Amor a la letra / Bibliografía Razonada (4)
Estimados colegas,
Tenemos el placer de remitirles la cuarta entrega de la Bibliografía Razonada, acogida bajo el epígrafe Amor a la Letra.
Contamos en esta ocasión con la participación de Gloria Flores y Vicente Palomera. El texto de G. Flores toma como referencia el libro de Martine Broda titulado « Amor al nombre », para proponernos una reflexión sobre la poesía y « el nombre del imposible objeto de amor ». Su aportación no puede menos que hacernos evocar esa otra función del poema, como aquel que hace comparecer en la palabra de amor lo imposible de nombrar y representar.
Por su parte, V. Palomera trae para nosotros unas intensas líneas sobre las novelas, tan ricas en resonancias de M. Duras, « El arrebato de Lol V. Stein » y « Las diez y media de una noche de verano ». El interés de Lacan por la literatura de Duras, propone Palomera, es por aquello que el momento de la conclusión del amor, del final del amor, revela con precisión de éste, de manera que nos propone una definición del amor en M.Duras « un amor es lo que acaba cuando nace un nuevo amor ».
¡Buena lectura!,
Les recordamos que pueden consultar los números anteriores, tanto de Amor a la letra como de las Cartas de almor en la página Web de las Jornadas http://www.elp-debates.com/jornadas.html
Paloma Blanco Díaz
Responsable de la Comisión Bibliográfica
El amor al nombre
Gloria Flores
« La poesía, como el amor siempre están en entredicho »
Mi comentario hace referencia a un libro que se titula « El Amor al Nombre » de Martine Broda y que constituye un ensayo sobre la poesía y la lírica amorosa hermosísimo. Cuando lo leí recordé una conversación privada con Marie Hélène Brousse, hace ya muchos años, en la que yo le comentaba que cuando escribía poesía no había un destinatario en lo real sino que iba dirigida a esa Cosa imaginaria de la que ya hablaba Lacan, incluso a un nombre. Encontré la misma tesis en Martine Broda, cuyo ensayo propone profundas lecturas de poetas, desde Dante al Aragon del « Loco de Elsa », todos ellos ligados a la problemática amorosa. De todos los capítulos he seleccionado « El Amor al Nombre », al azar. Ya Broda nos recuerda en la primera página de su libro que desde Lacan, « se puede hablar de que el sujeto que se enuncia líricamente, al precio de una pérdida narcisista, no tiene nada de un yo ni tampoco está solo, ya que, aun siendo todo deseo singular, la cuestión del deseo es una cuestión universal ». La autora intentará deconstruir la « doxa » en la que estamos instalados respecto a la lírica. Siempre nos hemos perdido en la « translation » y han llegado hasta nosotros textos aberrantes debido a ello. En la lírica el sujeto de la enunciación no tiene porque confundirse con el enunciado, el poeta sería una pura instancia de enunciación. De hecho Diótima, en El Banquete de Platón, bosquejará un paralelismo entre la poesía y el amor y Lacan nos lo recuerda constantemente.
El poeta persa Djamí, por boca de Aragon dirá « Practico con tu nombre/el juego del amor ». Esto es escribir, hacer el amor a un nombre, como Du Bellay « lleno con un hermoso nombre ese espacio vacío ». Formar tejido (texto), a falta de consistencia, en torno a un nombre, hace dique contra la angustia y adviene la urdimbre de la lengua suspendida en torno a un significante que no es cualquiera, es un nombre. Un nombre que puede ser pantalla para proteger a una mujer real, como en el caso de Dante, donna dello schermo como el senhal en los trovadores. Broda dirá que este nombre es falso porque se interpone con relación al objeto sin nombre del fantasma, en dirección a la Cosa que es innombrable. Recuerdo un poema que escribí hace diez años en el que decía « el poeta miente, siempre ha mentido ». La falsedad poética surge donde la falta clama o donde el signo arrastra el deseo. Todo amor es metonímia. Fueron los poetas árabes (Lean, por favor, « El Collar de la Paloma », un bellísimo Ars Amandi escrito por un árabe en la ciudad donde vivo en la Edad Media), los que inventaron todo el amor cortés, encubriendo como si de una divinidad se tratara, el nombre del imposible objeto de amor.
Sobre M. Duras y el amor
Vicente Palomera
M. Duras escribió mucho sobre el amor, especialmente sobre su final. Podemos aprender mucho del amor sólo cuando éste es substituido por otro.
En Lacan hay diversas vertientes del amor y seguramente tantas como formas en las que Lacan amó (amor a la imágen, al don, al objeto agalmático, a la causa del deseo, al sinthoma). Estas diversas modalidades de amar parecen sucederse y sustituirse entre sí, pero lo que permanece como pregunta es saber cómo un amor reemplaza a otro.
