Todas las publicaciones incluidas hasta este número y el siguiente -y último- aportaran sin duda la posibilidad de un debate fecundo en nuestra comunidad previsto por el Consejo estatutario a realizarse en la « Noche de conversación » que tendrá lugar el lunes 12 de abril, a la 21 hs, en la sede de la EOL, de cara al próximo Congreso de la AMP y a la Gran Conversación de la Escuela Una.
El « Debate de la Escuela Una en la EOL » se encuentra publicado on line en el sitio web de la misma.
Las contribuciones de este número pertenecen a: Rosa Yurevich, Mónica Biaggio, Norah Pérez, Marita Salgado, Claudia Lijtinstens, Mónica Valenzuela y Stella Palma.
Dudy Bleger Por el Consejo estatutario, 7 de abril 2010. La fuga del malestar Rosa Yurevich A muchos nos ha sorprendido la dimensión que tomó en la Asamblea General Ordinaria de la EOL, el debate suscitado por la modificación al dispositivo de la Comisión de Admisión, propuesto por el CE. El dispositivo del pase en la EOL, en cierta forma, goza en estos tiempos de cierta tranquilidad después de los momentos tormentosos del 2005 que concluyeron con la interrupción del dispositivo. Siguiendo el debate en otras Escuelas de la AMP, es notable la coincidencia en un punto: sea cual sea el reglamento que prime, habría una solicitud de modificación. En el Congreso General de hace casi 3 años, el actual Presidente de la AMP, Eric Laurent, preguntó varias veces si estábamos todos de acuerdo con el nuevo reglamento. Entre la emoción y la apuesta, con grandes aplausos, lo aprobamos. Es posible que se produzca ahora una nueva modificación que seguramente nos volverá a emocionar y nos llevará a aplaudir, aprobándolo. Más allá de si el pase es nacional, local, conformado internacionalmente u otras modalidades que se han propuesto sobre todo en los JJ que hemos leído, los reglamentos no son deshabitados, se encuentran habitados por parlêtres, por seres hablantes y ese es el factor ineliminable. De la misma manera que es imposible anular el malestar mismo que se desliza por detrás de cualquier constructo. Trozos de real que generan el malestar. En la Asamblea de este año, el malestar se ancló o se vehiculizó a partir de la Comisión de Admisión. Desde el nacimiento mismo de la Escuela, la admisión tuvo sus dificultades. Se nombraron a algunos que no querían estar, no se nombraron a otros que sí querían estar. Se hablaba por aquél entonces del “pecado original”. Con el paso del tiempo, los pecados se siguieron produciendo y el significante “original” ya no acompañaba tan livianamente con toda la amplitud de significaciones que permite dicho término. He estado por dos veces en la Comisión de Admisión de la EOL-Sección Cba En la 1ª oportunidad, existía la posibilidad del ingreso o bien como adherente o bien como miembro. En consulta personal con Eric Laurent me impartió una enseñanza que dejé plasmada en un escrito antiguo llamado Pase a la Entrada, publicado en las primeras Revistas “Mediodichos”. He tratado de recordar sus palabras de manera textual:” no banalizar el ingreso del adherente ya que el adherente de hoy será el miembro del mañana”. Los problemas que a posteriori tuvo la Escuela en general con este tema no han sido pocos .La conclusión que rápidamente se extrae es que sí hubo banalización, dicho en primera persona. Otros podrán haber arribado a otras conclusiones. En la 2da oportunidad que me proponen ocupar nuevamente ese lugar en la C de A. a pesar de saber que se trataba de una reelección y no una permutación, acepté participar. Razones varias. Mencionaré sólo una: ese costado de Idealización respecto de la Escuela que uno se niega a dejar caer. La Idealización presente produce un efecto de fijeza en la posición de un sujeto que suele no serle posible una lectura política. La posibilidad del pasaje de esa idealización a un desencanto, un rasgo que, a mi gusto, es móvil, permitió acceder a considerar esa situación de malestar deslizándose en la sección. “Malestar en la cultura” como bien lo decía Freud, tan ineliminable como el irreductible de cada uno. La política