Desearía, en primer lugar, felicitar a Marie–Hélène
Brousse por haber organizado este seminario anglófono en París. Estoy verdaderamente sorprendido de ver aquí a casi cien personas de diferentes países. Deseaba que se retomara este seminario anglófono. Hubo hace ya unos años una serie en París, luego lo interrumpimos. Con eso me preocupaba, le pedí a Marie–Hélène Brousse de relanzarlo. Es una ocasión importante para mí constatar que la audiencia del Campo freudiano en los países anglófonos, lejos de haber disminuido, aumentó en número y en importancia desde hace diez años. El Campo freudiano no está, a mi parecer, suficientemente representado en el mundo anglófono, algo que tenemos la intención de cambiar. El Campo freudiano desea promoverse con vigor en el mundo anglosajón –en Gran Bretaña, en los Estados Unidos, en Australia– y en otros países donde el inglés es esencial para transmitir la enseñanza de Lacan y nuestra acción.
Como título de este seminario elegí: « Psicosis
ordinaria ». Aunque esta no sea una categoría de Lacan, es, me parece, una categoría lacaniana. Es una creación que concibo como extraída de lo que nosotros llamamos « la última enseñanza de Lacan », que es en sí misma con un efecto retorno del desarrollo pragmático de su enseñanza a lo largo de treinta años de seminario. Tengo la intención de darles, en esta exposición informal sobre el concepto de psicosis ordinaria, un mayor eco del uso práctico que hacemos de este término desde hace muchos años con mis colegas, entre los cuales muchos han contribuido a darle un sentido más preciso.
América dividida
Freud se planteó la famosa pregunta: « ¿Qué
quiere una mujer? ». Él se la planteó en tanto que hombre. Quizá en tanto que mujer también. A pesar de tener atrás treinta años de enseñanza de Lacan, nosotros no tenemos la respuesta. Sin embargo, la hemos buscado. No se trata por lo tanto de una cuestión de discriminación.
Tengo otra pregunta que me ha perturbado durante
años: « ¿Qué quieren los norteamericanos? » ¡Tengo la respuesta! Una respuesta parcial. Quieren a Slavoj Žižek. Quieren al Lacan de Slavoj Žižek. Lo prefieren por sobre el Lacan del Campo freudiano. Quizá, por el momento.
La pregunta es la siguiente. ¿Ellos quieren
conceptos bien definidos? ¿Quieren un espacio para discutir? ¿Un espacio de disputa?, lo que es el caso con los conceptos de psicoanálisis. Otto Kernberg, por ejemplo, decía estar muy perturbado por el hecho de que no podía atrapar la definición exacta de los conceptos lacanianos. « Cambian todo el tiempo », decía. Pueden imaginarse bien al querido Otto –que lee francés– buscando y queriendo encontrar en Lacan la definición del Nombre del Padre, del significante… y no encontrar una, sino una pluralidad de definiciones. Él encuentra definiciones contradictorias y se encuentra siempre perdido en la enseñanza de Lacan. Quizá sea porque Otto es de descendencia alemana. Los prusianos, se sabe, quieren significaciones muy rígidas, pero a decir verdad, esto también incluye al espíritu norteamericano. Recuerdo que Kernberg, mientras yo daba una conferencia en Nueva York en 1985 –la única que di en la IPA–, cuando terminé, en una de las preguntas que me planteó me decía: « Pero, el cincuenta por ciento de la vida psíquica son los afectos ». ¿Cómo hacía él para medir el cincuenta por ciento de la vida psíquica? Sin embargo, ¡era Otto Kernberg! Él quería definiciones precisas. Y es, en parte, lo que los americanos quieren: un saber bien definido, utilizable, con números.
Por otra parte, tengo la sensación de que los
americanos reclaman un espacio para transmitir sus opiniones, para poder decir: « Tú piensas así, yo pienso de otra manera. Yo tengo mi propia idea », sin por eso faltarle el respeto al prestigio y al saber. Es una forma muy democrática de cuestionar el saber del Otro.
Tengo la impresión de que el alma americana, o el
espíritu americano, si me lo permiten, se encuentra desgarrado entre, por un lado, un deseo por la extrema precisión y los números y, por el otro, el deseo de ser capaz de expresar el propio pensamiento y de seguir las propias ideas.
La psicosis ordinaria definida a posteriori
La psicosis ordinaria se sitúa más bien sobre esta
segunda vertiente. Es la razón por la cual elegí para renovar este seminario, porque la psicosis ordinaria no tiene una definición rígida. Todo el mundo es bienvenido para dar su impresión y su definición de la psicosis ordinaria. Yo inventé un concepto con la psicosis ordinaria. Inventé una palabra, una expresión, un significante, dando un esbozo de definición para atraer los diferentes sentidos, los diferentes reflejos de sentidos alrededor de ese significante. No di un saber–hacer sobre la utilización de ese significante. Hice la apuesta de que ese significante podía provocar un eco en el clínico, en el profesional. Quería que tomara amplitud y ver hasta dónde podía llegar esta expresión.
Estaba inspirado por lo que Lacan había hecho con
el pase. Saben que él llamaba al verdadero fin de análisis « El pase ». Pero no dio más que una definición esbozada, porque no quería que la gente lo imitara. Si ustedes dicen que pueden reconocer el fin del análisis cuando el sujeto hace esto o aquello o dice esto o aquello, todo el mundo va a hacerlo inmediatamente. Es el caso de la Universidad. Si tienen necesidad de una nota, deben decir las cosas de una cierta manera y en un cierto estilo. Y entonces la gente se conforma con eso y vive un mundo de sombras, una « Ciudad de fantasmas », como en el artículo de Jean–Louis Gault. Debo confesarles que la Universidad es una ciudad de fantasmas con gente que imita lo que son supuestos ser. Lacan dio solo un esbozo de definición del pase y propuso que se experimente para ver, una vez definido el momento, lo que surgía, aquello a lo que la gente contribuiría. Quisiera hacer algo de ese tipo con la psicosis ordinaria. Y creo que eso atrajo el sentido en potencia. Mucha gente se acercó luego para decir: « ¡Yo conozco un caso de psicosis ordinaria! » Si nos vemos tentados de darle una definición, es pues una definición a posteriori.
La clínica binaria y el tercero excluido
Ahora puedo reflexionar sobre la razón por la cual
había sentido en su momento la necesidad, la urgencia y la utilidad de inventar ese sintagma, psicosis ordinaria. Diría que para esquivar la rigidez de una clínica binaria, neurosis o psicosis.
