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Todos los miembros y asociados de la NEL están invitados a participar en este boletín con sus textos, comentarios, notas y observaciones sobre los temas del debate. Moderadora: Clara María Holguín Carlos Márquez, miembro de la NEL-Caracas (AP), presenta el texto de Claudia González, asociada de la NEL-Guatemala, incitando al debate sobre el simulacro de identidades planteado por la política y el mercado y la oferta psicoanalítica. —————————————————————— El texto de la colega Claudia González de Guatemala nos muestra que el sufrimiento de quien llega a consultarnos es un sufrimiento moral. Lo sepa o no. Sea como fuere que se ubique con relación a los « universales » que lo sostienen tanto a él como a su sufrimiento. Algo que aparece tan claro en el uso del fragmento del cuento de Poe queda sin embargo un poco deslucido con el inicio del artículo. Si bien esos « semblantes evanescentes que toman a menudo la forma de objetos desechables de consumo » no tienen proporción con la pregunta por el « quién soy », son puestos en primer plano como parte fundamental de esta dialéctica y no como otro efecto. Si hacemos depender nuestro sufrimiento moral y el de los que vienen a consultarnos de otro efecto equivalente estamos desorientados. Es decir, tal y como están las cosas, estamos perfectamente adaptados. No es que Claudia lo haga así. El interés de su texto está en que algo grita en él y no puede decirse porque requiere de cierta censura en el habla contemporánea. Por eso aparece por trozos en algunos de los grandes conceptos de nuestra tradición occidental. Aparte del concepto de Goce, que reintroduce por el psicoanálisis la dialéctica entre la satisfacción y el sufrimiento, se pasea por los conceptos de Ser y de Verdad. Ésta, medio dicha como corresponde al modo como puede existir en nuestro discurso, es quien grita a lo largo de todo el texto hasta el final cuando se anuda con el concepto de Vida. Ojalá que el tema de nuestro próximo congreso nos permita discutir si es cierto que este simulacro de identidades que plantean el mercado y la política constituye la última palabra sobre lo simbólico o si en ese orden existen, además de ideales y semblantes, cosas fijas que no dependen de los modos de hablar y que constituyen tanto la causa del sufrimiento moral, como la condición de posibilidad de su superación. A esto apuntaba fallidamente el régimen paterno. Que el psicoanálisis haya colaborado en justicia con el derrocamiento de su gobierno mediante su interpretación, no implica que nos encharquemos en la feria de las vanidades a la que somos convocados. Carlos Márquez
LA IDENTIFICACIÓN EN LAS PSICOSIS
Claudia González
La actualidad en occidente está plagada de identificaciones evanescentes. Semblantes que, a menudo, toman la forma de objetos desechables y de consumo y que, paradójicamente, tratan de responder a la pregunta ¿quién soy?. Estas identificaciones están relacionadas con el vínculo social, el cual está fundado en la culpabilidad (por la cuestión del asesinato del padre). El neurótico hace lazo, se identifica, de manera general, de esta forma. Pero en otras ocasiones, nos encontramos con sujetos, psicóticos, para quienes el vínculo está desanudado, planteando así el tema de la identificación como una cuestión sin mediación, para la cual hace falta una suplencia del Nombre del Padre. Para el sujeto psicótico, una identificación adquiere la calidad casi de imperativo, de epifanía, incluso de mortificación. El ser y la verdad del sujeto están comprometidas aquí. Así, mientras que en la neurosis, a pesar del sentimiento de falta en ser, el sujeto está anclado a una identificación fundamental, en la psicosis ésta se encuentra comprometida debido al rechazo de la afirmación primordial en la forclusión. Esto, deja que la dimensión imaginaria adquiera un peso relevante y decisivo en cuanto a las paradojas más extremas a las que se enfrenta el sujeto psicótico en el campo de las identificaciones. Sin embargo, más allá de esto, queda pendiente una forma de identificación que aloje de un modo más efectivo el goce del sujeto. Nos adentramos entonces en la cuestión sobre la identificación en las psicosis, que plantea de entrada el problema del ser en esta estructura. Sabemos que Lacan encuentra, en primera instancia, su fórmula general de la locura en Hegel en tanto los desarrollos dialécticos del ser humano, ya que en ellos se realiza una suerte de “estancamiento” del ser en una identificación. En las psicosis hay una dificultad importante en el eje a-a¢, la identificación no tiene un carácter de mediación, sino más bien de infatuación. Así, podríamos decir que el escollo en el desarrollo dialéctico se pone en evidencia en la relación con el lenguaje, por ejemplo en la “dificultad de asumir la responsabilidad de la enunciación, la interrupción de las frases que se manifiesta por frases rotas y palabras quebradas o desgarradas, la importancia que se concede a la voz, la sensación de tener la mirada como enemigo”.1 La clínica de la psicosis, descansa, dice Miller en “De la naturaleza de los semblantes”, en la identificación y, de cierta manera, en la falta de identificación. Ya no se trata entonces de la identificación con el semblante propio, con la imagen de sí, sino de la identificación fálica, al goce. El psicótico se somete entonces a deber ser el falo, mientras que el neurótico desea serlo. A propósito de este tema, me gustaría recordar el cuento de Edgar Allan Poe “William Wilson”, en el que el narrador, un aristócrata derrochador, denuncia la manera en que ha sido tentado en su pasado, razón por la que no siente culpa ante su derroche. Wilson relata su infancia y adolescencia, su paso por un colegio isabelino en donde conoce a un chico parecido a él, con el mismo nombre y nacido el mismo día. Ambos empiezan a competir, hasta que Wilson descubre que el chico tiene su misma cara. Inmediatamente huye del instituto y descubre que su doble se marchó el mismo día. El protagonista empieza a ganar más dinero cada vez, usando el engaño cuando juega a las cartas y seduciendo a una mujer. Durante esta época, el doble aparece repetidamente con el rostro cubierto susurrando cosas a los otros sobre el comportamiento de Wilson. Cierto día, en un baile en Roma, arrastra a su doble a una antecámara y lo mata. En ese momento, aparece un enorme espejo en el que Wilson ve el rostro del muerto, quien ya no hablaba susurrando. Siente entonces que él mismo estaba hablando mientras el muerto decía “You have conquered, and I yield. Yet henceforward art thou also dead –dead to the World, to Heaven, and to Hope! In me didst thou exist –and, in my dead, see by this image, which is thine own how utterly thou hast murdered thyself.”2 Este cuento, nos pone de manifiesto tanto el tema del “doble” en las psicosis como el tema de la falta de “mediación” en sus identificaciones y de esas paradojas extremas en las que el sujeto psicótico se ve librado. En estos casos, la identificación es directa al goce, fálica y en ocasiones, como la del personaje de éste cuento, puede terminar con la muerte del propio sujeto. En otros, como el de Joyce, Cantor o Wittgenstein, puede ser precisamente lo que anuda los registros del sujeto y le permita construir algo que esté del lado de la vida. 1 Naveau, P. (2009). Las psicosis y el vínculo social. Ed. Gredos, Madrid.
2 Poe, E. (2002). Complete Tales & Poems. Castle Books, New Jersey.
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