de la AMP había cambiado. No existía más la categoría de adherentes, sólo miembros. He apreciado algunos ingresos, he desaprobado abiertamente otros. Igualmente, los postulantes seguían el camino ya consabido, entrevistas por miembros de la C de A, debate posterior, se elevaban los nombres a la Instancia Diagonal, con lo que se hubiese enunciado, llegaba al CE donde se decidía después de escuchar los porqué de cada uno de los candidatos, si eran aceptados o no. Aquellos que hubiesen sido aceptados, llegaban a la instancia de homologación de la Comisión de la AMP. Un automaton, sostenido por muchos años. La política de la AMP vuelve a ser Otra para sí misma. En mi lectura, es una política que al poner en valor la política de la enunciación, la liviandad o los ojos bien cerrados frente a las “desgracias del ser” de un postulante, caerán por sí solas. ¿Nueva idealización? El nuevo dispositivo pergeñado para la Comisión de Admisión propuesto por el CE introduce una variable relevante y novedosa: aquél que realice la entrevista de admisión es quien deberá, al estilo del secretario del pase, dar cuenta ,a la Comisión Ad hoc que el CE constituya, de la enunciación del sujeto-postulante . Si con ello es posible acercarnos a una verificación de tres puntos que J. A. Miller nos propone en, primero:”El Banquete de los analistas“ y luego en su seminario, inédito aún, “El lugar y el lazo”, la relación del sujeto-postulante con el psicoanálisis mismo en primer lugar, su lazo a los otros analistas y su lazo a sus analizantes, se podrá decir: aquí hay un miembro. ¿Eliminaremos el malestar?, a pesar de ello, continuamos. Descaridar * Mónica Biaggio ¿Cómo deviene “un” analista? También aquí nos encontramos, con la coexistencia de dos niveles lógicos, lo universal-particular por un lado y por otro, aquello que marca la singularidad. Para decirlo en otros términos, siempre nadamos entre el realismo de la estructura y el nominalismo del síntoma [1]. Aunque entiendo, que si pensamos este pasaje desde la última época de Lacan muchas de sus formulaciones anteriores del tema quedan sin efecto, creo que podemos sostener que un analista hace de semblante de objeto a, siendo que en el lugar de la verdad, en tanto estructura de ficción, viene un saber obtenido en las vías de su análisis. Saber que ya no se confunde con un universal captado en las redes de lo absoluto. Nada de identificación al saber y en cambio sí, identificación al síntoma. Postulo, entonces, que identificarse al síntoma es el resultado lógico del advenimiento como analista. Siguiendo a Lacan, en su “Proposición… ” , cito: El paso del psicoanalizante al psicoanalista, tiene una puerta cuyo gozne es el resto que hace su división, pues esa división no es más que la del sujeto, cuya causa es ese resto. (…) el psicoanalista por venir se consagra al agalma de la esencia del deseo, dispuesto a pagarlo reduciéndose, él y su nombre, al significante cualquiera. (…) [2]. Lacan en el Seminario 8 La transferencia [3] va a desarrollar el concepto de agalma. Se trata, nos dice, de acuerdo a la etimología de la palabra, de un ornamento, de lo que engalana. El objeto al que se refiere, Lacan, a esta altura de su obra, es el falo. Del lado del analista, es necesario que no se crea ese objeto precioso con el que puede colmar al analizante. Es condición, dejar ese lugar vacío. Saber sobre el propio goce permite alojar allí, donde “eso” estaba, un vacío donde se ubica lo que funciona, vía el deseo del analista, como causa. Hablar ahora en primera persona, es paradójicamente reducir el nombre propio al significante cualquiera, ser uno en la serie de los que estén dispuestos a apostar a revitalizar el psicoanálisis. Poniendo la causa por delante, es decir el porvenir del psicoanálisis. Por mi parte lo entiendo así. Al poco tiempo de recibirme de psicóloga trabajaba como coordinadora general de un prestigioso establecimiento en el que internaban niños y adolescentes con patologías diversas: síndrome de Down, esquizofrenia, chicos de la calle y tutti cuanti. Atravesada como estaba por