Publicado el 27/4/2019 en el diario La Vanguardia (Barcelona)
El paso de Oscar Masotta (1930-1979) por Barcelona fue clave para muchos de los que nos dedicamos hoy al psicoanálisis. Aun sin terminar nuestros estudios de psicología, anclados en un saber académico mortificante, quedamos prendidos de la chispa y la frescura que ese argentino, huido de la dictadura, nos traía.
Teníamos alguna idea del psicoanálisis ortodoxo, presente todavía en la Facultad de Psicología de la entonces Universidad Central de Barcelona, pero la ‘peste’ que nos trajo Masotta–parafraseando a Freud a su llegada a los Estados Unidos – nos vivificó. Hasta el punto que hoy, 40 años después de su muerte, laBiblioteca del Campo Freudianoque el fundó en 1977 sigue en activo coleccionado volúmenes de psicoanálisis, pero sobre todo organizando presentaciones de libros, cursos y debates. Muchos vinculados a las pasiones de Masotta: el psicoanálisis, por supuesto, pero también el arte (cine, literatura, pintura).
Masotta fue sin duda un inclasificable, como quedó patente en la exposición “La teoriacom a acció” desarrollada en el MACBA el año pasado. Su trayectoria abarcó, además del psicoanálisis, campos diversos como la literatura, los movimientos vanguardistas en el arte plástico, la historieta, la semiología o las teoríasestructuralistas. Su posición herética, al margen del academicismo -él mismo dejó a medias su estudios universitarios-y con una fuerte enunciaciónpropia, resultó crucial en muchas de las transformaciones del campo cultural argentino, pero también latinoamericano, en las décadas de los 50 y los 60. No cualquiera podía ser, al mismo tiempo,marxista y amante del pop-art, en aquellos años de resistencia y de fuertes convicciones ideológicas,
Fue procedente del mundo del happeningcomo, posteriormente, devino en un lector de Jacques Lacan y en psicoanalista. En 1974 fundó en Buenos Aires la Escuela Freudiana tras viajar a Paris y entrevistarse con Lacan. La situación política le obligó a huir de Argentina y, tras un año y medio en Londres donde contactó con algunos jóvenes psiquiatras catalanes y gallegos, llegó a Barcelona a finales de 1975 para dedicarse casi exclusivamente a la enseñanza del psicoanálisis, y particularmente a la introducción de Jacques Lacan en España.
Lo hizo con un dispositivo, traído de su país, que fueron los grupos de estudio, donde se amalgamaban estudiantes, profesionales de la psicología y la psiquiatría, juristas e intelectuales como Eugenio Trías o Alberto Cardín, constituyéndose como verdaderas experiencias de elaboración de saber. Un grupo de 8 o 12 personas alrededor de una mesa, en el taller del pintor Guinovart y luego en su domicilio de la calle J. S. Bach, se reunían – muchas veces de noche-, para leer los textos de Freud y de Lacan.
Masotta fue un lector un tanto especial, que no se limitaba a explicar el contenido de lo que leía sino que, sobre todo, nos enseñó a leer. Y hay que decir que leer a Lacan no era fácil y menos en aquellos tiempos donde ni siquiera sabíamos de su existencia. El psicoanalista Enric Berenguer recordaba(“Masotta, su agalma”) cómo ese trabajo de lectura combinaba dos consignas: “Una, estructuralista: buscar la «estructura» del texto, su carácter de sistema. Otra, lacaniana: hacer responder al texto por las preguntas que plantea.” Combinaba así la atención al detalle con el esfuerzo de captar en cada texto las preguntas que plantea. Un recuerdo personal de esa facilidad, no exenta de rigor, con la que Masotta nos transmitía conceptos difíciles y novedosos para nosotros: en una ocasión, y ante mi pregunta por el deseo, que él – siguiendo a Lacan- ligaba a la falta y no tanto a un objeto concreto, señaló una bandeja de croquetas recién hechas que alguien de la casa llevaba al comedor y me dijo: “¿Te apetecen? Pues bien, hoy no las probarás….pero tu deseo por ellas sigue vivo”.
La huella de Masotta en Barcelona sigue hoy más viva que nunca. Su pasión por la lectura le llevó a organizar ciclos de conferencias en diversas instituciones de la ciudad: Fundación Miró, donde dictó una conferencia sobre “Freud y la estética”, el Instituto Alemán y sus “Lecturas de Freud” o el Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Barcelona donde intervino a propósito de la psicosis.
Sus “Lecciones de introducción al psicoanálisis”, transcripción de sus cursos en España, fue un auténtico libro de cabecera para muchos interesados que se adentraban en la lectura de Lacandescubriendo, así, una manera diferente de acercarse al texto.Todo ese trabajo confluyó en las dos bibliotecas que él fundo en España, la de Barcelona y la de Vigo, que se convirtieron en el embrión de una amplia comunidad de psicoanalistas de orientación lacaniana, que hoy siguen su trabajo en el marco de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP), integrada en la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).