« El odio es de las pasiones la más intensa. El amor juega con las apariencias, mientras que el odio es radical, apunta al ser…En el teatro de la crueldad, cada uno de nosotros por más compenetrados que estemos con el sentimiento de compasión, estamos tomados por esa parte irreductible de inhumanidad, sin la cual ninguna humanidad podría sostenerse. »
(Miller, 2012, p.46)“Shoah es en lo sucesivo el nombre imperecedero de lo innombrable que constituye la entraña de este siglo”.
(Wajcman, 2001, p.48)
La Maestría en Teoría Psicoanalítica Lacaniana de la Universidad Nacional de Córdoba tiene su revista. Su nombre es LAPSO. Electrónica, gratuita, anual y bilingüe, LAPSO publica artículos de investigación y trabajos originales con un despliegue visual cautivante.
LAPSO N° 2 titulada « Dioses Oscuros » da cuenta de las anticipaciones de Jacques Lacan en materia de segregación y de la función del psicoanálisis en la civilización. A su vez, interroga en su apuesta, quiénes fueron los dioses oscuros de antaño y quiénes los de hoy.
Jorge Assef en su rigurosa editorial recorre las múltiples referencias que Lacan va a tomar a lo largo de su enseñanza. El sintagma dioses oscuros surge en 1964, en la penúltima página del Seminario 11. Son muy « pocos los sujetos que pueden no sucumbir, en una captura monstruosa, ante la ofrenda de un objeto de sacrificio a los dioses oscuros » (Lacan, 1964, p. 182), y a la fascinación ejercida por el sacrificio en sí mismo. Lacan considera aquí que el sentido y la significación de la historia, en relación a la destrucción de los judíos de Europa, no puede leerse a partir de las premisas hegelianas ni marxistas, sino a partir del concepto de objeto a. Es decir que la lectura histórica hegeliana-marxista es insuficiente para dar cuenta de la monstruosidad de los campos de exterminio.
En el Seminario De un Otro al otro Lacan (1968-69) refiriéndose a las cámaras de gas dirá objetos a pero sin goce. Víctimas sin goce.
Podemos señalar al respecto el texto de François Regnault de 1979, Nuestro objeto a, que postula a partir de Jacques Lacan, que el judío es el objeto a del Occidente.
En textos posteriores al Seminario 11, tal como lo recuerda Jorge Assef, Lacan va a situar al porvenir de los mercados comunes y al avance de la ciencia, por la universalización que producen, como factores de segregación.
Sin embargo podemos hacer una distinción entre estos fenómenos de segregación. En la conferencia que brindó en Madrid el 13 de mayo del 2017, Jacques-Alain Miller distingue con precisión al capitalismo, fenómeno que nace en el siglo XVI, del nazismo y del totalitarismo de Stalin. No se pueden concebir como registros homogéneos.
Osvaldo Delgado en su intervención especial a Lapso Nº 2, entabla un conmovedor diálogo con Sigmund Freud. Lee El Malestar en la Cultura (Freud, 1930) como un legado esencial, escrito poco antes de que de los enemigos del género humano llegaran a la cumbre del exterminio.
Retomando la distinción hecha por el erudito y lingüista Jean Claude Milner (2006) entre el judío de saber, de negación y de afirmación, ubica a Freud, tal como lo hace Milner, como Judío de saber, concepto desplegado en el libro epónimo.
Milner (2006) considera que la asimilación de los judíos de lengua alemana en el período comprendido entre 1815 a 1933 llevó a la sustitución del estudio talmúdico o del midrashpor el saber, la llamada Wissenschaft, sin que en esa transformación quedara un resto.
En relación al texto freudiano, Osvaldo Delgado postula que el principal legado para nuestros tiempos, es que no hay satisfacción plena de la pulsión por obstáculo interno. Delgado destaca por otra parte el valor inestimable del amor de un hombre hacia una mujer. En su carácter disgregativo del efecto masa, la mujer para un hombre, está investida de una virtud anti-totalitaria.
La originalidad de su trabajo reside en la interpretación del texto de Freud a nuestras tierras. Delgado se refiere a los torturadores, a aquellos que en la Argentina de la dictadura generaron los desaparecidos.
Nos incita a recrear las condiciones sociales que impidan la expresión de las pasiones oscuras. Nos invita a construir una sociedad más justa, democrática, con un Estado garante de la salud, la educación, la vivienda y el trabajo.
Por último Delgado concluye su nota expresando gratitud a Freud. El encuentro con su texto, confiesa, amortiguó su inclinación al pasaje al acto sacrificial militante.
