dictar la cuarta conferencia del ciclo ¿Qué
es el psicoanálisis Lacaniano? Comenzó contando el sueño parabólico en el
que Chuang Tzu soñaba que era una mariposa y que concluía: “Pero ahora no puedo saber si soy Chuang Tzu
que soñaba que era una mariposa o soy una mariposa que sueña que es Chuang
Tzu”. Expresión de una inquietud ontológica que se plantea al sujeto
hablante: ¿Cómo estar seguros de que lo que vivimos no es un sueño?
Incertidumbre respecto a la identidad que, muy bien, puede estar en el origen
de una demanda de análisis. Si la mariposa y Chuang Tzu son diferentes, ¿cómo
asegurar esa diferencia? La imagen narcisista del yo, al despertarse, no le
otorgaba certezas, Chuang Tzu no era idéntico a sí mismo, sino que estaría
dentro de una posición de no saber, clave para querer saber lo que cae por
fuera de la pantalla imaginaria en la que se instalan los “cuerdos”.
Incertidumbre vital sobre la que se volcó el pensamiento occidental: Platón con
el mito de la caverna y el privilegio de la idea; el materialismo, opuesto a la
idea; el psicoanálisis, acentuando la importancia del inconsciente en
detrimento de la realidad social; el discurso religioso instaurando la verdad
revelada, etc.
Dualidades entre idea/materia, alma/cuerpo,
psique/instinto, subjetivo/objetivo, superadas por el
psicoanálisis al introducir el tres que nos orientaría en la estructura. Se
trata de la relación entre los sexos y la inclusión de “la otra mujer, el tercero perjudicado, que toma forma en el fantasma
como requisitos del deseo, allí donde la relación entre dos no puede escribirse”.
Descartes fue tomado por Vilma en su
faceta de inaugurador del sujeto moderno y buscador de un camino vital
significado por su rectitud. Narró tres sueños del 16 de noviembre de 1619, dos
traumáticos y el último apacible, y que Descartes interpretó como mensajes
divinos. Los sueños fueron significados como alusiones a la filosofía, a la
sabiduría, a la verdad y falsedad de los conocimientos humanos y de las
ciencias, también hacían referencia a la soledad, a los peligros del Genio
Maligno y a la benevolencia de Dios guiando sus pasos. Desde ese estado de duda
pasó, años después, a la certeza del: Cogito
ergo sum. Naturaleza pensante capaz de separar lo verdadero de lo falso.
Con la garantía divina, Descartes llega a una identificación, en oposición a
las dudas de Chuang Tzu, preocupado por resolver los enigmas que le traía el
sueño.
Todo el discurso científico derivado del
cogito cartesiano tendería a eliminar la duda de Chuang Tzu por razones
objetivas. Se hizo entonces referencia a la carta 137 que, tres siglos después,
Freud dirigía a Fliess, donde confiesa un deseo, que en su casa fuese puesta
una placa con la leyenda: “El día 24 de
julio de 1895, el Dr. Sigmund Freud halló el misterio del sueño.” Hacía
referencia al sueño de Irma, con el cual tuvo la certeza del inconsciente,
ligado a la singularidad y no al para todos que caracteriza al discurso
científico, imponiéndose la evidencia de Otra realidad, de Otra
escena poderosa y determinante hecha de lenguaje. Es en ese ámbito en el
que el significante “mariposa” o la incertidumbre de Chuang Tzu toman su valor.
Aquí ya no se trataba de ningún
trastorno de la imaginación, de la percepción, como podrían sostener los
científicos, o los seguidores de Freud, que habían perturbado su creación. Por
su parte, Lacan había rescatado “la
dimensión ética de la vivencia del delirante, negándose a la estigmatización de
la locura y mostrándose dispuesto a recibir la lección acerca de la condición
humana que ella nos brinda”. Además, dio consistencia a los registros real,
simbólico, imaginario, indispensables para ordenar la experiencia subjetiva y
valorar las palabras según se inscriban en uno u otro registro, en lo cual se
demoró Vilma Coccoz a través de varios ejemplos.
Este sería el marco que posibilitaría la
solución a la parábola de Chuang Tzu, que permitiría alojar su singularidad y
establecer la raíz de la diferencia real entre la mariposa y Chuang Tzu.
Evocó entonces a Jacques Lacan: “Cuando era mariposa discernía cierta raíz de
su identidad, es decir, que era y es esa mariposa que se pinta con sus propios
colores… lo prueba que cuando es Chuang Tzu despierto no se le ocurre
preguntarse si es la mariposa que está soñando serlo”. Su ser de mirada, el
que pintó el significante mariposa con sus propios colores, raíz de su
verdadera identidad como ser de goce, puede encontrar un modo de alojarse en un
semblante, puede vestirse adecuadamente volviéndose presentable en el discurso
con el nombre de Chuang Tzu, que dio origen a la duda pero que, una vez hecha
la experiencia analítica, se vuelve un nombre de lo real, más allá de la
función del patronímico, desde el cual puede inventarse un partenaire.
En ello residiría la función social del
psicoanálisis, donde el no saber ocupa un lugar central. El analista es llamado
a hacerle un lugar a lo real de cada uno, al modo en que pinta los
significantes con los colores de su mirada, raíz de su existencia, escritura de
su mismidad, a sabiendas de que no hay modelos, ni identidades absolutas, y que
cada quien tiene derecho a instruirse en el modo singular, único, incomparable
en que se asomó a la vida a partir de las necesidades más humildes para
conseguir sacarle partido a su síntoma.
* Ciclo de CONFERENCIAS DE INTRODUCCIÓN
A LA ORIENTACIÓN LACANIANA
(Nucep-Madrid) ¿QUÉ ES EL
PSICOANÁLISIS LACANIANO? Coordinan: Amanda Goya y Gustavo Dessal