« Política de las cosas y política de los
hombres »,* de Jean-Claude Milner
Margarita Alvarez. Psicoanalista. Miembro ELP Y AMP.
Es cuestión de política. La expansión de la evaluación y su carácter aparentemente irresistible no se comprenderán sin tener en perspectiva la promesa que anuncia: gracias a ella, las cosas podrán al fin gobernar. Gobernarse ellas mismas y gobernar a los hombres.
Fue un sueño del siglo XIX que el gobierno de las cosas sustituyera a las miserables acciones humanas. El movimiento es siempre que las cosas deciden el lugar de los hombres. La política es justamente lo contrario. Comenzó en la historia y comienza cada día, en cada sujeto, por una afirmación: las cosas nos gobiernan. Podríamos entonces preguntarnos: si las cosas nos gobiernan, ¿se pueden gobernar las cosas? Pero tal vez no deban plantearse estas preguntas. El gobierno de las cosas ofrece grandes ventajas a quien quiere imponer el silencio. Dispensa de toda política a todo el mundo, especialmente a los políticos.
La democracia moderna no entrega el gobierno de las cosas a los hombres, lo entrega a las cosas. En eso, rompe tanto como es posible todo lo que se ha presentado como democracia desde la Antigüedad a la Revolución Francesa.
Se ha conservado el nombre pero ha habido una gran mutación. La democracia moderna no es nada más y nada menos que una democracia verbal. Pero la lengua tiene grandes poderes. Precisamente porque es verbal, puede establecer el gobierno de las cosas y hacerlo pasar como un progreso del género humano.
Se dice que la democracia es igualdad; pero ¡qué va! Los seres hablantes son inconmensurables e insustituibles. Esa inconmensurabilidad constituye la sustancia de sus libertades. ¿Qué igualdad se puede instituir entre inconmensurables? Atenas se había encontrado con el problema sin resolverlo de ningún modo; los hombres de 1789 no solo lo encontraron sino que lo trataron: si los seres humanos son libres, declararon en 1789, su igualdad será formal. Las libertades y las igualdades formales son las únicas que tocan lo real. Libres e iguales en derechos, es suficiente con el término « derechos » para impedir que « libres e iguales » sea contradictorio.
Pero la democracia verbal no lo entiende así, quiere la igualdad sustancial porque es el tipo de igualdad que conviene a las cosas. Con ello, sumerge a los seres hablantes en el espacio de lo conmensurable y lo sustituible y, para conseguirlo, inventa métodos como la evaluación, que alimenta e instala la transformación de los hombres en cosas.
La realización de la sociedad ideal se apaga con esta transformación. No es de extrañar que nos neguemos a reconocerlo porque, con ello, la democracia se acaba. Tiene que sobrevivir aunque sea reducido a una vibración sonora. Sin ese término seductor, la realidad de la obediencia generalizada corre el riesgo de no poder ser negada. La trasparencia absoluta requiere el disimulo absoluto.
Se descifra ahí una nueva definición de hombre que se sostiene en una ecuación: ser plenamente hombre es saber obedecer ciegamente a las cosas.
Esta es la igualdad moderna: la que hace abolir las libertades.
Cuanto más se humanizan los hombres, más se igualan y entonces más se parecen a las cosas y más se confunden en la masa indistinta en la que se deroga la distinción entre cosas que gobiernan y cosas gobernadas. Y cuanto más ocurre esto, más se consolida la palabra democracia. Mediante este arte de la inversión, todo está preparado para que la evaluación se presente como un humanismo democrático de nuevo cuño. De hecho, como el humanismo democrático del siglo XX. Nadie se debe extrañar que la Europa de los eurócratas se pretenda evaluadora.
El nombre de Europa también ha sido tocado por el equívoco. Tanto como la palabra democracia de la que se reclama. Hubo sin duda un tiempo que Europa tenía como referencia a los seres hablantes. Antes que nada el tema de las lenguas fue decisivo. En apoyo de ellas vinieron las obras de la cultura y los derechos del pensamiento jurídico. Algunos sostienen que los distintos tratados y ampliaciones prometen su realización.
Pero la Europa del pasado, en mi opinión -señala Milner-, no tiene las manos puras; la Europa prometida no tiene manos; y esta ausencia la volverá tan criminal como siempre ha sido. Hay una diferencia infinita entre la Europa prometida y la Europa realizada. La paciencia comienza a agotarse.