Hoy también estamos confrontados al retorno de los dioses oscuros en Europa, señala Bassols en la entrevista que Lapso le realiza. Hombres ahogándose en el Mediterráneo bajo las pantallas del mundo. Nadie puede alegar ignorar el fenómeno. Lo inhumano a la vista del planeta. En dicha video-entrevista realizada por Mariana Gómez, Miguel Bassols pone en tela de juicio el vocablo holocausto. Un holocausto es un sacrificio que responde al llamado de los dioses, una ofrenda destinada íntegramente a Dios. A diferencia de Theodor Adorno, para quien escribir poesía después de Auschwitz era un acto de barbarie, Miguel Bassols evoca a José Ángel Valente quien consideraba lo opuesto: ¡Cómo no escribir después de Auschwitz! Otras figuras eminentes también sostuvieron esa posición de escritura, Paul Celan, Primo Levi, Jorge Semprún e Imre Kertész. La escritura o la vida, según la feliz expresión de Miguel Bassols. Con fineza y precisión Mariana Gómez concluye la entrevista distinguiendo el valor del testimonio.
La excomunión de Jacques Lacan
El expresidente de la AMP (Asociación Mundial de Psicoanálisis) también nos recuerda que Jacques Lacan, un año antes de dictar el Seminario 11, había sido objeto de segregación por parte de los analistas de la Sociedad Francesa de Psicoanálisis. La SFP lo había borrado de la lista de didactas con el fin de obtener el reconocimiento de la IPA creada por Freud. Lacan será destituido de su lugar de didacta, va interrumpir su Seminario titulado Los Nombres-del-Padre, dejando su enseñanza en el hospital Sainte Anne para continuar en la École Normale Supérieur invitado por Louis Althusser. Hará de su exclusión, de su excomunión, un acto: la fundación de su Escuela. Pasó de enseñar a los especialistas, psiquiatras, psicólogos, al público del Barrio Latino, abriendo su enseñanza a los intelectuales de su época. Como escribe Jacques-Alain Miller (2006) en la revista belga Quarto, Lacan estaba en la posición de Spinoza, o de Isaac, pero de un Isaac culpable, en posición de sacrificio frente a los rabiosos herederos de Freud.
Miller denominó al Seminario sobre Los Nombres-del-Padre, “El seminario inexistente”. Si podemos decir que algo hay pero que eso no existe es porque tenemos el nombre, explicita Miller dando aquí una pista fundamental en relación a la cuestión del nombre propio.
Lacan considera que su destitución no fue azarosa y que se correlacionaba con la temática que iba a tratar. El título en plural indicaba ya un desplazamiento, una relativización del singular, único y absoluto Nombre-del-Padre. El Nombre-del-Padre, señala Miller (2006), es un elemento de la teoría general del nombre, del nombre propio tanto en lingüística como en la lógica matemática. El Nombre-del-Padre se divide en teoría del padre y teoría del nombre.
Lacan señalará en este seminario que desde siempre Kierkegaard objeta y cuestiona el universal Hegeliano, pues no se puede inferir lo particular desde lo universal. Por otra parte enunciará aquí que Dios no es causa de sí mismo, causa sui, convalidando la teoría de San Agustín. Decir Dios es causa sui, causa de sí mismo, es pensar que se puede transitar directamente del concepto a la existencia sin pasar por el objeto a como causa.
El Nombre-del-Padre está en el lugar del Dios Padre de la religión. Lacan va a distinguir al Sujeto Supuesto al Saber del Nombre del Padre, retomando aquí la distinción hecha por Pascal entre el Dios de los filósofos y el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. El Dios de los filósofos es el Sujeto supuesto al saber en cambio el otro Dios tiene relación con lo real y con el objeto a.
En el texto que Miller (2005) tituló Introducción a los Nombres del Padre, Lacan hará referencia al sacrificio de Abraham, que en la tradición judía se llama AKEDAH, la ligadura. Cuando Lacan lee el sacrificio de Issac antes del momento de la alianza y del sacrificio, concibe al padre como un padre totémico. Es al principio el nombre divino. El sacrificio lo hace pasar del registro totémico universal a un Nombre-del-Padre que funciona de un modo particular. Supone un nombre que sólo se sostiene de la eficacia de un decir, de la palabra.
La descendencia ya no es animal sino de lenguaje, simbólica, y se separa de la naturaleza.
El Seminario acerca de los Nombres del Padre no será impartido por Lacan. Sólo conocemos su primera lección, del 20 de noviembre de 1963, publicada por Miller en 2005. En 1964, Lacan en su lugar dará el Seminario XI: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.
A pesar de que Lacan toma aquí los conceptos de Freud, en lugar de los nombres, Miller insiste a partir del 2011 que los nombres son necesarios, que no se los pueden obviar.
Shoah
Respecto al aniquilamiento de los judíos de Europa, quien supo mostrar y decir lo que no se puede ver ni decir, fue el filósofo francés, cineasta y escritor Claude Lanzmann. Recientemente desaparecido, su obra maestra cinematográfica Shoah (1985) es un acto de coraje llevado al séptimo arte.
