Entrevista a Leonardo Gorostiza[1]
La feminización del mundo/lo femenino*
*El artículo forma parte del libro 2018 de Colección Orientacion Lacaniana :Feminismos.Variaciones .Controversias
Miriam Pais: Bienvenidos a Radio Lacan. En esta oportunidad tenemos el gusto de estar junto a Leonardo Gorostiza. Estamos aún bastante cerca de lo que fueron las últimas Jornadas de la EOL, convocadas bajo el título “Bordes de lo femenino. Sexualidades. Maternidad. Mujeres de hoy” y, en principio, nos interesaría que nos cuente la impresión que tuvo sobre el desarrollo de las mismas y qué consecuencias se podrían extraer sobre los temas allí tratados, trabajados; qué perspectivas de trabajo nos abre lo que surgió en las jornadas.
Leonardo Gorostiza: El saldo, ya que por supuesto no estuve en todas las mesas, tiene que ver con lo que pude escuchar. Pero lo que sí pude constatar es lo que el conjunto de la gente que participó transmitía: una intensidad muy grande en la elaboración, un saldo muy, muy positivo, en el sentido de cierta elaboración de saber sobre el tema.
Un ángulo que hace más a lo personal, lo que me tocó en suerte, y lo digo así porque fue un gusto comentar los testimonios de dos AE mujeres de la EOL, Débora Rabinovich y Cecilia Gasbarro, es que a partir de los testimonios del pase se pueden introducir ciertas puntas, más finas, en torno a qué es lo que llamamos la feminidad.
Digo esto porque es un término que a veces se usa de manera rápida, como si uno supiera qué es la feminidad, lo cual, precisamente, es un contrasentido. Porque la femineidad es, como recordaba Freud, el “continente negro”, y aquello que Lacan decía de las mujeres: que ellas experimentan ese goce femenino, que lo saben en tanto que lo experimentan, pero no lo pueden decir. Pero no solamente en ese sentido, sino en un cierto uso masivo que podemos hacer del término y ciertos clichés que, aún en nuestra orientación, pueden estar presentes. Tal vez podemos avanzar sobre ese punto, si les parece, ¿pero qué otras preguntas hay?
Gerardo Battista: Habíamos pensado, teniendo en cuenta que en otras Jornadas de las Escuelas de la AMP también estuvo en juego, desde diversos ángulos, el tema de “lo femenino”, más particularmente queríamos preguntarte si podías explicar la fórmula la “feminización del mundo”.
LG: Es cierto lo que recordabas. Por ejemplo, en las últimas jornadas de la NEL, la Nueva Escuela Lacaniana, que tuvieron lugar en la ciudad de Lima, el título era “Lo femenino, no solo es asunto de mujeres”. Podemos decir que, efectivamente, en el final de análisis de los analistas hombres, es fundamental situar de qué manera ha cambiado su posición con respecto a lo femenino, que tiene que ver con lo que es del orden de lo indecible, de ese goce que es imposible decir.
Ahora voy específicamente a la pregunta. ¿Cómo entender esta fórmula que es una fórmula que viene desde la sociología: “la feminización del mundo”? Primero saber que por lo tanto es una fórmula más bien descriptiva y que Jacques Alain Miller tomó varias veces en su curso, situándola en una perspectiva más estructural desde el punto de vista psicoanalítico. Él habló, si no recuerdo mal, de una “aspiración contemporánea a la femineidad”. Y creo que aquí se abre toda una cuestión.
En una entrevista que me hizo hace un tiempo la Carta de San Pablo para unas Jornadas de la Sección San Pablo de la Escuela Brasilera de Psicoanálisis, la EBP[2], me preguntaban acerca de esto y lo que más o menos allí respondí es que no hay que confundir el ascenso de las mujeres , el ascenso a lugares de decisión -por ejemplo ahora tenemos a Bachelet en Chile, a Cristina Kirchner en la Argentina, a Dilma Roussef en Brasil, por hablar de Latinoamérica, o Ángela Merkel en Alemania-, no confundir esto que sería una suerte de democratización saludable en el ámbito de la política y en el ámbito social donde las mujeres acceden a la función o funciones que antes estaban reservadas a los hombres, no confundirla con la feminización del mundo.
