n° 328 –
Cuando yo estudiaba medicina, en la inolvidable ciudad de Córdoba, para obtener el diploma de médico cirujano, teníamos nuestros sujetos supuesto saber. Eran entre otros, dos franceses. Se llamaban Léon Testut (1849-1925) y André Latarget (1877-1947). Dos grandes anatomistas que nos hacían tanto soñar como sufrir. Con ellos aprendimos la anatomía, la disección de los cuerpos, la topografía de los planos y su constitución. Este recuerdo vino a mí al final de este Curso, el miércoles último que TLN quiere compartir con ustedes, estimados y estimadas lectores. En efecto, la elaboración de JAM en la Orientación Lacaniana, nos muestra esta vez, un verdadero curso práctico y teórico de disección, para los psicoanalistas. Es absolutamente inédito, convendrán ustedes en ello. ¿Qué es la disección? Es un término latino, introducido en la lengua del Curso, en 1538, viene de “disecare”, es decir: cortar. Es una acción. Consiste en disecar, separar y analizar las partes de un cuerpo organizado. En el sentido figurado, la disección es el análisis exhaustivo, en profundidad. Decimos: La disección de un problema (Petit Robert de la langue française). Ustedes leerán en este Curso, y verán que el tratamiento al cual JAM somete el “cuerpo simbólico”, no se acomoda tan mal a esta metáfora, que a modo de presentación les propone TLN.
(From l’Éditeur de TLN)
Jacques-Alain Miller
En el desastre de lo simbólico, lo imaginario del cuerpo subsiste. Es la reflexión que se impone cuando leemos en Internet, quizá alguno de ustedes lo haya hecho como yo, la descripción que encontré de mi persona, en este curso. (El auditorio escucha mal JAM alza la voz): En este curso. Socorro, sí* (risas)
Me he quedado mudo de asombro. Esto es lo que leí: JAM está contento y parece mucho más joven que hace un mes,(risas) con un buen estado físico (aérien), -entre comillas -a juzgar por sus desplazamientos sobre la “escena” (risas).Estas líneas son de mi amigo Luis Solano que, habitualmente, da en su boletín electrónico, un resumen, un pequeño compacto, del curso de la semana. Nunca imaginé que se vigilara de este modo mi salud, mi humor y mi figura. Es necesario que diga primeramente, y aquellos que conocen a Luis Solano no podrán más que aprobarme, que yo nunca tendré un aspecto tan ágil y tan elegante como él (risas), me veo forzado a pensar en ello, y temo que sea genético (risas).
Me veo también en la obligación de pensar en este valor – ¿camino bien como hay que hacerlo? (estallido de risa) – , en este valor de masa que se ha vuelto el mantenimiento del cuerpo, retrasar o maquillar el envejecimiento, y lo que podríamos llamar el acceso democrático a la belleza. Son valores que me cuesta mucho compartir con la época, habiendo sido formado en otros donde eso no ocurría. Lejos de mí la idea de criticarlo. Más bien lo admiro. Admiro más bien eso porque lo asimilé a algo así como vaciarse la cabeza. Es una aspiración que podemos tener. En todo caso eso me habla. La aspiración a la nada del pensamiento. No puedo considerar más que como alivio el pensamiento cero, en la medida en que me veo forzado a pensar, a partir de esta descripción sensacional, que yo, mis pensamientos me tienen atrapado, que mis pensamientos me gozan, como lo dice Lacan de los fantasmas. Diderot decía a su manera: Mis pensamientos son mis prostitutas. Señalaba bien que es un asunto de goce, y que no podemos discutir sobre ello, como los gustos o los colores.
Quizá tengo yo la facultad de producir endorfinas girando sobre un cierto número de pensamientos más que con movimientos del cuerpo. Pero en fin la ventaja de Diderot es que aparentemente él podía despedirlos. Eso son las prostitutas. Mis prostitutas se quedan permanentemente. Entonces cuando digo pensamiento, no crean que hay que poner esto muy alto, lo cual no estaría de acuerdo con la muy última enseñanza de Lacan. No entiendo por pensamiento la alta filosofía, sino lo que podemos experimentar como parásito del cuerpo vivo. No al servicio del cuerpo. No tomo esto como la contemplación de las ideas que sería lo mejor que podemos hacer. Tanto que, en ocasiones, este giro en redondo toma la forma de este mixto de lectura y de escritura que constituye la tarea de establecer el Seminario de Jacques Lacan. Paso mi tiempo en estos días leyendo lo que queda, escribiéndolo, releyéndome, y hago este ir y venir hasta que pienso haber hecho lo mejor.
