ELP DEBATES
[ EL AGALMA DE LA ELP ]
El deseo del analista y lo real del acto
Por Santiago Castellanos
He decidido cambiar el programa de trabajo, tal y como ha hecho Anna Aromí en el espacio del pase de Cataluña recientemente, para conversar acerca de los asuntos de la Escuela. Los asuntos de la Escuela que siempre bordean el real propio: no hay una respuesta a la pregunta porqué es un analista. Pero si hay analistas que hacen su experiencia y su recorrido, hay el momento de autorización de cada uno, la práctica del control y la experiencia analítica propia y en algunos casos la experiencia del pase. Interrogarnos acerca de estas cuestiones es lo que nos permite bordear el real de la Escuela, hablar de ello una y otra vez, para que en cada vuelta nuevos analistas tomen la palabra y de esta forma el mismo psicoanálisis pueda disponer de un horizonte. En cada vuelta, también clarificamos la manera concreta de hacer Escuela, que ya no es la misma que la del año 2000, cuando se constituyó.
Hoy presento mi recorrido de formación en la Escuela y la manera particular en que se produjo el pasaje del deseo del médico al deseo del analista, la manera en que, tal y como nos propone J.A Miller en la presentación del próximo Congreso de la AMP, el deseo del analista se sitúa desde el punto de vista de la relación a lo real.
- La autorización
Como ustedes saben el inicio de mi análisis comenzó en un momento de mi vida en que me encontraba muy enredado con los problemas de la vida amorosa. Rápidamente me interesé por el psicoanálisis, asistí a seminarios e inicie mi formación en el instituto del campo freudiano.
Hacia finales del primer análisis inicié la práctica privada del psicoanálisis a partir de un sueño. La elaboración de ese sueño, en que atiendo a un paciente como psicoanalista y no como médico, se traduce en una primera autorización sostenida la experiencia del inconsciente, el Sujeto supuesto saber y en la dimensión simbólica del inconsciente transferencial. Habían transcurrido nueve años de análisis y ya me había dado cuenta de que mi vocación por la medicina respondía a la lógica edípica del deseo de curar al padre, era una respuesta sintomática frente a lo real.
Tal y como señala Jacques Lacan « el analista se autoriza de si mismo ». Lo propone tras su excomunión de la IPA como una forma de ruptura en relación al corsé y las reglas del psicoanálisis didáctico, que los candidatos a analista tenían que aceptar para ser reconocidos, como tales, en la institución heredada de Freud.
Un año después, mi analista fallece de forma imprevista y es el momento en que la transferencia se desplaza hacia la Escuela. Se trata, en aquellos tiempos, del desplazamiento de la libido que circulaba en el dispositivo analítico hacia el marco de la Escuela, que además se encontraba en un momento convulsivo, antes de constituirse la ELP. Era una situación de desgarro y de ruptura y mi primer analista me mostró en acto que más allá de la crisis, a la que yo asistía como observador, lo fundamental era mi relación con el psicoanálisis. Esta posición ética de la analista estuvo presente desde el principio de mi propia cura.
Recuerdo que, en un momento de angustia, tras haberse revelado algunos de los significantes amos que habían comandado mi vida y sostenido mis ideales, todos ellos en la función de reparar la figura paterna, me pregunté en el diván:
-¿Y ahora qué puedo hacer dado que no creo en nada?
Y la analista me contestó:
-« Pero usted ha hecho la experiencia del inconsciente ».
En mi historia algo no había podido ser dicho y como efectivamente había hecho la experiencia del inconsciente, sus revelaciones me habían transformado en un apasionado del psicoanálisis y de los amores con la verdad.
Ahora puedo decir, sobre todo a los que se acercan a la Escuela, que el de la autorización es un momento particular para todos los analistas y la transferencia con la Escuela también, pero son dos cosas diferentes. Uno se autoriza por si mismo sabiendo que no hay garantías, simplemente se trata de un acto que debe sostenerse en una ética que sea producto del mismo análisis y de su formación.
La posibilidad de que pueda ponerse en juego la transferencia con el psicoanálisis y la Escuela depende de que uno no quede atrapado en las mieles de la transferencia con su analista. Al mismo tiempo, conviene estar advertido de que la Escuela se sostiene en un real con el que se encontrará una y otra vez, aunque de diferentes maneras, y es que no hay una definición de lo que es un analista. Aún así, siempre es posible hacer una apuesta libidinal por la causa analítica y la Escuela que la sostiene. Posible y deseable, pero eso ya es una elección de cada uno. Lo que si creo que es fundamental, cuando se demanda la entrada a la Escuela, es poder dar cuenta analíticamente en que se sostiene esa demanda, además de la formación y del compromiso de trabajo.
- Angustia
Durante el primer análisis se producen efectos terapéuticos muy evidentes para mí. La vida me iba bien, en general, sin embargo la práctica del psicoanálisis era fuente de cierta angustia. Había que dar una vuelta más, continuar el análisis.
La angustia se declinaba allí donde me encontraba con el límite del sentido, estando excesivamente preocupado por encontrar una orientación clínica para la práctica. De la comodidad del sentido y la terapéutica, propios de la práctica médica, a la dificultad de la orientación hacia lo incurable del síntoma, hacia lo real. Ahora puedo decir que se trataba de los impasses de mi propio análisis. La dimensión del fantasma y del goce propio no estaba aún dilucidada y esto interfería, inevitablemente, en las curas de los pacientes. En aquel tiempo todavía navegaba entre dos discursos, el de la medicina y el analítico y la angustia era una manifestación de esa contradicción, más allá de las dificultades por las que siempre se pasa al inicio de la práctica.
