sueño comporta muchas cosas que tienen que ver con lo que podemos llamar el tejido del inconciente”. Y por otra parte, El Momento de concluir se termina en la necesidad de recomponer el tejido.
Con estos toros, Lacan busca sin duda poner en evidencia las modificaciones de estructura, en función de los cortes practicados, pero no solo: confronta representaciones diferentes de la misma estructura.
Todo ocurre como si para él esas representaciones diferentes de la misma estructura se sostuvieran por sí mismas. Es decir que no trata de reducirlas a la misma estructura. Es como si cada una de estas representaciones diferentes – como ustedes saben, por ejemplo, para los nudos borromeos, trata un montón de representaciones diferentes del mismo nudo -, es como si cada una de estas representaciones diferentes tuviera un valor en tanto que tal.
Dicho de otro modo, si reflexiono sobre esto, me digo que la unidad no es más del orden del singificante, sino que es del orden de la imagen. La imagen aparece, como tal, una unidad válida. La imagen aparece, como tal, como un real. Dos imágenes pueden ilustrar la misma estructura, pero si ellas son diferentes, se sostienen en tanto que tales. Y ponen de relieve, si pudo hacer un corto circuito, un hecho clínico.
Este hecho clínico, que domina la muy última enseñanza de Lacan, que va hasta el fenómeno producido en el auditorio, es la inhibición. La inhibición para imaginar. La inhibición en el asunto de las imágenes. La pulsión es también un acuerdo del significante y del cuerpo, puesto que podemos incluso evocarla, lo he recordado, como resonancia. Pero el hecho clínico mayor que Lacan trabaja, pone en evidencia, de lo cual él mismo es el sujeto, que hace su patema, si puedo decirlo, es la inhibición para imaginar, es la hiancia que resta entre lo imaginario y lo real, mientras que se trata, según del ideal kelviniano, de recurrir a lo imaginario para hacerse una idea de lo real.
Vemos bien que allí, lo simbólico está fuera del asunto. No está presente más que por las palabras titubeantes que rodean las imágenes. Por otra parte, lo simbólico tiene tendencia a proseguirse en lo imaginario. Y es lo que hace que pongamos en continuidad el sueño, la poesía, la filosofía, el fantasma y el delirio, que son otros tantos modos en que vemos lo simbólico pasar a lo imaginario.
Hay por otra parte una manera que me da aún mucho trabajo, por que a partir de las palabras de Lacan, me cuesta mucho recomponer la figuración de la que se trata. Tropiezo en eso. No lo creía pero tropiezo. Me molesta tanto más que esto concierne a algo a lo que he dado mucho valor, el efecto de agujero unido al efecto de sentido. Y bien, Lacan ilustra esto con una complicación tórica que no llego a recomponer. Hay por otra parte un lugar o dos en que estoy obligado a decir: “dibujo”, para no dibujarlo (risas), pero esto me molesta porque quisiera comprender topológicamente el efecto de agujero ligado al efecto de sentido.
Entonces, a través de esta abundancia de toros, surgida de una tentativa que Lacan queire absolutamente inédita, trata de alcanzar lo que llama, desde el comienzo de L´Insu que sait, el tejido del inconciente, en una frase que es la siguiente: “Un sueño comporta muchas cosas que tienen que ver con lo que podemos llamar el tejido del inconciente”. Y por otra parte, El Momento de concluir se termina en la necesidad de recomponer el tejido.
Con estos toros, Lacan busca sin duda poner en evidencia las modificaciones de estructura, en función de los cortes practicados, pero no solo: confronta representaciones diferentes de la misma estructura.
Todo ocurre como si para él esas representaciones diferentes de la misma estructura se sostuvieran por sí mismas. Es decir que no trata de reducirlas a la misma estructura. Es como si cada una de estas representaciones diferentes – como ustedes saben, por ejemplo, para los nudos borromeos, trata un montón de representaciones diferentes del mismo nudo -, es como si cada una de estas representaciones diferentes tuviera un valor en tanto que tal.
Dicho de otro modo, si reflexiono sobre esto, me digo que la unidad no es más del orden del singificante, sino que es del orden de la imagen. La imagen aparece, como tal, una unidad válida. La imagen aparece, como tal, como un real. Dos imágenes pueden ilustrar la misma estructura, pero si ellas son diferentes, se sostienen en tanto que tales. Y ponen de relieve, si pudo hacer un corto circuito, un hecho clínico.
Este hecho clínico, que domina la muy última enseñanza de Lacan, que va hasta el fenómeno producido en el auditorio, es la inhibición. La inhibición para imaginar. La inhibición en el asunto de las imágenes. La pulsión es también un acuerdo del significante y del cuerpo, puesto que podemos incluso evocarla, lo he recordado, como resonancia. Pero el hecho clínico mayor que Lacan trabaja, pone en evidencia, de lo cual él mismo es el sujeto, que hace su patema, si puedo decirlo, es la inhibición para imaginar, es la hiancia que resta entre lo imaginario y lo real, mientras que se trata, según del ideal kelviniano, de recurrir a lo imaginario para hacerse una idea de lo real.
Vemos bien que allí, lo simbólico está fuera del asunto. No está presente más que por las palabras titubeantes que rodean las imágenes. Por otra parte, lo simbólico tiene tendencia a proseguirse en lo imaginario. Y es lo que hace que pongamos en continuidad el sueño, la poesía, la filosofía, el fantasma y el delirio, que son otros tantos modos en que vemos lo simbólico pasar a lo imaginario.
