Argumento
El trauma ya ocurrió y no hay marcha atrás. Los analistas le damos un lugar, tanto en las curas psicoanalíticas como también en encuentros puntuales que a veces ofrecemos en circunstancias particulares.
El tema que orienta el trabajo de nuestra Conversación, navega sobre las aguas del psicoanálisis en intensión y en extensión. Estas nociones, tal como lo señala Lacan mantienen entre sí un horizonte de anudamiento,[1] es decir, que la posición obtenida en la intensión permite también orientarse en la extensión.
El significante trauma ‒cuya difusión estuvo impulsada por el propio psicoanálisis‒ se ha extendido al discurso corriente: se lo usa para explicar mucho y se sueña con que sirva para prevenir otro tanto.
La ampliación de los alcances del discurso de la ciencia ha hecho que las dimensiones de causa y efecto sean utilizadas en un intento de hacer un uso generalizado de aquello que devendrá traumático.
Al mismo tiempo que se vuelve más transparente y se transforma en una noción de sentido común, se torna más enigmático a qué le llamamos trauma en psicoanálisis.
Será, entonces, fundamental situar qué es aquello que para nosotros hace que un acontecimiento adquiera el valor de trauma.
En sus diversos aspectos, es un tema que recorre la historia del psicoanálisis. Fue fundante en su nacimiento, antes del 1900. Lacan lo sigue evocando hasta el final de su enseñanza en 1980.[2] Última enseñanza de la cual todavía nos queda seguir extrayendo consecuencias para orientarnos hoy en una problemática que se muestra más que actual.
Mientras Freud hace una lectura diacrónica respecto del trauma, Lacan con el axioma de la no relación sexual brinda una fórmula sincrónica. « De algún modo esto nos da el axioma de los traumas, y no nos permite saber cuándo, cómo ni con quién se produjo o se producirá el trauma… »[3]
Al traumatismo psíquico, fue Freud quien lo introdujo. Del trauma de seducción como incidente realmente acontecido y su abandono, que da lugar a la fundación del psicoanálisis como tal, hasta los sueños traumáticos de repetición como ejemplo del fracaso del principio del placer y la ubicación de la pulsión de muerte como horizonte intrínsecamente humano, el trauma se liga a la irrupción de un goce.
Por supuesto, cabe preguntarse ¿de qué goce se trata?, ¿es un goce en sí mismo traumático?
Una vez despegado de la causalidad psíquica, Lacan opera arrugando al trauma y lo articula con los significantes agujero (trou), humano y síntoma. Nos habla entonces de troumatisme,[4] de los troumains[5] y de lo que sintraumatiza.[6] Tenemos aquí, tres vertientes, que a la vez se articulan entre sí, y pueden guiar nuestra tarea.
Este año, lo totalmente inédito que nos atraviesa a nivel mundial tiene un nombre: COVID-19. Produjo una perforación sin precedentes de todos los discursos.
Nos encontramos frente a un acontecimiento que, por un lado, nos interroga sobre la actualidad del concepto de trauma, y por otro, sobre las herramientas con las que contamos para leer los diferentes modos de respuesta que van apareciendo, tanto a nivel colectivo como individual.
Es justamente sobre el agujero del trauma, en el lugar de ese real, que el fantasma como pantalla intenta recubrir ese primerísimo encuentro traumatizante y, al mismo tiempo, fundante del parlêtre. En una segunda vuelta, algo será traumático cuando su impacto sea tal que rompa o rasgue esa pantalla. Pantalla fantasmática que funciona como velo y, a la vez, como obstáculo para servirse de lo que allí cada quien encuentra como respuesta, puesto que es a partir de esa hendidura que surgirá el síntoma como respuesta a lo traumático de lo real.[7] Punto que abre un renovado interés sobre la noción de síntoma en tanto invención singular frente al agujero estructural. Lugar en el que « uno inventa lo que puede ».[8] Los testimonios de los AE pueden ser un lugar privilegiado dónde ir a buscar trazos de lo singular de esos inventos.
No hay, por supuesto, un tratamiento preestablecido en la clínica en intensión, pero tampoco lo hay en la extensión. Frente al agujero que crea el trauma, puede ser curativo lograr restituir la trama de sentido que estuvo presente en la irrupción del mismo. Sin embargo, al mismo tiempo que se le propone al parlêtre comunicar la experiencia traumática, sabemos que por estructura experimentará los límites de la comunicación, S(%).
En este punto, nos preguntamos: si no es por la vía del sentido, ¿cómo juega su partida el acto analítico respecto del trauma?, ¿de qué modo la noción de trauma interroga profundamente sobre cómo entender la operación analítica?
Esperamos, entonces, los aportes de cada analista, uno por uno, a partir de los cuales podamos realizar un trabajo de elaboración colectiva.
Nicolás Bousoño, Irene Greiser, Esteban Klainer y Débora Rabinovich
Mirta Berkoff (Mas uno)
Agradecemos la imagen de la artista Alicia Leloutre
NOTAS
- Lacan, J.: « Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la escuela » en: Otros Escritos, Paidós, Bs. As., 2012, p. 274.
- Lacan, J.: « El malentendido », en Ornicar? 23, 10 de junio de 1980.
- Miller, J.-A.: Causa y consentimiento, Paidós, Bs. As., 2019, p. 138.
- Lacan, J.: Seminario 21, « Los no incautos yerran », clase del 19 de febrero de 1974, inédito.
- Lacan, J.: Seminario25, « Momento de concluir », clase del 17 de enero de 1978, inédito.
- Lacan, J.: El seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Bs. As., 2006, p. 160.
- Miller, J.-A.: « Sobre die wege der symptombildung » en: Freudiana 19, ELP, Barcelona, 2001, pp. 7-56.
- Lacan, J.: Seminario21, « Los no incautos yerran », inédito.