N/P
Saben que cada significante es fundamentalmente
definido, en la teoría de Roman Jackobson –que es una teoría antigua en la actualidad–, por su posición en relación a otro significante o a una falta de significante. La idea de Jackobson es una definición binaria del significante. Durante años noté que teníamos esencialmente una clínica binaria, neurosis o psicosis. Un « o bien o bien » absoluto. Teníamos también la perversión, pero ella no pesaba de la misma forma en la balanza, por la sencilla razón de que las verdaderas perversiones no se analizan verdaderamente y, por lo tanto, aquellos que entran en análisis son sujetos que presentan rasgos de perversión. La perversión es un término discutible que desbandó al movimiento gay. Es una categoría que tiende a ser abandonada.
Así, nuestra clínica tenía un carácter
esencialmente binario. Resultado: durante años veíamos a los clínicos, a los analistas, a los psicoterapeutas, preguntarse si su paciente era neurótico o psicótico. Cuando ustedes recibían a esos analistas en control, podían verlos retomar, año tras año, ese paciente x, y si le hubiesen preguntado: « ¿Ya decidió si es neurótico o psicótico? », ellos habrían dicho: « No, no lo he decidido por el momento ». Y eso continuó así durante años. Claramente, no era una manera satisfactoria de considerar las cosas.
Era claramente una dificultad en los casos de
histeria. Cuando en la histeria no hay una identificación narcisista al propio cuerpo « suficientemente buena » –ese « suficientemente buena » es un término winnicottiano que me gusta mucho–, porque en la histeria tienen a menudo algunas marcas de alguna ausencia del cuerpo, entonces podían preguntarse si este abandono llegaba hasta el punto de no concernir ya a la histeria sino a la psicosis. Veían así gente que intentaba, durante años decidir de qué lado estaba su paciente. O bien, cuando tienen sujetos que testimonian de un vacío que experimentan en sí mismos, pueden preguntarse si ese vacío es también histérico. ¿Es el sujeto barrado que reenvía a la nada en la neurosis? ¿O es el vacío psicótico, el agujero psicótico? Aunque, año tras año, a pesar de la diferenciación supuestamente absoluta entre la neurosis y la psicosis, sobre la base de la forclusión del Nombre del Padre –verdadero credo lacaniano: yo te bautizo neurótico si hay Nombre del Padre, yo te bautizo psicótico si no lo hay–, ciertos casos tenían el aspecto de estar entre los dos. Y esta frontera terminó, a lo largo del tiempo –en el control y en la práctica–, por ensancharse. ¡Un ensanchamiento creciente como el que ustedes encuentran alrededor de su cintura!
N/P
Entonces, había algo que no iba bien porque, si era
una neurosis, no era una psicosis, y si era una psicosis, no era una neurosis.
La psicosis ordinaria era una forma de introducir
el tercero excluido por la construcción binaria, uniéndose al mismo tiempo a la posición del lado derecho binario.
N/_P
Era una manera de decir, por ejemplo, que si
tuvieron durante años razones para dudar de la neurosis del sujeto, pueden apostar a que se trata más bien de un psicótico ordinario. Cuando se trata de la neurosis, ¡Ustedes lo deben saber! La contribución de ese concepto permitía decir que la neurosis no es un fondo de pantalla (wallpaper).
La neurosis es una estructura muy precisa. Si no
reconocen la estructura muy precisa del paciente, pueden apostar o deben intentar apostar a que es una psicosis disimulada, una psicosis velada.
No es, pues, seguro que la psicosis ordinaria sea
una categoría objetiva. Se tienen que preguntar si es una categoría de la cosa–en–sí. ¿Pueden decir que la psicosis ordinaria existe objetivamente en la clínica? No es seguro. La psicosis ordinaria interesa al saber de ustedes, a la posibilidad que tienen de conocer algo del paciente. Ustedes dicen: « psicosis ordinaria », cuando no reconocen signos evidentes de neurosis, y así son conducidos a decir que es una psicosis disimulada, una psicosis velada. Una psicosis difícil de reconocer tal cual, pero que deduzco de pequeños índices variados. Se trata más de una categoría epistémica que objetiva. Esta última concierne a nuestra manera de conocerla.
La construcción lacaniana de la psicosis en los Escritos
1. El mundo
imaginario movedizo
Es su texto clásico sobre la psicosis, « La
cuestión preliminar… »[2], de los Escritos, de todos modos, Lacan debuta con las neurosis. Él piensa la psicosis en la perspectiva de la neurosis. Hace derivar la estructura de la psicosis de la de la neurosis, como una derivación fundamental de la neurosis o de la normalidad. Hay una conexión entre neurosis y normalidad: el complejo de Edipo. En Lacan –y en Freud igualmente–, el complejo de Edipo –que Lacan traduce como metáfora paterna– es tanto el fundamento de la realidad común como de la neurosis. El complejo de Edipo es el lazo entre normalidad y neurosis. Podemos decir que la neurosis es la normalidad. Una persona supuestamente normal es un neurótico que no sufre de su neurosis o que no sufre demasiado de su neurosis, o más todavía, que no cura su neurosis por el análisis, que cura su neurosis viviendo. ¡Es menos interesante! Es más interesante curar la neurosis por el análisis, pero la gente no siempre piensa así y sigue viviendo. Y entonces, me siento como el doctor Knock, en la famosa obra de teatro francesa de principio de siglo que decidía que todo el mundo estaba enfermo sin saberlo.
¿Cuál es la base común entre neurosis y psicosis
desde el punto de vista de Lacan? ¿Cuál es el inicio de la vida psíquica? El inicio de la vida psíquica en el Lacan clásico es lo que llama lo imaginario. Es el Lacan clásico. Esto se puede poner en tela de juicio porque está la incidencia del lenguaje. En efecto, desde el inicio el sujeto está inmerso en el lenguaje. Pero en su texto clásico sobre la psicosis, como en casi todos sus textos de los Escritos –a excepción de los últimos–, Lacan construyó la dimensión fundamental de sujeto como perteneciendo a la dimensión imaginaria. Es, pues, el nacimiento supuesto común, que sea un futuro neurótico, un futuro normal, un futuro perverso, un futuro psicótico, depende de cómo habite, podríamos decir, el estadio del espejo.