Porque una mujer puede ocupar un lugar de poder y tener una posición absolutamente viril, es decir que a mi entender no va por ahí la cuestión. Creo que en realidad habría que situar al menos dos ejes para interrogar esta fórmula. Por un lado, poder ver cuando efectivamente aparecen formas que tienen que ver con una estructura en red, rizomática, como diría Deleuze. Tiene que ver con estructuras -no sé si la palabra “estructura” es la que conviene en este caso- o, mejor dicho, con redes que precisamente no tienen un centro fijo. A diferencia de esto, las estructuras jerárquicas más tradicionales, organizadas a partir del Nombre del Padre tienen un centro fijo, un centro organizador y un conjunto que se refiere a ese centro organizador.
Si bien podría ser objetable, la red que tanto usamos cotidianamente, casi constantemente, la de internet, evoca algo de esto. Si bien digo que podría ser objetable, internet evoca algo de esto: una red sin centro. Ciertos movimientos sociales y políticos que se propulsan a partir de las redes sociales tienen algo de esto también. No hay aparentemente un lugar político central de comando, a diferencia de los partidos políticos tradicionales.
Pero esto habría que explorarlo bien en cada momento y en cada lugar, porque, ¿se puede afirmar que no hay algún centro desde donde se organiza la red de internet? Es cierto que una vez organizada los lazos que se establecen entre los usuarios de la red rompen con esa idea de que habría un centro organizador, en cierta manera se autonomizan, ponen en acto lo rizomático. Y en este sentido, todo lo que evoca la formula de Lacan de la posición femenina, o del goce femenino del lado femenino de las fórmulas de la sexuación como un conjunto abierto que no tiene un límite preciso, es de algún modo congruente con estas estructuras en red.
O sea que una vía para pensar la feminización del mundo sería pensar en qué diversos ámbitos se producen este tipo de modalidades, modalidades rizomáticas sin un centro estable, fijo, determinado, ya que esto último evocaría el Nombre del Padre, modalidades que sí que serían afines a las formas tradicionales.
En este sentido la época que el sociólogo Antony Guiddens llamo post tradicional, que es en la que vivimos, se abre a la perspectiva de este tipo de redes. También elaboraciones políticas como la de Antonio Negri y Michael Hardt -su libro Imperio ya tiene varios años – apuntan también a esto, a considerar las consecuencias, en el ámbito de la política, de modalidades de lazos que ya no regulados por las formas tradicionales, que sí serían las formas que Freud describió en su “Psicología de las masas y análisis del yo”: el ideal, el S1, el Nombre del Padre, organizando el conjunto de quienes siguen al líder.
Ahora bien, la otra perspectiva -creo que esto no es sencillo- es, si consideramos otra fórmula de Jacques-Alain Miller, la fórmula que él desarrollo mucho a partir de un Lacan más temprano, de su escrito la “Subversión del sujeto…”, de los años sesenta, y que es el falo con mayúscula, el Φ como el significante del goce imposible de negativizar. Milller indicó que esto es lo que lo lleva después a Lacan a hablar de ese goce imposible de ser capturado por el sentido, que sería el goce opaco del síntoma en su radicalidad, es decir, del sinthome. Y lo que dice Miller es que en cierto modo cuando Lacan avanza en considerar el final del análisis desde esta perspectiva, lo que hace es extender su caracterización del goce femenino, como decíamos al comienzo, ese goce que ellas pueden experimentar pero de lo que nada pueden decir, a lo que sería propio del goce en tanto tal. Es decir, un goce que no puede ser negativizado a través de los dichos. Y en este sentido, todo goce imposible de negativizar, imposible de ser dicho, ya sea en hombres o en mujeres, implicaría una suerte de feminización.
