Hay la experiencia subjetiva del deseo, de la angustia, del goce, indicadores de un real no objetivable. Freud se pregunta: ¿Cómo trata el ser parlante el goce heterogéneo al lenguaje, «el excedente de la satisfacción sexual que queda intraducido en representaciones verbales»? Esta pregunta, de entrada, subraya una aporía: mientras que el sujeto del cogito hace recaer su racionalidad sobre el manejo de representaciones y del lenguaje, en lo más íntimo, su goce le es heterogéneo, ininteligible. Determina un real que le es particular y que constituye un imposible por su razón. La experiencia analítica permite al sujeto cernir ese real y volverlo el singular responsable. Tres preguntas resultan: ¿Cómo el psicoanálisis tiene un impacto sobre la relación del sujeto a ese real? Es su vertiente clínica. ¿A partir de qué formalización rigurosa constituyó su campo de saber y su práctica? Es su vertiente epistémica. ¿Cómo lleva a una responsabilidad del sujeto frente a lo que, del goce, se impone repetitivamente? Es su vertiente política. La repetición, en la neurosis, da lugar a la interrogación sobre los determinantes del deseo que lo dirige; en el psicótico paranoico, aparece bajo la forma de certeza delirante que, llegado el caso, conduce al pasaje al acto para hacer cesar la satisfacción persecutoria que piensa que el otro extrae de él…
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Traducción Lorena Buchner.