Sobre “Plata quemada o los nombres impropios” de German Garcia
“Plata quemada” es una novela policial de Ricardo Piglia, publicada en 1997, basada en un millonario asalto al banco Provincia de Buenos Aires en 1965, y ganadora del premio Planeta. Este robo contó con la complicidad de políticos y policías locales. En su huida enloquecida los delincuentes asesinaron a los policías con quienes se cruzaban. Finalmente, se refugian en Montevideo y mueren sitiados luego de una intensa búsqueda y tiroteo.
El hecho es real, Piglia arma una ficción treinta años después retomando los nombres, ya públicos, con ligeras modificaciones. Y lo hizo como una “narración coral”, al estilo de una tragedia griega con una multiplicidad de voces en las que se incluyen las que escucha el gaucho Dorda. Inmediatamente después otro participante hizo impugnar el premio, y unos años más tarde Piglia recibió dos juicios de familiares por el uso de los nombres propios.
En el contexto de este revuelo, Germán García, amigo de Piglia, comenta la novela y se detiene en el uso de los nombres propios y, sobre todo, en la “plata” robada y luego quemada que funciona a la manera de una “carta robada”.
Su artículo fue publicado por primera vez en el año 2000 en “Hispanoamérica”, revista de literatura de la Universidad de Maryland (como me lo recordó Beatriz Gez), algunos extractos volvieron a publicarse en “Página 12”, y luego se volvió a publicar en Conceptual 1 y en Virtualia 1 en abril de 2001.
Antes que nada Germán, como solíamos llamarlo, nos sitúa en el contexto del acontecimiento del robo y su ficción, que se desentiende de la exactitud. Los nombres propios, públicos por el robo, se vuelven “impropios” en el cruce de lenguajes utilizados en la novela y les da un nuevo sentido. Esto lo conduce al punto de capitón del libro, y que también es el título del libro, que es el momento en que acorralados, Dardo comienza a quemar parte de la plata y a tirar sus trozos por la ventana. Dice Germán: “Quemar la plata es refutar, por ese acontecimiento mismo, la significación del asalto al banco”. La violencia “ilegal”, el robo, los asesinatos, pierden su sentido, se “hacen humo”. Con el revuelo por el premio generado después, el libro parece continuarse por fuera de su trama, en tanto que la “plata” ordena las subjetividades de quienes la roban, la custodian, y disuelve y arma lazos sociales de la banda con su entorno, incluso con quienes los persiguen hasta Uruguay. Dentro de la banda misma existe una disparidad subjetiva puesto que para cada uno el dinero cobra otro valor en la medida en que queda asociado a las drogas, a mujeres o a negocios futuros.
En realidad, los nombres nunca son propios, son impropios en la medida en que vienen del Otro y cada uno se llama como lo llamaron. “Cambiar la vida, dice Germán, es cambiar el valor del nombre. Algunas veces ocurre, entonces el sujeto ya no depende del valor que su padre dio a ese apellido, más bien será quien termina por nominar a los suyos”. Indica entonces que el libro busca reinterrogar los nombres de la crónica policial y detenerse en cómo cada uno, en forma singular y en el tejido de su historia, consume su vida concluyendo en la ejecución de un mal puramente banal.
Podemos agregar que Germán García, con su comentario y su gusto por la lectura y los libros, nos nombra como lectores, como quienes estudian a través de sus justas reflexiones y despierta nuestro deseo. Su escritura y su pasión orientó a varias generaciones hacia el psicoanálisis, poniendo así en acto su nombre de deseo.
Lo extrañaremos.