Reseña: la prohibición del trabajo infantil, que es una normativa para preservar los derechos de los niños, trata de dar límite a la situación de empobrecimiento generalizado y a la falta de protección del Estado. Existe una proliferación de normativas que apuntan a Estados ideales, no realizables, en países pobres. En Colombia la pobreza alcanza el 48% y la indigencia el 17%
Las contrataciones ilegales en condiciones de explotación a menores de edad, constituyen solo uno de los efectos de normativas que estandarizan y controlan socialmente, sin ofrecer medidas protectoras del Estado para la infancia. Estas normativas vienen al lugar donde debería estar el compromiso en acto con el derecho de los niños a la vivienda, a la alimentación, a la educación, a la protección. La falta de garantías, se cubre con retóricas vacías sobre los derechos.
El trabajo infantil hace serie con una red de situaciones de precariedad que parte de que los adultos no tienen ni acceso al trabajo, ni trabajos dignos. Subyace una mentalidad en la que el sujeto desaparece como lugar de lo humano; la existencia se mecaniza y lo único que tiene importancia es el dinero, sin que ello esté atravesado por ninguna ley; lógica que da lugar a las diferentes formas de explotación de los niños. En esa mentalidad, se hace equivaler pobre=delincuente=subversivo. Estas son las nuevas formas de servidumbre a amos modernos, cada vez más oscuros. El Estado no tiene legitimidad, ni hay vigencia del contrato social.
Una perspectiva posible implica que el niño tenga el lugar de un sujeto responsable, que no sea sustraído de ello y sometido a gozar sin límite, o como objeto de la complacencia del Otro. El niño trabaja al jugar, crea y construye vínculos con otro. El tratamiento que se le ha dado a los discursos sobre los derechos, los convierten en imposiciones; sin la orientación a la responsabilidad de cada uno sobre el goce, ni al “saber hacer” con el síntoma.
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