Entonces cabría estudiar formas de aparición en el ámbito de lo social, lo cual no es sencillo, de formas de goce imposibles de negativizar y eso sería una forma de entender con mayor precisión lo que llamamos una feminización del mundo.
Estas son como las dos vías posibles para diferenciarla de lo que decía al comienzo, aquello que sería meramente adscribir la feminización del mundo al ascenso de las mujeres a instancias. Entiendo que eso es otra cosa.
Y en ese sentido, habría que estudiar en cada caso qué modalidad de autoridad es la que llevan adelante las mujeres. Lo que se abre como problema es que ahora también los hombres, en lugares de poder, tienen un ejercicio de autoridad mucho más flexible, que no es la vieja autoridad de un de Gaulle, de un Perón, digamos, pensando en los grandes S1 que marcaron la historia europea y americana, o argentina, al menos. O sea que en cierto modo hay –por decirlo así-una cierta feminización de la autoridad, aún en los hombres que ejercen una autoridad no tradicional. Lo cual supone homologar la feminización con una cierta flexibilización de la autoridad, una autoridad que no queda fijada, amarrada a lo que sería la figura de un líder identificado al S1. Y me parece que cada vez que aparece un modo de autoridad de este tipo no deja de tener algo de anacronismo. Por lo menos en el mundo occidental. Porque si vemos lo que responde a esto del lado de Oriente, especialmente del lado del islamismo, lo que vemos es aquello que viene como contrapunto a equilibrar la llamada feminización ya que allí tenemos, por el contrario, un ascenso -que Lacan anticipaba también- de los integrismos religiosos animados con formas tradicionales de la autoridad, en el extremo, fundadas en un rechazo de lo femenino. Las mujeres deben ocultar sus cuerpos con las burkas para que los hombres, cuando se desplazan por las calles, no sean perturbados por estímulos que los distraigan de su obligación fundamental: pensar en Alá.
Cuestiones de época: el objeto a y de su ascenso al cenit social
GB: ¿Qué relación podemos ubicar entre el ascenso del objeto a al cenit social y la feminización del mundo?
LG: Respondo así, a boca de jarro, a esta pregunta que es muy importante: me parece que no son lo mismo. Si nos atenemos a las fórmulas de la sexuación, es cierto que Lacan ubica al objeto a del lado femenino, pero no lo hace sino a través de una flecha que une el lado masculino con el lado femenino; y del lado masculino tenemos el sujeto barrado. Así, lo que se establece a partir de esa flecha es la fórmula del fantasma y, estrictamente hablando, el fantasma vela lo femenino. Incluso, si antes homologábamos el goce femenino al goce imposible de negativizar del síntoma en su sentido más estricto que es el sinthome, podemos decir que el fantasma vela al sinthome donde anida ese goce en una posición, por decir así, pre discursiva. Lo digo en el sentido preciso de concebir las estructuras de los discursos como articulaciones de semblantes porque, por otro lado, no podemos concebir al goce como ante predicativo, como previo al uso de la palabra. Eso es lo que enseña la fórmula “el significante es causa de goce”.
Por otro lado, podríamos decir que el objeto a es un residuo de la metáfora paterna. Porque si bien es lo que del goce el Nombre del Padre no puede reabsorber, no deja de estar, sin embrago, ligado al Edipo. Y el Edipo es lo que se escribe del lado macho de las fórmulas de la sexuación. De ese modo, no estaríamos en la vertiente de la feminización.
Entonces, a favor de lo que vos planteabas, en el sentido de que sí, que el objeto a en el cenit de lo social podría ser un índice de la feminización del mundo, podríamos decir que es cierto que la posición de objeto es una posición más feminizante que la posición de sujeto que es una posición más viril. Esa es la problemática de la histérica, que en tanto sujeto se ubica del lado hombre, se viriliza, y por eso le cuesta consentir a encarnar el objeto del fantasma de un hombre.
