Coloquio EOL Sección Córdoba
7 de noviembre 2020
El título de estas Jornadas de la Sección Córdoba de la EOL lleva la marca de cierta osadía al proponer la interrogación de una expresión de uso cotidiano, calificándola de paradojal, y poniéndola en relación con ese campo complejo de lo inconsciente. Nos invita a que nos dispongamos a desentrañarlo.
En los tiempos que corren, basta mirar alrededor para ver desmoronarse ese “¡Todo bien!”, tan cuidadosamente cebado en la sociedad actual, hasta reventar. Percibimos que una sórdida y densa opacidad se abre paso a través de los restos de ese falso resplandor de supremacía del bien.
Allí nos encuentra el psicoanálisis, con su doctrina y su práctica, ofreciendo una orientación de lectura a estas cuestiones. Y una ética.
Empecemos por Freud. Agudo lector de su época y de lo subjetivo, a pesar de fundar el principio del placer como organizador de la vida psíquica, destacó su más allá. Allí, en esos confines, se estrella cualquier búsqueda del bien. Freud supo tensar la cuerda de eso que nos habita como humanos, esa Cosa – das Ding– que vocifera lo que no anda en lo más íntimo de lo humano. Lo que no anda, como propio de lo humano, índice de la armonía imposible entre el lenguaje que nos interviene y el cuerpo que tenemos, nos deja en relación con un goce, siempre anti homeostático, que se hace norte de la ética del psicoanálisis y del discurso con el que lo tratamos, el analítico, tanto en su aspecto clínico como en su aspecto político, denunciando cualquier pretensión de hacer el Bien[1]. La jornada se propone interrogar las consecuencias de esto.
Entonces, ¿El psicoanálisis es constitutivo de una ética, a la medida de nuestro tiempo?[2]
La pregunta de Lacan nos permite afinar una concepción de la ética psicoanalítica, diferenciándola de otras. Será interesante poder constatar su peculiaridad mediante ejemplos de la práctica. Podríamos decir que nuestro tiempo está marcado por el insistente ofrecimiento a negar, ocultar ese no anda estructural. Nada es imposible (Adidas). El dolor para, vos no (Ibupirac). Make believe –hacer creer (Sony). Nestlé hace bien. Life´s good (LG), son algunos de los ejemplos de “slogans” que la industria farmacéutica, médica, alimentaria, tecnológica, educativa, textil –entre otras- nos quieren hacer creer, o inventan para ello.
Cuanto más creemos en estos discursos, más nos sometemos a ellos. Lacan nos alertaba al respecto, hasta el punto de decir que también la práctica analítica podría contaminarse por una ideología del bien, donde el sujeto se sometiera a su gobierno. No estamos automáticamente a salvo de ello. Tendremos que diferenciar una ética de una moral, para situar diferentes prácticas discursivas. Hay las que sostienen su accionar a partir de promover ideales, o inocular una ideología. Otras, que se basan en el afán de curación. El psicoanálisis no busca el bien, ni la curación. Porque ese más allá, eso que no anda, es ineliminable.
La oferta de la transferencia –entendida como modo de lazo inherente al Discurso Analítico- supone una subversión de cualquier otro discurso contemporáneo. Así, se erige como un lugar y un lazo que invita a los sujetos a enfrentar esa Cosa oscura, fuera de significado, más allá de cualquier bien, e inventar un modo propio de tratar con eso.
Es por ello que Lacan pasa revista a las diversas éticas que se refieren al Bien, para recalar, finalmente, en la que orienta nuestro accionar: la ética del Bien-decir[3]. Esta sentencia de Lacan coloca las cosas en el lugar adecuado: en un psicoanálisis, el discurso analítico hace de marco para que se revele la posición de decir de cada quien, más allá de sus dichos. Eso implica que, entrelíneas de lo que es dicho se despliega eso, hasta un límite de lo decible, lugar donde se trata de saber leer[4], más allá del sentido –es decir, lo fuera-de-sentido. Allí se instala la escucha y la lectura del analista.
En ese entramado, ese goce opaco puede ir circunscribiéndose hasta el punto de que cada quien pueda captar lo que lo traumatizó, lo que del lenguaje incidió en el cuerpo marcando un modo de satisfacción iterativa. Allí, en ese punto, el sujeto podrá aprehender –y aprender- a bien-decir y saber leer sobre aquello que no anda, y con el que podrá saber-hacer allí con su solución, el sinthoma.
La apuesta que la ética del psicoanálisis conlleva es ofrecer a los sujetos colocar lo que los hace sufrir en relación a un lazo de amor…al inconsciente, modo de no quedar sometidos a los discursos que pretenden que todo siga, todo bien, sosteniendo sus valores de mercado.
Como decíamos al inicio, allí, empero, encallan los discursos actuales. Ahí donde detrás del Todo bien, vocifera el Todo mal. Ni en los discursos salvadores, ni en los apocalípticos esa Cosa opaca, ese goce ineliminable de los cuerpos hablantes, encontrará su tratamiento. Y, tanto en lo más íntimo de un psicoanálisis, como en aquello que podemos hacer pasar a lo social, diremos lo que hacemos, lo que oímos, lo que leemos, de un modo alusivo, único posible de evocar eso que está en juego: eso, que no hay que temer enfrentar y elaborar, eso que marca nuestra humanidad, sin pretensiones de un happy end, ni visiones catastróficas. La dimensión de una posible ex -sistencia donde no todo bien, ni todo mal, pero digna del sujeto.
Comisión científica: Beatriz Udenio – Sonia Mankoff – Graciela Martínez
[1] Lacan Jacques. El Seminario, libro 7 La ética del psicoanálisis. Editorial Paidós .Buenos Aires 2009.
[2]Lacan Jacques. Discurso a los católicos. Editorial Paidós. Buenos Aires, 2005.
[3] Lacan Jacques. “Televisión”, en Otros Escritos. Editorial Paidós .Buenos Aires 2012
[4] Miller, J.-A. “Leer un síntoma”, en Lacaniana Nro. 12 Las marcas de Lacan. Ed. Grama. Buenos Aires, 2011.