Llego al consultorio del analista, me dice que ya no me analizo más, que terminé. pero que le viene bien igualmente que esté ahí. Que lo ayude a decorar su nueva casa. Es un especie de loft con cortinas que parecen telones y le sugiero un cambio de color de esos telones. Me cuenta que su nueva casa se debe a que se acababa de separar y me invita a que vaya a conocer a su nueva mujer. Me dirijo a esa casa, me recibe la nueva mujer de mi analista. Es una actriz, Annette Bening. Me dice que pase.
Una diferencia. No hubo asociaciones, ni deciframiento, ni ningún llamado a la interpretación, ni al sentido. Fue así.
“Este momento que Lacan llamó pase es la salida del inconciente transferencial”.[1]
Debo a Graciela Lucci pensar este final a la luz del inconciente real, el inconciente transferencial y el pase bis, tal como lo nombró J.-A. Miller.
Al día siguiente, la casilla de mails estallaba, las resonancias en la comunidad de mi primer testimonio.
Uno de ellos, Luis Erneta me pegunta; “¿por qué Annette Bening?
No fue el analista que invitó a asociar, no fue el sujeto que buscó revelar ese enigma. “Es en ese momento cuando se inscribe de la manera más clara la función en que el lapsus, formación del inconciente, ya no tiene ningún alcance de sentido o de interpretación. Se puede hablar entonces de la salida del inconciente transferencial.”
El “pase bis¨, es el que va a contrapelo del inconciente real al inconciente transferencial. Así se elabora el pase, en la soledad alcanzada en el inconciente real. Sin embargo, así fue mi experiencia, cierto pasaje de la transferencia al analista a la transferencia a la comunidad, y es que durante los tres años como AE, mi posición fue de analizante, pero esta vez, de la escuela y fue por eso que pude dar lugar a la hystorización para el Otro transferencial, un lapsus que me envió a producir un nuevo escrito.