“Lo que ha perdido su sitio por exclusión,
guarda siempre un lazo con lo que allí lo sustituye” (1)
En su curso “Le lieu et le lien”, Jaques Alain Miller, da algunas puntuaciones respecto de la diferencia entre sitio y lugar. Nos dirá que el sitio es aquello que puede ser disputado, aquello ligado a ‘un’ elemento que allí se inscribe mientras que el lugar es el ‘barullo’, es lo que hace sitio al barullo. Según esta lógica el lugar puede hacer sitio al enredo, a la confusión, al desorden, al embrollarse en tanto embarullarse.
Estas cuestiones nos conducen a las siguientes preguntas a propósito de un síntoma muy conocido y en boca de todos; docentes, psiquiatras, psicólogos escolares: ¿De qué barullo se trata en la hiperactividad? ¿Qué muestra el niño hiperactivo en su constante estar ‘fuera de su sitio’? ¿Qué ha perdido su lugar en la hiperactividad?
Miller nos indica que si varios merodean ‘coordinados’ (en sistemas y estructuras) entonces aparece el ‘lazo’ donde cada uno tendrá su sitio. Por ello, “el lugar bien ordenado permite distinguir multiplicidad de sitios, y es ahí que se puede virar hacia lo que Lacan llamaba un discurso donde se articulan sitios y elementos” (2).
¿Acaso la hiperactividad es una respuesta subjetiva a cierto desorden entre lugar y sitio? ¿Qué es lo ‘incoordinado’ en la estructura educativa que no permite el buen lazo del niño con su sitio?
La articulación del sujeto al Otro del lenguaje, es una articulación fundamental y primera. El sujeto mítico, aquél aún por advenir, tendrá su encuentro con el Otro del lenguaje que lo acoge y humaniza dándole un lugar a partir de un deseo no anónimo. Ese encuentro, ese primer lazo del sujeto y el lenguaje, no es sin el precio de una división, la de su subjetividad. Ya no será un sujeto mítico sino un sujeto barrado, dividido por el lenguaje. De esa operación de división, quedará un resto irreductible, indivisible, por el significante. Ese resto será un obstáculo a la simbolización en tanto no hace relación.
Es la piedra con la que el sujeto tropieza, esa piedra pesada que siempre está allí y que Carlos Drummond de Andrade nos evoca en su bello poema:
“No meio do caminho tinha uma pedra,
tinha uma pedra no meio do caminho.
Tinha uma pedra.
No meio do caminho tinha uma pedra… (3)
Es porque hay repetición que podemos percibir el obstáculo, la piedra en el camino, la piedra de la pulsión.
El síntoma es una palabra atrapada en el cuerpo que enfrenta al sujeto con el goce del constante tropiezo con la piedra. El niño hiperactivo es aquél que no para de tropezarse, tirar los objetos que tiene a su alrededor, mostrando un cuerpo descontrolado y sin límite al que el Otro escolar intenta domesticar con el suministro de fármacos en horas de clase. “Tres millones de escolares estadounidenses ingieren Ritalina, sustancia que ha aumentado un 700% su producción y que tiene visos de extenderse a todos los países industrializados” (4). En Chile, del 1% de la población infantil que verdaderamente necesita la administración del fármaco, la utiliza el 8.8% porque los psiquiatras y médicos ceden, por la vía rápida, a las presiones familiares y/o escolares.
El niño hiperactivo, encarna una modalidad de goce difícilmente soportable por la escuela que suele pasar por un inmediato etiquetado que tapona la angustia de padres y educadores, un rechazo o segregación al ‘grupo de hiperactivos’, un intento de control directo y una demanda de medicación.
