Número 7, 16 de mayo de 2010
Editorial Cuando hablamos de autismo, ¿hacemos referencia únicamente a la infancia? Es cierto que el Foro del próximo 19 de junio surge de la preocupación que el mapa que se configura para el diagnóstico, la atención y el tratamiento del autismo en la infancia, en nuestro país, ha surgido entre los profesionales y las familias que no aceptan la colonización que el Cognitivismo ha ejercido en el campo de lo humano. Pero, ¿qué sucede con el autismo en la vida adulta? ¿Cómo se configura la vida cotidiana del adulto con autismo y qué se le ofrece como salida a sus intereses y tratamiento de sus preocupaciones más personales? ¿Sólo reeducación, in eternum? Se trata del modo en que dar un lugar a su particular manera de habitar el lenguaje y el mundo, cuando ya lo no evaluable se impone desde el caso por caso. Algunas intervenciones en el Foro abordarán de manera original estas cuestiones. También para lo que de la evaluación no encaja del todo en política, sociología, educación, cultura, ciencia, literatura y arte; en definitiva, para lo que la evaluación silencia. Cerca de cuarenta invitados de disciplinas diversas estarán acompañados por psicoanalistas provenientes de todas las comunidades de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis. El próximo miércoles se inicia la cuenta atrás; tan sólo un mes para la celebración del Foro. Los lectores de este boletín dispondréis en los próximos días de los nombres de los invitados. Será una ocasión más para decidir inscribirse, quien no lo haya hecho todavía, y asegurarse así la presencia en el World Trade Center de Barcelona. Iván Ruiz Por la comisión de organización
Autismo y escuela. Una aproximación al tema en Galicia por Luz Fernández García y Nuria García Landin* La mayor parte de la comunidad educativo-terapéutica en Galicia contempla el autismo como un Trastorno generalizado del desarrollo, que no se enmarcaría dentro de las psicosis, y que se diagnosticaría desde el comportamiento observable del niño. Lo que se oferta hoy en Galicia a un niño con autismo, a grosso modo, es: En las etapas de la infancia que abarcan el período de escolarización primaria, hay muchos niños autistas escolarizados en centros ordinarios, sean públicos o concertados, prácticamente todos con un EPT (especialista en pedagogía terapéutica) que se hace cargo de todos los niños con necesidades educativas especiales del centro. Algunos de estos centros cuentan con un aula específica y un EPT para mayores. Un número también considerable está escolarizado en esta etapa en centros específicos, sean de educación especial o de autistas. El diagnóstico de autismo, en la inmensa mayoría de los casos, se realiza a partir de una primera alerta que suele partir de la escuela. Los padres acuden al pediatra. Éste, normalmente se abstiene de diagnosticar y generalmente deriva al niño a los servicios de paidopsiquiatría y psicología clínica infantil donde se realiza un estudio que comprende desde la anamnesis, hasta aspectos conductuales, atendiendo de manera especial a los niveles generales de desarrollo. A partir de la confirmación del diagnóstico se hace la recomendación correspondiente. Esta pasa en todos los casos por abordar el tema de la escolarización. En esta etapa de la infancia son los padres los que tienen la atribución legal de decidir dónde quieren que su hijo sea escolarizado: centro ordinario, en régimen de integración, integración combinada, o centro específico. En cuanto a la elección del tipo de escolarización, al quedar en manos de los padres pasa de ser una decisión meramente escolar a entrar en juego con todo su peso, las fantasías, expectativas y anhelos respecto a ese hijo. De alguna manera al aceptar un centro específico, una integración combinada, incluso en ocasiones cualquier atención particularizada dentro de un centro ordinario, aparece como que algo cierra; cierta expectativa de normalidad para su hijo. Como si esa elección confirmase de manera definitiva que esa expectativa no se va a cumplir. Sería en algún sentido como tirar la toalla. Tal y como está planteado, la elección depende del diagnóstico. Sin embargo, todos hemos visto niños nombrados como autistas con o sin lenguaje, con hiperactividad y sin ella, con alteraciones cognitivas o por el contrario niños considerados de altas capacidades. Por lo tanto se trataría de pensar en cada niño particular. En esos casos donde los síntomas son más sutiles, más difusos, y dada la amplitud que alcanza el “espectro autista”, el diagnóstico conlleva el riesgo de revelar, destapar -impidiendo todo secreto, toda subjetividad- un “nuevo niño”, un niño clasificado, sujeto a un orden más allá del que él mismo se impone, ofreciendo un mundo más rígido que el suyo o, por el contrario, considerándose el proceso de socialización como parte de la función de la escuela, no se respeten sus tiempos, su necesidad de un espacio propio, o un aislamiento -muchas veces elegido- apaciguador para él. Aunque hiciéramos pedagógicamente la mejor de las elecciones, aquella que nos llevara al mejor de los resultados evaluables, el éxito o el fracaso de un niño no debería medirse por los resultados reflejados en un boletín escolar; un niño no es sólo un alumno, es más que un objeto de aprendizaje. – Texto disponible en http://www.foroautismo.com/eval.htm – _____________________________________________________________________________________________
Diagnóstico precoz: crónica de una desconexión anunciada. «¡Será autista!»