No se puede establecer, me disculpo, el Seminario de Lacan haciendo jogging (risas). Pero en fin estoy de acuerdo que eso no es un pretexto. Y hay que creer que establecer este Seminario me vuelve más pesado. Si Luis tiene la necesidad de subrayar aéreo (risas) es que antes debía encontrarme seriamente terrestre (risas). Escribamos esto así: a est rien (a es nada) **
En efecto, cuando llegamos al a es nada (a est rien) estamos aliviados. No hay nada que pese. Quizá lo que lo entusiasmó la semana pasada es que yo mismo estaba en la elación por haber terminado el trabajo, una parte del trabajo, que me pesaba, desde el comienzo del año, sobre la muy última enseñanza. Hay que decir que la práctica del psicoanálisis no favorece lo aéreo. Lacan puede decir que no hay nada como el psicoanálisis para cretinizarlos – lo dice es un valor muy preciso sobre el cual volveremos – pero no hay nada como el psicoanálisis también para demolerlos físicamente. Es un hecho. Y no puedo más que aprobar a los colegas que tratan de hacerle contrapeso abandonándose a los valores de masa.
Entonces me molestó esta descripción, en todo caso me tocó, es claro. Lo que francamente me dio placer por el contrario, es la descripción hecha por Luis de Lacan al que habría puesto en escena la última vez. Lo cito: Es un Lacan divertido, impertinente, insolente, risueño, muy en su piel, joven, muy joven, profundamente realista y decididamente libre. ¡Y bien! En efecto es totalmente exacto que Lacan era así. Al menos, era así antes de su muy última enseñanza. Y no es de ningún modo así como aparecía cuando entregaba esa enseñanza. Me parece que percibíamos más bien la fatiga, una suerte de agotamiento, del que él mismo daba testimonio en esos dos Seminarios. Ciertamente aparecía viejo, viejo y pesado, y sombrío, con gran esfuerzo en la tarea, e incluso, hay que decirlo, levemente depresivo, hay en el Seminario algunos cosas que lo indican suficientemente. Y por qué no confesar, puesto que era público, que yo mismo no resistí: dejé de ir a escucharlo luego de El Momento de concluir. Por disgusto. No lo retomé sino los cinco o seis meses de 1980 en que procedió a la disolución de su escuela y consagró sus esfuerzos en reconstruir otra. Por otra parte ustedes quizá han podido constatar que trabajar estos dos últimos años de este Seminario fue en principio para mí – ¿Cómo decirlo? – desgarrador, patético. Porque me veía empujado a estar en concordancia con esta nota en él. Estuve demasiado embebido de este trabajo como para ser conducido a remedar algo de esta dificultad.
Y luego en efecto, trabajar estos dos años últimos del Seminario me comunicó una cierta alegría. Es quizá lo que explica lo que me señala Luis Solano de mi rejuvenecimiento en el plazo de un mes, que me haría hoy mucho más joven. ¡Y bien! Es necesario que continúe estableciendo a Lacan, es más eficaz que el jogging. Entonces, este aligeramiento que él notó, amistosamente y con una cierta malicia, se debe sin duda a lo que se me apareció, en efecto, que si se levantaban un cierto número de escombros, Lacan presentaba, daba a luz un psicoanálisis aéreo. La muy última enseñanza de Lacan realiza una destrucción, pero es sin duda, para retomar la famosa expresión de Schumpeter, una destrucción creadora. Lacan, en su muy última enseñanza, realiza una depredación del psicoanálisis – y hay ya una cierto júbilo que podemos extraer de esta actividad, de esta ferocidad -, y al mismo tiempo, sobre sus ruinas, algo emerge, algo se levanta, que está abierto, y que no se deja caer en la trampa. Es la cara amable que gira hacia nosotros estos saltos de Lacan de una figura de topología a otra, estas construcciones, estas manipulaciones a menudo inacabadas, que pueden parecer abortadas, pero que tienen también este efecto de comunicar que hay que encontrar, que está abierto
Hay un segundo texto que me llegó ayer, dirigido a mí – luego del de Luis Solano que era para todos -, dirigido a mí desde Suiza, donde reside Mme Inma Guignard Luz. Es una frase que ella eligió, en eco con el curso de la semana pasada, en los Poemas en prosa de García Lorca. Creía poder encontrar el contexto en mi volumen de las Obras completas, error, porque las compré – no lo hice ayer – en 1961, y estos textos permanecieron inéditos y no figuran sino en la edición Aguilar de 1986. Es solo esta mañana que he podido conocer el contexto, gracias al ejemplar que me envió Mme Guignard Luz, que debe estar aquí, en alguna parte, sí allá arriba, y que querrá venir a retomar el volumen que le he traído para ella. Voy a procurármelo. Entonces, no he conocido el contexto sino esta mañana, pero lo que cuenta es la frase que ella fue a pescar en medio de un poema de amor y de erotismo y que dice: « Es preciso romperlo todo para que los dogmas se purifiquen y las normas tengan nuevo temblor.”.— es complicado traducir temblor, como whimper,, cuando queremos traducirlo, porque es a la vez el temblor de tierra, pero es también el temblor del cuerpo. Podemos usar uno u otro término para traducir temblor. Y en efecto eso traduce muy bien el movimiento, la necesidad, que anima esta muy última enseñanza de Lacan tal como yo se las he presentado la última vez.