Es decir que hay algo de una feminización en la posición de objeto, pero estrictamente hablando, en el sentido que estamos tratando de indagar, en los términos del goce femenino en su máxima radicalidad, diría que no es lo mismo.
Por otro lado, el ascenso al cenit social del objeto a -según Lacan lo plantea- está ligado al discurso capitalista. Y el discurso capitalista, lo conocen, que Lacan escribió una sola vez, tiene -por esa habilidad de invertir el lugar de dos letras y también invertir una orientación en uno de los vectores-, tiene como consecuencia eludir la imposibilidad estructural. Lacan ubica –nos estamos poniendo un poco complicados, para una entrevista radial- la imposibilidad estructural de los discursos entre el lugar del producto o de la producción y el lugar de la verdad. Son esas dos líneas oblicuas que Lacan algunas veces escribe. En el Seminario 17 él señala que hay allí algo que es un obstáculo, que obtura, que hace que cada vez que se tenga que pasar de un discurso a otro debe haber una suerte de salto, que cada vez que se produce ese giro hay algo ahí que hay que sortear, saltar.[3]
En cambio, el discurso del capitalista elude esto. Siguiendo esta lógica, si el discurso capitalista elude lo imposible, y el goce femenino encarna lo imposible de negativizar, yo me atrevería a decir que, lógicamente, según este razonamiento que merecería una argumentación mucho más detallada, y sostenida, creo que el discurso capitalista forcluye lo femenino en tanto tal. Pero de un modo muy astuto, como dice Lacan, porque no es bajo la forma de sostener los viejos ideales, el Nombre del Padre, sino que contando con la declinación de eso como efecto del discurso de la ciencia, ésta en su alianza con el discurso del capitalista, lo que hace es propiciar una forma que tal vez tenga que ver con algo así como “todos unisex”. Si avanzamos en esta perspectiva podríamos decir que la aparente feminización del mundo esconde secretamente, por esa alianza discursiva, un rechazo sutil de lo femenino en su sentido más estructural, es decir, un rechazo a la alteridad en tanto tal que es lo que el goce femenino encarna, tanto para hombres como para mujeres.
GB: Entonces, eso estaría más del lado de un superyó desmedido, que no es lo mismo que el goce femenino.
LG: Estas precisamente aludiendo a una de las preguntas que me hicieron en la Carta de San Pablo que es muy importante. Creo que hay una tendencia, con Luis Salamone, nuestro colega de la EOL, habíamos conversado sobre esto, y él retomó este punto durante las Jornadas en una pregunta que hizo desde el público. Creo que es un error confundir la femineidad, el goce femenino, con el superyó. Eso es un fantasma masculino, tanto en hombres como en mujeres. Más bien, y esto es algo obtenido a partir de mi propia experiencia de análisis, del final del análisis, y de lo cual traté de testimoniar, lo que hay en un final de análisis cuando se puede acceder a una experiencia del goce imposible de negativizar, es lo siguiente. Allí, donde vociferaba por decirlo así, la voz áfona del superyó, que me hacía creer que toda mujer era el superyó, lo que se puede llegar a escuchar es otro tipo de silencio, ya no el de la vociferación áfona, esa voz áfona del superyó, sino el silencio de una mujer, es decir, lo que una mujer no puede decir de sí misma en tanto mujer.
