antigua brújula nos orientaba a partir de un punto cardinal que nos
daba ciertas coordenadas para nuestra localización. El norte del Nombre
del Padre ha marcado toda una época donde los ejes simbólicos permitían
situar al sujeto. De hecho, ya J.-A. Miller nos ha hablado del sujeto
sin brújula (desbrujulado) de la época actual. En efecto, la brújula es
un dispositivo que a partir de un punto simbólico ordena toda una serie
de coordenadas –también simbólicas- que determinan la posición del
sujeto en el campo del Otro. En cambio, nuestra época nos propone un
dispositivo técnico que nos lleva al lugar indicado sin tener dicho polo
orientador con sus respectivas coordenadas. El GPS se introduce en
nuestras vidas como una voz (femenina) que nos comanda al lugar señalado
sin que tengamos ninguna idea de nuestra localización. Una voz que
suele tener las modulaciones propias del superyo y que ante cualquier
pequeño desvío o exceso de velocidad nos frena con severidad para
recalcular nuestro camino. Al final, uno sabe que llegó solamente por
haber cumplido las órdenes de una voz que no admite preguntas, ni
protesta alguna y sin tener la menor idea de nuestra situación respecto
del Otro.
la presentación para nuestro próximo Congreso de la AMP J.-A. Miller
nos muestra, a través de la presencia del porno en nuestra época, la
“vacuidad semántica” llevada hasta el “cero de sentido”[1]. “Por
lo común, -dice Miller– la ceremonia, a un lado y el otro de la
pantalla, se lleva a cabo sin palabras, aunque con los gritos o los
suspiros imitados del placer”[2].
J.-A. Miller pone el acento en “la escopia corporal”[3] del porno, pero no deja de señalar la presencia de la voz y el vacío de sentido en el encuentro sexual. Dicha vacuidad semántica propia
del porno podría pensarse como el extremo de las relaciones entre los
sexos “en las costumbres de las jóvenes generaciones”[4]. Estas costumbres, marcan un estilo de “desencanto, brutalización y banalización”[5].
Quiero decir que el porno podría plantearse como el paradigma de una
época donde priman relaciones entre los sexos vacías de sentido con una
presencia –a veces inquietante– del objeto pequeño a. De hecho, hace
poco tiempo hemos tenido la posibilidad de ver un film donde el
protagonista se enamora de un sistema operativo y mantiene una relación a
partir de una voz que lo guía tal cual el GPS por las supuestas rutas
del amor[6]. Un amor vacío de sentido, donde el cuerpo está
escamoteado y la presencia de la voz (femenina) va guiando el camino. De
hecho, Lacan señalaba “que uno cree lo que ella dice. Es lo que se
llama el amor”[7]. “La diferencia es, sin embargo, manifiesta.
Entre creer allí, en el síntoma, o creerle. Es lo que hace la diferencia
entre la neurosis y la psicosis. En la psicosis, las voces, no
solamente el sujeto cree allí, sino que las cree”. “Uno la cree…Pero uno
allí se ciega”[8]. Creerle a una mujer y a lo que ella dice tiene
ciertos peligros hasta el punto de hacer de esa creencia una voz
superyoica que puede enloquecer al hombre en cuestión. Lacan hace una
comparación entre la neurosis y la psicosis, pero también con la locura
del amor. Locura que puede dejar ciego al sujeto siguiendo la voz del
superyo que enloquece y vacía de sentido al amor. Cuestión que cada vez
mas encontramos en nuestros consultorios; hombres estragados por la voz
femenina que lo lleva ciegamente a lugares impensados.
Es decir, sin la ligazón fija que supone el fantasma de cada quien. En
efecto, en el fantasma “el sujeto, en tanto dividido, está en una cierta
relación con el objeto a”[10]. Una relación fija que funciona de brújula en los encuentros o des encuentros con el Otro sexo. Que los pequeños objetos a irrumpan aislados y sueltos,
lleva a comparar la época actual con la locura. “La mass-media, a
saber esas miradas errantes y esas voces caprichosas de las cuales están
destinados muy naturalmente a estar rodeados cada vez mas… se los meten
por los ojos y por las orejas”[11]. Es la libertad de la locura, ya que el loco es libre porque tiene el pequeño objeto a
en el bolsillo. Se entiende aquí, que la época actual empuja a un
abordaje del Otro sexo no a partir de la brújula de una condición
erótica particular, sino a partir del GPS de la presencia de un objeto pequeño a suelto y vacío
de sentido.
Efectivamente, la conferencia de J.-A. Miller en el último
congreso abre múltiples perspectivas de investigación para nuestra
comunidad de trabajo y en esta oportunidad me quise detener en lo que me
inspiró su manera de abordar los modos de lazos entre los sexos en la
época actual.