Navarin editor, 2020
Actualidad del odio. Una perspectiva psicoanalítica parte de una constatación: el odio regresa asediando al mundo con fuerza. No es que este afecto sea nuevo, es tan viejo como el mundo. Pero el odio cambia de rostro según los tiempos y los lugares, escogiendo nuevas vías y expresándose de maneras más o menos fuerte. Sobre el fondo del malestar en la civilización, uno lo ve ocupar hoy los puestos de mando de ciertas administraciones, pero también presente en la calle, en los medios o en las redes sociales. Ahora bien, que el odio gane terreno no es sin consecuencias, especialmente cuando logra escalar las más altas funciones de un Estado. Este ensayo se enfila decididamente contra la bestia inmunda interrogando las condiciones de emergencia de este odio, pero también descubriendo sus mecanismos y explorando sus desafíos, para ofrecer, al terminar, un antídoto.
Uno podría preguntarse quizás por qué una psicoanalista se mezclaría en estos asuntos. Hay tres razones al menos. Primeramente, el ejercicio del psicoanálisis requiere del Estado de derecho, en el cual la palabra se enuncia libremente. Sin embargo el clima de odio hoy lo coloca potencialmente en peligro. En segundo lugar, el discurso analítico, de Freud y de Lacan especialmente, arroja una nueva luz sobre el odio, y mucho más eficiente que tantos discursos que pretenden disolverlo denunciándolo y que no hacen en realidad más que reforzarlo. Finalmente, aquellos que se rebelan hoy contra los discursos de odio, los de la extrema derecha especialmente, no son tan numerosos como para que los psicoanalistas se abstengan de contrariar esos discursos sin inconsistencia.
Lacan vio venir este retorno del odio en una época en la que se creía, no obstante, que nos habíamos librado de él por siempre jamás. El fin de la historia llegó. Hoy se revela a todos – o casi – que esta profecía de Lacan resultaba correcta: la paz universal no llegará, al parecer, ni hoy ni mañana, pero hoy esto resulta especialmente delicado. Un cierto número de preguntas se imponen desde luego. ¿Por qué el odio se propaga, se intensifica, gana terreno cada día? ¿Cómo dar cuenta de lo que le hace tan resistente? ¿Cuál es su verdadero objeto? ¿Qué satisface en aquel que lo experimenta y lo mantiene? ¿Y en el aquel al que apunta? El psicoanálisis de orientación lacaniana permite elaborar respuestas tan sorprendentes como precisas a estas preguntas.
Actualidad del Odio, una perspectiva psicoanalítica toma diversas vías para responder a estas cuestiones, comenzando por el análisis de los efectos de los discursos de la ciencia y del capitalismo en nuestra época. Esto puede parecer técnico, pero no lo es. Sólo un pasaje por estos discursos y sus efectos permite dar cuenta de su tendencia a hacer de toda cosa en el mundo algo idéntico, incluyendo los cuerpos hablantes, teniendo como efecto paradójico difractar el odio. El abordar estos discursos describiendo su lógica, permite dar cuenta de los rostros más recientes que toma el odio. Porque si bien sus efectos derivan de mucho tiempo atrás, hoy siguen extendiéndose, y rápidamente. Hay que precisar que por mostrar la manera en que el odio se renueva o se amplifica en una época no equivale a enjuiciar la época en sí, la cual por otro lado tiene también sus méritos. Se trata solo de una tentativa por captar la especificidad que toma el eterno retorno del odio, tal como este se expresa en sus formas más actuales, aquí y ahora. Es también una oportunidad para abordar algunas preguntas cruciales: ¿Podemos creer en el progreso? Y si no hay progreso ¿conviene más mirar el pasado como nuestro único porvenir posible? ¿Hay otra vía que pueda proponerse aun?