Por otro lado, y esta es una cuestión que le respondía también a la colega de la Carta de San Pablo, el superyó en términos freudianos es un cultivo de pulsión de muerte. Entonces, haciendo equivaler el goce femenino al superyó estaríamos homologando lo femenino, la femineidad o el goce femenino, a la pulsión de muerte, lo cual es un contrasentido. Porque más bien, volviendo al tema de hacer del goce imposible de negativizar una extensión de lo femenino, la nueva alianza con ese goce vivifica, lo cual es lo opuesto al superyó. Esto, por supuesto no implica que se elimine totalmente el superyó, pero sí hay un vaciamiento ya que el superyó está articulado al fantasma. Y el final de análisis, con la apertura a lo femenino que implica, debe pasar antes por el atravesamiento del fantasma y la extracción del objeto a.
MP: Uno podría pensar que en estos tiempos hay una exacerbación del superyó, en las patologías que se presentan, en las maneras de presentarse los sujetos en la clínica, pienso, por ejemplo, en relación a las toxicomanías.
LG: Sí, porque están en la perspectiva, en la vertiente de la pulsión, a partir del “yo no pienso”. Como decía antes Gerardo, el ascenso al cenit social del objeto a implica que es el objeto a el que comanda. Estamos en una cultura superyoica que exige gozar, gozar y más gozar… El deseo ha perdido cierto rating, por decir así, en la época, mientras que todo lo que vemos en los medios, es el imperativo a gozar, gozar cada vez más. Seguramente recuerdan que en el Seminario 17 Lacan decía, frente a lo que en ese momento eran los revolucionarios de mayo del 68, fíjense ustedes, el amo les está diciendo, mírenlos gozar. Ya había anticipado algo en relación a eso.
MP: ¡Podría ser un slogan para hoy, mírenlos gozar!
LG: ¡Sí! Los sujetos vía internet todos los días muestran su goce al otro, a esa mirada del panóptico
MP: En una inmediatez constante.
LG: Sí, aparecer en la imagen y mostrarse gozando, incluso en el sentido sexual.
GB: En relación a esto que ubicás en relación a la mirada, recuerdo un texto de Miller, “Nota sobre la vergüenza” donde él plantea que en la contemporaneidad la mirada está castrada de su poder de avergonzar. ¿Cómo podemos pensar esta vergüenza? ¿Del lado de la feminización del mundo, o del lado del ascenso al cenit social del objeto a?
LG: Una vez más, a boca de jarro. Realmente son preguntas muy interesantes y habría que elaborarlas, hacer un cartel, trabajar todo esto. Pero ubicaría esa declinación de la vergüenza más del lado del ascenso al cenit social del objeto a, y, por lo que decía antes, siguiendo mi propia lógica, no la pondría del lado de la feminización del mundo.
Es equivalente a lo del superyó. Me parece que lo femenino, por el contrario, está del lado de recuperar algo del valor, del pudor femenino, que es inherente a esa posición que, como tal, no puede decirse y que sabe que no todo puede decirse. Por lo tanto no todo puede ser mostrado, inclusive, que no conviene. Porque está siempre la cuestión del agalma, del atractivo que se mantiene en la medida en que algo queda velado.
Es cierto que la vergüenza está ligada en una relación primaria con la mirada. Alguna vez, tomando estas indicaciones de Jacques-Alain Miller, yo había escrito un texto sobre psicoanálisis aplicado que había titulado “Enfermar de honor”.
El había hecho un desarrollo afirmando que estamos en una época sin honor. Pero, ¿qué es el honor? Él retomaba entonces una fórmula que Lacan muy rápidamente deslizó en su Seminario 17: la “vatelización”. ¿Qué es eso? Proviene de un nombre, Vatel. Hay una película con Gerard Depardieu muy interesante que lleva ese nombre como título. Se trata de un tipo que dirigía la preparación de una gran comida que el príncipe de Orleans debía ofrecer al Rey. Creo que es así. Este tipo, Vatel, tiene que organizar todo eso con fuegos artificiales incluidos, ¿y qué ocurre? Que cuando llega el pescado no hay hielo y la comida se pudre, está en mal estado, entonces fracasa lo que era su misión fundamental. ¿Y qué hace Vatel? Se suicida. Se suicida por no haber estado a la altura del rasgo, el S1, con el cual él se presentaba: como responsable de la comida que había que ofrecer al Rey.
