« Transfor-mind«
Andrea Freiría. Psicóloga
Eric Laurent se pregunta hacia donde nos lleva esta transformación en el diagnóstico. Tras una exposición clara sobre el panorama actual deja leer cómo nuestro apreciado DSM aun dejaba algunas lagunillas en las que ahondar. Curiosamente por esto no se considera suficientemente « objetivo » ni « científico ». Este hecho pone a los grandes como Thomas Insel, director del National Institute of mental Health, a trabajar en programas de clasificación más universalizantes que cumplan con determinismos biológicos y no subjetivos, fenomenológicos o sociológicos, ya que son criterios muy inestables, ya se sabe…
Esto marca un cambio de era, donde el imperio de la APA (Asociación Americana de Psiquiatría) queda desbancado por una alianza de la salud mental con las neurociencias mucho más blindada ante cualquier cuestionamiento. Libera totalmente al clínico de tener que vérselas con los síntomas,incluso con las estadísticas y el sujeto quedará seccionado en tres grandes áreas: cognición, emoción y conducta, todo esto sobre la tela virtual de nuestro cuerpo, mapping , la cartografía corporal.
Más allá de que esto surja en un momento de transición como el que vivimos como un « balbuceo » dirá Laurent, hay que pensar qué efectos tiene esto también ya no sólo en la subjetividad de los clínicos, sino en el de la sociedad.
Entonces ¿es un efecto de lenguaje?
Esto se ve muy bien en las universidades, quienes siervas del discurso amo y la supervivencia financiera, acogen los nuevos paradigmas de « moda » con los brazos abiertos. Así como el DSM, el RDoC, tendrá sus efectos sobre la enseñanza y sobre los criterios de investigación, dificultando cada vez más la existencia de la diversidad. Por otro lado, Asia ¿Quién habría pensado que hasta China llega el reinado DSM? Pues sí, incluso diagnósticos como la depresión se intentan hacer un lugar en la psicopatología oriental con la suerte de que al no encontrar homología en su lengua quedan sujetos a reinterpretaciones constantes y variadas sobre la subjetividad.
Todo esto que hasta el momento quedaba en los márgenes parece que resurge, al menos como indica E.Laurent con su título, en una suerte de « saco de nudos ».
Así pues, no todo está perdido teniendo en cuenta que los cambios de paradigma necesitan un tiempo y que en éste pueden resurgir las cuestiones que habían quedado al margen. Para finalizar y sin ánimo de hacer apología oriental deberíamos de hacer un poco como los chinos, si nuestra relación con el lenguaje pasa menos por la alienación aún podremos dejar algún hueco que nos permita seguir, el mundo no termina en el DSM.
Eric Laurent, « El saco de nudos » Lacan quotidien 319. www.lacanquotidien.fr
La Perplejidad, todavía
Zacarías Marcos. Psicoanalista.
Asistimos, un tanto desnortados, a una creciente degradación que parece afectar a todos los órdenes de la cosa pública. Hablamos con frecuencia de frustración de unas expectativas que vinieron a converger en un entusiasmo colectivo que fechamos según los países en momentos distintos. En España, ese momento de entusiasmo podría remontase ya a hace 31 años. Naturalmente que sobre ello hemos construido no pocas ficciones, pero entusiasmo sí lo hubo y sin él se crean pocas cosas. Desde entonces, entusiasmos ha habido pocos. Todavía no sabemos si el chispazo que se produjo hace dos años en Sol (por favor, borremos la palabra Vodafone!) ha logrado sacar al enfermo social de la UVI, si ese fulgor que ha avivado dos o tres mechas importantes de lucha terminará produciendo, vía suma de sectores puestos en pie hasta encontrar el significante vacío… a lo Laclau, un vuelco en la situación o no. De momento parece bastante improbable. Se habla, sobre todo, de la degradación de las condiciones de vida de este enfermo social, que podemos llamar « lo común », al que, desde determinadas instancias, se le retiran día a día sus posibilidades de existencia. Nos preguntamos por las razones de una apatía colectiva, por el tipo de servidumbres que están en juego que expliquen la ausencia de freno a esta deriva. Hace dos años se debatieron en el Foro de Madrid las servidumbres voluntarias y hoy le toca el turno a las involuntarias, con la esperanza de participar en un revulsivo que vuelva a permitirnos pensar la política.