Por Delia Steimann*
[Extracto del texto] Hace algunos años, en el hospital de día para niños en el que tenía una supervisión de equipo, se presentó un caso a discusión[1]. Los profesionales del centro, la mayoría muy experimentados, querían hablarme de un niño pequeño con el que tenían que realizar un acompañamiento. Primero les pregunté si habían recibido instrucciones precisas sobre la manera de acogerlo, y después si ya se había propuesto un diagnóstico. Sobre este último punto, su respuesta, planteada no sin cierta ironía, fue “¡será autista!”. Aún no había salido de mi asombro cuando me explicaron que el niño iba a ser examinado en un instituto especializado en la detección precoz del autismo. Su experiencia demostraba que ese examen concluía siempre en el diagnóstico de una u otra forma del síndrome, desencadenando así una serie de medidas destinadas a certificar la minusvalía del niño. Una vez planteado, el diagnóstico conducía a desplegar medidas para establecer diversas y variadas reeducaciones, con la perspectiva de la “reinserción” del niño desde entonces portador del estatus de minusválido. El testimonio de este grupo de profesionales fue muy valioso para mí cuando, poco tiempo después, me enfrenté al tratamiento de un niño. En efecto, recibí a un chiquillo de tres años y medio sobre el que pesaba una sospecha de autismo muy apoyada por el pediatra que se ocupaba de los hermanos. Era un médico provisto de buenas intenciones o de “buenas prevenciones”, de esas que pueden conducir al infierno, como muy bien dijo Antoine Lazarus[2]. La notoriedad social de los padres les había llevado a consultar un psicoanalista lejos de su ciudad. En verdad, su actitud disimulaba mal la voluntad de evitar la vergüenza suscitada por ese niño raro, tan distinto a su hermana mayor, escolarizada en un establecimiento para niños superdotados. El pediatra había indicado el examen “oficial”, que permitiría el establecimiento del diagnóstico y la consecuente atribución de derechos al niño que se convertiría en un minusválido. Así podría beneficiarse de la ayuda de una maestra de Pedagogía Terapéutica (PT), supuestamente para favorecer su adaptación a la guardería. Entre tanto, la profesora había decidido familiarizar al niño con el aula y construirle señales útiles sin forzar su consentimiento para incluirse en el grupo. Esta estrategia funcionaba muy bien en el día a día y Romain iba a la escuela sin problemas. Entonces, recibo a este niño que, en efecto, aparentemente satisface algunos criterios necesarios para el diagnóstico de “Trastorno autista” del DSM IV[3]: presenta “Trastorno cualitativo de la relación” (…) porque “no busca espontáneamente compartir sus placeres (…) con otras personas”. También muestra una “falta de reciprocidad social o emocional”. Su “retraso del lenguaje”, su “incapacidad marcada de empezar o mantener una conversación con otro” le señalan como concernido por ese diagnóstico. Es innegable que hay un “carácter restrictivo, repetitivo y estereotipado de las conductas, intereses y actividades”, porque tiene “preocupaciones persistentes por partes de objetos”, combinadas con “estereotipias motoras repetitivas (movimientos complejos de todo el cuerpo)”. A pesar de su presentación, la manera de presentarse de Romain me llevó a indagar sobre qué tipo de Otro se trataba para él. En efecto, para el psicoanálisis, la posición autista implica un sujeto cuya construcción subjetiva se ha hecho no sin el Otro, sino con un Otro cuya simbolización no se ha efectuado: se trata de un Otro real que no permite al niño suponer la alteridad en las relaciones con los demás. Decir que el Otro del autista es real, es plantear que la lógica del semblante está afectada, así como la posibilidad de hacer con el semblante. Es la verdadera apuesta del fort–da en la operación de la constitución subjetiva: establecer un Otro para el que el niño a su vez acepte ser otro. A lo largo de las sesiones, Romain demuestra que viene al encuentro del analista para encontrarse a sí mismo como otro. La sintomatología de trastorno autista cede poco a poco y da lugar a la expresión de palabras aisladas pero dirigidas, y a dibujos que tienen una intención de significación. Romain desvela el drama de su ser sin valor: tiene problemas para crecer a la sombra de una hermana idealizada, para la que el nacimiento del hermanito ha acabado con su condición de hija única, mientras sigue siendo el único niño para la familia. Mientras tanto, las gestiones prescritas por el pediatra continuaban. Romain iba a las entrevistas para el diagnóstico precoz de autismo que tenía como consecuencia inmediata, la adscripción de una PT que sin embargo nadie había pedido. Al final del proceso, fui invitada a intercambiar impresiones con el equipo que había recibido