El contexto, lo que decide García Lorca a romper todo, es un último abrazo, un último beso con una mujer, fundamentalmente su enemiga, beso que procedería, es sugestivo para nosotros, en tres tiempos – ¿se trata del instante de ver, el tiempo para comprender y el momento de concluir? -, un último beso que se desarrolla de manera admirable y que lo conduce a decir: Desde entonces dejé la literatura vieja que yo había cultivado con gran éxito. Y sigue la frase, la bella frase que me hizo llegar y donde primeramente retengo este nuevo temblor (JAM escribe nuevo temblor en el pizarrón). Esto conduce a preguntarme, para proseguir, cómo hizo Lacan para hacer estremecer el psicoanálisis en su enseñanza, para hacerlo temblar. Lacan purificó los dogmas del psicoanálisis
En el fondo, es lo que ha hecho desde el comienzo, el temblor. Es lo que hizo desde el comienzo, y podemos decir, de un modo general, a partir del Momento de Concluir, sobre lo que lo condujo, que es lo que él ha hecho a partir de la distinción de lo simbólico, de lo imaginario y de lo real. Es con eso que purificó los dogmas del psicoanálisis. Desde el comienzo.
Si queremos ser más precisos diría que el primer instrumento que usó para este fin, para este fin que nos es esclarecido por la perspectiva del Momento de concluir, el primer instrumento fue, para decirlo rápidamente, el estadio del espejo. Lo formuló él mismo y lo he citado hace mucho: Yo he entrado en el psicoanálisis con una escoba que se llamaba el estadio del espejo.
Si queremos inspirarnos en esta proposición para captar cómo procede en su muy última enseñanza, diría que el segundo instrumento, el que sirve al final, es su noción de real. Pero allí es más que una escoba para hacer la limpieza, es un tornado, no se lustran los muebles, se los saca del lugar.
Lo que me hizo reflexionar en esta óptica, en el camino que Lacan recorrió. Ya percibí esto antes, que él comenzó ya, antes del estadio del espejo, a organizar el psicoanálisis a partir de lo imaginario: 1) Lo imaginario. Luego el gran período de su enseñanza, que comienza con el informe de Roma, está organizado a partir de lo simbólico: II) Lo simbólico. Y en el final, y especialmente en la muy última enseñanza, vira hacia lo real: III) Lo real. Lo real que toma la delantera; y si somos fieles a esto, las construcciones precedentes son largamente, no solo sospechosas, sino evacuadas. Tomemos las cosas a nivel de lo que nosotros conocemos y practicamos de la enseñanza de Lacan, su período simbólico, si puedo decirlo.
Este período está dominado por dejar aparte lo real, que retornará, pero debuta dejando aparte lo real, y por una confrontación de lo simbólico y de lo imaginario: R / S a I, vemos a Lacan proceder a esto, sin aliento, en sus primeros Seminario, y que consiste en distinguir en el psicoanálisis, el contenido de imagen, que está en juego en los datos de la experiencia y el resorte de la experiencia, que es el resorte simbólico.
Y por lo tanto eso se escribe mucho en partes dobles, de un modo polémico. Podemos enumerar las grandes categorías del psicoanálisis, exponerlas en el nivel imaginario, constatar el defecto de causalidad que notamos allí, y reformular estas categorías en términos simbólicos.
Como lo he indicado la última vez, es el programa que está ya escrito en la primera página de los Escritos – luego de la pequeña “Obertura” que Lacan agregó – , la primera página del “Seminario sobre “La carta robada”, página 11, donde Lacan expone – ya me ocupe de esta frase, aquí la vuelvo a su lugar – que la aprensión de lo simbólico viene a ejercerse, hasta lo más íntimo del organismo humano – el organismo humano que es del registro de lo real – por el sesgo de lo imaginario.
Lo imaginario, allí está reducido a una vía de conducción, y la captura, el dominio es el de lo simbólico. Lacan formula entonces que es la ley propia de la cadena simbólica que rige los efectos psicoanalíticos determinantes para el sujeto. Y enumera los términos freudianos que había acentuado: Verwerfung, Verdrängung, Verneinung – la forclusión, la represión, la denegación – como siendo esos efectos determinantes. Esos efectos determinantes para el sujeto, como se expresa, son determinados por lo simbólico, que se presenta bajo la forma, en este seminario en particular, bajo la forma de una cadena que responde a una ley, lo imaginario quedando reducido a factores caracterizados por su inercia y por su naturaleza de sombras y reflejos, como él se expresa.
