¿ME AMAS? ¡DÍME LA VERDAD!
EDITORIAL
El amor y la verdad… ¿Me amas?, ¿me amas de verdad?
… ¿Cuánto se le pueden creer a las palabras? ¿Cuál es la relación entre
el amor y el saber? Entonces, mejor las pruebas de amor, las promesas
de amor eterno, el anillo de compromiso, la garantía del juntos para
siempre. Sin embargo, Miller nos recuerda que lo que ella necesita son
signos de amor.
Eréndira Molina Espinosa y Viviana Berger nos
acercan dos comentarios que nos permitirán iluminar algunos puntos de
estas cuestiones.
LA VERDAD EN PSICOANÁLISIS, por Eréndira Molina Espinosa
Eso que hoy, para ustedes, no vacilo en escribir odioenamoramiento
es el relieve que el psicoanálisis supo introducir para situar la zona
de su experiencia. Fue de su parte testimonio de la buena voluntad. Si
al menos hubiese sabido darle otro nombre y no el término, bastardo, de
ambivalencia, tal vez hubiera tenido mayor éxito en conmover el marco de
la época en que se inserta. Pero acaso era modestia de su parte. La vez pasada, señalé que por algo se arma Freud del dicho de
Empédocles de que Dios debe ser el ser más ignorante de todos los seres,
porque no conoce el odio. La cuestión del amor se liga así al saber.
Añadía yo que los cristianos transformaron este no odio de Dios en una
señal de amor. Y aquí el análisis nos incita a recordar que no se conoce
amor sin odio. Pues bien, si nos decepciona este conocimiento fomentado
en el curso de los siglos, y si tenemos que retomar hoy la función del
saber, ¿no será porque, en él, no se ha puesto al odio en su lugar? (Lacan 1973)
La verdad para Freud es muchas cosas en primer lugar una lucha contra
la mentira y los vacíos de la ciencia, de los dispositivos clínicos de
su época, crítica fuertemente la manera en que son concebidos los
trastornos mentales y evidencia lo falso de las argumentaciones
científicas, que intentan dar cuenta de ellos, con lo que se permitió
cuestionar el conjunto de procedimientos clínicos a partir de los cuales
se trataba a los enfermos nerviosos, por otro lado la verdad también es
para Freud una condición humana de la que no queremos tener noticia,
Cuando dice, en su ya célebre carta de 1896 a Fliess: « no creo en mis neuróticas« ,
parece definir la posición del psicoanálisis frente a la verdad no como
adaptación a la realidad, porque lo importante del discurso del
neurótico no es la « realidad-verdad » de lo ocurrido, sino su discurso en sí.
Partiendo de esto Lacan retoma y trabaja el concepto de verdad, un
primer momento puede ser localizado en los artículos « Acerca de la
causalidad psíquica » e « Introducción teórica a las funciones del
psicoanálisis en criminología ». En ambos su planteamiento será similar,
aunque en el último comenzará a introducir lo que constituirá un segundo
momento en el concepto de verdad. Sin embargo, los dos se pueden ver
como un conjunto, ya que en ellos Lacan se refiere a la verdad como la
esencia del ser.
Cuando Lacan se refiere a la verdad como la esencia del ser, no es por
la verdad en cuanto a la realidad o cosas materiales, sino en cuanto al
lenguaje será la constante de su trabajo.
« El lenguaje del hombre, ese instrumento de su mentira, está atravesado de parte a parte por el problema de su verdad » (1946).
En este artículo, Lacan aborda el problema de la locura en
psicoanálisis. Y desde ahí hablará de la verdad. En el caso de la
locura, Lacan nos dice que el riesgo de ésta se mide por el atractivo
mismo de las identificaciones en las que el hombre compromete a la vez
su verdad y su ser. Cuando manifiesta que el ser humano es un puñado de
identificaciones, nos propone que la verdad no es sino la esencia del
ser.
Y acerca de la responsabilidad que se debe tener en este movimiento en
búsqueda de la verdad, dice Lacan que nadie lo sabe mejor que el
psicoanalista que « en la inteligencia de lo que le confía su sujeto,
como en la maniobra de los comportamientos condicionados por la técnica,
actúa por una revelación cuya verdad condiciona la eficacia » (1950).