La segunda parte de este libro nos conduce a cambiar de escala para interrogarnos acerca de un factor de odio reciente, que se conjuga con el precedente, en el cual la memoria colectiva parece fallar seria y cruelmente. En efecto, esta abrasión de la memoria proporciona al odio difractado, que mencionamos antes, una intensidad que no habíamos sentido desde hace varias décadas. La distinción entre represión y forclusión nos ofrece un recurso para captar la potencia del olvido en juego y más aun sus efectos de retorno en lo real de lo que fue olvidado o, mejor dicho, de lo que no se inscribió. Y el que estos efectos se hagan sentir hasta, e incluso, en la lengua, con importantes consecuencias políticas.
De estas reflexiones sobre la época, pasamos entonces a consideraciones que tocan lo íntimo, a fin de cernir eso que se pone en juego para aquel que odia, cuando apunta al otro como objeto de su ira. Es la ocasión para examinar la particularidad de dos objetos de odio privilegiados (entre otros): los judíos y las mujeres. Estos dos blancos, que el odio coloca gustoso en su mira, estos dos especialmente, nos enseñan mucho sobre lo que el odio busca precisamente alcanzar.
Al final un retrato de Lacan y de su singularidad, llevado a la incandescencia, nos proporciona el único antídoto contra el odio que conocemos. Le consagramos así la última parte de este libro.
En este camino un hilo se tiende entre el Otro (el que odia o el que es objeto de odio) y la íntima Alteridad que habita los cuerpos hablantes. El odio se capta en esta época, como en la juntura más íntima del sentimiento de la vida, por trozos, tal como las múltiples caras de un cristal donde la luz se difracta.
¿Por qué este libro ahora? Bien, porque aunque sepamos que el odio se avecina siempre más feroz, no se puede sin embargo pensar en él sin sentirse perturbados y reafirmados a la vez. De hecho, por poco que nos afecte, nos vemos cada vez más convocados a responder a ello, cada quien en su medida pero en la soledad más absoluta, no sin algunos otros –no menos solitarios, sin duda, que se sienten perturbados también por sus manifestaciones.
Seguimos también en esto a Freud y Lacan, quienes si bien no eran optimistas, tampoco se quedaron, ninguno de los dos, fijados en posición de retaguardia: ni por la vía del alma bella que deplora los desórdenes del mundo para poder lavarse las manos, o la del avestruz cuya política consiste en meter la cabeza en la arena mientras le despluman el trasero. Tanto uno como el otro mantuvieron con firmeza lo siguiente: lo queramos o no, rendimos cuenta de las consecuencias de nuestros actos –y esto incluso cuando no actuamos. Así, habitar el mundo en un momento en que la humanidad no se dirige hacia el progreso (incluso si nada permite suponer que no esté yendo más bien hacia su ruina), implica tomar parte, ciertamente sin esperanza, pero tomar parte finalmente. Ello implica tener en cuenta un imposible, pero sin caer en la inhibición. Es en este sentido que la proposición lacaniana según la cual no hay relación sexual[1] no constituye una invitación a la soledad social, sino un llamado a la invención, requerida para volver al amor “más digno”[2]. Así mismo el odio, que vocifera y nos parece imposible de frenar, exige nuestra inventiva. Jacques-Alain Miller nos ha demostrado -y más de una vez- que lo imposible no es, y no será nunca una excusa. Pudiera ser más bien, a fin de cuentas, una oportunidad a aprovechar, una invitación al acto. De hecho, cuando una elección forzada (es decir, una elección que implica una gran pérdida) se perfila, ¿tenemos acaso otras opciones distintas al acto, ese en el cual uno se siente siempre de alguna manera loco (no loco del todo)? ¿Tenemos otras opciones que este acto, del cual estamos advertidos solo se alcanza como fallido?
Si bien este ensayo no proporciona un programa ni una manera de proceder, él invita de buena gana al acto como remedio contra la eternidad que nos acecha con demasiada frecuencia. Él nos invita por tanto a la alegría.
Traducción Alba Alfaro
[1] Lacan J., El Seminario, Libro 20 Aun, Buenos Aires, Paidós, 1975 p. 17.
[2] Lacan J., “Nota italiana”, Otros escritos, Buenos Aires Paidós, 2012, pp. 327-332, p. 331