Y por lo tanto, aquí no hay a whimper, hay un bang, el bang de una partición de las aguas entre simbólico e imaginario. Y la causalidad, la determinación, está del lado de lo simbólico – es lo que cuenta, si puedo decirlo.
Digo: partición de las aguas, no viene mal al título del poema en prosa de García Lorca de donde se extrae la frase que ya he leído, “Nadadora sumergida”. Podríamos traducirla; Nageuse noyée. En sus aguas. Y hay que decir que, bajo un cierto ángulo, en el momento del Momento de concluir, Lacan aparece como una suerte de nadador sumergido, salvo que él se hace la respiración artificial a sí mismo. O bien podemos decir que esta nadadora sumergida es el psicoanálisis, y que él es de algún modo, su salvador – he hablado de salvaguarda al final del último seminario -, él mismo sospechaba – porque no escapa a la sospecha universal -, él mismo sospechaba que haciendo avanzar el psicoanálisis, quizás lo hundía.
El momento simbólico de la enseñanza de Lacan – que ocupa el lugar central o casi, que recubre casi el conjunto, pero lo ponemos hoy en equilibrio con esa delgada muy última enseñanza -, el momento simbólico conoce en sí mismo varias fases que podemos distinguir, y que hay que recordar para captar el alcance de la puesta en causa, e incluso la recusación de lo simbólico a la cual procede Lacan en esta muy última enseñanza.
La primera fase, diría, es aquella que conduce del símbolo al significante. Encontramos en efecto, en el primer comienzo de la enseñanza de Lacan, a partir del informe de Roma, el símbolo puesto en función como un elemente trascendente, que realiza un acuerdo, y que si moviliza lo imaginario, no tiene garante en lo real. El símbolo como elemento trascendente no carece de ecos religiosos, que Lacan cultiva con su público donde numerosos religiosos están presentes. Forman parte de los primeros en quienes resonó la vía de Lacan, y sin duda de los primeros en haber sido decepcionados al ver emigrar el símbolo lacaniano, en ver el acento puesto siempre más en el significante, que no es más un elemento trascendente, sino un elemento articulado. Y, en el fondo, es lo que Lacan declaró de entrada bajo las especies de la estructura matemática.
Por ejemplo en la construcción que hace a propósito de su esquema del espejo, que data de su primer Seminario post informe de Roma, el Seminario de los Escritos técnicos, y que pone por escrito muchos años más tarde en su “Observaciones sobre el Informe de Daniel Lagache”, en este esquema del espejo que traduce bien la transición del momento imaginario de su reflexión a su momento simbólico, ¿donde está lo simbólico? Está ciertamente en su construcción de este espejo que pivotea hasta transformar los reflejos, pero lo simbólico está ante todo, en este esquema, el gran I del ideal del yo: I. Es un símbolo que figura en este esquema.
El corte
Por ello el corte, el que instituye verdaderamente la primera fase del momento simbólico, es el momento donde Lacan construye, expone, y fue recibido en esa época con muchas dificultades, la estructura matemática del significante
Ustedes saben cómo lo hace. Lo hace a partir de una serie de azares, la moneda de dos caras se arroja y cae aleatoriamente de un lado o del otro, marcamos más o menos por cara o cruz- creo porque no he tenido tiempo de ir a releer eso -, bastante exactamente a la definición de la cadena llamada de Harkov, a la cual Lacan remite en su escrito. Es decir que el término siguiente no depende del término anterior, no es porque ustedes hayan sacado cruz una vez que ustedes saben que sacarán cara la vez siguiente, la incertidumbre es completa cada vez, entre uno u otro. La aparición del símbolo siguiente, si puedo decirlo, no está determinado por el símbolo anterior – según ciertos modos, incluso modos diversos y escalonados-, a partir del momento en que reagrupamos los símbolos vemos apareces determinaciones.
Entonces, Lacan hace esto de otra manera, de hecho los agrupa así:
Y esto le hace eco a lo que encontraremos, mucho mas tarde, en su Momento de concluir, a propósito de un estudio lingüístico de Milner titulado: “De la sintaxis a la interpretación”, donde señala que es muy dudoso que podamos pasar de la sintaxis a la interpretación.
¡Y bien! Al contrario, en su comienzo, es el triunfo de la sintaxis y la valorización, en lo simbólico de su determinación. No puede haber allí contraste más acusado que aquel que hay entre este simbólico determinado, que es el summun, el paradigma de la determinación – no puede haber allí determinación sino simbólica -, que el contraste entre eso y lo que resta, ese deshecho de simbólico, que Lacan presenta, podemos decirlo, en los bordes del silencio.
