Europa: viejos ideales, nuevas decepciones.
Vicente Palomera
Seis meses después del comienzo de la primera guerra mundial, Freud escribió “Consideraciones sobre la guerra y la muerte” (1915). Al leerlo llama la atención la insistencia de Freud en señalar que, antes de la primer guerra, se podía creer que Europa aseguraba el goce de una comunidad, el Gemeingutde una comunidad de civilización (lo que para Freud significaba una comunidad de sublimación cultural y ética) y deplorar el final de esta ilusión.[1]
Ochenta años después de la segunda guerra, la de 1939, constatamos el fin de otro ideal, el de la Europa del Bienestar. Europa sigue siendo una idea, un ser de lenguaje, un significante amo de un proyecto probablemente irreversible pero cuyo sentido político no es unívoco. Cuando el ideal de la unificación europea parecía estar próximo a realizarse, comprobamos que esa idea encubría un tipo de homogeneización muy distinto, una unificación producida en silencio por la globalización del mercado y los efectos de una uniformización creciente que destruye las diferencias entre las naciones, sus costumbres y sus modos de goce. Asistimos, hoy, al automatonsacrificial de una economía de mercado en el régimen del capitalismo liberal, que avanza mucho más rápido que el consentimiento de los ciudadanos y sin saber cual seráel destino de las diferencias.
No es ninguna novedad decir que el ideal de la Europa del Bienestar se ha construido como una forma de gobierno ajustada a la realidad del capitalismo actual. Sin tapujos, con una transparencia cruel, la Unión Europea gobierna la economía de sus estados miembros a partir de una serie de políticas de limitación del gasto público, del control de la deuda y de la inflación. En otras palabras, la UE se gobierna como una empresa según la máxima de « todo por el beneficio financiero » y lo hace considerando a los Estados nacionales como meros guardianes de dicha empresa. No es pues de extrañar que el mayor riesgo político de la UE reside en confiar en que estos guardianes no se rebelen contra ese gobierno.
La UE surgió como un proyecto de unificación sin amo por la vía del consenso y del acuerdo mutuo, basándose en los ideales de solidaridad, de superación de los particularismos y de las luchas singulares. Ideales que por más simpáticos que nos resulten, son los avatares resultantes de la inversión de la pareja amigo/enemigo producidos, después de la primera guerra, por Carl Schmitt.
Recordemos que, en pleno auge de los totalitarismo, Carl Schmitt definió la soberanía por el principio de excepción. Pues bien, las situaciones de excepción han vuelto a poblar el planeta: regiones fuera del control gubernamental, fronteras sin ley, campos de concentración y de refugiados, prisiones especiales, bases militares, zonas de guerra, tierras de nadie, paraísos fiscales, y hasta clusters: territorios off-shorepara las empresas o para la innovación, es decir, territorios fuera del control de la soberanía jurídica que propagan, territorios en que la suspensión del derecho pasa por el juego de la vida y de la muerte.
El actual proceso de globalización sigue el camino inverso al colonialismo, el cual ocupó territorios vírgenes pues había mucho espacio disponible al que mandar los residuos humanos que todo orden genera. El proceso actual es el de acumulación en el espacio urbano. De las viejas colonias a las metrópolis y del campo a la ciudad. En Europa los flujos hacen del mundo urbano el contenedor de todos los problemas, de ahí que las contiendas políticas por el control de los municipios ocupen cada vez más el primer plano de la lucha por preservar los derechos básicos.
Pero las situaciones de suspensión o de confusión del derecho se multiplican. La figura del inmigrante ilegal nos remite a un sujeto que no se le reconoce como portador de derechos humanos.[2]La incomodidad que genera a las democracias actuales la pregunta de qué hacer con “los hombres superfluos” (como dice Hannah Arendt) obliga a preguntarnos si la máquina del totalitarismo sigue trabajando por otros medios. Hoy, en Europa, la fractura en los derechos individuales amenaza a la propia idea de humanidad.
Perplejos, los ciudadanos del siglo XXI ven señales de esa fractura por doquier. Europa parece cansada. Pero ¡atención! hay que recordar que el cansancio de los años treinta del pasado siglo dio paso al totalitarismo de las grandes utopías. El cansancio actual parece estar dando paso al totalitarismo de la indiferencia, a la aceptación resignada respecto de la vulnerabilidad del ser humano.
Europa logrará recuperarse si mantiene en su horizonte la idea de gobernarse sobre la base de que no todo es posible, de que la utopía no tiene lugar en el mundo y que la humanidad solo está indefensa allí donde carece de experiencia y de memoria.
[1]“Es will uns scheinen, als hätte noch niemals ein Ereignis so viel kostbares Gemeingut der Menschheit zestört, so viele der klarsten Intelligenzen verwirrt, so gründlich das Hohe erniedrigt” Freud, S., G.W. X, p.324.
[2]Véanse la diferencia radical entre los derechos del hombre y los derechos de los ciudadanos en: Milner, J.C. Relire la Révolution, Editions Verdier, Paris, 2018.
Indirizzo: Aula Magna dell’Università Statale via Festa del Perdono 7, Milano
Traduzione simultanea in inglese, francese, spagnolo e italiano.
Data: Sabato 16 febbraio 2019
Orario: 9.00h -18.30h