el furor curandis, me “veía llevada” a conducir una epopeya: salvar a los caídos del sistema, a los que (según creía en esos años) eran objeto de goce del amo. “-Es cierto que cargarse la miseria al hombro, como usted dice, es entrar en el discurso que la condiciona, así no fuera más que a título de protesta. (…) Por lo demás los psico–cualesquiera ellos fueran- que se dedican a vuestro supuesto acarreo, no están para protestar, sino para colaborar. Que lo sepan o no, es lo que hacen” [4] Por ese tiempo este punto era el que me convocaba al trabajo analítico. Trabajar sin parar para denunciar al amo: eso hacía sin respiro. La analista había intervenido más de una vez sin resultados. No cedía mi posición de goce en relación a semejante tarea “altruista”. Hasta que una vez, una tarde algo se hizo “escuchar”. Un decir de la analista: “¡¡¡Calma chicha!!!”Expresión enigmática, como hay pocas, resulto ser equívoca. Por un lado podía pensar que indicaba un “¡detente!”. Sin embargo, lo real del asunto estaba dado porque la “Calma chicha” provenía de otros orígenes. De la voz griega “karma” surgió la palabra latina cauma, ambas con el significado de ‘calor sofocante’. Más tarde surgió calma, y en el argot de los marineros, la palabra se asoció con la ausencia de viento, que hacía sentir un calor abrasador. El “mar en calma” era signo de algo negativo, porque así no se podía navegar. En cuanto a la palabra “chicha” parece que proviene de un marinero francés, que un día en el que no soplaba nada de viento, dijo “¡esto es una calma chiche!”, siendo que “chiche” en el argot francés quiere decir “tacaño”, entonces la expresión sería “¡esto es una calma tacaña!” o algo así.[5] Pues bien, entonces, “esta calma tacaña” digamos, era la de mi posición: no ceder el goce; posición de miseria respecto del deseo. Por eso la paradoja era que en ese hacer infatigable estaba más detenida que nunca. Saber sobre el goce sintomático, produjo la caída del objeto que separado, dio lugar al vacío para, como dice Lacan: “Que sepa lo que yo no sabía sobre el ser del deseo, lo tocante a él, llegado al ser del saber, y que se borre”. Sicut palea, como dice Tomás de su obra al final de su vida: como estiércol [6]” * Descaridar, parafraseando al Lacan del Radiofonía y Televisión, en “Ser un santo”. [1] Torres, M: “Entre el nominalismo del síntoma y el realismo de la estructura”, en: Clínica de las neurosis, Cuadernos del Instituto Clínico de Buenos Aires- 10, Bs. As 2005, Pág. 9. [2] Lacan, J: Proposición del 9 del octubre, en: Momentos Cruciales de la experiencia analítica, Manantial Bs. As 1987, Pág.18. [3] Lacan, J: El Seminario, Libro 8, La transferencia, Paidós, Bs. As. 2003. [4] Lacan, J: Psicoanálisis, Radiofonía y Televisión, Anagrama, Bs. As., 1977, Págs.95 y 96. [5] Ortega Morán, A: Centro Virtual Cervantes, Rinconete, 28/12/2004. [6] Lacan, J: “Proposición del 9 de octubre”, en Momentos cruciales de la experiencia analítica, Manantial, Bs. As, 1987, pág. 19. La Escuela Una, una determinación ¡sorprendente!. Norah Pérez La orientación a lo real requiere de una confianza; confianza otorgada a los dispositivos de la Escuela, sólo así se hace posible redoblar una apuesta por el psicoanálisis, más allá de los avatares de las personas y de los grupos. Habrá que hacer lugar también, a una pulsación temporal, siempre en juego; “La Escuela del 2010 no es ya la Escuela de l980, para lo mejor y para lo peor”*(1) interrogarse acerca de los hechos que dan cuenta en la realidad efectiva (wirklichkeit) del camino recorrido, puede producir algunas escansiones, en la medida que el sujeto desee extraer saldos de saber, factibles de una demostración en acto. Se trata de dar cuenta de nuestra posición como practicantes del psicoanálisis, en la Escuela: ¿qué experiencias e impasses pondrían a prueba esa posición? , advierto que cuando un miembro encarna el espíritu de la Escuela Una en los debates de Escuela, se produce un acontecimiento libidinal inédito, algo hace agujero; pero “un agujero no existe en el vacío” como afirma Miller *(2); este efecto