¿Cuál es el rasgo con el que cada uno se presenta ante el gran Otro? Es el S1 que marca a cada uno. Y ese S1, en tanto significante, es algo que ya introduce algo de la muerte. Por eso decimos que el sujeto dividido representado por ese significante ante el Otro está, en cierto modo, muerto. Eso es precisamente lo que introduce la dimensión del honor. Yo me presento con esta tarjeta de presentación, tengo que sostener ese significante. Pero ahora, en la época que vivimos, el S1 que representa al sujeto está volatilizado. Como decía Marx en El manifiesto comunista “todo lo sólido se desvanece en el aire”, todo lo que tenía la solidez de la tradición, los S1 que antes tenían presencia, peso, poder, se volatilizan. Entonces lo que queda son sujetos que pueden gozar desvergonzadamente y sin ningún tipo de honor.
Así, cuando se presentan sujetos que vienen en esta posición de desvergonzamiento, si vale la fórmula, sería necesario primero “avergonzar”, dividir a través de la mirada, que es eso: “Mire como goza”, para luego producir un significante amo con el cual el sujeto se represente. La paradoja seria que en un psicoanálisis aplicado a la época, aplicado a la terapéutica, para poder tener efectos terapéuticos, previamente debería producir un sujeto que se enferme de honor, que esté marcado fuertemente por un significante en el cual reconozca que con eso él se representa ante el Otro. Y ese significante no es ni más ni menos que un nombre del síntoma.
MP: Habría que hacer un trabajo anterior, una doble vuelta.
LG: Si, esto cuando ocurre así. Porque tampoco se trata de hacer ciertas generalizaciones en las cuales solemos caer. Es cierto que hay una dominancia de sujetos que se presentan por la vía de la impulsión, bulimias, anorexias, toxicomanías como decías, todas las formas de adicciones, las formas del impulso, del no querer pensar, pero también hay sujetos que llegan en una modalidad muy clásica. Y que vienen aquejados por síntomas más tradicionales. Por lo cual hay que ver en cada caso cuál es la posición subjetiva que está en juego en aquel que demanda.
La feminidad. Horizontes. Confines. Límite en matemáticas.
LG: Hace poco estaba revisando el volumen que publicamos luego del congreso del 2012 en Buenos Aires, “El orden simbólico en el siglo XXI. Ya no es lo que era”. Me refiero al volumen que fue post-congreso. No tuve tiempo de releer con detenimiento una mesa que entonces propuse titular “El horizonte contemporáneo de la feminidad”, una fórmula que me pareció era un poco más elegante desde el punto de vista estético de la redacción que la formula “la aspiración a la feminización del mundo”. Se me ocurrió así hablar del horizonte contemporáneo de la feminidad en el sentido de un horizonte hacia donde se dirige el mundo: hacia la feminidad o hacia la feminización. Y releyendo esa mesa en el libro veía que en la presentación que hizo nuestro colega de Rio de Janeiro Romildo do Rego Barros, él hacía mención -Miquel Bassols lo retomó luego en su intervención- al termino horizonte, para pensar lo femenino, porque lo femenino siempre aparece como una suerte de más allá, como algo que se sitúa en el horizonte.
Lacan en “El atolodradicho” por su parte habla de “los confines de la femineidad”. Es más fuerte aún porque “confines” está ligado al horizonte pero cuando uno se acerca al horizonte, el horizonte se escapa. Por eso es una de las formas en que podemos aludir, indicar, algo del orden de lo femenino. Sin embargo, en las últimas Jornadas de la EOL Bassols hizo mención a esto en su conferencia y yo lo retomé en el comentario de uno los testimonios, algo que nuestro colega Marcus André Vieira introdujo para pensar lo femenino: la noción de límite en matemáticas.