Superar la hiancia de lo imaginario y de lo real
De lo que se trata, en el sentido de Lacan, para captar lo que ocurre en un análisis, es lo que llama la estofa de un psicoanálisis, es superar la hiancia de lo imaginario y de lo real.
Es el sentido que doy a esta proposición enigmática de El Momento de concluir: “Si hacemos una abstracción sobre el análisis, lo anulamos”. Qué es hacer una abstracción sobre el análisis? En el fondo, es ordenarlo al orden simbólico. ¿Y qué se pierde en la abstracción? Lo que se pierde en la abstracción, es el tejido, la estofa. Y por eso Lacan nos da en su muy última enseñanza, con esta topología del toro, una geometría, dice, del tejido, del hilo y de la malla.
Es por esta vía que comprendería este tiempo lógico de El Momento de concluir, que está animado por un aserto de certidumbre anticipada, que consiste en plantear aquí, yo diría, la primacía del cuerpo. En el silencio de lo real, y en tanto que hay que desconfiar siempre de lo simbólico que miente, no queda más que el recurso a lo imginario, es decir al cuerpo, al tejido.
Es tal vez así, como podemos comprender sobre qué quiso Lacan continuar hablando, más allá de El Momento de concluir – continuar hablando no haciendo más Seminario propiamente dicho.
Quiso hablar sobre “Objeto y representaciones”, y en efecto, es la cuestión de la relación de las diferentes representaciones de lo mismo con el objeto del que dan visiones distintas.
Y es también su título “La topología y el tiempo”, pues – es así como lo comprendería – el tiempo, es también un tejido, pero es lo que, en el análisis, obliga a restituir un antes y un después que, en la topologia, no es consitutivo. Lacan no quiere hacer de la topología una elucubración, no le da el estatuto de elucubración, o digamos en su elucubración, le da el valor de ser el tejido mismo de la experiencia. Un tejido, donde no hay distancias, un tejido que no está gobernado por una métrica. Si hay una distancia es la aportada por la estructura del tiempo. Es al menos así como yo entiendo este título que nos queda de la intención de Lacan, “La topología y el tiempo”. Concluiré la semana próxima esta tentativa de esclarecerles El Momento de concluir (aplausos)
(cuadro que recapitula los elementos visuales de JAM)
Es el sentido que doy a esta proposición enigmática de El Momento de concluir: “Si hacemos una abstracción sobre el análisis, lo anulamos”. Qué es hacer una abstracción sobre el análisis? En el fondo, es ordenarlo al orden simbólico. ¿Y qué se pierde en la abstracción? Lo que se pierde en la abstracción, es el tejido, la estofa. Y por eso Lacan nos da en su muy última enseñanza, con esta topología del toro, una geometría, dice, del tejido, del hilo y de la malla.
Es por esta vía que comprendería este tiempo lógico de El Momento de concluir, que está animado por un aserto de certidumbre anticipada, que consiste en plantear aquí, yo diría, la primacía del cuerpo. En el silencio de lo real, y en tanto que hay que desconfiar siempre de lo simbólico que miente, no queda más que el recurso a lo imginario, es decir al cuerpo, al tejido.
Es tal vez así, como podemos comprender sobre qué quiso Lacan continuar hablando, más allá de El Momento de concluir – continuar hablando no haciendo más Seminario propiamente dicho.
Quiso hablar sobre “Objeto y representaciones”, y en efecto, es la cuestión de la relación de las diferentes representaciones de lo mismo con el objeto del que dan visiones distintas.
Y es también su título “La topología y el tiempo”, pues – es así como lo comprendería – el tiempo, es también un tejido, pero es lo que, en el análisis, obliga a restituir un antes y un después que, en la topologia, no es consitutivo. Lacan no quiere hacer de la topología una elucubración, no le da el estatuto de elucubración, o digamos en su elucubración, le da el valor de ser el tejido mismo de la experiencia. Un tejido, donde no hay distancias, un tejido que no está gobernado por una métrica. Si hay una distancia es la aportada por la estructura del tiempo. Es al menos así como yo entiendo este título que nos queda de la intención de Lacan, “La topología y el tiempo”. Concluiré la semana próxima esta tentativa de esclarecerles El Momento de concluir (aplausos)
(cuadro que recapitula los elementos visuales de JAM)
Nakam la una-equivocación Esfera une idée
Netz Kelvin Toro
Traducción: Silvia Baudini
Ficha técnica :Autor/intérprete : JAM
Desgrabación: Michel Jolibois
Sonido y reproducción de los esquemas: Fabienne Henry
Producción y Copyright : TLNDifusión : amp-uqbar
TLN agradece a estos dos valiosos colaboradores , Fabienne Henry y Michel Jolibois
Montaigne par Dumonstier
(Daniel Dumonstier (1574-1646), dessinateur français surnommé de son temps « le plus excellent crayonneur de l’Europe ». Il a fait le portrait de tous les grands de la première moitié du XVIIe siècle).
* * *Kelvin sir William Thomson
Mathématicien et physicien britannique (Belfast, 1824 – Netherhall, 1907)* * *
Reviel Netz
Reviel Netz is the author of The Shaping of Deduction in Greek Mathematics: A Study in Cognitive History, 1999, Cambridge University Press and the forthcoming « The Limits of Text in Greek Mathematics » in History of Science, History of Text, ed. K. Chemla, and numerous articles on ancient science and philsophy.