entonces no tendría resonancia, si al –menos- algunos- otros son sensibles a la lógica colectiva orientada en el nuevo sofisma que propone Lacan. La salida no es sin el otro. Una puesta en acto de la enunciación, una nueva política en la perspectiva de la Escuela Una, entiendo que pone a cielo abierto el compromiso del uno por uno en la transferencia a la Escuela, dar cuenta de nuevos anudamientos en R.S.I., que al no desconocer lo dis-par, abre a efectos de invención en el uso de los dispositivos y a otro estilo que respeta el lazo con el compañero, porque es el lazo con la Escuela. ¿Sería esto posible sin una experiencia singular, leída en sus consecuencias y transmitidas por cada uno, soportando el deslizamiento sincopado de un real, en espera de ser dicho? Miller ubica el alcance del semblante: ”¿Porqué ese gran despliegue de los semblantes? Al fin de alojar el pequeño alvéolo imprescindible– para la formación de los analistas y su acreditación por otros”*(3), ¿cómo captar esto, sino pagando el precio de hacerlo pasar por el bien decir? Entiendo que es en ese punto donde el riesgo de eludir, tiene el costo de la posición del no incauto; tarde o temprano se presenta el yerro de la propia impudicia. La Escuela Una deslocaliza se afirma, entiendo esa función (Fx / Ø) como un operador libidinal que consigue enlazar lo disimétrico, a la multiplicidad de la serie. Bajo el mismo Significante Escuela, conviven dos funciones diferentes: El lado “Otro” de la Escuela: posibilita Localizar, así “la puesta en marcha” de un hacer en la Escuela implica ocupar funciones y jerarquías, allí la determinación trabajará para acotar el empuje a lo uniano, que gira en redondo. El lado unario de la Escuela; al deslocalizar el Uno que hace el ser; abre una nueva dit-mensión, la que posibilita que la cosa gire de otro modo, aquel que “hace avanzar“ el Sinthome de cada uno, extraído por la vía del análisis llevado hasta su final y anudado a nuevos semblantes; allí la determinación estará comprometida en “hacer circular”, “hacer pasar” por el lazo en la Escuela, lo que quedaba segregado. En esa tensión, la decisión por la orientación a lo real será una apuesta que soporte correr el riesgo de anudarse al saber- hacer con el propio Sinthome, en un marco político variable que no cree ya, en la política solipsista propia del fantasma. Ese efecto libidinal lo escucho en la Escuela en los diferentes testimonios del Pase; en las intervenciones de los AE y en quienes han sabido ocupar esa posición de extimidad que es potente al lograr poner en valor una enunciación singular, en el arte del buen uso de los semblantes, que ya no tienen la linda facha del Fiat Lux; […] sino la fuerza del fuego fatuo.* (4).- Referencias: *(1, 2, 3,): Jacques Alain Miller, J.J. N° 78.6/1/2010. Editado por Vera Gorali en J.J. Año1, N°3- 6 de febrero 2010. *(4): Jacques Lacan; Sem.21, “Les Non-Dupes Errent”. clase 12, 23/04/74. pág.155.- Acerca del pase ficticio y perfecto Marita Salgado En “Televisión” Lacan, comienza situando la verdad, no-toda, su totalidad imposible y a partir de esta imposibilidad, su dirección hacia lo real. Es en esta línea de la verdad no-toda, que se encuentra un señalamiento enigmático acerca del pase, y que quizá el momento actual de la Escuela Una lo descifre, nos dice entonces: “pase ficticio, por formación incompleta: autorizan la esperanza[1]”. Es a partir del Debate de la Escuela Una, y especialmente a partir de los Journal des Journées, que comenzó a resonarme dicha frase y sus posibilidades de desciframiento. Lacan, se refería allí al pase que siempre deja un resto, que esa es su estructura, que no hay el pase Uno, el nec plus ultra que universaliza el pase -sino que cada pase, conlleva su nec plus ultra singular-, y que es justamente, dicho resto, dicha falla, una formación, siempre incompleta, aquello que autoriza la esperanza, en tanto porvenir del y hacia el pase, ya que ficticio, alude a lo ficcional, como lo afirma en el Seminario La ética, “Fictitious quiere decir ficticio, pero en el sentido que toda verdad tiene estructura de ficción. Lo ficticio no es por esencia lo engañoso, sino, hablando estrictamente, lo que llamamos lo simbólico.