CONVERSACIÓN CLÍNICA
Barcelona, 23 y 24 de Febrero de 2008
Precariedad del vinculo social en las psicosis ordinarias
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La Conversación Clínica 2008
por Graciela Martínez
Bajo el título Precariedad del vínculo social en las psicosis ordinarias tuvo lugar la Conversación clínica anual del Instituto del Campo Freudiano en España.
Convocados por este verdadero acontecimiento, se dieron cita en Barcelona participantes de las Secciones Clínicas, grupos de investigación, Seminarios del Campo freudiano de España e incluso inscriptos provenientes de Francia y Argentina. Cada uno, previamente, pudo tener acceso a la lectura de los casos, como así también a las preguntas en torno al tema que la comisión organizadora realizó a distintos analistas. Una vez más contamos con la presencia de Jacques-Alain Miller quien, con sus precisiones clínicas, relanzaba las preguntas.
Seis casos presentados por Ricard Arranz, Eugenio Díaz, Graciela Sobral, Jorge Sosa, Miguel Angel Vázquez y Liana Velado compusieron la mesa coordinada por Vicente Palomera y Mercedes de Francisco.
El primer caso, una mujer que consulta por un dolor en el cuerpo del que demanda el diagnóstico de fibromialgia y que, en nueve sesiones, puede dialectizar el goce y retomar el vínculo social y profesional, permitió algunos esclarecimientos de la clínica diferencial entre la psicosis y la histeria. Pero fundamentalmente permitió a J.-A. Miller, ante la evidencia de los efectos terapéuticos, subrayar la importancia de la pragmática y su transmisión. Nos confrontó a la pregunta de cómo decimos lo que hacemos y este fue un eje que se sostuvo a lo largo de la Conversación, con distintas intervenciones que apuntaron a la necesidad, para salir a lo público, de aprender a formalizar este pasaje a la episteme.
El segundo caso sirvió para mostrar el bricolaje que el analista ayudó a componer, bricolaje del que el sujeto se sirve para insertarse en un discurso y con ello pasar de una vida marcada por “ser el que sobra” a nombrarse “la torna”, que le permite añadirse en la serie de otra manera. El caso mostró además, en su particularidad, la transformación que el sujeto hace de la función social habitual del bar en un lugar asocial donde encuentra el goce autista del alcohol y piezas sueltas del saber, pero por donde le resulta necesario pasar para establecer el lazo familiar.
La presentación con la que se cerró la mesa del sábado permitió precisiones sobre la clínica diferencial entre la psicosis y la fobia. El caso de una mujer en la que aparece la angustia, con su correlato en el cuerpo, cuando su hermano enferma de gravedad, abrió a los interrogantes por si se trataba de un goce no localizado por el falo y en consecuencia el esfuerzo del sujeto por localizarlo en los síntomas (no poderse trasladar sola y la necesidad de hacer pis) o bien (con el síntoma de la necesidad de hacer pis) esperar algo que al final no viene, el falo. J.-A. Miller señaló la significación de castración que tenía la presencia de este hermano para la paciente, lo que permitiría entender por qué al morir éste se producía de manera sorpresiva una importante restitución de la vida en ella.
La mesa del domingo se abrió con una presentación clínica que permitió ver cómo los fundamentos del lazo social resultaban atacados por la no pacificación de la relación imaginaria; explicándose de este modo el impulso del sujeto a desaparecer de la escena. Este caso sirvió para mostrar el desfase entre simbólico, real e imaginario y la posibilidad de escuchar el acento de singularidad en las palabras del psicótico, donde no se trata del contenido de éstas sino del tipo de sentimiento que se expresa.
A continuación, el quinto caso, el sujeto que se sirve de la figura de “Ícaro” para mantener a distancia la invasión de goce, introdujo a la discusión precisiones sobre el concepto desinthome. Por otra parte se trabajó el uso particular que hace este sujeto de los objetos de la industria, lugartenientes del objeto a que no hay, para conectarse con los demás.
En el último de los casos se recortó la frase que se fabrica el sujeto “Uno como los demás”. Frase que sirvió para interrogar este Uno autosuficiente, aislado, que al mismo tiempo que preserva al sujeto de lo imposible de soportar, le permite sostenerse en el mundo con una cierta movilidad. Respecto de la precariedad del vínculo social se pudo situar la función de la transferencia que permitía abrir y sostener una modalidad diferente de vínculo para el sujeto.
Hacia el final de la Conversación, J.-A. Miller planteó el interrogante de cómo transmitir, frente a los valores actuales de eficacia y rapidez, la docilidad del psicoanalista, que ofrece un lugar de existencia para aquellos que no pueden tener una vinculación social y posibilita nuevamente una inserción en el lazo común.
Más aún, se preguntó si no deberíamos ir al límite de plantear que cada ser hablante merece un psicoanálisis, en tanto todo el mundo padece de algunas palabras y, para relacionarse con los demás, necesita deslibinizarlas. Al respecto señaló la respuesta de los CPCT frente a las promesas de bienestar en la civilización.
En este marco, cuando J.-A. Miller dijo que el psicoanálisis debería ser para todos, ¿no advertía más bien del riesgo de que en el porvenir no lo sea para nadie?
Inquietud que supo transmitir y que logró despertarnos al trabajo de extraer todas sus consecuencias.