Sería no tanto la verdad como revelación, sino la revelación de la
verdad, de la esencia del ser. Es decir, en tanto se encuentre la
« esencia » de las cosas, del ser, del sujeto, el psicoanálisis tendrá
« eficacia ».
Lo que implica que la verdad es siempre algo que está buscando pero no
como un saber, pues ¿cómo asegurar que alguno tenga la verdad?, se
vuelve una « verdad mentirosa »; es decir, la verdad es el saber en tanto
elucubración, constituyendo así la verdad como estructura de ficción una
alianza entre la verdad y la mentira, un punto o limite al saber, la
producción de algo que hace revelar al sujeto su forma de goce.
El odioenamoramiento, tiene que ver en este asunto, pues Lacan lo que
hace es recordarnos que no se conoce el amor sin odio y olvidarlo sería
ser ignorantes, pues es el odio una condicionante para ocuparse del
saber hacer un lugar donde Uno no puede escaparse de alguna forma de
articulación con algún Otro, que no hay un saber inscrito, que eso es
una de las tantas formas en que el amor no puede estar ni con, ni sin.
Bibliografía
- Lacan, J. El seminario 20: Aun. Paidós. Buenos Aires. 2012 pág. 110
- Biblia. Version Reyna Valera 1957. (Génesis 2:16-17)
- Freud S, Tratamiento psíquico tratamiento del alma. Vol. I O.C. Amorrortu. Buenos Aires.
- Lacan, J. (1946b), Acerca de la causalidad psíquica, en Escritos 1, Siglo XXI, México, 1984, pág. 142-183.
EL SIGNO DE AMOR PARA LA MUJER, por Viviana Berger
« Para una mujer, en efecto, el signo de amor es esencial. Ella
busca el signo de amor en el otro, lo espía. Quizá quepa decir que a
veces lo inventa. En ese aspecto, el signo de amor es tan frágil, tan
fugaz, que hay que hablar de él con todos los miramientos que se
imponen. El signo de amor es a la vez mucho menos y mucho más que la
prueba de amor. La prueba de amor siempre pasa por el sacrificio de lo
que se tiene, es sacrificar a la nada lo que se tiene, mientras que el
signo de amor es una nadería que se marchita, que decae y se borra si no
se la trata con todos los miramientos, si no le testimonian todas las
consideraciones. (Miller, Jacques-Alain, « Donc. La lógica de la cura »)
¿Cómo saber si la respuesta del Otro es una respuesta de amor?
¡Imposible! Miller dice « a veces lo inventa », « es frágil, es fugaz », « es
una nadería ». Su estatus es incierto. Solamente en la psicosis hay
certeza del amor o del odio del Otro, ahí es el goce del Otro. « El goce del Otro, del Otro con mayúscula, del cuerpo del Otro que lo simboliza, no es signo de amor »[1].
Para quien no es psicótico, siempre está el margen de incertidumbre,
la ambigüedad y la equivocidad; siempre podría querer decir otra cosa…
–finalmente esto es justamente lo que mantiene vivo el deseo, lo que le
permite perdurabilidad en el tiempo.
Entonces, será lo que ella cree escuchar en lo que es dicho en esas
palabras pronunciadas, pero que no valen por su sentido –valen por lo
que le hacen signo a ella, por el impacto no de las palabras de él, sino
del Otro que habla en él que resuena en el cuerpo de ella, y que
regresan sobre él, haciéndolo hablar, para volver a empezar… (conocemos
el valor de las palabras de amor). El deseo es indestructible, formulaba
Freud.
Pura contingencia, dichos sin saber que anudan cuerpo y deseo.
Si « Lo que suple la relación sexual es precisamente el amor »[2], si el
amor sostiene la ilusión de hacer Uno con otro, de cubrir la falta
haciendo existir la creencia en la relación sexual, quizás sea ese
margen de incertidumbre en relación al signo de amor –¿será? ¿no será?… ¿qué habrá querido decir?,
justamente porque no hay relación sexual- lo que mantenga abierta la
brecha que los separa pero que a la vez (o tal vez no, ¿quién sabe?) los
volvería a reunir – en algún otro nuevo buen encuentro.
Notas
- Lacan, Jacques. El Seminario. Libro 20. Aun », Editorial Paidós, pág. 12
- Ibid., pág. 59
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