Pero ¿quién ha escuchado al sujeto? Si el niño hiperactivo muestra de forma descarnada su goce desbordante, sólo por la vía del amor de transferencia consentirá ceder algo del goce. Es Jacques Lacan quien nos dice que el amor es lo que permite al goce condescender al deseo (5) y en la educación comprobamos a diario que el niño que no ama no aprende (6). El sujeto de la educación necesita establecer un lazo transferencial con el agente de la educación para consentir perder parte de su satisfacción autoerótica a fin de dar lugar a su culturalización: dormir en horas nocturnas, usar el orinal, pintar, escribir letras, leer, sumar, restar, realizar un trabajo intelectual.
La medicación puede efectivamente ser un ‘medio’ en los casos graves, especialmente en aquellos niños cuya hiperactividad los enfrenta a poner en riesgo su integridad pero siempre con el objetivo de permitirle acceder a la palabra en vez de adormecerla.
Desde el psicoanálisis, ofrecerle a un sujeto un lugar de escucha, un lugar donde pueda alojar su palabra, esas palabras que lo han acogido al nacer y que le han dado un lugar particular en el deseo del Otro, no sólo es retornarle su dignidad de sujeto sino también es permitirle cernir, tallar su propia piedra para poder hacer con ella de otra forma. Esta perspectiva apunta a una lógica de descompletamiento. Dar la palabra al Otro, tomar una posición de escucha, es distinto a rellenar los agujeros con etiquetas diagnósticas al uso, conductas reeducativas, medidas punitivas o taponamientos medicamentosos. Dar la palabra, permite hacer de la piedra un síntoma, pero no un síntoma asilado, sino un síntoma enlazado al Otro del lenguaje.
J. A. Miller nos indica que “no hay vínculo susceptible de establecerse entre dos seres de esta especie, que no pase por la vía del síntoma” (7) Una forma para pensar esta cita en el ámbito educativo, es considerar que no hay niño libre de síntoma en la escuela. Algunos resonarán más que otros en las aulas, patios y pasillos, pero tampoco hay docentes sin síntomas cuyo eco también resuena de formas diversas en la institución escolar. Y en todo este juego tanto de un lado como del otro hay preferencias, amores y odios. Pero lo importante es que el docente sepa no quedar atrapado en un vínculo especular con el alumno, ni tampoco maternal sino que su responsabilidad pasa por utilizar una referencia tercera en dicho vínculo que le permitirá salir de la impotencia, desangustiarse y no dimitir de su función. Esa terceridad es el Otro, la transferencia, situar la pregunta frente al problema aunque aún no tenga la solución inmediata, saber distinguir entre su figura y la función que desempeña, mantener viva la transmisión del patrimonio cultural.
La pulsión es lo más particular de cada uno, lo que resiste a toda globalización, mostrando su diferencia en su propio circuito incesante. Por un lado tenemos el lazo del sujeto con su partenaire-síntoma, en su vertiente significante pero sabemos que el síntoma no es libre de goce (8). Un síntoma está hecho de significante y goce y es la única vía que tiene el psicoanálisis para acceder a un goce que a veces puede llevar a lo peor.
Nosotros podemos decir entonces que el lazo entre los sujetos no sólo no es sin el síntoma sino que no es sin el goce del síntoma. Todo vínculo conlleva en su interior lo que no hace vínculo y empuja a la propia satisfacción. Es la idea de lo expulsado en el interior. Nos referimos al núcleo autista del vínculo, aunque decirlo parezca una contradicción. Pero ese vínculo pulsional es tal cuando reduce al Otro a un objeto, rechazando sus semblantes, rechazando el don de su palabra, y rebajándolo al puro uso objetual con fines autoeróticos. Porque acceder al encuentro con el Otro, es acceder al encuentro con la castración, con la falla en el Otro que no es otra que la propia.
Como nos indica Freud, la pulsión nunca dejará de satisfacerse, pero hay distintas formas de hacer ese circuito. Puede bordearse con el Otro del amor, con el semblante, con la sublimación o puede hacerse con la intención cínica de prescindir de ese Otro.