El estadio del espejo es la primera estructura del
mundo primario del sujeto, lo que indica que es un mundo muy inestable. El mundo estructurado por el estadio del espejo es un mundo de transitivismo. Transitivismo quiere decir que no saben si ustedes o el otro que lo ha hecho. Es cuando un niño le da un golpe al compañero y dice: « Él me pegó ». Tienen ahí una confusión. « ¿Soy yo o es él? » Este es un buen ejemplo para entender que se trata de un mundo de arenas movedizas. Es un mundo inestable, sin consistencia. Es un mundo de sombras. En el primer seminario de Lacan, esa es la forma en que describe el mundo primario o, más bien, la manera en que se construye. Digo « construye » porque hay que comenzar por hacer abstracción del lenguaje que está presente desde el inicio. Es a partir de ahí que se estructura la psicosis. Es también para él el mundo de la madre. Es supuestamente un mundo cuya fuerza pulsional es la del Deseo de la Madre, el deseo desordenado de la madre con respecto al niño–sujeto. De una cierta manera, esto equivale a decir que la locura es el mundo primario. Es un mundo de locura.
2- El orden simbólico
El orden simbólico viene en un segundo tiempo de
esta construcción. Es a nivel simbólico que se debe insistir sobre la palabra « orden ». Estaríamos tentados de decir « el orden imaginario », « el orden real », pero es inexacto. En efecto, esto quiere decir que el orden viene al mundo imaginario con lo simbólico. La estructura lacaniana introduce lo simbólico –el lenguaje, la metáfora paterna– como la potencia que impone el orden, que impone la jerarquía, la estructura, la constancia, que estabiliza el mundo imaginario movedizo. Lacan condensa esta potencia ordenatriz de lo simbólico, con el Nombre del Padre –utilizo la P mayúscula para representar la palabra francesa « Père« – que es un elemento más. Es un plus (+) que tiene como consecuencia un menos (–), un goce en menos. El goce imaginario, que vuelve posible el mundo imaginario, es expulsado, sustraído. Y encuentran, en todo el texto de Lacan, la idea según la cual el goce es evacuado por lo simbólico. Lacan utiliza esta expresión de diferentes maneras. Podemos hablar de extracción, de sustracción, pero es siempre la misma idea. Cuando se introduce el elemento ordenador del Nombre del Padre, se obtiene una sustracción a nivel de la libido, del goce y las pulsiones. En términos del falo tenemos el falo imaginario completo Φ de un lado, y del otro el menos–phi –φ que quiere decir « castración », la palabra freudiana para esta extracción de goce.
+NP Φ
–J (–φ)
A partir de ese momento, como bien saben, Lacan
construye la psicosis como una falta del Nombre del Padre, P0 y la falta de ese falo castrado que escribe Φ0. Tenemos dos agujeros correlativos al esquema I –debemos escribirlo así, con tres flechas– a nivel del goce, que es de hecho un « demasiado ».
Si el goce imaginario que está « en
demasiado » continúa existiendo, entonces el Nombre del Padre no es operatorio. Esto quiere decir que menos phi no es operatorio. De hecho, es menos–phi cero. No voy a explicar de nuevo esta construcción de la psicosis en Lacan, pero lo que introduce al mismo tiempo, mientras que lee el caso Schreber, es la idea de la metáfora delirante. No tiene la metáfora paterna normal en el caso Schreber pero, en un momento preciso, se nos revela el hecho de que no está unido al significante del Nombre del Padre, desencadenando su psicosis extraordinaria. Luego de un primer tiempo de perplejidad del mundo –un mundo que antes estaba estabilizado, había llegado a obtener una posición muy elevada como magistrado, su mundo tenía su orden, pero cuando fue solicitado a responder desde el punto de vista del Nombre del Padre, no alcanzó y se desencadenó entonces su psicosis extraordinaria– observamos una suerte de mundo ordenado que se reorganiza a sí mismo. Schreber logró armar progresivamente un mundo vivible. Lacan dice que él no tiene una metáfora paterna, sino más bien una metáfora delirante.
De todos modos, un delirio es simbólico. Un delirio
es un cuento simbólico. Un delirio es también capaz de ordenar el mundo. Pregúntense si lo que ordena nuestro mundo no es, en gran parte, delirante. Si lo trasladan al saber científico, esas historias de Dios–todo–poderoso, de padre, madre, etc., los conducen a decir que es un delirio. No diría esto –no osaría–, pero la gente del siglo XVIII osaban en decir que, en efecto, en parte es un delirio. El Campo freudiano es un delirio, no tiene una existencia bien delimitada. Es algo para unas miles de personas en el mundo que hablan del Campo freudiano, pero eso no tiene existencia precisa a decir verdad. Cuando leen a propósito de Mohammed –Dios no permita que yo diga lo que sea contra Mohammed– que se fue solo, que llevaba un mensaje divino y que escribía, ese discurso ordenó a un millón de personas en el mundo. Era un delirio divino. En efecto, la hipótesis según la cual un delirio puede ordenar el mundo no es completamente tirada de los pelos.
Schreber tenía un delirio privado, él no pudo
lograr hacer de su delirio un delirio para todos en la Prusia de finales del siglo XIX. Lo tuvo que privatizar. Montó una empresa delirante para él solo. Entonces, pueden tener un orden simbólico delirante.
Del nombre propio al predicado
Debo decir que un su última enseñanza, Lacan está
próximo a decir que todo el orden simbólico es un delirio, incluida su propia construcción del orden simbólico. La vida no tiene ningún sentido. Producir sentido es ya delirante. Es una convicción profundamente inculcada en Lacan. En la práctica, cuando comprenden lo que el paciente dice, están capturados por su delirio, por su manera de producir sentido. El trabajo de ustedes, en tanto que clínicos, no es comprender lo que el paciente dice. De esa manera, ustedes no participan de su delirio. El trabajo de ustedes es captar la manera particular, insólita de dar sentido a las cosas, de dar sentido a la repetición de la vida.
Esto introduce un cambio de estatuto para el Nombre
del Padre. En los textos clásicos de Lacan, se utiliza el Nombre del Padre en tanto que nombre propio. Cuando preguntamos: « El sujeto, ¿tiene Nombre del Padre o no tiene Nombre del Padre? », utilizamos lógicamente el Nombre del Padre en tanto que nombre propio, el nombre propio de un elemento particular que se llama el Nombre del Padre. Siguiendo la idea del orden simbólico delirante, podemos decir que el Nombre del Padre no es más que un nombre propio sino un predicado definido en la lógica simbólica.
