Gloria González nos trasmite algo de su encuentro con la ultimísima enseñanza de Lacan, y todo lo que implica repensar la práctica del Psicoanálisis cuando propone un acento que se desplaza del sentido a lo sentido.
Gloria González
La afirmación el Inconsciente es el misterio del cuerpo que habla, me resulta en principio un enigma a intentar descifrar, una tesis a poner a prueba, una investigación que hace poco iniciamos en el Campo freudiano. Me llama la atención que eso que se nos plantea como misterio, aparezca de un momento a otro como algo develado, casi obvio, sobre el que se elucubran muchas ideas. Por mi parte, prefiero darle un tiempo a la contemplación del misterio, dejarme sorprender por su hallazgo en la última enseñanza de Lacan.
Para mí, exige un tiempo que no es el del apresuramiento, un tiempo para intentar comprender, tanto esta afirmación que pone de cabeza nuestros conceptos, como sus efectos en la práctica analítica.
Los temas que nos ponen hoy al trabajo en la AMP, no son para sentirnos seguros y tranquilos, nos convocan a cambios de paradigmas que no se asimilan de un día para otro, nos ponen a repensar nuestra experiencia, nos instan a desplazar el acento del sentido a lo sentido como un evento real en el cuerpo. Nos exige una operación de máxima reducción, que apuesta a aislar los elementos primeros, contingentes, de la experiencia de estar en el mundo y sus efectos al hacernos a un cuerpo. El momento del Congreso será una ocasión privilegiada para escucharnos sobre esta nueva orientación.
La que llamamos ultimísima enseñanza de Lacan nos deja ante un vacío, sin los soportes conceptuales con los que contábamos en la teoría, pero contamos con una orientación, la de un real, el misterio de un instante contingente que se perpetúa en la vida del parlêtre. Un cuerpo habla, y en lo que dice se filtra lo incomprensible, lo que no tiene nombre ni significante que lo represente, y que, no obstante, permea el decir, se cuela por los orificios de las palabras, y afecta, conmueve el cuerpo que emite esas palabras. El cuerpo también habla sin palabras, habla en la forma de aproximarse o guardar distancia, habla con sus inhibiciones, con sus síntomas, con la angustia que lo agita y lo desvela, con su intrepidez o sus titubeos, el cuerpo habla con los actos y los lapsus, no hay manera de que no diga algo.
El misterio que nunca podrá revelarse plenamente, me evoca el silencio infranqueable de la pulsión que no cesa. La última enseñanza de Lacan, parece convocarnos precisamente, a estar en condiciones de poder escuchar los sonidos de ese silencio y de hacerlos resonar.