No desarrollaremos aquí la diferencia existente entre las estructuras clínicas, respecto de la hiperactividad porque eso sería tema para otro trabajo pero no dejaremos de recordar que para el psicoanálisis cada niño es particular, cada niño viene a la escuela con su Otro, con ese mar de lenguaje que lo ha envuelto desde antes de nacer. Como decía un niño diagnosticado de hiperactivo por la escuela mientras dibujaba en su análisis unos circuitos: “sólo puedo salir del laberinto, pegando”. Este enunciado muestra la marca de goce que ese sujeto traslada en su relación con los otros. Una escucha analítica le permitirá descubrir que existen otras formas para salir de su laberinto.
La escuela puede ofrecer al niño un encuentro con un Otro diferente al propio. No estamos diciendo con esto que los docentes tengan que transformarse en psicoanalistas para ejercer su función pero sí les será útil conocer algunos de sus conceptos para poder sobrellevar mejor el trabajo que han elegido. Una maestra me contaba el caso de una niña que acababa de perder a su abuela. Eso había desatado su agresividad en clase. La maestra la coge aparte y le pregunta qué le sucede, por qué está tan agresiva. La niña puede entonces llorar y hablarle sobre cuánto echa de menos a su abuela. La escucha de esta docente, advertida de la existencia del Otro, le permite al sujeto separarse de su agresividad. Es tarea de aquellos que nos sentimos concernidos por este tema, pensar cuál es ese Otro posible a ofertar en la escuela. No puedo dejar de evocar aquí las palabras de Hebe Tizio: “El goce debe envolverse con palabras, interpelarse con semblantes, distenderse con juegos y deportes, resonar en la música y allí el sujeto elegirá, a partir de qué temática fantasmática, a qué anudarse, con qué sostenerse sintomáticamente” (9)
La elección es del sujeto pero la responsabilidad de la buena oferta, es de la escuela.
Se trata entonces de permitirle encontrar un sitio en el barullo de su goce, bordeando con el Otro, lo excluido en su interior.
Patricia Tassara
(*)Trabajo presentado en el Grupo de Investigación de Psicoanálisis y Pedagogía de Valencia sobre el tema: El niño y el lazo social
Curso 2006-2007.
Notas.
Jacques Alain Miller. El lugar y el lazo. Clase del 15 de noviembre de 2000 publicada en Cuadernos del Psicoanálisis. Revista del ICF en España. Nº 25 Síntoma y lazo social. Ediciones Eolia. Pag.11
Op. Cit, pag.11
Jaques Alain Miller, EL Hueso de un análisis. Editorial Tres Haches. Pag. 11. 1998.“En medio del camino había una piedra/había una piedra en medio del camino/había una piedra/en medio del camino había una piedra/…”
Fernando Martín Adúriz, Tiempos Modernos y Niños Hiperactivos. Cuadernos de Psicoanálisis de Castilla y León. Nº 3 Diciembre de 2001. Pag 123.
Jacques Lacan. Seminario 10. La angustia. Paidós. Edición 2006. Pag 194.
Jaques Alain Miller. El síntoma charlatán. Editorial Paidós. Barcelona. 1999. Pag 347.
AAVV. Les lleis de l’univers infantil. Psicoanàlisi i Escola Bressol. Institut del Cmap Freudià Secció Clínica de Barcelona. Eolia. Suplement al número 41 de Uno por Uno (Revista Mundial de Psicoanálisis).Pag 98. Texto de Vicente Palomera y Justa Zafra.
Manuel Fernández Blanco. Política, lazo social y síntoma. Texto presentado en las Jornadas de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis sobre Políticas del Síntoma realizada en Bilbao el noviembre de 2004 conjuntamente con la Scuola Lacaniana di Psicoanálisi.
Hebe Tizio. La educación y los cuerpos de hoy. Texto realizado a partir de la Conferencia en la Universidad de Deusto el 7 de abril de 2006.