[2]” Este fue el modo en que había leído Televisión hace tiempo, aunque encontré que algunos colegas entendían que Lacan se refiere en ese punto a aquellos pases que no obtuvieron una nominación, que aún hay una formación, un análisis por completar, que falta, que no es el momento de concluir. En este modo de dilucidar la frase, lo ficticio no se refiere a la estructura de ficción de la verdad, como ligada a lo imposible, sino como “realmente falso”. En “El pase perfecto[3]” Miller nos dice que el pase se hace con el goce, “se inscribe, se sostiene sobre el discurso analítico mismo como modo de gozar del inconciente.” “El objeto es despojado del semblante, se recorta en su vertiente real, la falta en ser que lo alienaba en lo simbólico y que el discurso analítico sostenía hace eclipse: le falta pase.[4]” “La decisión de cortar en seco como la satisfacción en la impotencia, no deberán ser confundidas con el resorte imparable que eyecta al sujeto fuera del discurso analítico cuando cesa de gozar de la significación del inconciente, y la transferencia.” Pienso que perfecto, se refiere aquí, no a connotaciones morales, Miller nos habla de conjetura, sino a la concepción de Aristóteles[5] acerca del Placer como acto, placer como perfección del acto, ya que el acto es consumación, es enérgeia, no falta nada en ella: ve y ha visto, vive y ha vivido, es perfección en sí, así nos dice Aristóteles “que el placer se realiza en el instante, El instante es la intemporal temporalidad del acto.[6]” Acto se opone a movimiento en Aristóteles, todo movimiento es inacabado, es un proceso, que transcurre en el tiempo, que es potencia. “Sólo es acción (acto) el proceso al que le es inherente la realización de un fin”[7]. El pase perfecto, que también es ficticio, es decir singular, se sostiene en relación al acto, a la consumación del acto. Miller señala: “Esto supone toda la elaboración previa. Si no, no sería más que un pasaje al acto y no el pase-al-acto-analítico.” Los fragmentos acerca de los análisis, intentando situar el pathos, que da lugar al deseo del analista, publicados o pensados por los miembros de las escuelas de la AMP, se inscriben en la dimensión del movimiento en Aristóteles, haciendo presente en potencia, en proceso, algo que Lacan señala en el “Atolondradicho”, “que haya decir”, como trabajo de escuela. El acto sin embargo, se articula en la temporalidad del instante, allí se inscribe el pase, con el dispositivo que pone a la escuela en movimiento, que se deja agujerear por él, “Confesando su ignorancia más que demostrarse sabia, la escuela deberá ponerse a trabajar[8].” El momento actual de la Escuela Una, demuestra un trabajo sostenido en el movimiento y el acto. Las lógicas colectivas, la enunciación y la civilidad en la Escuela Claudia Lijtinstens El binario posible de pensar entre las escuelas y la Escuela Una, entre lo múltiple y lo Uno, entre los colectivo y lo singular, nos sirve para introducir algo de la lógica colectiva y su civilidad a partir de lo que descompleta ese binario, un guión entre ambos que siempre instaura la descompletud y el no todo necesario para preservar el vacío posibilitador de ¿qué es un psicoanalista? Va a ser la Escuela esa entidad que aloja la pregunta ¿qué es un psicoanalista?, cuya respuesta -siempre en suspenso- aparece como un vacío de saber. La Escuela supone, también, una lógica colectiva con un Ideal y lo que hace Lacan cuando funda la Escuela, es remitir a cada uno a su soledad de sujeto, a la soledad subjetiva, a la relación de cada sujeto con el Ideal, con el significante Amo, bajo el cual se coloca. No se coloca él como el Ideal, sino que se propone como un sujeto que tiene relación con un ideal, como los otros a los que invita a reunírsele con él. Ese es el punto común, no un identidad, sino una relación a un ideal. Ahora bien, cada grupo tiene sus ideas y ese lugar es el lugar de la enunciación. J-A. Miller distingue dos modos de