No hay duda de que la obra de Robert Lefort ha dejado huella. Luego de una vida, sea esta la ocasión para recopilar evidencias de que en temas de nacimiento del Otro se trata de concebir un principio que no es precisamente aquel que recientemente se ha descubierto en estudios neurológicos, esos que hoy nos “permiten” imaginar un cerebro que se reconstruye, por lo menos para temas de “olfato”.
Viéndolo desde nuestra perspectiva, puede ser ocasión de alegría. Ahora, cuando se evidencia una vez más aquella dificultad global por concebir y sostener al sujeto del inconsciente, la ciencia muestra su gap. Ahí donde se han querido apoyar fenómenos estériles basados en malformaciones e impedimentos neurológicos, vecinos de aquellos genéticos, sabemos que todo manantial tiene principios rectores. En esto hallamos campos para el inconsciente lacaniano.
Por eso, y para rendir un homenaje a este psicoanalista recientemente fallecido, presentamos una pequeña recopilación de textos, en los cuales se evidencia el valor, los efectos, reflexiones, aportes, elementos por trabajar, que la obra del señor Lefort le ha dejado, le puede estar dejando al analista de hoy.
Marcela Errecondo
Conocí a Robert Lefort alrededor del año 1983.
Antonio Di Ciaccia lo había invitado a él y a Rosine Lefort a una actividad que se desarrollaba en el local de la ECF en Bruselas sobre la psicosis infantil.
Hacía muy poco tiempo que yo había llegado a Bélgica y mi francés era bastante precario, sin embargo Robert Lefort hablaba de tal manera que podía seguirlo.
Lo que ellos dijeron esa tarde abrieron para mí un espacio antes inimaginable. La pasión con que describían pequeños detalles de su clínica y los leían lógicamente, usando la topología de la enseñanza de Lacan me era totalmente inédito y despertaron una gran curiosidad sobre estos temas.
En mi práctica se manifestó la marca que dejaron, sobre todo en la forma de tener en cuenta el cuerpo del niño psicótico y autista. Las cuestiones de superficie, de agujeros – agujeros no agujereados-, de pegado y re-pegado, de borde, se hacían presente de maneras sumamente singulares en cada uno de los niños que tratábamos en la institución.
Cuando volví a la Argentina, seguí atenta a sus publicaciones y desarrollos.
Sostener la unidad del psicoanálisis y el niño como un analizante por completo fueron principios rectores de la práctica, que hoy cobran mas fuerza ante la moda de las TCC y la neurobiología.
Ahora que nos ponemos a trabajar sobre los objetos ‘a’ en la experiencia analítica, los textos de Robert y Rosine Lefort nos serán de muchísima utilidad. Ellos sabían cómo transmitir su localización en la experiencia. Nos lo hacían notar en cada fragmento clínico trabajado y retrabajado para hacer con ellos una enseñanza.