ANUDAMIENTOS 34 Stella Cortés se sirve del concepto Lacaniano de lo simbólico para abordar, desde un punto de vista político, el debate sobre el conflicto interno colombiano. La articulación con el tema de nuestro Congreso en Buenos Aires, es introducida por la autora al indicar que el deterioro del poder civilizador del orden simbólico se ilustra en el hecho de que en la actualidad la guerra se ha vuelto un negocio rentable para las partes en conflicto y la negociación se hace cada vez más difícil, pues a partir del acontecimiento de las Torres Gemelas el actor armado que confronta al Estado ha pasado a ser terrorista y ha perdido su estatus político de beligerancia. Héctor Gallo Conflicto interno colombiano – Cambio en lo simbólico Este trabajo se propone una reflexión política del conflicto interno colombiano, haciendo uso de la categoría de lo simbólico, tal como la ha desarrollado el psicoanálisis lacaniano, para dar cuenta del tema que nos convoca: lo simbólico en el siglo XXI ya no es lo que era. El conflicto interno, que atraviesa buena parte de la historia colombiana, muestra de manera inequívoca la precariedad de la formación del Estado-nación, debido tanto al carácter patrimonial de nuestras instituciones políticas, como a la índole rapaz y rentística de nuestro sistema económico.[1] El conflicto interno colombiano, internacionalizado por intereses políticos y económicos de la comunidad internacional sobre la región andino-amazónica, también lo está por el interés del gobierno colombiano en impedir el status de beligerancia a los grupos armados, y para la obtención de recursos económicos, de la misma comunidad internacional. Para nadie es un secreto, la situación generalizada de violencia y la complejidad de las guerras internas que vive Colombia. « La guerra en Colombia comenzó con las luchas por la tierra y acabó en una lucha por las bonanzas ».[2] (2) El reconocimiento explícito del carácter beligerante de las Farc-Ep por los Convenios de Ginebra del 12-08-49 y en especial con los Protocolos adicionales a éstos, hizo posible, durante la década del 80, conversaciones, incluso la firma de acuerdos y la desmovilización de diferentes grupos armados. Pero el ataque a las torres gemelas en EEUU el 11 de septiembre de 2001, y la « coincidencia con un gobierno de derecha, en ese país, estrechó la alianza binacional, acentuó el « garrote » del Plan Colombia y le añadió el tinte antiterrorista. La alianza implicó más apoyo y mayor injerencia de Washington en el conflicto interno colombiano, más convergencia en la definición del enemigo–narcoterroristas y más atención a las prioridades de Estados Unidos: droga, petróleo y derechos humanos ».[3] El ataque a las torres gemelas en Estados Unidos, como símbolo de la seguridad, volvió al mundo entero más inseguro y desconfiado. « Ante la falla en los semblantes, que se profundiza, sale a la luz un doble deseo, según la ley de hierro del superyó. Un invasivo llamado a la seguridad y su corolario: la instalación de una sociedad de vigilancia con su panóptico loco ».[4] « El debate por la definición de « conflicto interno », al referirse a la confrontación de grupos armados ilegales contra el Estado en Colombia, obtuvo especial importancia durante la presidencia de Alvaro Uribe. Durante este período, ocho años de gobierno, se calificó a las guerrillas de amenaza terrorista y no de grupo guerrillero, que ya no tenía ningún proyecto político, y que si se aceptaba la existencia de un « conflicto interno » se les daría poder a las Farc, lo cual entorpecería el logro de la paz. Se negó la existencia de un conflicto interno y los grupos armados perdieron la denominación de guerrilleros ».[5] La no aceptación del conflicto interno deja al país en una situación de guerra total, que beneficia la estructura de la misma. Colombia destina el 6% de su Producto Interno Bruto al presupuesto militar. El nuevo gobierno de Juan Manuel Santos, a diferencia del anterior, acepta la existencia en el país de un conflicto interno, que hace posible la expedición de la ley 1448 de 2011 « por la cual se dictan medidas de atención, asistencia y reparación integral de las víctimas del conflicto armado. No obstante lo anterior,<Santos impulsa un proyecto de reforma que devuelve a los jueces militares el conocimiento de los crímenes comunes cometidos por soldados « en acto de servicio ». Esta borrando con el codo de presidente lo que escribió con la mano de ministro>.[6] Con lo anterior, sale a la luz un doble deseo, según la ley de hierro del superyó. Por un lado la promulgación de una ley de reparación a las víctimas, y por otro impulsar en el Congreso un proyecto de reforma que devuelve a los jueces militares el conocimiento de los crímenes comunes cometidos por soldados « en acto de servicio ». Toda ley tiene un núcleo loco de quien produce la ley. Este breve recorrido, de aceptación y negación del conflicto interno colombiano, mediado por la contingencia de la caída de las torres gemelas en E.U., evidencia el dinamismo del orden simbólico, el cambio constante, la caída del orden existente, « la fragilidad de las ficciones que constituyen nuestro mundo ».[7] Todo cambio político implica un cambio en el orden simbólico. Ese cambio en lo simbólico se logra mediante discursos, leyes, imágenes, actitudes. « El gran Otro mueve los hilos, no es el sujeto quien habla, sino que es hablado por la estructura simbólica ». El Otro, como cultura, como sociedad, como lenguaje. Es importante para la sociedad colombiana hacer conciencia de su estructura simbólica, por las consecuencias que ello acarrea. El orden simbólico cambia de manera continua durante la vida de los sujetos, de los pueblos, va y viene. « Casi como Hegel dijo, hay un espíritu en movimiento ».[8] La aceptación del conflicto interno colombiano, « que se origina en una estructura social y política que reproduce y aumenta las desigualdades económicas e impide la oposición democrática a este estado de cosas », por parte de toda la estructura del poder, debiera hacer posible una negociación de paz que ponga fin a la violencia que instaura la guerra, y el Estado se dedique a cumplir los fines para los cuales fue constituido.[9] Desde mi formación en economía, y conocedora de la fragilidad de los principios que la soportan, respondo a mi deseo, al proponer una lectura de los fenómenos económicos y sociales, diferente a la sustentada por la economía, que desvele lo real del sujeto del psicoanálisis, como una de mis motivaciones para incursionar en el mismo. Stella Cortés
[1] Molano, A. El Plan Colombia y el conflicto armado. Texto leído ante el Parlamento Europeo. Comisión de Cooperación al Desarrollo. Bruselas, septiembre 12 de 2000
[2] Informe Nacional de Desarrollo humano 2003. El Conflicto, callejón con salida, pág. 6
[3] Ibíd
[4] Laurent, E. « El orden Simbólico en el siglo XXI ». Consecuencias para la cura, 22 de julio 2010
[5] Wikipedia.org/wiki/Conflicto armado en Colombia. Debate por la definición de conflicto interno y beligerancia
[6] Caballero, A. Revista Semana, 6-12-2011
[7] Laurent, E., Ibid
[8] Zizek, S. Cuando lo simbólico cae. Documento de Internet.
[9] Molano, A.El plan Colombia y el conflicto armado,óp., cit.