NP(x)
Un elemento tal que funciona como Nombre del Padre
para el sujeto. Este elemento es el principio que ordena su mundo. Eso no es el Nombre del Padre, pero tiene la cualidad, la propiedad. Es igualmente muy útil cuando pensamos el hecho de que Schreber llevó una vida aparentemente normal durante cincuenta años. Su psicosis se desencadenó recién cuando tenía cincuenta y un años, durante lo que se llama en medicina el climaterio de la vida masculina. La idea nos ayuda a comprender cómo podía funcionar su mundo. ¿Qué habría pasado si Schreber hubiese venido al análisis antes del desencadenamiento de su psicosis? No había todavía psicoanálisis en esa época, pero imagínense si él hubiera sido tratado por Freud. Quizá antes de los cincuenta y un años ustedes podrían ya haber observado particularidades en la construcción de su mundo que les habría hecho decir que era un psicótico ordinario. Freud no conocía la psicosis ordinaria –es evidente que él conocía muchas otras cosas mucho más importantes–, pero quizá lo que nosotros llamamos psicosis ordinaria es una psicosis que no se manifiesta hasta su desencadenamiento. Es, por ejemplo, una de las maneras de captar el concepto sobre el cual ustedes debatieron.
Entonces, la cuestión se centra sobre el Nombre del
Padre en tanto que predicado. Eso quiere decir que es un sustituto sustituido. El Nombre del Padre se sustituye él mismo al Deseo de la Madre, impone su orden al Deseo de la Madre. Y lo que llamamos el predicado del Nombre del Padre es un elemento que es una suerte de make–believe del Nombre del Padre, un compensatory make–believe (un hacer creer compensatorio) del Nombre del Padre, una CMB en la psicosis. ¡Vamos a creer –make–believe– que estamos haciendo un estudio altamente científico! ¡Y deberíamos decir que tenemos la intención de observar y de hacer una lista completa de todas las formas posibles de CBM en la psicosis! De hecho, es más difícil que eso. Es más difícil que este tipo de bromas.
« Un desorden […] en la juntura más íntima del
sentimiento de la vida en el sujeto. »[3]
¿Qué intentamos captar hablando de la psicosis
ordinaria? Es decir, cuando la psicosis no va de suyo, cuando no tiene el aspecto de ser una neurosis, cuando no tiene la firma de la neurosis ni la estabilidad ni la consistencia ni la repetición de la neurosis. Una neurosis es algo estable, una formación estable. Cuando ustedes no comprueban –es también una prueba para el clínico– que tienen los elementos bien definidos, bien recortados de la neurosis, la repetición constante y regular de lo mismo–, y cuando no tienen claros fenómenos de psicosis extraordinaria, entonces llegan a decir que es una psicosis, aunque no sea manifiesta sino, por el contrario, disimulada.
Deben entonces darse a la búsqueda de pequeños
índices. Es una clínica muy delicada. A menudo es una cuestión de intensidad. Una cuestión de más o menos. Eso los orienta hacia lo que Lacan llama « un desorden provocado en la juntura más íntima del sentimiento de la vida en el sujeto ».[4] Es la frase sobre la cual insisto desde hace años en mis cursos y en las discusiones con mis colegas, en la página 224 del tomo II de los Escritos. En la excelente edición anglófona de Bruce Fink, en la página 466, está traducido por « a disturbance« . Esa es una muy buena traducción de desorden. Él no pone trastorno, que habría sido un término del DSM, sino « disturbance« : « a disturbance that accuredat the inmost junctureof the subject’s sens of life« .[5] Y bien, es eso lo que buscamos en la psicosis ordinaria. Ese desorden en la juntura más íntima del sentimiento de la vida en el sujeto. « Sens of life » se traduce por « sentimiento de la vida » o « cómo viven ustedes su propia vida ». Es muy difícil de analizar ese término. Los psiquiatras intentaron delinear ese « sentimiento de la vida ». Ellos hablan de síntesis, de sentimiento general del sujeto, de « estar en el mundo ».
El desorden se sitúa en la manera en que sienten el
mundo que los rodea, en la manera en la que sienten su cuerpo y en la manera de referirse a sus propias ideas. Pero, ¿qué hay de ese desorden, dado que los neuróticos también lo sienten? Un sujeto histérico siente ese desorden en relación a su cuerpo, un sujeto obsesivo siente ese desorden en relación a sus ideas. ¿Qué es entonces ese desorden que llega a « la juntura más íntima del sentimiento de la vida en el sujeto? » Es algo muy difícil de formular.
Una triple externalidad
Voy a intentar organizar ese desorden en el
sentimiento de la vida en relación a una triple externalidad: una externalidad social, una externalidad corporal y una externalidad subjetiva.
Los indicios hay que localizarlos en los tres
registros.
1. Una externalidad social
En lo que concierne a una externalidad social, en
lo que concierne a la externalidad social en la psicosis ordinaria, la cuestión es la siguiente: ¿cuál es la identificación del sujeto con una función social, con una profesión, con su lugar bajo el sol, como se dice en inglés? El índice más claro se encuentra en la relación negativa que el sujeto tiene con su identificación social. Cuando tienen que admitir que el sujeto es incapaz de conquistar su lugar bajo el sol, asumir su función social. Cuando observan un desamparo misterioso, una impotencia en relación a esta función. Cuando el sujeto no se ajusta, no en el sentido de la rebeldía histérica, o la manera autónoma de la obsesión, sino cuando hay una suerte de fosa que constituye misteriosamente una barrera invisible. Cuando observan lo que llamo un desenganche, una desconexión. Ven a veces sujetos que van de una desconexión social a otra, desconectarse del mundo de los negocios, desconectarse de la familia, etc. Ese es un trayecto frecuente en los esquizofrénicos.
Dije esquizofrenia. Esa puede ser la realidad del
sujeto, aunque pueda parecer una psicosis ordinaria, porque no va de suyo. Pero la psicosis ordinaria es, entonces, desde el punto de vista de ustedes. Una vez que dijeron que es una psicosis ordinaria, traten de clasificarla de un modo psiquiátrico. No deben decir simplemente que es una psicosis ordinaria, deben ir más lejos y encontrar la clínica psiquiátrica y psicoanalítica clásica. Si no hacen eso –y ese es el peligro del concepto de psicosis ordinaria– es lo que se llama un « asilo de la ignorancia ». Eso se transforma en un refugio para no saber. Si hablamos de psicosis ordinaria, ¿de qué psicosis hablamos?