Silencio luego. Es en este silencio casi completo que basculará luego este Momento de concluir. Pero, podemos decir, conforme al movimiento que está allí y que lo arrastra. Tengo que decirlo, yo que entré en contacto con la enseñanza de Lacan en la cumbre de su elaboración simbólica, me parecía que lo que producía era un sistema en vías de finalización. Lo escribí en su volumen de los Escritos como “Esclarecimiento” de mi “Índice”. Y en efecto eso no tomó ese giro. Tomó más bien el giro de una sucesión de ensayos de estructura, hasta llegar al momento de imaginar lo real.
Las cuatro fases
Por lo tanto, la primera fase es aquella, que entusiasma, del inconciente determinista, el inconciente que obedece a una ley, o que es esta ley misma. Y hay que decir que esto halagó a un cierto cientismo, que Lacan abjura en El momento de concluir con el sarcasmo que dirige a la ciencia. Luego la estructura matemática por donde instala el significante como elemente articulado, la segunda fase, prodigiosamente útil, servible, en la práctica del análisis, es la fase de la estructura lingüística. Allí encontramos lo simbólico organizado a partir de dos formas princeps, si puedo decirlo, de la metáfora y de la metonimia, formalizadas por Lacan para poner en evidencia la determinación del efecto de sentido a partir de la sustitución o de la conexión significante.
Esta estructura lingüística es también la que inspira el gran grafo de Lacan, combinado con la estructura de la comunicación, este gran grafo que promete, cito a Lacan en la página 804, registrar en su escalonamiento la estructura más ampliamente práctica de los datos de nuestra experiencia. Es un grafo que integra las lecciones del esquema del espejo, encontramos allí en efecto el moi, la imagen, de sí, etc., y en su escalonamiento – hay dos pisos -, encontramos el piso de la comunicación, donde funcionen las leyes del lenguaje y las de las palabra, y luego en el piso superior, el lastre dado por el funcionamiento de la pulsión, concebido con el mismo molde que el piso inferior.
Ubico también, en la estructura lingüística de Lacan, con metáfora y metonimia y el grafo, digamos lo que desprenderá como estructura significante, que le dará por otra parte más tarde el punto de partida de sus cuatro discursos, es decir la estructura significante que responde a la fórmula: un significante representa al sujeto para otro significante. A lo cual agregará, en lugar del efecto de significación, el objeto a – por lo tanto, en lugar del efecto de sentido, una producción de objeto.
Y esto nos conduce hasta el Seminario XIII, que retoma, sobre esta base, un cierto número de construcciones en lo que concierne a lo imaginario. Este es el gran período de la estructura lingüística, que fijó la identidad, si me atrevo a decirlo, la identidad teórica de Lacan.
Tenemos de todos modos una tercera fase simbólica, que es distinta, y que descansa en la referencia hacha a la estructura lógica. Hemos tenido la estructura matemática, la estructura lingüística, la estructura lógica. En sus Seminarios XIV y XV, La lógica del fantasma y El acto psicoanalítico, Lacan se apoya en el grupo de Klein para referir la estructura de la experiencia analítica, de una manera, que no está escalonada y no tiene en absoluto la riqueza y los matices de su construcción del grafo, sino que tiene otros méritos. Y luego vemos a Lacan, a partir De un Otro al otro, la construcción de los cuatro discursos y de su permutación – los Seminarios XVI y XVII -, y en los Seminarios XVIII y XIX, la utilización de la lógica cuantificada para dar cuenta de la sexualidad, de la diferencia de los sexos en su relación con el goce. Allí Lacan utiliza, como ustedes lo saben la función F de x: Fx, que en él toma el valor de fi mayúscula de x, la función fálica, el cuantificador de existencia: $, el cuantificador universal: “eventualmente modificado por la negación, etc. Es la fase donde el momento simbólico se apoya en la estructura lógica, y al mismo tiempo, la lleva al pináculo.
Y tenemos finalmente la muy última enseñanza de Lacan, donde lo real se revela el instrumento capaz de dar verdaderamente un nuevo temblor a lo simbólico. Un nuevo temblor, he tenido el cuidado de escribirlo, porque no logro verdaderamente elegir entre temblor de tierra y temblor del cuerpo – por otra parte el temblor de tierra da temblor del cuerpo, he estado en un temblor de tierra se los preciso. Eso hace estremecerse, produce en efecto un temblor de lo simbólico, si puedo decirlo.
Entonces, la muy última enseñanza de Lacan se abre, digámoslo en primer lugar, con una pregunta sobre el sujeto.