Es una noción que tiene una gran virtud: no pensar lo femenino en la perspectiva de un horizonte que siempre se escapa, sino pensarlo como algo que se ubica en el interior. En una serie matemática, en el límite, lo que marca lo imposible, es algo que no se sitúa afuera, más allá, sino en el interior de cada número, como lo que cada número no es en relación a los otros pero también con respecto a sí mismo.
Y esto me parece muy importante porque interviene sobre cierto efecto de imaginarización de lo femenino. Porque muchas veces tendemos a pensar lo femenino, el goce femenino, como decíamos antes -en la medida en que no está regulado por un centro unificador, por el Nombre del Padre y no es un conjunto cerrado-, por el lado de lo que se llama un estrago, y por el lado de lo infinito que se dispersa, como una dispersión.
En cambio, pensándolo de esta otra manera, podemos concebir lo femenino como algo que está, en cierto modo, en la interioridad misma, más íntima -más éxtima podemos decir- y que en tanto tal es imposible de decir como el goce imposible de negativizar. Esta fórmula que introdujo Marcus es, a mi gusto, muy importante porque aleja ese tipo de imaginería, que naturalmente todos nos hacemos respecto a qué es aquello que no se puede decir, cómo uno se representa aquello que en tanto tal es irrepresentable, estrictamente hablando.
Además, la fórmula de Lacan, la vieja fórmula de Lacan sobre lo femenino, sobre el goce femenino, en “Ideas directivas para un congreso de sexualidad femenina” se acerca más a esta otra dimensión. Porque allí él dice que “la sexualidad femenina aparece como el esfuerzo de un goce envuelto en su propia contigüidad -realmente da la idea de algo que se cierra sobre sí mismo- para realizarse a porfía -que significa a despecho, desafiando- del deseo que la castración libera en el varón dándole su significante en el falo.”[4] Entonces se trata de un goce que no es negativizable por el significante fálico, pero que no se sitúa tampoco en la perspectiva de una cierta dispersión, sino de una máxima interioridad “éxtima”, por decirlo así.
MP: Me quedé pensando en esta cuestión de la porfía, porque finalmente termina incluyendo o reubicándose en relación al falo.
LG: Sí. Lo cual es otra cuestión importante a tener presente. No podemos considerar nunca, si nos mantenemos en las formulas de la sexuación, que puede funcionar la lógica del lado femenino, del lado que carece de la excepción, donde no existe un elemento que diga no a la función fálica y se constituye como tal como conjunto abierto, sin relación al falo y al lado macho de las fórmulas. Hay toda una problemática allí. Porque si no estaríamos en otro terreno, en el terreno de la psicosis y no en el de la feminidad en tanto tal. Es decir, que no hay que confundir la feminización con el empuje a La mujer, con la feminización schreberiana, por ejemplo. Son cuestiones que pueden tener puntos de afinidad, pero no son exactamente lo mismo.
Otro tema que allí se abre es con respecto al falo. Porque en el último tramo de la enseñanza de Lacan, por ejemplo ya en el Seminario 18 el falo como Φ (Fi mayúscula) y no como (– ᵩ), (fi minúscula), falo imaginario representante de la castración, el Φ en tanto significante del goce, como lo designa Jacques-Alain, imposible de negativizar, es el goce femenino. Aunque suene extraño así lo dice Lacan en ese Seminario. Tras afirmar que el falo es “…lo que hace obstáculo a una relación” indica que “el falo es (…) el goce femenino.”[5] Lo cual abre también todo un ámbito de interrogación, porque en las fórmulas de la sexuación del Seminario 20, la escritura Fi mayúscula está como función, Φ (x), del lado macho.