Pudimos, por ejemplo, constatar esto en el último
coloquio de las Secciones Clínicas francófonas [el círculo UFORCA, la conversación sobre situaciones subjetivas de desinserción social en la Maison de la Mutualité el 28 y 29 de junio de 2008] cuando, en el caso de una psicosis ordinaria, un colega –un psicoanalista y psiquiatra– dijo: « es una paranoia sensitiva, en el sentido de Kretschmer ». Se trataba de una psicosis ordinaria porque no era manifiesta, pero una vez que ustedes dicen que es una psicosis ordinaria, eso quiere decir que es una psicosis. Y si es una psicosis, entonces puede ser trasladada a las categorías nosológicas clásicas. Tuve la impresión de que mi colega tenía razón, que en ese caso se trataba de una paranoia sensitiva de Kretschmer. El término de psicosis ordinaria no debe darnos el permiso de ignorar la clínica. Es como una invitación a pasarse de ella.
Esto por la identificación social negativa, pero
deben también percatarse de cómo se viven las identificaciones sociales positivas en la psicosis ordinaria. Es decir, cuando los sujetos invisten demasiado su trabajo, su posición social, cuando tienen una identificación demasiado intensa en su posición social. Pueden ver entonces, y se ve a menudo, psicóticos ordinarios cuya pérdida del trabajo desencadena la psicosis porque su trabajo quería decir más que un trabajo o una manera de vivir. Tener ese trabajo era su Nombre del Padre. Lacan dice que en nuestros días el Nombre–del–Padre es el hecho de ser nombrado, de ser asignado a una función, de ser nombrado para. El Nombre del Padre hoy es acceder a una posición social. Constatamos, en efecto, que ser miembro de una organización, de una administración, de un club, puede ser el único principio del mundo de un psicótico ordinario. Por ejemplo, hoy tener trabajo tiene un valor simbólico extremo. Las personas están dispuestas a llenarse de trabajos mal pagos solo para tener el valor simbólico de estar en el trabajo. Los gobiernos son suficientemente inteligentes para entender esto claramente y para ofrecerles trabajos miserablemente remunerados. El gobierno francés quiere en este caso extenderlo a los psicólogos y a los psicoterapeutas. Es de esto de lo que hablamos en estos días. Ellos quieren crear una nueva profesión de psicoterapeutas que estaría peor pagada que la kinesioterapia.
Esto por la externalidad social, con la vertiente
positiva y negativa de la identificación social.
2. Una externalidad corporal
La segunda externalidad concierne al Otro corporal,
al cuerpo como Otro para el sujeto, partiendo del principio de que « no se es un cuerpo, sino que se tiene un cuerpo », como dice Lacan. En la histeria tienen la experiencia de extranjeridad del cuerpo, el cuerpo hace a su antojo. En el cuerpo macho también tienen al menos una parte del cuerpo que hace igualmente a su antojo: el pene, es bien conocido.
En la psicosis ordinaria debe haber algo de más, un
desajuste. El desorden más íntimo es esta brecha en la que el cuerpo se descompone y donde el sujeto es llevado a inventarse lazos artificiales para reapropiarse de su cuerpo, para « ceñirse » a su propio cuerpo. Para decirlo en términos de la mecánica, tiene necesidad de una prensa para unirse a su propio cuerpo.
La dificultad reside en el hecho de que todos esos
medios artificiales que parecían anormales hace años, hoy son banalizados. Hoy los piercings están de moda. Los tatuajes también. La moda está claramente inspirada en la psicosis ordinaria. Ciertos usos de los tatuajes son un criterio de la psicosis ordinaria cuando perciben que para el sujeto es una manera de ligarse a su propio cuerpo. Este elemento suplementario oficia de Nombre del Padre. Un tatuaje puede ser un Nombre del Padre en la relación que tiene el sujeto con su cuerpo. ¿Cómo lo comparamos con la histeria? No podemos hablar de otro modo que en términos de tonalidad –no tiene el mismo tono– y en términos de exceso, eso excede las posibilidades de la histeria. La histeria está obligada por los límites de la neurosis, está limitada por el menos phi. A pesar de la rebelión y el desasosiego, la histeria está siempre sometida a la obligación, mientras que se siente el infinito en la falla presente en la relación del psicótico ordinario a su cuerpo.
3. Una externalidad subjetiva
No voy a discutir la vida sexual. Luego de la
realidad social –el Otro social– y el Otro corporal, les hablaré del Otro subjetivo. Lo más habitual es localizar en esa experiencia el vacío, la vacuidad, la vaguedad en el psicótico ordinario. Pueden encontrarlo en diversos casos de neurosis, pero en la psicosis ordinaria busquen un indicio de vacío o vaguedad de una naturaleza no dialéctica. Hay una fijación espacial de este indicio.
Quisiera también desarrollar la relación a las
ideas, pero lo dejaré para la próxima vez.
También deben investigar sobre la fijación de la
identificación con el objeto a como desecho. La identificación no es simbólica, sino bien real, porque sobrepasa la metáfora. El sujeto puede transformarse en un desecho, descuidarse al punto más extremo. Digo que es una identificación real porque el sujeto va en la dirección de realizar ese desecho en su persona. Finalmente, puede defenderse de eso con un extremo manierismo. Podemos tener entonces los dos extremos. Puedo referirme acá a la exposición de Pierre–Gilles Guéguen[1] sobre Genet. Recuerdan que Pierre–Gilles Guéguen habló de la identificación no dialéctica de Genet al desecho. Introduciría igualmente una referencia a la exposición de Jean Louis Gault[7] concerniente al partenaire de su sujeto. Él dice que el verdadero partenaire de la vida de ese sujeto no era, de hecho, una persona, sino más bien el lenguaje mismo, y pueden ver en ese sujeto un eco especial de la palabra del Otro. En la neurosis, encuentran también eso, pero en el caso de Jean–Louis Gault tienen algo así como un estigma producido por cada enunciado de esos otros. Y, en efecto, es algo así como una relación fundamental, no a una persona, sino al lenguaje.
