A lo largo de la historia de Occidente, la política de la amistadparece haber estado marcada, según Derrida, por el Uno de lo común. Dicho de otro modo, el Uno al que en la amistad se tiende como principio (arkhé) y como finalidad (télos) es un universal: lo Bello, lo Bueno y lo Justo. Por otra parte, el modelo clásico de la amistad es el de la philíagriega, cuyos rasgos tradicionales son, precisamente, los de la igualdad y la proximidad.
Sin embargo, ese concepto tradicional ha sido ulteriormente marcado, en la Europa moderna, por una interpretación de la fraternidad como igualdad. La amistad ha tomado entonces la forma de fraternidad, elevando a un estatus universal ciertos rasgos particulares –económicos, genealógicos, etnocéntricos, androcéntricos. Este segundo modelo de la amistad fue planteado como tal por la Ilustración, que así agregó el rasgo de fraternidad a los mencionados rasgos tradicionales de igualdad y proximidad.
No obstante, más allá de sus diferencias, ambos modelos de la amistad –el de la antigüedad griega y el de la Ilustración– se centran en la virtud. Por lo tanto, interrogar la naturaleza de la amistad entraña discutir la naturaleza de la virtud. Y, sobre este punto, no hay acuerdo ni siquiera en cuanto al carácter, universal o singular, de la misma. ¿Es acaso la virtud algo universal (es decir, común a muchos) o bien algo singular (o sea, propio de uno solo, no común con ningún otro)?
Para Aristóteles, la única amistad perfecta es la que se da entre “los hombres de bien y semejantes en virtud”. Pero esta forma de la amistad, que busca el bien del otro y se basa en la semejanza de virtudes, es rara, puesto que tales hombres son pocos. Según la amistad perfecta, “no es posible ser amigos de muchos” o “amar a muchos a la vez”. El virtuoso, por ejemplo, no podría ser amigo de alguien que lo supere en posición, a menos que también lo supere en virtud, puesto que no podría dar “algo proporcional” que restableciera la igualdad. Como contrapartida, los amigos de virtud son, en la amistad perfecta, amigos en sentido absoluto, en la medida en que el objeto de amor virtuoso es, al mismo tiempo, placentero y útil. La amistad perfecta se presenta como un arkhéo como un télosal que se tiende –incluso si no se lo alcanza jamás, pues supone algo improbable, a saber, la comunidad de virtudes.
En este punto, el amor se distingue tajantemente de la amistad, puesto que ésta es la búsqueda de lo mismo en otro: los amigos lo son por compartir la misma virtud, y por esta razón precisamente no se puede ser amigo de muchos. La amistad, entonces, por buscar lo mismo en otro, no acepta la disparidad, la diferencia: los amigos son amigos por (y en) la virtud.
La Ilustración agrega un rasgo fraterno a la amistad, clásicamente caracterizada por los rasgos de igualdad y proximidad. Pero además debemos subrayar que, mientras que Aristóteles funda la amistad perfecta en la proximidad, Kant introduce en el concepto de amistad la necesidad no sólo del amor, sino del respeto entendido como distancia.Para hacernos percibir todas las dificultades que plantea el problema de la amistad, cita una humorada habitualmente atribuida a aquél: “Mis queridos amigos, ¡no hay ningún amigo!”. Afirma entonces que la amistad, considerada en su perfección, es la unión de dos personas a través del mismo amor y respeto recíprocos. No hay amistad sin respeto por el otro, que es inseparable de una voluntad moralmente buena. Allí radica la dignidad de ser feliz. La amistad moral exige igual respeto y amor entre los amigos. El amor es la tendencia a la fusión, pero el respeto es, por su parte, distancia. La atracción y la repulsión pertenecen a la ley natural que organiza la doctrina de la virtud amiga. Demasiado amor lleva a la fusión y a la ruptura. Por eso, el amor debe estar limitado por el respeto, es decir, por la distancia. Sin embargo, la distancia introducida por el respeto debe ser, a su vez, limitada por la atracción del amor. Ahora bien, ¿por qué el amor sería sólo la tendencia a la fusión y a la identificación? ¿Por qué el principio moral está del lado de la amistad y no del amor? Kantresponde a esta última pregunta diciendo que el principio moral no puede estar del lado del amor porque el amor es un afecto ciego en la elección y se desvanece más tarde. Por otra parte, en la relación entre amigos Kant introduce el “secreto”: no hay amistad moral sin la posibilidad del secreto absoluto. Este secreto no es definido como tal en la doctrina kantiana, pero siempre se lo encuentra en la relación entre dos amigos: hay que guardar el secreto, no decirlo a otro, y esto exige una confianza recíproca absoluta. El secreto cumple entonces una doble función: si se lo guarda, protege la amistad, y si no se lo guarda, la amenaza.