Abre, enunciado por Lacan, con sus familiares comillas: “Lo que llamamos imprudentemente el sujeto”. Hay que subrayar este imprudentemente. Lo pone en cuestión, en tanto que lo define sin embargo de un modo que podría parecer clásico: “El inconciente está situado en el Otro portador de los significantes que tira los hilos del sujeto”. Bueno, esto nos lleva incluso a su primer grafo. La cuestión que plantea aquí es: ¿la dependencia del sujeto es tan completa que podemos aún hablar de sujeto? Apenas lo gloso. Y en el fondo inmediatamente no es claro. ¿Por qué recordar la definición clásica que había dado en la época de su grafo, lo conduce ahora a dudar del término sujeto?
Con la pregunta sobre el sujeto hay una pregunta sobre el inconciente.
El inconciente no es, como el sujeto sino un nombre de lo que estaría debajo, debajo de lo que se constata, debajo de lo que se comporta. Entonces, allí también, la respuesta de Lacan puede parecer clásica: La materialidad que está debajo, dice, no es nada más que el significante en tanto tiene efectos de significación. Y vemos que al comienzo de esta muy última enseñanza – quiero proceder a partir del Momento de concluir a una relectura de L’Insu que sait que había comentado -, vemos que retoma sus definiciones clásicas, que por un ligero salto, le devuelve al inconciente su carácter hipotético, y que en el fondo se abstiene de una tesis, de una afirmación.
La tercera pregunta es una pregunta sobre el psicoanálisis, del que señala a placer su debilidad – incluso por referencia a Popper -, la fragilidad y digamos, incluso el carácter profundamente dudoso.
Y eso se conjuga con lo dudoso que se torna para él todo lo que es del orden de la verdad. En esta muy última enseñanza hay en efecto una relación imposible de romper entre la verdad y la creencia. Lo verdadero, dice, es lo que creemos como tal. Y es por lo cual hace, de la verdad un acto de fe, e incluso un acto de fe religiosa. Hasta el punto de decir, a la entrada de su muy última enseñanza, que el psicoanálisis es la forma moderna de la fe religiosa. Pero, una vez más, esta muy última enseñanza no está hecha de tesis, está hecha de vistazos sobre caras que giran. Y por lo tanto, si lo inmovilizamos obtenemos horrores de la misma manera en que se obtiene el famoso: El psicoanálisis es una estafa. Pero, desde el momento en que se planteó pivotea, y se vuelve: ¿es él una estafa? Por lo tanto, evidentemente, no podemos usarlo con la seguridad que creíamos tener en los momentos precedentes de su enseñanza. Son algo diferente a tesis. Y hay un efecto caucho, que es coherente con el manejo del nudo borromeo.
Operación sobre el nudo borromeo
En particular, está esta operación que él efectúa sobre el nudo borromeo concebido como un nudo borromeo no de simples redondeles de cuerda sino de toros, de cámaras de aire, cuyo conducto está ocupado por un agujero, por el vacío, pero que pueden prestarse a la misma disposición borromea que los redondeles de cuerda. Y él muestra que, si hacemos un tipo de agujero bien preciso en un toro y lo damos vuelta, los otros dos se encuentran incluidos en el primero, los tres continúan formando juntos un nudo borromeo. Se sirve de esa propiedad para suponer que el toro dado vuelta y englobando es aquel de lo simbólico, y para ilustrar el final del análisis. El englobamiento de lo imaginario y de lo real por lo simbólico, es lo que se produciría al final de un análisis, una preferencia dada en todo al inconciente. Allí, en este momento, hace escuchar: una preferencia dada, en todo a lo simbólico, en tanto que ese simbólico habría surgido de la práctica misma del psicoanálisis.
Y vemos bien porqué lo evoca al comienzo de su muy última enseñanza, puesto que se trata de todo lo contrario a efectuar. Y por otra parte propone, en ese momento, al psicoanalista mismo, la necesidad, una vez terminado el análisis de un contra psicoanálisis. Nada de eso, evidentemente es de naturaleza a dar un nuevo temblor al pase.
Propone la necesidad de un contra psicoanálisis destinado a quitarle su privilegio indebido a lo simbólico, es decir a borrar las consecuencias de la vuelta del toro simbólico. No podemos impedirnos pensar que su muy última enseñanza es precisamente equivalente a ese contra psicoanálisis. En lo que respecta a su enseñanza la vuelta del toro simbólico es, bajo formas diferentes, lo que realizó en el momento simbólico de su enseñanza. Es decir, ¡sí! dio completamente la preferencia a lo simbólico.