al niño, que propuso encontrarme en el lugar donde ejerzo. El protocolo me fue explicado, las experiencias descritas, las conclusiones enunciadas. Uno de los miembros del equipo expuso en detalle los elementos de su evaluación de las reacciones del niño. Su conclusión: “reacción anormal” al dolor –provocado con fines de evaluación- puesto que Romain sólo había llorado “al final de la experiencia” refugiándose en los brazos de su madre. ¿Qué lugar para la consideración de la relación del niño con la figura de autoridad que provocaba su dolor? ¡Ninguno! ¡Como se le suponía “estar en su burbuja”, su discreción nunca habría podido ser estimada en relación con la sumisión a la autoridad!. Entonces me anunciaron que los resultados de los test gráficos impedían concluir el autismo. Sin embargo, las respuestas atípicas en los test daban lugar a una clasificación de los trastornos del niño en la categoría “autismos atípicos”, es decir aquellos en los que podemos concluir en caso de ausencia de criterios completos de un trastorno generalizado del desarrollo específico[4]. La discusión con este equipo, con el que no teníamos en común más que el hecho de haber sido interpelados por el caso de Romain, tuvo un destino bastante inesperado. Cada uno de los que intervinieron en el caso me preguntó mi punto de vista sobre lo que había sucedido durante el examen y tuve la ocasión de decirles en qué esos signos eran para mi más bien indicadores de manifestaciones sintomáticas que no tenían que responder necesariamente a una estructura autista. Esta viñeta muestra que, incluso en los lugares donde reinan la cifra y el protocolo, es interesante apostar por una palabra que abra a la reflexión. Esos profesionales informaron a los padres suspendiendo la certificación de la supuesta minusvalía. Se acordó el beneficio de la duda y la Pedagogía Terapéutica fue rechazada. Traducción: Julia Gutierrez Notas: [1] Texto establecido a partir de la transcripción de David Beelen, de la conferencia pronunciada en Liège el 25 de octubre de 2008, en una jornada organizada por el grupo Zazie. [2] Lazarus A., “La santé publique ne doit pas devenir un alibi pour la represión”, Enfants turbulents : L’enfer est-il pavé de bonnes préventions ?, Monst, Erès, avril 2008, p.242. [3] DSM-IV: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona. Masson, 1995 [4] Idem. — Texto completo disponible en http://www.foroautismo.com/eval.htm — ____________________________________________________________________________________________ Encuentro extraordinario en la sede de Madrid de la ELP y sede del Nuevo Centro de Estudios de psicoanálisis (NUCEP) Hacia el Foro: Lo que la evaluación silencia. Un caso urgente: el Autismo (Barcelona, 19 de junio de 2010) Martes 25 de Mayo, 20 horas El Departamento de Psicoanálisis con Niños (Nucep), el Grupo de investigación sobre Psicosis (Nucep) y el Espacio Madrileño de Psicoanálisis con Niños (ELP), le invitan a participar en este encuentro, donde podremos conversar sobre la necesidad y el interés de realizar este Foro que tiene como objetivo principal llamar la atención sobre el obstáculo mayor que supone el empuje de los métodos evaluativos actuales. La hipótesis a trabajar es que estos métodos están en el origen de los múltiples síntomas que afectan a la subjetividad contemporánea por su empeño en querer silenciarla. El sujeto autista es aquel que nos muestra la máxima dificultad para acceder a esa subjetividad y aquel que padece de una manera devastadora los efectos de ese silencio. Para iniciar el debate contaremos con las siguientes contribuciones: – Sobre la Guía de diagnóstico y tratamiento de los TEA de la Comunidad de Madrid,
por Eva Rivas, Psiquiatra en el Programa Infanto juvenil en el Servicio de Salud Mental de Moratalaz-Vicálvaro. – ¿Cómo acoger los objetos con los que se presenta el niño autista? por María Regina Penna Firme, psicóloga. – Un testimonio sobre «La práctica entre varios» en la Antena 112 de Venecia, por Ana Gimenez Medrano, educadora. Coordinan: Vilma Coccoz y Carmen Cuñat ____________________________________________________________________________________________ ¡NOVEDAD! Dossier del Forum Lo que la evaluación silencia. Un caso urgente: el autismo — A la venta a partir de mediados de mayo — Selección de textos disponibles en www.foroautismo.com: § El gran secreto de la ideología de la evaluación, Jean-Claude Milner § La cifra del autismo, Éric Laurent § A favor de otra mirada, Jacqueline Berger § Las paradojas de la evidencia científica: evidencias que no tan evidentes, José R. Ubieto. § Sobre la medicina basada en la evidencia, Germán E. Berrios.
§ Una reeducación y sus preliminares. A. Stevens y el equipo de la Atenna 110.
Participación: 20€
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