La Improbabilidad como condición de toda Felicidad
Redacción para un saludo de Año Nuevo
Don´t Panic. El encuentro que implica la tyché de la que nos habla Lacan en el Seminario 11, en tanto instante, cita ineludible y a la vez afortunada con lo real, es justamente aquello con lo que podría denominar lo que fue ver, y cuando menos lo esperaba, “The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy”, película de 2005 y versión actual de una serie inglesa.
Y es que como cualquier “autostopista” o polizón (traducciones al español del término hitchhiker, que no son equiparables en tanto la primera corresponde a la persona que practica el auto-stop, que viaja porque otro le da un lugar al “echar dedo” mientras que la segunda implica al que se embarca clandestinamente, un ocioso o sin oficio que anda de un lado a otro) la alquilamos a nuestra suerte contra cualquier pronóstico negativo deducible de su inexistencia en la lista de los recomendados de la videotienda.
Incluso, y cabe resaltarlo, solo luego de haberla visto, pensamos que era una de esas cosas que teníamos que ver, ahí no hay decisión consciente y autocontrolada del sujeto. De pronto se sorprende uno montado en el carrito del deseo del Otro, mientras es conducido a un buen destino, mejor de lo esperado. Esa es una gracia.
Tanto así, que en el sitio de alquiler lo que creímos “regalo” (había oferta 2X1) resultó ser aquello por lo que finalmente pagamos, en el sentido de haber-valido-la-pena, y por el saldo que nos ha dejado, a cada uno por separado.
La película está llena de detalles, y desde el principio se experimenta una sensación de estar yendo justamente por el revés de un discurso. Es al final, y en virtud de la incompletud de la Guía en el punto preciso en que el sujeto busca un Ser consistente, que el guión resulta una Teoría sobre el origen del universo subjetivo. Esto por la ocurrencia de dos cuestiones simultáneas, en espacios diferenciales:
– Por un lado, tenemos al Presidente de la Galaxia (Zaphod) que como millones de seres del universo quieren encontrar la Pregunta Última a la cuestión del origen. De hecho, la respuesta ya está dicha por Pensamiento Profundo… ¡es 42! La duda que mueve a la galaxia entera es redactar una incógnita apropiada. En este marco, y en compañía de otros, Zaphod se da cuenta de que se trata de un hallazgo imposible porque simplemente esa razón última no existe. El Otro está incompleto, no hay garantía de la garantía.
– En otra escena, aparece el protagonista, Arthur Dent, terrícola que lleva puesta toda la película su pijama. Él resulta espectador-actor del proceso de reconstrucción de la réplica de la Tierra, del mundo, en la factoría del Otro.
Entonces, lo que parecía un eterno viaje por el camino interespacial de las Improbabilidades, tiene un punto de basta cuando el encuentro con lo real logra ser “subsanado”. Ese recorrido por el revés de la Probabilidad, calculado por una nave robada que llevaba a sus pasajeros a través de abruptos e ilustrativos “clicks” que se asemejan a los cortes y fisuras de toda cadena significante, que es trayecto de deslizamiento con eventuales timonazos por dimensiones no paralelas de caras de bandas moebianas, no es ilimitado. Por eso: se rescata a la doncella (Trillian) de las garras de los cuadriculados burócratas (los Vogones), el terrícola y ella se hacen pareja, la Tierra comienza de nuevo a girar en las coordenadas donde un día había dejado de existir (de hecho el planeta explota en el Comienzo).
La pareja, vía el amor, se convierte en aquella garantía suficiente para que en medio de un mundo que se quiere salvado en virtud de Probabilidades – su cálculo y la edificación de formatos, guías, normas, procesos, políticas, etc. -, haya lugar a la excepción. Entonces, contando con la inconsistencia del sujeto, su error-trauma estructural, se logra encontrar en la relación con el partenaire (síntoma) una isla de consistencia, seguridad, punto de anclaje para el edificio de la galaxia.
Así, ese Presidente que ha renunciado a un flanco de su Ser más preciado (una de sus dos cabezas, que deja como prenda mientras le lleva al Otro el Arma Letal, cuyo principio particular es la transmisión empática al enemigo del punto de vista personal, incluyendo sus afectos), usa su situación privilegiada: pasa por encima de la fila de orden estricto que implica el automaton (se cuela), con lo que logra dar un paso más en lo que permite finalmente una inscripción social del sujeto.