Con agudeza, Derrida aclara que, en este secreto, no se trata de un silencio guardado, sino de guardar la amistad en el silencio, proteger la verdad. ¿Cuál? La verdad de que la amistad es una ilusión.
La noción de un amigo de todos los hombres contiene la representación y ponderación de la igualdadentre los hombres, “como si fuéramos hermanos con un padre universal que quiere la felicidad de todos”.
La democracia universal, la paz perpetua, no tendrían ocasión de anunciarse o prometerse siquiera sin la proposición de un amigo de todos los hombres. Si bien Kant representa esta idea de igualdad mediante la relación entre hermanos que comparten un padre, es notorio que entre el padre y los hermanos hay amor recíproco, pero no amistad. La amistad es fraternal en la medida en que vincula a los hermanos entre sí, pero no con el padre al que ellos están sometidos. La igualdad y la reciprocidad constituyen el vínculo entre los hermanos. La fraternidad pura y simple necesita de la fraternidad universal para hacerse ejemplar.
En efecto, la fraternidad se sostiene, según Kant, en la función de una excepción: el “todos” de los hermanos funda su garantía en el padre universal.Por lo tanto, una mujer, al situarse fuera del “todos” garantizado por el padre, no resulta ser lo bastante fraterna ni lo bastante amiga, ni sabe estrictamente lo que quiere decir fraternidad. La igualdad fraterna se sostiene gracias a la exclusión de la “alteridad”.
Lo dicho se basa, pues, en considerar la fraternidad como modelo aparentemente necesario de toda amistad. Pero ¿es acaso imposible un modelo de amistad que rompa con esta tradición? ¿No existe una amistad más digna, despojada de los rasgos de igualdad y fraternidad? –una amistad, en suma, no fraterna y desigual.
Según Nietzsche, la mujer es incapaz de amistad porque ama demasiado y, por lo tanto, permanece ligada a sus objetos de amor. No obstante, luego agrega: “Pero decidme, varones, ¿quién de vosotros es capaz de amistad?”. Los discursos tradicionales sobre la amistad toman como modelo, en efecto, la igualdad en el ámbito de la amistad viril, pero Nietzsche sitúa en el seno de la amistad la disparidad que hay entre los sexos en el terreno del amor. Retroactivamente, cabe decir que la historia de la amistad fraterna ha excluido, en nombre de la amistad masculina, lo femenino, la amistad entre mujeres y la amistad entre hombre y mujer.
En La gaya ciencia, Nietzsche prohíbe hablar de la igualdad entre los derechos del hombre y la mujer en el amor, porque esa igualdad no existe. Cada hombre y cada mujer entienden por amor algo distinto.La diferencia entre los sexos remite a una disparidad en el ámbito del amor y el deseo. Es condición del amor entre los sexos que uno de ellos no presuponga, en el otro, el mismo sentimiento ni el mismo concepto del amor. Para la mujer, agrega Nietzsche, el amor es entrega perfecta; ella ve con pudor y horror la idea de una entrega amorosa que suponga la igualdad. La incondicional renuncia de la mujer a los propios derechos presupone que del lado del hombre no haya un pathos igual.
Así, Nietzsche se dirige al amigo por venir, lejano, y también al otro, entendido como alteridad y diferencia. No deja de pensar la amistad a partir de la virtud, pero caracteriza a ésta como singularidad radical. Bajo la máscara de Zaratustra, arenga a su interlocutor diciéndole: “Si tienes una virtud, y esa virtud es la tuya, entonces no la tienes en común con nadie”. De hecho, señala, no se puede nombrar esa virtud con un nombre común sin entrar en el rebaño, ella es “inexpresable y sin nombre, es aquello que constituye el tormento y la dulzura de mi alma, y es incluso el hambre de mis entrañas”. Esa virtud no es ley de un Dios, ni precepto o compulsión de los hombres, ni guía hacia el paraíso. Las virtudes, dice, han surgido de las pasiones, y ya se es afortunado teniendo una sola virtud: se vive por una virtud y se perece a causa de ella.
Una amistad más digna sería, entonces, un lazo libidinal hecho de lo singular y a partir de la máxima diferencia, de lo inigualable.
El atardecer de Nietzsche dará paso al amanecer de Freud, y hay que reconocer en la doctrina freudiana el esfuerzo incesante por elaborar un modo adecuado de abordar la singularidad. A ésta aludirá Lacan constantemente en términos del Tú eres esoque caracteriza el fin del análisis.