enunciación en un grupo. Uno, el que se emite desde el lugar del Ideal, que consiste en oponer “nosotros” a “ellos”, aludiendo a la tesis de K. Schmitt de oposición “amigo”-“enemigo”. Este discurso masificante, que se constituye a partir de la sugestión, intensifica la alienación subjetiva al Ideal. Pero, también, hay otro discurso – inverso- que también se emite desde el lugar del Ideal, pero que consiste en enunciar interpretaciones. Interpretar el grupo es disociarlo y remitir, a cada uno de los miembros, a su soledad, a la soledad de su relación al Ideal”. Es este, entonces, un discurso des-masificante. La Escuela sería, entonces un conjunto de soledades subjetivas, una comunidad de sujetos que están advertidos de la naturaleza de los semblantes y para quienes el Ideal ,igual para todos es una causa para cada uno, experimentada a nivel de esta soledad subjetiva, como una elección subjetiva propia, forzada, que implica una pérdida….” La Escuela como una suma de soledades subjetivas; cada uno está solo con su rasgo, con su estilo, pero no solo, sino con algunos otros, por la causa analítica. No es una colectividad sin Ideal, sino una comunidad que sabe lo que es el Ideal. La Escuela que pensó Lacan no fue la sociedad psicoanalítica de Freud, basada en los lazos fraternos que sostienen al padre como excepción, sino un conjunto o serie de excepciones, sujetos barrados cada uno, fijados a significantes amos, y “…habitados por la extimidad de un plus de gozar particular de cada uno”. En la Escuela, cada soledad es una excepción, no “sindicalizables” Conjunto inconsistente a lo B. Russell, donde no vale el “para todos”, sino que es “no-todo”, lógicamente inconsistente, presentándose bajo la forma de una serie en la que falta una ley de formación. No hay el “todo” de la Escuela., sino un conjunto anti-totalitario, regido por la función del Significante que falta en el Otro (S-A), la Escuela Una tal vez en ese lugar… El problema de los efectos de grupo se presenta cuando esta tensión generada por las jerarquías, grados – garantía y autoridad, es taponado el lugar del Ideal por el Uno, cercenando la relación de cada Sujeto con el Ideal. Según E. Laurent, en “Las paradojas de la Identificación”, la dificultad “es creerse lo que uno es…” lo cual interpreto apunta a generan efectos devastadores de subgrupos, o la aniquilación o las luchas narcisísticas por ocupar el lugar del ideal. Que la autoridad devenga tal por los efectos de formación es una vía posible, que crea lazos, civiliza, pero si la autoridad, se vuelve infatuación, se cree única, se vuelve excepcional, se monopoliza en grupo, no genera respeto por las diferencias, sino identificación a la autoridad, al Uno, sin el Otro. El asunto se sitúa inquietante a la hora de pensar los lazos entre estas soledades subjetivas, donde habría una apuesta a convivir con las diferencias. La capacidad de convivir con las diferencias, según Z. Baumann, “…es un arte; requiere estudio y ejercicio. “La esencia de la civilidad es la capacidad de interactuar con extraños, sin atacarlos por eso y sin presionarlos para que dejen de serlo, o para que renuncien a alguno de los rasgos que los convierten en extraños.” Se trata del arte de la civilidad, que la reducción del síntoma nos permite, “es solo a partir de la letra del síntoma que tenemos acceso a lo real, el síntoma como el vector obligado de la relación a la causa analítica” (Montribot, Mediodicho 24), el síntoma de cada uno, en un lazo inventivo con la Escuela, con Unos pluralizados, descompletados y con otros. Por suerte…, en primera persona!!! Mónica Marlene Valenzuela Es un debate iniciado a mi entender por el malestar, hoy es, el principio de un “work in progress”, que nos compete a todos, más allá de las diversas lenguas y geografías. Quiero destacar un punto de la Declaración de la Escuela Una, (anexada a los Estatutos de la Asociación Mundial de Psicoanálisis) que en su Preámbulo del 22 de enero del 2000, menciona:”…esta Escuela es una experiencia…”. Me detengo en este borde , muchos hemos comenzado a transitar