En su última y en su muy última enseñanza, es lo que él se esfuerza en cuestionar, o anular, con un movimiento en contra. Y de cierta forma, contra Lacan. Hay que comprender que, cuando dice que Freud es un débil mental él, que pasó mucho tiempo leyéndolo, logicizándolo, ordenándolo (faire jardin ä la française), está en la misma bolsa donde lo pone.
Entonces, el contra psicoanálisis, el punto de vista contra psicoanalítico sobre el psicoanálisis, es una obra de salubridad, de la que da el ejemplo en su Seminario de L´insu burlándose cruelmente de una obra que, en su época, hacía furor, titulada Le Verbier de l’homme aux Louis, que era enteramente la ilustración de un simbólico en caída libre. Una vez que sostenemos bien la cadena de la recusación de lo simbólico y del contra psicoanálisis, vemos por el contrario organizarse los pedazos que podían parecer separados de este Seminario y de la reflexión de Lacan de ese año. Comprendemos desde entonces el porqué de este cuestionamiento del sujeto, de la imprudencia que hay al hablar del sujeto.
Es que precisamente, cuando hacemos del sujeto la marioneta del Otro, ¡y bien! Es legítimo, Es legítimo, puesto que el sujeto está definido como el sujeto del significante, es decir: como el sujeto adecuado al significante. Es el sujeto que quiere lo simbólico, si puedo decirlo es el sujeto adherente, o conforme a lo simbólico. Y es el que mostramos, determinado por los agrupamientos, conexiones, sustituciones, del significante, que él sigue como un perrito, que sigue la ley determinista. Y es justamente allí que somos imprudentes, porque hay en el hombre – no podemos decir más el sujeto – hay en el hombre, en aquel que habla, hay en el parlêtre, una disconformidad con lo simbólico.
En el fondo, la tesis que funda el momento simbólico y que expresa el término de sujeto, es por el contrario la de la armonía con lo simbólico, del acuerdo con lo simbólico, por lo simbólico, Acuerdo trabado, pero acuerdo profundo, puesto que el sujeto no aparece sino como una variable, determinada por constantes significantes, y variable en función del resorte simbólico.
Lo que eso descuida, es que aquel que habla, el animal parlante, el parlêtre, aquel que sostiene su ser de hablar, al contrario, se embrolla con lo simbólico. Y en el fondo, el fenómeno de embrollarse no aparece como un accidente, un incidente sino al contrario como nombrando la relación fundamental del parlêtre con lo simbólico.
Por supuesto el sujeto lacaniano se embrollaba también hace tiempo, pero se embrollaba con lo imaginario. Toda la demostración de Lacan era: Como nos embrollamos con lo imaginario, y entonces, el recurso era lo simbólico, para encontrarse en el psicoanálisis como en la obra de Freud, y luego terminar por ordenarlo (faire jardin a la française), como se expresaba Lacan en su escrito “El atolondradicho”. Claramente el efecto CaligariLo que se desprende con la muy última enseñanza de Lacan, es que precisamente lo que era el recurso es, en realidad el mal mismo. Es lo que llamaría el efecto Caligari. Ustedes conocen el film célebre el Consultorio del Doctor Caligari, donde el revela en la última imagen que el loco que aterroriza a la ciudad es precisamente el director del asilo.
¡Y bien! Hay este efecto Caligari en la muy última enseñanza de Lacan.
Y metódicamente, podemos decir, observamos, seguimos, en esta muy última enseñanza, la desestructuración de lo simbólico que Lacan realiza y que pasa por la eliminación de la gramática de la estructura del inconciente.
El dice: Elimino la gramática, pero no elimino la lógica. Y luego, un poco más tarde, elimina también la lógica. Entonces ¿qué queda?.
Queda una x, que es la poesía. Pero es una poesía, si puedo decirlo, muy especial, puesto que es la que operaría, que permitiría, que sería el sesgo de una relación directa del significante con el cuerpo. Como lo propone de la pulsión que sería definida como: el eco del decir en el cuerpo.
Por lo tanto, gramática no, lógica no, la poesía, pero sentimos que esto no es poesía tampoco, y que hay profundamente debajo, Lacan se expresa así: Una cosa tras la cual ladramos y que no responde. Y vale más de un cierto modo, que no responda, porque si respondiera sería simplemente magia. Y por lo tanto podemos decir que el efecto natural sobre el parlêtre que tiene lo simbólico es la debilidad, es el extravío, es el embrollo.
Podemos salir, a condición de poner en forma la debilidad, y entonces es el delirio.
Podemos decir, la elección que se nos ofrece es: debilidad o delirio. Lacan dice esto, lo cito: Entre locura y debilidad mental, no tenemos sino elección. Por lo tanto: deblilidad o delirio.
