El eco de los aplausos resuena, me sorprenden las nueve de la noche. Debería estar preparando la cena, pero me mantengo detenida en la misma somnolencia que retorna hace días. Sin embargo, la sonoridad de esas palmas devuelve algo a mi cuerpo, -cuerpo que a distancia de otros cuerpos-, recuerda que aún hay otros.[1]*
El aislamiento tiene varias caras, muchos modos de vivirlo, tantos y tan variados como sujetos hay. No es lo mismo para uno que para otro; no es igual para él, ella o elle. Ahí frente al universal del “para todos”, la particularidad de “cada uno” se impone. Cada quien arma su “tetris” en/de esta pandemia, con las piezas de las que dispone, y va “eligiendo su propia aventura” al mejor “o peor” estilo de los libros infantiles.
Confinados como estamos a nuestro propio exilio redoblado en esta soledad forzada, estamos solos viviendo con otros, o con otros viviendo solos. Convirtiéndonos en partenaire-síntoma del aislamiento. Y así, sintiendo la prisa de ir a ningún lugar, el tiempo se nos presenta como una pausa eterna.
Sin permanecer ajenos a la exigencia superyoica del tener que hacer, el imperativo categórico -que para algunos es refugio, para otros prisión-, se muestra como respuesta para evitar el encuentro con los signos de lo real sin ley que nos azotan.
Lacan nos habló a los analistas de poder estar a la altura de la subjetividad de la época, en realidad nos exhortó: “Mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época”.[2]
Sería demasiado aventurado, ahora, proponer nombres para la subjetividad de esta época, o pretender atrapar en su totalidad cuál es la perspectiva para el psicoanálisis, o intentar predecir un nuevo ordenamiento de la práctica analítica.
Aun así, este momento particular que estamos atravesando nos convoca como analistas a tomar en cuenta al cuerpo sensible que recibe el impacto de las resonancias del significante, donde el síntoma responde irremediablemente de acuerdo con un modo de gozar singular. Síntoma que concebido en la práctica analítica más allá de la creencia en el Nombre del Padre, atrapa/toca algo de lo real.
“Envueltos en el torbellino de este tiempo”[3], allí donde la espira de nuestra época nos arrastra, y divididos –como estamos- por este real de la ciencia, ¿qué nos sitúa el norte en nuestra práctica?
Si podemos acordar que justamente entre el real biológico y el real del síntoma, se aloja el impacto de la pandemia que hace eco en lo más singular de cada uno, esa resonancia que toca el cuerpo hablante, el analista podrá aportar alguna aguafuerte capaz de corroer el metal y remarcar los trazos de una orientación -sin falsos optimismos ni porvenires sombríos- para nuestra práctica.
Podrá ser la ocasión para que el analista intervenga apuntando a remarcar las líneas o surcos subjetivos que la contingencia de la pandemia más el aislamiento dieron a ver.
Será caso por caso y vez por vez, apostando a circunscribir el real en juego e intervenir en relación al uso posible de esas marcas una vez despejadas en la experiencia analítica del embrollo de esta época.
Estos párrafos intentan ser un trazo, en una tentativa de delimitar nuestro quehacer de analistas en este tiempo, sirviéndonos de la orientación que nos da el síntoma.
Buenos Aires, 6 de mayo de 2020
Alejandra Breglia, psicoanalista, miembro de la EOL y la AMP.
* Texto publicado en EOL-Postal en el Boletín aperiódico “Discontinuidad” N° 18. Buenos Aires, 16 de Junio de 2020. http://www.eol.org.ar/publicaciones/on_line/discontinuidad/images/018.jpg
Agradezco a Andrea Breglia la referencia a las Aguafuertes Porteñas de Roberto Arlt.
[1] El aguafuerte es una modalidad de grabado en la que se emplea una disolución de agua y ácido para remarcar las líneas o surcos del dibujo hecho en una plancha metálica. El grabador dibuja con un estilete de punta cónica muy afilada llegando justo hasta el metal sin penetrar en él. Posteriormente se sumerge la lámina en una solución de agua y ácido nítrico, la cual recibe el nombre del aguafuerte. Esta solución corroe el metal dejando surcos. El tiempo de inmersión de la lámina en el ácido determina la profundidad de la línea en el grabado, otorgándole a mayor tiempo mayor valor.
Roberto Arlt llamó “Aguafuertes Porteñas” a la recopilación de relatos cortos donde delinea una mirada precisa de Buenos Aires durante la década del ´30 con un estilo particular.
[2] Lacan, J.; “Función y campo de la palabra y del lenguaje”, (1953), Siglo XXI editores, p. 309.
[3] Freud, S.; “De guerra y muerte. Temas de actualidad”, (1915), Amorrortu ediciones, Tomo XIV, pag. 277.