el psicoanálisis de diferentes maneras y encontramos, por ejemplo, antes de la Fundación de la Escuela, en Argentina, precisamente, en Córdoba, un lugar con analistas lacanianos que llevaban adelante la clínica y la episteme, transmitían fuertemente la enseñanza de J. Lacan, aunque fue la fundación de la Escuela lo que inició una experiencia vivificante para nosotros, acto que produjo acercamientos y alejamientos, con resonancias. Los movimientos de nuestra política nos han hecho pensar en los temas nodales para el psicoanalista de nuestra formación: ¿Qué es un analista? ¿Qué es el deseo de analista?, psicoanálisis puro y aplicado, en fin… la intensión y la extensión. La entrada a la Escuela no es sin consecuencias, el modo lo definiremos, pero el deseo de cada uno será lo que perdure, quizás la clínica de la admisión nos de un panorama del momento subjetivo de quien pide el ingreso a la Escuela, pero es el análisis personal el que va, ”cosiendo” al modo de una aguja con su propio hilo, lo que de ese movimiento nos toca particularmente, un punto topológico, a tener en cuenta, es la comisión que ha hecho las admisiones quien podría al respecto sacar conclusiones. Me voy a detener en el Pase, momento topológico, que me concierne, hoy, pasado dos meses de haber recibido el veredicto del cartel del Pase .y de haber transitado el dispositivo que la Escuela ofrece. . En primer lugar quisiera destacar que es un acto, al que “se lo tiene que querer”, con todas sus consecuencias, todas!!!, y sin pensar en lo que ocurrirá, no se puede medir, ni pronosticar sino simplemente y valga esto” vivir en toda su intensidad”, no sé si se debe instituir para todos, formó parte de mi decisión ética y de un proceso que tuvo como punto final el análisis, que no se da de un momento a otro sino que forma parte de los efectos del dispositivo analítico, de la transferencia al sujeto supuesto saber, del ir “más allá”, es un acto con consecuencias para el analizante, desde el pedido hasta su finalización, formal. El lugar geográfico no modificaba mi decisión, tampoco quien encarnaría los lugares del dispositivo, sentí , con todo el cuerpo, que “quería dirigirme al corazón de la Escuela”, esto me vuelve a emocionar, no saben cuánto!!, me “entregué” al dispositivo, y recibí desde el encuentro con el secretariado, hasta al encuentro con los pasadores, lo que la clínica del Pase me dejaría, quise transmitirles mi experiencia de análisis, ya nada me pertenecía, lo disponía para otros, hubo un “es suficiente”, de allí en más quedaba a disposición del cartel del pase: la hystoria dicha . Hay consecuencias… luego de este pase y del veredicto del cartel, ni ánimo ni desánimo, sino una profunda convicción de transmitir…lo vivido, vivamente. Escuela y Pase tomaron para mí una forma que hoy me orienta y la convicción que la experiencia de Escuela Una, tiene que ver con “como va uno entonces, cosiendo y descosiendo su propia experiencia de análisis, para mi es la relación analista-analizante desde la cual se podrá ir descubriendo y transmitiendo, una experiencia “viva” de Escuela Una, con todos sus momentos de pase y de posibilidades de transitarla, al propio estilo de cada uno. Las conclusiones de los carteles del Pase, nos orientarán con sus enseñanzas para permitirle a la Escuela y al psicoanálisis un por-venir. Asociación vs. Escuela Stella Palma El planteo del Debate de la EU en la EOL me parece muy interesante justamente por su ubicación en relación a la EOL, o sea a nuestra Escuela. Así como en la Asamblea se planteó el debate en relación a la admisión en la EOL, creo que todo lo que apunta a nuestra singularidad es altamente enriquecedor y refleja la aparición de un movimiento novedoso. En función de esto es que adhiero al planteo de Leonardo Gorostiza cuando dice que la política de la enunciación (desmasificante, ya que es propio de la enunciación el ser singular) es la política de la EU y que se sostiene de la función de la extimidad. También lo subraya Mónica Torres cuando dice que la extimidad garantiza la singularidad inextirpable.