Además, hay un detalle que resulta llamativo para los que leen a Lacan a la letra. En “Subversión del sujeto…”, precisamente es donde se encuentra esta fórmula “Φ (Fi mayúscula), significante del goce imposible de negativizar” que Jacques-Alain Miller introdujo para pensar toda esta problemática del goce del sinthome. Ocurre que en la versión francesa del escrito, la formula es así: “Φ (Fi mayúscula), el falo simbólico imposible de negativizar, significante del goce. Y es este carácter del Φ lo que explica y las particularidades del abordaje de la sexualidad por la mujer…”[6]
Lo cual deja planteada allí una ambigüedad: ¿qué es lo imposible a negativizar, el goce, o es el Φ (Fi mayúscula)? Esto último tiene una cierta lógica, porque Lacan, en “De una cuestión preliminar…”, plantea que para Φ en todo caso puede haber Φ 0 (Fi mayúscula sub-cero), pero no –Φ (menos Fi mayúscula), mientras que sí hay (–ᵩ) (menos fi minúscula), en el caso del falo imaginario.
La traducción castellana de este párrafo acentúa esta perspectiva. Dice así: “…Φ (Fi mayúscula), el falo simbólico imposible de hacer negativo, significante del goce. Y es este carácter del Φ el que explica tanto las particularidades del abordamiento de la sexualidad por la mujer, como lo que hace del sexo masculino el sexo débil respecto de la perversión.”[7]
Sin embargo la lectura que hace Jacques-Alain, muy bien fundada, es que el “imposible de negativizar” también afectaría al goce en tanto tal. Creo que es lo que se deduce de la segunda parte de la frase cuando Lacan dice que explica las particularidades del abordaje de la sexualidad por la mujer y que es lo que Lacan retoma en su última enseñanza.
GB: Muy interesante…
MP: Sí. Hay mucho para desarrollar e investigar, invita a leer con mayor detenimiento. Bueno, la verdad es que ha sido muy nutrido, Leonardo.
LG: Sí. Muy “nutrido” pero tal vez nos alejamos un poco del eje central de la entrevista sobre “la feminización del mundo”. Para volver sobre este eje, y para que quede más claro a lo que apunto, solamente agregaría, como antes sugerí, que en realidad se puede pensar acerca de una gran paradoja de la época: mientras parece que asistimos a una “feminización del mundo”, la alianza discursiva de la ciencia con el discurso capitalista estaría operando secretamente, por su rechazo a la castración, es decir al Φ (Fi mayúscula), un rechazo de lo femenino. Creo que este es un buen punto donde concluir para proseguir, más adelante, nuestra investigación interrogando esa fórmula que ahora se ha popularizado.
[1] La siguiente entrevista retoma con algunas variaciones la emitida por Radio Lacan y grabada el 22 de diciembre de 2014, en el marco de las XXIII Jornadas Anuales de la EOL “Bordes de lo femenino. Sexualidades. Maternidad. Mujeres de hoy”. El audio original disponible en www.radiolacan.com
[2] Publicada en El Caldero de la Escuela, Nueva Serie, número 17, 2012, con el título “El goce femenino en el siglo XXI”.
[3] Lacan, J., Seminario 17, El reverso del psicoanálisis, Paidós, Argentina, 1992, pág. 188.
[4] Lacan, J., “Ideas directivas para un congreso de sexualidad femenina”, Escritos 2, Siglo Veintiuno Editores, Argentina, 2008, p. 698.
[5]Lacan, J., Seminario 18, De un discurso que no fuera del semblante, Lección del 17 de febrero de 1971, Paidós, Argentina, 2009, pág. 62 y 63.
[6] Lacan, J., “Subversion du sujet et dialectique du désir…”, Écrits, Suil, París, 1966, p. 823: “Φ (grand phi), le phallus simbolique impossible à négativer, signifiant de la jouissance. Et c’est ce caractère du Φ qui explique et les particularités de l’abord de la sexualité par la femme…”
[7] Lacan, J., “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo…”, Escritos 2, Siglo Veintiuno Editores, Argentina, 2008, p. 783.