LOS AUTISTAS Y EL PSICOANALISIS: OTRO ENCUENTRO, por Antonio Aguirre*
Ha sido una fórmula de Lacan decir que en la psicosis el inconsciente se presenta a cielo abierto. Y en el llamado autista esto es verificable desde el principio mismo. Allí está el lenguaje, y los sentidos trabajan perfectamente para hacer posibles todo tipo de percepciones, pero en el goce de estos niños, no hay el anudamiento que hace nuestra vida de neuróticos. ¿Sufren? Todo parece indicar que su convivencia con el Otro está marcada por la amenaza, el miedo, la agresión.
El encuentro con el Otro, descripto como « un choque de cuerpos celestes » por uno de los operadores en el documental, en ciertas ocasiones no trae la consecuencia de lo que hoy llamamos « la locura de todos », sino una diferente, una que no tiene ni siquiera la apariencia de aquella que nos da el imaginario de los nombres del padre.
Los psicoanalistas, después de Lacan, tienen un desafío: no retroceder ante la psicosis. Es decir que en la reiteración de ese encuentro brutal, de ese cuerpo en órbita singular con un analista, algo radicalmente diferente acontezca. Es un recomenzar, el nacimiento -en los términos de los Lefort- de un Otro que no sea la imposición del mito neurótico. Entre los autistas y los operadores psicoanalíticos ha ocurrido, ocurre y ocurrirá lo que nunca pasará con la humanidad en su conjunto: la construcción de una subjetividad libre de las pasiones criminales que se visten como misiones bondadosas de amor al padre.
Lacan acudió, durante mucho tiempo, al hospital psiquiátrico. Estaba demasiado lejos de los ideales revolucionarios que ya en su tiempo prometían liberar al loco, hacerlo un paradigma y modelo. Véase a Laing y Cooper, quienes no dejan de conmovernos en sus denuncias contra la explotación y miserias del mundo.
Cuando se lee a Lacan uno puede percibir el desaliento que las necedades colectivistas le producían. Trataba, quizás con poco éxito, de enseñar algo en las llamadas « presentaciones de enfermos »; trataba de decirnos que la condición del cuerpo-que-habla, no tiene remedio, que los delirios, sean únicos o compartidos, llevan a la autodestrucción, y que el psicoanálisis, esa práctica difícil al extremo, ajena a la gloria y a la plaza pública, era al menos algo mejor que los proyectos de la normalización salubrista.
Jessica Jara, Comisión Editorial Boletín « A Cielo Abierto »
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