Shoah no es un documental, Shoah no es una ficción. Doce años de trabajo fueron necesarios para que Claude Lanzmann realizara e inscribiera su legado ético, Shoah. En su film de nueve horas, Lanzmann da la palabra a sobrevivientes en el litoral de la muerte, a perpetradores nazis del genocidio y a testigos.
Sin imágenes de archivos, sin ninguna visión de la muerte, Lanzmann filma desde la pradera verdosa, las voces de lo indecible, de lo imposible de ver. Cada uno se enfrenta a su palabra, su conciencia, su dolor, su cobardía o culpabilidad.
Con tenacidad y fineza Claude Lanzmann extrae del entrevistado un saber no sabido, cual operación analítica. A veces la cámara deja vislumbrar signos o muecas de goce complacientes que traicionan el enunciado inocente del entrevistado, como en el caso de algunos campesinos polacos. Lanzmann enfoca el rostro/cuerpo en su verdad, mientras las palabras nos mienten.
El nazismo no sólo pretendía aniquilar a todos los judíos sino que aspiraba a borrar todas las huellas, todos los rastros e indicios de la destrucción. Los nazis pretendían llevar a cabo una anonimia absoluta, la de negar el crimen en el momento mismo de cometerlo. El historiador americano Raul Hilberg (2005), fue el primero en poner de relieve y hacer hincapié en el valor de la anónima burocracia técnica del nazismo. Ninguna directiva escrita por parte de Hitler relativa a la solución final. Todo transcurría en una suerte de maquinaria burocrática inmensa e impersonal.
Estaba prohibido nombrar la palabra víctima, o pronunciar el vocablo muerte. Se trataban sólo de pelotitas, de cosas que carecían de importancia, que no eran nada. Con respecto a los cuerpos los nazis imponían llamarlos “Figuren”, marionetas, muñecos, o Schmattes, es decir, trapos.
Pero el film Shoah dice en su legado ético: eso existió. Shoah dice: ésta es mi arma de guerra en contra del negacionismo. Shoah dice: soy el rechazo al olvido.
De la COSA a SHOAH:
Un acto de nominación radical
Lanzmann en su mente durante diez años y en secreto llamaba LA COSA a eso que no tenía nombre. ¿Cómo podía tener un nombre aquello que había sido sin precedente en la historia de los hombres?
Se impuso la palabra hebrea Shoah pues era un Sinnloss, según la categoría de Frege. Una palabra que carecía de sentido, que carecía de significación. Sin saberlo procedió a un acto radical de nominación, ya que Shoah pasó de ser un nombre común a ser un nombre propio, por lo tanto intraducible, y que puede repetirse en todas las lenguas. Un nombre propio insustituible.
En el diario Le Monde Lanzmann (2015) escribe:
La cuestión del título que daría a mi film se planteó al final de los 12 años de trabajo, en abril de 1985, algunas semanas solamente antes de la avant-première en el inmenso teatro del Empire, avenida Wagram, y en la que el presidente de la República François Mitterand asistiera. Durante todos estos años no tenia título, postergando a más tarde el momento en el que seriamente reflexionaría sobre el tema.
« Holocausto » por su connotación sacrificial era inconcebible, por otra parte ya había sido utilizado. Lo cierto es que no había nombre para lo que ni siquiera osaba en llamar « acontecimiento ». En mi mente, y en secreto, lo llamaba LA COSA. Era un modo de nombrar lo innombrable. ¿Cómo podía tener un nombre aquello que había sido sin precedente en las historia de los hombres? Si hubiera podido no dar un nombre a mi film lo hubiera hecho. La palabra « shoah » surgió una noche como una evidencia, pues no comprendiendo el hebreo, no comprendía el sentido, lo cual era todavía un modo de no nombrar. Pero para aquellos que hablan hebreo, « Shoah » también era inadecuado. El vocablo aparece en la Biblia en diferentes momentos. Significa « catástrofe, « destrucción », « aniquilamiento », se puede tratar de un terremoto, diluvio, de un huracán. Los rabinos decretaron arbitrariamente en la posguerra designarlo como LA COSA. Para mí« SHOAH » era un significante sin significado, una expresión breve, opaca, una palabra impenetrable.
Quise eso, que no lo comprendiera nadie. Luché para imponer « Shoah » sin saber que así actuaba, procedía a un acto radical de nominación, ya que el título del film se convirtió en diversas lenguas y no sólo en hebreo el nombre mismo del acontecimiento en su absoluta singularidad. El film fue desde el inicio epónimo, se empezó a decir en todas partes, « la Shoah » nombre que suplantó a Holocausto, genocidio, solución final. Todos esos nombres son comunes. Shoah ahora es un nombre propio, el único, por lo tanto intraducible.
Shoah es en lo sucesivo el nombre imperecedero de lo innombrable que constituye la entraña del siglo XX. Su real, el horizonte del sujeto contemporáneo.