Se constata que la Europa de hoy en día no es un lugar para los seres hablantes. Para algunos, el proyecto real es que Europa sea el lugar del gobierno de las cosas.
Entre la Europa de las obras y la Europa de las cosas queda la palabra Europa, pero todo está al revés. La balanza se inclina hacia la segunda, pero no por error sino adrede. De balance en balance, solo se escucha en Europa una voz: la de las cosas que gobiernan. Resulta fácil arremeter contra los burócratas. Es fácil burlarse de los políticos pro-europeos. Podemos extrañarnos de que sus declaraciones acaben recientemente con recriminaciones contra los pueblos, culpables de no haberse convencido con sus balbuceos. Un paso más y se llegará a proclamar que Europa es un asunto demasiado serio para ser confiado a los seres humanos.
Pero la afasia, los balbuceos, las recriminaciones no revelan una insuficiencia personal. Todo viene del mismo proceso. La Europa realizada no es ni será nunca aquella que quieren los que creen en Europa. Será la que ellos no quieren. La evaluación reinará en ese apagado mundo. El evaluador reinará en ese apagado mundo. El evaluador no será un instrumento del poder, será el poder mismo.
Nota:
Jean-Claude Milner: « Política delas cosas y política de los hombres ». En: La política de las cosas (2005). Málaga: Miguel Gómez Ediciones, 2007. Este texto es un resumen del capítulo 2. Actualmente se está imprimiendo una segunda parte de esta obra con el título: Por una política de los seres hablantes (Buenos Aires: Grama, 2013). Ha sido traducida por Jesús Ambel.
« Time is money ». Cómo ha impactado el
modelo capitalista actual en el uso del
tiempo y el modo de lazo social en la
sociedad contemporánea?
Gabriela Medin. Psicoanalista Miembro ELP Y AMP.
Vamos corriendo a todos lados, chequeamos el mail en el transporte público, la división entre tiempo de trabajo y tiempo de ocio se difumina, queda borrada. Los sujetos que nos consultan se quejan del exceso de trabajo, de la presión para producir, aún en distintos campos profesionales. Tanto en la industria como en la educación, en la sanidad o en el ámbito científico hay un mismo patrón: el siempre un poco más del consumo, también se expresa en el imperativo de « Produce más ». Salarios ligados a evaluaciones de productividad, falta de proyectos colectivos, evaluación según cantidad de publicaciones en el ámbito científico, dificultad para hacer un uso más satisfactorio de su tiempo, falta de espacios de encuentro.
A partir de este tema, nos hemos interesado en al obra de Gustavo Romano, artista visual que trabaja en diversos medios como el arte de acción, el net art, el vídeo, la instalación y la fotografía.
Particularmente, dos de sus proyectos ofrecen una perspectiva interesante para reflexionar acerca del intercambio social y el valor del tiempo y del dinero en la sociedad actual.
El proyecto « Time Notes » consiste en una serie de acciones en espacios públicos que ha ido realizando desde 2004, utilizando un nuevo sistema de dinero basado en unidades temporales (billetes de 1 año, 7 días, 60 minutos, etc.). Realizó diferentes acciones en ciudades como Berlín, Singapur, Vigo, México, Buenos Aires, San José, Silicon Valley, Múnich, Madrid. Una de las más difundidas ha sido la Oficina de Reintegro de Tiempo Perdido, acción en la que una improvisada oficina es montada en plena calle, ofreciendo devolver a las personas que se acercan al puesto, el tiempo que les fue robado o cedido involuntariamente o también aquel tiempo perdido por decisiones equivocadas.
En 2009 comienza el proyecto « Psychoeconomy! » , una plataforma artística de debate e investigación que propone un enfoque alternativo sobre temas globales. Cada edición incluye una reunión de artistas, un evento público y una publicación. En la primera edición se realizó el « Corporate Summit 2010 », una cumbre cuyo objetivo discutir la crisis financiera internacional y los sistemas de intercambio monetario imperantes. Para ello se reunieron cuatro artistas (directores ejecutivos de sus propias corporaciones ficticias) y redactaron la « Declaración de Madrid », presentada en un acto público en Matadero Madrid.
Os invitamos a conocer su obra:
www.gustavoromano.org
www.timenoteshouse.org
www.psychoeconomy.org
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