Podría ya referirme al caso de Julia Richards que
van a escuchar este viernes: « Un dialecto capitalista en el caso de una psicosis ordinaria »[8]. Es un caso donde el sujeto se presenta con una demanda de « encontrar el diez por ciento que le falta siempre para estar sano de nuevo ». Ya en esta manera de presentarse pueden ver de entrada que él tiene el sentimiento de no estar sano. Él dice eso en un primer tiempo, luego se le pregunta con una precisión kernbergiana, ¡Kernberg sabe que los afectos representan el cincuenta por ciento! Y bien, ¡este sujeto sabe que tiene necesidad de un diez por ciento más! De hecho, ¡supongo que es americano! Él nos da una precisión con números. En esta primera frase con la que se presenta pueden ver su delirio. El diez por ciento de delirio. « ¡Me falta el diez por ciento! » Hay algo que no marcha y él le atribuye un número. « Me falta el diez por ciento de castración ». [Risas] No es divertido, pero en las conferencias clínicas la gente se ríe mucho de cosas que no son divertidas. Este sujeto dice también: « ¿Por qué habría un Dios bondadoso? Soy afortunado, esto explica esta mortaja funesta, esta paranoia… no debería quejarme tanto », conectado a la referencia a Dios. Es también una pequeña clave, una « mortaja funesta » –esto puede ser dicho por un neurótico romántico–, pero clínicamente, eso se inclina más bien hacia la psicosis. Cuando dice más adelante que « el centro no se sostiene más, todo se divide, es científico », todos esos laberintos de frases parecen tener la misma ausencia en su centro. Julia Richards agrega que « su punto de identificación más sólido, aunque imaginario, está construido con cada fragmento de identificación paterna a su disposición ». Esto es completamente característico de la psicosis ordinaria, las identificaciones que son construidas como un popurrí. Pregunté cómo traducir popurrí en inglés antes de la exposición. No conocía esta traducción: « Flotsam and jetsam« . Me gusta mucho. ¡Mr. Flotsam and Dr. Jetsam!
Las consecuencias teóricas de la psicosis ordinaria
Tengo la impresión de que las consecuencias
teóricas de la psicosis ordinaria van en direcciones opuestas.
Una dirección nos conduce hacia una afinación del
concepto de neurosis. Como ya lo he dicho, la neurosis es una estructura particular, no es un fondo de pantalla (wallpaper). Ustedes necesitan ciertos criterios para decir « es una neurosis »: una relación al Nombre del Padre –no un Nombre del Padre–; deben encontrar algunas pruebas de la existencia del menos phi –φ, de la relación a la castración, a la impotencia y a la imposibilidad; tiene que haber –para utilizar los términos freudianos de la segunda tópica– una diferenciación tajante entre el yo y el ello, entre los significantes y las pulsiones; un superyó claramente trazado. Si no hay todo esto y otros signos, entonces eso no es una neurosis, es otra cosa.
En una dirección somos conducidos a afinar el
concepto de neurosis, pero por otra parte, y es la consecuencia opuesta, somos conducidos hacia una generalización del concepto de psicosis. Lacan sigue esta dirección. Esta generalización de la psicosis significa que no hay un verdadero Nombre del Padre. Este no existe. El Nombre del Padre es un predicado. Es siempre un elemento específico entre otros que, para un sujeto específico, funciona como un Nombre del Padre. Entonces, si dicen esto borran la diferencia de la neurosis y la psicosis. Es una perspectiva que acuerda con « todo el mundo está loco », con « todo el mundo delira a su modo ». Lacan lo escribió en 1978. Comenté esta frase en las últimas lecciones de mi curso de este año: « Todo el mundo está loco, es decir, delirante ». Ese no es un único punto de vista, pero en un cierto nivel de la clínica es así. Ustedes no pueden funcionar como psicoanalistas si no son concientes que lo que saben, que el mundo de ustedes es delirante –fantasmático, podemos decir– pero, justamente, fantasmático quiere decir delirante. Ser analista es saber que el propio mundo, el propio fantasma, la propia manera de dar sentido, es delirante. Es la razón por la cual intentan abandonarlo, para poder percibir el delirio propio del paciente, su manera de dar sentido.
Bien, soy conciente de haber sido sensato durante
una hora y media. Entonces, ¡tengan cuidado con lo que digo!
Preguntas del público
Roger Litten: –Seguí con gran interés lo que usted dijo, particularmente su
advertencia sobre « dar sentido ». Hay, sin embargo, algo que no hace sentido para mí. Hay casi una contradicción entre dos ejes que usted siguió. Comenzando con la clínica binaria inicial –la distinción entre neurosis y psicosis– y con la emergencia, podemos decir, de la noción de psicosis ordinaria, para llegar a la ampliación o al oscurecimiento de la distinción entre neurosis y psicosis, pero enseguida, del otro lado, pone mucho cuidado en resituar el concepto de psicosis ordinaria en la clínica psiquiátrica y binaria.
Jacques–Alain Miller: –Lo hice así. Dije Neurosis/Psicosis con el
espesamiento de la frontera.
N/P
Y luego hice esto…
N/_P
…Retorno a la psicosis.
Roger Litten: –Entonces, de una cierta manera, poco importa el espesamiento de esa
frontera, eso debe volver a situarse del lado de la psicosis. Perdóneme por oscurecer lo que usted esclareció. Pero, entonces, la tendencia casi opuesta es aceptar la modificación del concepto de neurosis, en tanto esta se volvería una estructura muy específica. Usted dice de una forma divertida que la neurosis no es un fondo de pantalla (wallpaper). La psicosis es el fondo de pantalla (wallpaper), la neurosis casi dio lugar a una modificación específica del Nombre del Padre contra la posibilidad de la emergencia de la psicosis. Tenemos casi simultáneamente la distinción de la clínica binaria y el oscurecimiento de esta distinción. Me pregunta si hay algo ahí en lo que me pierdo.
Jacques–Alain Miller: –En la neurosis el Nombre del Padre está en su
lugar. El Nombre del Padre tiene su lugar bajo el sol y el sol es una representación del Nombre del Padre. Se supone que en la psicosis, cuando se la detecta, y cuando se la construye a la manera lacaniana clásica, tenemos un agujero en ese lugar. Es una diferencia clara.
El Nombre del Padre está ahí (en la columna de la
izquierda). El Nombre del Padre no está ahí (en la columna del medio). En la psicosis ordinaria no tienen el Nombre del Padre, pero hay algo ahí, un aparato suplementario.