Entonces, y para escribirlo como una forma de moraleja extraída de la película: es porque no hay la Pregunta Última a la Respuesta Última, que el Otro es posible. Desde allí, retroactivamente, el sujeto del inconsciente tiene Escritura, su deseo, vida y obra. Esa es vida de autor.
Ahora, no hay, como sabemos, manera de transmitirlo todo. Por eso invito a ver y compartir la película, charlarla, extraer enseñanzas para el sujeto y el psicoanálisis. Son demasiados y hermosos detalles. Por ejemplo, y para dejar provocados a aquellos curiosos, tenemos un robot deprimido (Marvin) justamente por estar inundado de Probabilidades. A este pobre nada lo sorprende. Nosotros, afortunadamente, podemos reírnos cuando lo vemos en su desesperanza que claramente deja de ser risible cuando la sabemos “epidemia mundial”.
Sobre el Presidente cabe resaltar una particularidad que explica algo afirmado arriba: ha decidido hace tiempo, para ser justamente “presidenciable”, separar su cerebro en dos, logrando así aislar en una cabeza “lo públicamente aceptable” de lo que lo hace “no elegible” en la campaña –segunda cabeza-.
Otro elemento: ¿Cuál es el arma clave, de defensa, que sirve al protagonista y su compañero, el extraterrestre autor de la Guide (la Guía)? Una toalla… ¡si, una toalla!
Y un hermoso personaje que guardando proporciones pareciera en cierto modo encarnar un analista, ese que ya Freud y Lacan, entre otros, nos han permitido ubicar, con todo y Punto Ciego – que justifica su necesaria y constante formación -: el Pez de Babel (Babelfish). ¿Qué es?
pequeño, amarillo y con ventosas; probablemente, la cosas más rara del universo. Se alimenta de energía cerebral, absorbiendo frecuencias inconscientes y excretando una matriz de frecuencias conscientes a los centros del lenguaje del cerebro. El uso práctico del mismo es que al introducir uno en su oído, usted instantáneamente entiende todo lo que le digan en cualquier idioma .
Eventualmente sabemos que no-todo es traducible, he ahí la aspiración inicial, y esa pertinente y fructífera caída de la hipótesis del conocimiento y el levantamiento completo de la represión.
En un bonus, y para servirnos del fuera del largometraje, vemos una imagen en que literalmente se pone a Dios en una máquina trotadora. ¿Qué pasa si se pone a esta entidad, su subsistencia, bajo la prueba de la lógica eficiente de productividad y esfuerzo constante, elevado y siempre creciente de todo programa aspiracional en Salud Total?
Es evidente que si algo necesita ser demostrado para confirmar su existencia, es porque no existe. Así, si sometemos a Dios (literalmente) a esta máquina de trotar termina cayendo, porque efectivamente hay un punto en que estas máquinas dejan ver cierto elemento ominoso cuando exigen en x-ceso al sujeto. Allí, por mucho que quiera correr a la ilimitada tasa y velocidad que la máquina le pide (en algunos programas automáticos, que demandan cada vez más, o cuando el que programa oprime lo que no es, su síntoma…), el sujeto cae, se sale de la cinta trotadora (lo simbólico).
Entonces, por lo menos dos enseñanzas adicionales:
– Cuando vaya al gimnasio elija el programa “manual”, aquel que usted maneja en virtud de su propio Límite, esperando que este haya sido construido y en relación a un goce. Así, queda poco para la máquina –sabiendo que ineludiblemente algo se le deja… (puede fallar, reprogramarse, ¡qué sabemos nosotros!).
– Crea en Dios, en el Inconsciente, o en el discurso de su preferencia. Solo así podrá encontrar un revés, alegrarse de la vida, ver erigirse la chispa que nos traen ciertas sorpresas de la vida, y que como buenos juegos/fuegos artificiales de este fin de Año, nos permiten considerar que a pesar del dolor y el sufrimiento hay alternativas para todo sujeto humano.
Con esto, un abrazo cariñoso para el Nuevo Año.
Astrid Álvarez de la Roche
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Diciembre de 2006