De allí la idea, expresada como tal en su Seminario XXIV, de terminar con lo simbólico. Ustedes encuentran esto en la lección 6 de L’insu que sait de l’une bévue: El ideal, dice, el ideal del yo, sería en suma terminar con lo simbólico. Y hay que decir que es el movimiento principal, puesto que lo traduce por: Dicho de otro modo no decir nada. Y es allí que se interroga sobre la fuerza demoníaca que lo empuja a continuar enseñando y que atribuye al superyó freudiano.
Por lo tanto vemos por qué, por su propio movimiento esta enseñanza, que sueña con terminar con lo simbólico, que prefiere a lo simbólico el esfuerzo para imaginar lo real, porqué esta enseñanza va hacia el silencio.
Fue hacia el silencio en la continuación de su Seminario, donde mostró sobretodo figuras topológicas. Y sin duda fue ampliamente hacia el silencio en su práctica misma. Bueno. No sé si he estado tan alegre y aéreo como la otra vez (risas), es duro hacer esto cada vez. Continúo la semana próxima, siempre en la línea que me fijó Luis Solano (Aplausos)
*Homofonía entre á ce cours (en este curso) y au secours (socorro)
**Juego de palabras entre aérien (aéreo) y a est rien (a es nada).
Traducción: Silvia Baudini
Ficha tecnica:
Autor/intérprete: JAM; Desgrabación: Michel Jolibois; Sonido:Fabienne Henry; Producción y Copyright:TLN; Difusión: amp-uqbar
TLN agradece a estos dos valiosos colaboradores: Fabienne Henry y Michel Jolibois
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Pequeño homenaje a un cronista de salones
Yo he amado a dos mujeres que no me querían, y
sin embargo no quise degollar a mi perro favorito.
No os parece, condesa, mi actitud una de las más
puras que se me pueden adoptar?
Ahora sé lo que es despedirse para siempre. El
abrazo diario tiene brisa de molusco.
Este ultimo abrazo de mi amor fue tan perfecto,
que la gente cerró los balcones con sigilo. No me ha-
ga usted hablar, condesa. Yo estoy enamorado de
una mujer que tiene medio cuerpo en la nieve del
norte. Una mujer amiga de los perros y fundamen-
talmente enemiga mía.
Nunca pude besarla a gusto. Se apagaba la luz, o
elle se disolvía en el frasco de whisky, Yo entonces no
era aficionado a la ginebra inglesa. Imagine usted,
amiga mía, la calidad de mi dolor.
Una noche, el demonio puso horribles mis
zapatos. Eran las tres de la madrugada. Yo tenía un
bisturí atravesado en mi garganta y ella un largo pa-
ñuelo de seda. Miento. Era la cola de un caballo. La
cola del invisible caballo que me había de arrastrar.
Condesa: hace usted bien en apretarme la mano.
Empezamos a discutir. Yo me hice un arañazo en
la frente y ella con gran destreza partió el cristal de
su mejilla. Entonces nos abrazamos.
Ya sabe usted lo demás.
La orquesta lejana luchaba de manera dramática
con las hormigas volantes.
Madame Barthou hacia irresistible la noche con
sus enfermos diamantes del Cairo, y el traje violeta
de Olga Montcha acusaba, cada minuto más palpa-
ble, su amor por el muerto zar.
Margarita Gross y la españolisima Lola Cabeza de
Vaca llevaban contadas más de mil olas sin ningún
resultado.
En la costa francesa empezaban a contar los
asesinos de los marineros y los que roban la sal a los
pescadores.
Condesa: aquel ultimo abrazo tuvo tres tiempos y
se desarrolló de manera admirable.
Desde entonces dejé la literatura vieja que yo
había cultivado con gran éxito.
Es preciso romperlo todo para que los dogmas se
purifiquen y las normas tengan nuevo temblor.
Es preciso que el elefante tenga ojos de perdiz y la
perdiz pezuñas de unicornio.
Por un abrazo sé yo todas estas cosas y también
por este gran amor que me desgarra el chaleco de seda.
No oye usted el vals americano? En Viena hay
demasiados helados de turran y demasiado intelec-
tualismo. El vals americano es perfecto como una
Escuela Naval. Quiere usted que demos una vuelta
por el baile?
A la mañana siguiente fue encontrada en la playa
la condesa de X con un tenedor de ajenjo clavado en
la nuca. Su muerte debió ser instantánea. En la are-
na se encontró un papelito manchado de sangre que
decía así: “ Puesto que no te puedes convertir en pa-
loma, bien muerta estás.”
Los policías suben y bajan las dunas montados en
bicicletas. Se asegura que la bella condesa de X era
muy aficionada a la natación, y que esta ha sido la
causa de su muerte.
De todas maneras podemos afirmar que se ignora
el nombre de su maravilloso asesino.
Federico Garcia Lorca
Né le 05 juin 1898. Décédé le 19 août 1936