Tanto deterioro conduce a replantear los problemas en términos estructurales. Decimos que el sistema o, mejor, que la circularidad inherente del discurso capitalista… Es cierto, sí, pero si tuviéramos que aislar el punto estructural mínimo, ¿cuál sería? Quizás el deterioro mayor se esté produciendo en el ámbito de la palabra. En la medida en que nos dejamos representar cada vez menos por ella, todo lo demás queda inexorablemente afectado. Por ejemplo, hoy en día es habitual que un político afirme con rotundidad ante las cámaras algo que no sólo es falso sino que su falsedad se desvelará sin duda pocos días después. No importa. Casi pareciera que provoca así la oportunidad de una inmediata reaparición televisiva para producir un nuevo montaje, el enésimo truco de un trilero que pese a la infinita repetición, o precisamente por ella, no deja de tener algo de fascinante. Orson Welles decía, a propósito del plegamiento de Hollywood al macarthismo, que había vendido su dignidad por una piscina. Si recordamos aquellas líneas de un poema de Brecht –Cada mañana, para ganarme el pan/ voy al mercado donde se compran mentiras./ Lleno de esperanza/ me pongo a la cola de los vendedores–, quizás convengamos que lo que subyacía era un conflicto estructural. Era lógico pues… Y bien, nosotros hace tiempo que nos hemos vendido por una imagen. Y lo que hay detrás del « nos » es la palabra, el lenguaje. Hemos comprado imagen cediendo palabra. Consecuentemente, verdad y mentira están, en el reino de la imagen, out of focus, desenfocados.
¿Será moviendo la rueda del objetivo de la cámara cómo verdad y mentira saldrán del estado de confusión e indistinción? Vivimos en un sistema donde se nos dice hasta la saciedad que para sobrevivir tenemos que ponernos, alternativamente, en la cola de los compradores y en la de los vendedores. Sabemos del lado « divertido » que esto conlleva, ese lado objetal que nos atrapa. Incluso hemos aprendido también cómo rechazar y prescindir puede volvérsenos un atrayente abismo. Pero eso sí, todos los caminos parecen conducir al mercado. Aún el cínico los recorre para instalarse a sus puertas. ¿Con qué papel entrar entonces en esta escena? Lo que parece seguro es que el movimiento que « enfoque » la palabra no vendrá del lado de la cámara. A la palabra lo que la enfoca no es otra cosa que la escucha, sólo ésta « hace » la palabra, restituye su dimensión, pone un freno a la deriva imaginaria. Quizás nos convenga, ante la avalancha de dèja vus, mantener un acto mínimo, mantener viva nuestra perplejidad. Quién sabe, puede que un día lo que escuchemos nos provoque tamaña risotada que haga cambiar de golpe este género literario que hoy se reclama único posible.
Escombros
Celeste Stecco. Miembro de la ELP y AMP.
Lara Almarcegui es la artista zaragozana autora de la instalación que representa a España en la 55 Bienal de Venecia. Se trata de una gran montaña formada por seis toneladas de escombros de cemento, tejas y ladrillos que ocupando casi la totalidad del espacio hace casi imposible que los espectadores puedan acceder a él. La artista amontona dentro del edificio los restos que generaría su propia demolición.
La obra de esta artista parte de su manera singular de analizar las urbes actuales, la explotación y especulación del espacio, y el uso predefinido que de éste pueden hacer los sujetos que lo habitan.
« El espacio que me rodea está decidido por otros, y el papel que se me ha asignado es el de rellenar el espacio. A mí me interesa un papel más activo en el lugar »*
Su manera de analizar el uso actual del espacio, su explotación insaciable, el exceso de urbanismo y la falta de espacios vacíos con los efectos que todo esto tiene en la subjetividad hace que sean habituales en la obra de Lara Almarcegui las instalaciones referidas a demoliciones, excavaciones, descampados y ruinas modernas.
Éstas ultimas son una muestra, a lo largo del territorio, de la que todos los habitantes son espectadores del estrago del sistema capitalista en su explotación desmedida de la tierra. A diferencia de las ruinas de la antigüedad, en las que encontramos los restos de las antiguas ciudades en las que podemos imaginar la vida de sus antiguos habitantes, las ruinas modernas son ciudades prometidas, no acabadas y deshabitadas. Son un residuo de la época actual en la que la arquitectura se puso al servicio de la voracidad del sistema. Lejos de tratarse de ruinas de ciudades que fueron habitadas, las ruinas modernas ocupan kilómetros de tierra donde yacen asentados los restos de hormigón que prometían grandes ganancias y devinieron grandes desechos.
Espacios ocupados por los restos de la desmesura dominan el paisaje, dentro y fuera de las grandes urbes, en los que se intentaron edificar nuevas ciudades, esta vez no al servicio de sus futuros habitantes, sino del enriquecimiento sin control que al modo de un tren sin frenos acabó descarrilando.
Esqueletos de edificios sin terminar y edificios terminados pero nunca habitados que al modo de ciudades fantasmas contrastan con la publicidad tentadora de las promociones que vendían la promesa de que allí dentro sus habitantes podrían tener una « vida plena y feliz, en la que nada les faltaría ».
* Lara Almarzegui. Entrevista:
http://salonkritik.net/06-07/2008/04/entrevista_a_lara_almarcegui_j.php
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