Podemos decir entonces, y bien, es una tercera
estructura. En efecto, a la izquierda, hay algo, y ahí, a la derecha, no lo tienen. En la psicosis ordinaria tienen algo que se ajusta más o menos. En realidad es la misma estructura. Al fin de cuentas, en la psicosis, si no es una catatonía completa, tienen siempre algo que hace posible para el sujeto salirse o continuar viviendo. En cierta manera, el verdadero Nombre del Padre no vale más que eso, simplemente, es un make–believe que conviene más.
Ahora bien, logro tener una clínica binaria, una
clínica ternaria, y una clínica unitaria, ¡todo en uno! ¡Como la Santa trinidad!
No todas las psicosis toman la forma de una
psicosis desencadenada, explotada. Hay psicóticos que van a vivir toda su vida de psicóticos tan calmadamente como en la psicosis ordinaria. Ustedes tienen psicosis durmientes, como tienen espías durmientes, que no se despertarán jamás. Hay una diferencia entre las psicosis que pueden desencadenarse y aquellas que no. La psicosis es un vasto continente, un continente inmenso. Observen la diferencia entre un buen paranoico, agudo y enérgico, que se construye verdaderamente un mundo para él y para los otros, y el esquizofrénico que no puede salir de su cama. Nosotros llamamos a todo eso psicosis.
Cuando se trata de una paranoia, el make–believe
Nombre del Padre es mejor que el de ustedes, es más sólido. Suponemos que cuando reciben a un paranoico en su consultorio, no lo van a clasificar como un psicótico ordinario, porque percibirán la psicosis. Pero, hay algunas, como el tipo paranoia–sensitiva que mencioné antes, que no son claras desde el inicio. Fue recién luego de tres años de análisis que la analista percibió que algo no andaba, que el sujeto construía cada día su paranoia. Están también las esquizofrenias socialmente desconectadas, mientras que los paranoicos, socialmente, están totalmente conectados. Ciertas grandes organizaciones están dirigidas frecuentemente por potentes psicóticos cuya identificación es súper social. El campo de las psicosis es por lo tanto inmenso.
Localizar el desencadenamiento sirve cuando se
trata de ese tipo de psicosis, compensado por un CBM. Llega un momento en que el make–believe, el « hacer creer », cae, se rompe. El mundo del sujeto se deshace en ruinas, el desencadenamiento se vuelve entonces manifiesto. Luego, el sujeto puede reorganizarse, sea tan bien como antes, sea con un déficit –del orden de un « no suficientemente bueno »– que desconecta progresivamente al sujeto de la realidad social. Schreber tenía claramente eso. Tenía una identificación compensatoria, y luego de ser ascendido su mundo se dispersó. Después logró ser un buen paciente, según los informes médicos. Pudo continuar sus conversaciones con su mujer y escribir su libro. Se volvió escritor. Luego del desencadenamiento logró restablecerse en una suerte de actividad compensatoria.
La psicosis ordinaria prende con alfileres la
existencia de « un desorden en la juntura más íntima del sentimiento de vida del sujeto ». Eso quiere decir que podemos conectar todos los pequeños detalles que aparecen distantes los unos de los otros con un desorden central. Se trata por lo tanto de ordenar el caso. En los casos que se dice borderline, eso no parece ser ni una psicosis ni una neurosis. Nosotros no creemos en eso. La categoría de psicosis ordinaria tiene su origen en la práctica, en dificultades prácticas. Si no reconocen una neurosis, si no ven signos evidentes de psicosis, busquen los pequeños índices. Esta es una clínica de los pequeños índices de forclusión. Por ejemplo, en la breve lista de pequeños índices que les he dado, vemos que una identificación social al trabajo es normal. Pero puede haber ahí una intensidad de la identificación con el trabajo que indica otra dirección. Es una clínica de la tonalidad. Ese es su uso. Pero debe ser reducible a una forma clásica de psicosis o a una forma original de psicosis.
Un participante de Israel: –Esta concepción nos conduce hacia el concepto de
sujeto como defensa. Todas las estructuras son de defensa. Pero, ¿defensa de qué? ¿Cuál es el estatuto de eso de lo que nos defendemos?
Jacques–Alain Miller: –No mencioné la palabra « defensa » más
que una sola vez. ¡Usted es el que eligió hacer un Nombre del Padre de esta exposición! La idea general es que nos defendemos de lo real, de lo que no podemos volver sensato o que volvemos locamente sensato. Solamente en nuestros sueños pasa que lo que no tiene sentido resurge. Es verdad, los sueños tienen sentido, pero las pesadillas que nos despiertan, nos despiertan generalmente sobre un elemento de no–sentido. Es ahí que tocamos quizá de más cerca la verdad. Es claro que los delirios están construidos alrededor de ese real que no tiene sentido, y fuera de sentido aparece y produce agujeros en el discurso del paciente. Incluso en la presentación de enfermos, en una hora de tiempo, pueden ver esas flechas que Lacan dibujó en el esquema I traspasar el discurso del paciente. El discurso del paciente está tejido alrededor de lo real. Pueden incluso llamarlo una defensa.
Vyacheslav Ysapkin: –Personalmente, partiendo de mi experiencia
clínica, encontré que el concepto de psicosis ordinaria era una idea brillante, muy inventiva, pero quisiera justamente informarle de la existencia de algunos antecedentes poco agradables al respecto. Esto atañe al lugar común del que los psiquiatras habían abusado seriamente en la Unión Soviética. Hay un segundo plano teórico al respecto. Estaba la teoría de Andrei Snezhnevsky de base, que comportaba la idea de psicosis con progresión lenta. Esta idea tuvo dos consecuencias sociales. Por un lado, durante esos años soviéticos, los psiquiatras buscaban índices menores. Preguntaban: « ¿Cuál es su autor preferido? », si la respuesta era: « Bien, me gusta mucho Kafka », no había para el psiquiatra más dudas posibles sobre el diagnóstico. Así, los disidentes eran considerados como psicóticos por razones evidentes. Como segunda consecuencia, aun hoy, –es específico de la Escuela de Psiquiatría de Moscú, una clínica psiquiátrica en la que trabajé durante años– ellos tratan a los pacientes neuróticos como psicóticos, dándoles grandes dosis de neurolépticos, aunque sean neuróticos, porque el diagnóstico preferido de la Escuela de Snezhnevsky, la Escuela de Psiquiatría de Moscú, era la esquizofrenia con aspecto de neurosis o una psicopatía con aspecto de esquizofrenia.