Se ha dicho y escrito mucho que lo que caracteriza al amor es fundamentalmente el hecho de enamorarse. En la lengua inglesa y francesa el comienzo del amor se expresa con las palabras fall y tomber, que indican la caída, cuando tropieza y es golpeado por él. En la lengua italiana y española el verbo enamorarse, el sustantivo enamoramiento, y el adjetivo enamorado indican un proceso en el cual el « flechazo » o el « rapto » son un momento, un acontecimiento. El enamoramiento caracteriza inconfundiblemente el inicio, el origen, las mañanas del amor, el amor en su estado naciente.
Pero, lo que Lacan encuentra en Duras –y seguramente fue lo que le interesó a Lacan– es que ella no nos muestra tanto un interés por el amor in status nascendi, como por el momento en el que el objeto de amor queda al desnudo, es decir, cuando un amor ha llegado a su fin y el objeto amado se ve despojado de la imagen que hasta entonces lo recubría, es decir, el momento en el que el amor abandona su objeto para dirigirse a otro nuevo.
En su comentario sobre El arrebato de Lol V. Stein , Jacques Lacan lo plantea en forma de un interrogante: ¿No basta esto para que reconozcamos lo que le ha sucedido a Lol, y que revela lo que concierne al amor; o sea, a esa imagen, imagen de sí mismo, con que el otro nos reviste y nos viste, imágen que nos deja, cuando nos despojan de ella?.
Podríamos decir que para Duras el modo en que un amor termina nos puede enseñar mucho más sobre el amor que el modo en que este nace. Es interesante que, si bien muchas de sus novelas describen amores que acaban, sin embargo, es notable que ese amor que llega a su fin no desemboca nunca en el odio. El final de un amor surge en un contexto en el que el personaje atisba en su pareja el comienzo de un nuevo amor. ¿Qué es el amor? Creo que podemos extraer una « definición » del amor en Duras que parece tautológica. Podríamos formularla así: un amor es lo que acaba cuando nace un nuevo amor. ¿Qué queda cuando un amor reemplaza otro? ¿qué queda del amor cuando es substituido por otro? En verdad, ella se esforzó por dar forma a esta concepción en varias novelas suyas.
Lacan cree pertinente tomar la novela central, El arrebato de Lol V. Stein, aunque la primera de esta serie de novelas fue Las diez y media de una noche en verano. En su comentario sobre el El arrebato de Lol V. Stein, Lacan se refiere también a esta primera novela de la serie, en la que se describen dos dramas. Una pareja viaja con una amiga a España. Una tormenta los retiene en el hotel de un pueblo. En ese pueblo ha habido un asesinato. Un hombre mató a su mujer después de descubrirla en los brazos de otro. Tras el asesinato, huye. La policía está buscándolo. En un determinado momento del relato, en el hotel en el que se hospedan, María descubre, por el resplandor de un relámpago, a su marido besándose con la amiga y, también, ve en el techo al asesino fugitivo buscado por la policía. María se debate entre salvar al asesino, asesinar a su marido y la amiga o suicidarse por la relación que ella tiene con el alcohol. En el relámpago que ilumina las diez y media de la noche de verano está todo el núcleo de la esta breve novela. María dice entender lo que fue su amor por este hombre justo en el momento en que ve nacer en él un nuevo amor por otra mujer. Digamos que entiende lo que fue su amor justo en el momento en que lo pierde.Pero en todo esto no hay nada dramático. Es evidente que en María hay un cierto goce en la substitución del amor, ya que no siente celos y tampoco muestra odio respecto a la rival. El odio, en verdad, hace que falte aquello que hay de substitución en todo amor. En la historia, el odio corresponde al hombre buscado por la policía, porque ha matado a la mujer y el amante de la mujer. Como Dupin, en La carta robada de E.A. Poe, María es la única persona que logra verlo, oculto en un techo. Digamos que este hombre, invisible para todos, imperceptible como una mancha en el techo, se identifica con esa mancha para esconderse, él mismo se había convertido en una mancha. Entonces ¿por qué ve la mancha María? Porque ella misma se había convertido también en una mancha a causa del otro amor, es decir, reducida a una mirada que es una mancha a causa del nuevo amor de su pareja. María esconde a ese hombre en un campo de centeno, aunque llega demasiado tarde para salvarlo y el hombre se suicida.
Por su parte, en El arrebato de Lol V. Stein, la historia de Lol V. Stein que ve cómo, en el transcurso de un baile, otra mujer, Anne-Marie Stretter le arrebata a su novio, Lol V. Stein es como aspirada por esa escena, quedando atrapada en ella en la que esa mujer se lleva a su amante. Encontramos la misma estructura, que bien podríamos definir así: Podemos descubrir lo que sostenía un amor cuando éste llega al final y somos substituidos por otro objeto de amor.