Jacques–Alain Miller: –Bien. Durante años, yo estuve en contra de la idea de una
psicosis no desencadenada, porque me asustaba el abuso de la noción de psicosis durmiente. Pero los hechos clínicos están ahí. Cuando tienen una psicosis que se desencadena, el período que precede es un período de psicosis no desencadenada. Yo estaba entonces a favor de la localización de la psicosis durmiente que podía desencadenarse. Esto era clínicamente necesario. Pero el paso siguiente es el de comprender que ciertas psicosis no van hacia un desencadenamiento: psicosis con un desorden en la juntura más íntima que evolucionan sin ruido, sin explosión, pero con un agujero, una desviación o una desconexión que se perpetúa.
En lo que concierne a la psiquiatría soviética que
hacía su diagnóstico sobre la lectura de Kafka, de hecho, lo que se reveló en 1992 si recuerdo bien, ¡era que la Unión Soviética era en sí un delirio! En efecto, ¡eso desapareció completamente! Era una realidad delirante. ¡Fue el sueño de Lenin durante setenta años!
Tomas Svolos: –En la clínica freudiana, con el apego de Freud al Padre y al
Complejo de Edipo, la neurosis y las psicosis extraordinarias estaban en el centro de la clínica, por lo tanto, no se podía hacer otra cosa que errar. Me parece que con la clínica de la psicosis ordinaria tenemos una verdadera concepción lacaniana de la psicosis que la extraemos del trabajo de Lacan, lo que produjo claridad sobre la psicosis. Las antiguas fórmulas que habíamos adoptado –esquizofrenia, manía, parafrenia– podemos observarlas en el presente como una suerte de variantes de la psicosis o como un tipo de psicosis, pero la psicosis ordinaria elucidó algo más básico sobre la psicosis. Digo esto a partir del trabajo clínico. ¿Si elegimos una categoría como la esquizofrenia, debemos entender los momentos entre los episodios como signos de una esquizofrenia durmiente, silenciosa o latente, o debemos tomarlo como una psicosis ordinaria? En otras palabras, según mi criterio, pienso que puede haber una noción restrictiva y específica de la psicosis ordinaria a la que Marie Hélène Brousse[9] hizo alusión –la psicosis ordinaria banal, muy estable y bien delimitada–; pero la noción de psicosis ordinaria abre a una teoría más general sobre la psicosis, a partir de la cual podemos articular la estructura específica de la esquizofrenia o de la paranoia. La utilidad del concepto se sitúa en la manera por la cual se amplía nuestra capacidad para conceptualizar la psicosis y hace reflexionar en las vías de estabilización de una manera que no existía en la literatura anteriormente. Leyendo la literatura de los años sesenta o de los años setenta sobre la psicosis; parece que fuera una literatura muy diferente de la literatura de los últimos diez años. Pienso que el proyecto de investigación desembocó en una noción más general de las psicosis.
Jacques–Alain Miller: –Estoy de acuerdo. En lo que concierne a Freud,
él no era, evidentemente, psiquiatra. Estudió a Schreber a través de sus obras. Pero hubo un caso de psicosis ordinaria, el Hombre de los lobos. Era psicótico y era una psicosis ordinaria porque estaba lleno de rasgos de la neurosis. El Hombre de los lobos ayudó a Freud a esclarecer la neurosis. Cuando leen a Freud, pueden dudar de su psicosis, pero cuando los siguen en Ruth Mack Brunswick, es difícil dudar. Hace mucho tiempo comenté con mis colegas el caso del Hombre de los lobos durante un año. Algunos decían que era un neurótico, otros decían que era psicótico, y mi placer consistía en dejar eso en suspenso porque estimulaba así un gran interés en muchos comentarios interesantes de mis colegas. Pero de todos modos, el punto de capitón de esta cuestión no está en el libro de Freud, sino en el libro de Ruth Mack Brunswick[10].
Penny Georgiou: –Mi pregunta se relaciona con la eventualidad de poder esclarecer o
no algo alrededor del desencadenamiento. Hubo una discusión este lunes a propósito de esas psicosis sobre las cuales uno se preguntaba si estaban desencadenadas o no. Había una pregunta alrededor de la diferencia entre los episodios de descompensación, que son la irrupción del fenómeno, y el desencadenamiento estructural de la psicosis.
Jacques–Alain Miller: –Creo que respondí a la pregunta diciendo que
desde el momento que ustedes van por primera vez de una situación de CBM hacia una abertura tal del agujero, y eso continúa sin cesar, tienen ahí un desencadenamiento. Hay « descompensaciones múltiples » cuando se tiene un pattern repetitivo que es compensado sin cesar. Por lo tanto, ahí no hablamos de desencadenamiento. Decimos « desencadenó » cuando eso se produce una vez. Por otra parte, tenemos lo que podemos llamar en términos desarrollistas una « psicosis evolutiva ». Tienen psicosis con una ruptura y tienen psicosis con una decadencia cuando es un proceso continuo, una psicosis evolutiva.
Manya Steinkoler: –Usted evocó la sexualidad para no hablar de ella. Habló del Otro
corporal y del Otro social. ¿Cuál es la sexualidad de una psicosis no desencadenada?
Jacques–Alain Miller: –Eso no es típico. No tienen vida sexual típica.
Ustedes podrían hacer una lista de ciertas experiencias extrañas en la vida sexual. Hemos publicado un libro sobre diversos casos clínicos bajo el título El amor en la psicosis[11], en el que tienen diferentes percepciones sobre la manera de vivir la sexualidad. A veces en los hombres hay un empuje a la mujer a través del acto sexual. A veces tienen lo contrario, una sexualidad que permite reapropiarse de su cuerpo. A veces el cuerpo se fragmenta. No tienen por lo tanto nada específico. Busquen simplemente el desorden en la juntura más íntima del acto sexual y generalmente lo encontrarán.
Un participante: –Tengo una pregunta sobre el desencadenamiento como encuentro con
Un–Padre y la generalización de este encuentro en la psicosis ordinaria como siendo cualquier cosa que viene a irrumpir el CMB.
Jacques–Alain Miller: –Cuando hablamos de CMB, se trata de una
compensación de la forclusión del Nombre del Padre. Entonces, supuestamente, para desencadenar esta psicosis tienen que tener un elemento que venga a un tercer lugar bajo la modalidad de Un–Padre. Si suponemos que hay forclusión del Nombre del Padre, no tienen que tener necesariamente Un–Padre, pero sí algo que venga a ese lugar tercero en relación al sujeto. |
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