Jacques Lacan, vincula en los primeros tiempos de su enseñanza la idea de la curación del síntoma a la del desciframiento de lo reprimido y de la verdad. Fueron también los primeros tiempos de Freud. Sin embargo, el mismo Freud se da cuenta rápidamente de que la demanda de curación por parte del paciente no se corresponde necesariamente con su deseo inconsciente. La reacción terapéutica negativa y la compulsión a la repetición acababan con el ideal de la curación. El síntoma incluye una satisfacción que, aunque sea paradójica y fuente de sufrimiento, introduce un funcionamiento o una modalidad de goce que no se modifica con la interpretación del sentido reprimido.
La cuestión radica, entonces, en ¿cómo salir o curarse de esa satisfacción paradójica?
En el seminario VII de la Ética, Lacan subraya:
« En nuestra experiencia todo les sugiere que la noción y la finalidad del bien son para nosotros problemáticas. ¿Qué bien persiguen exactamente en relación a su paciente? Tenemos que saber en cada instante cuál debe ser nuestra relación efectiva con el deseo de hacer el bien, el deseo de curar. Debemos contar con él como algo por naturaleza proclive a extraviarnos, en muchos casos instantáneamente. Diré aun más –se podría de manera paradójica, incluso tajante, designar nuestro deseo como un no-deseo de curar. El único sentido que tiene esa expresión es el alentarlos contra las vías vulgares del bien, que nos ofrecen con su inclinación a la facilidad; contra la trampa benéfica del querer-el-bien-del-sujeto » (1)
Un poco más adelante, en el mismo texto, Lacan denuncia la perspectiva « de un acceso a los bienes de la tierra que ordena cierta manera de abordar el psicoanálisis –lo que llamé la vía americana- y también una manera de llegar a los del psicoanalista, de presentar su demanda. »
Lacan está criticando la perspectiva de la curación al final del análisis por la vía de identificación al analista, esta era su polémica con lo que denomina la vía americana de la IPA. Al mismo tiempo realiza dos afirmaciones muy fuertes que fueron criticadas en su época: estaremos extraviados si nos orientamos por la perspectiva terapéutica y de lo que se trata es del no-deseo de curar, que obviamente no es lo mismo que el deseo de no curar.
Una vez más tenemos que decir que los efectos terapéuticos se producen por añadidura, pero que no es el verdadero fin del psicoanálisis de orientación Lacaniana. Querer el bien del sujeto se convierte en una trampa, en un obstáculo que hay que sortear. Lo que si creo que es fundamental es que el analista esté advertido del fantasma propio para poder sostenerse adecuadamente en el dispositivo analítico. El control que realizaba semanalmente fue de una gran ayuda, pero obviamente fue el análisis el que introdujo la posibilidad de salir de esos impasses.
- El segundo análisis
El segundo análisis se prolonga durante 11 años y supone el recorrido de lo curable a lo incurable del síntoma.
Podría decir, que no solamente fue necesario que fuesen franqueados los restos fantasmáticos y el encuentro con el propio deser, sino que también hizo falta que el analista introdujera la incompletud y el sinsentido a través del corte y de sus silencios.
En el último tramo, que se prolongó durante dos años, me preguntaba ¿cómo se acaba un análisis?
Giraba en redondo tratando de construir mi propio caso clínico, como cuando una tuerca da vueltas sobre sí misma, como cuando decimos que una tuerca se ha « pasado de rosca ».
La posición del analista es fundamental para que el análisis no se convierta en algo infinito.
Tiene que haber una decisión del lado del analizante de querer terminar y de salir del confort o del goce incluido en las sesiones, porque hay que renunciar a los encantos de la verdad que se pueden seguir produciendo; pero también tiene que operar un deseo del lado del analista de ocupar el lugar de desecho de la misma operación que ha sostenido durante muchos años.
Esta es la razón por la que J.A Miller nos dice en el Banquete de los analistas (2) que si alguien pregunta qué quiere la Escuela de su psicoanalista, la respuesta que ofrece la <<Proposición…>> de Lacan es que pretende que este sea, haya sido, analizado. El procedimiento del pase es, pues, un esfuerzo por responder a qué significa ser analizado. Cuando Lacan se refiere a que el analista sabe ser un desecho habría que entender sabe que es un desecho por su propia experiencia analítica, lo que implica claramente que pueda serlo en la experiencia para otro sujeto. (3)
Un año antes de finalizar el análisis se produce la sesión más corta que recuerdo. Comencé diciendo que « el análisis está hecho de piezas sueltas » y el analista me contestó: « exactamente », y se levantó dando por finalizada la sesión. Me incorporé del diván y le comenté que no me daba tiempo a decirle … y me respondió: « queda suelta ».
Esta acto del analista no es cualquier cosa, para un sujeto obsesivo que siempre trata de capturar lo real por la vía del sentido. La interpretación desarticula este funcionamiento e introduce la fragmentación y el vacío como elementos operatorios imprescindibles para que el análisis pueda finalizar.
La experiencia de la fuga del sentido abrió la posibilidad de aislar lo real del síntoma. A partir de ese momento dejé de escribir en mi cuaderno de notas y las « piezas sueltas », quedaron imperturbables, hasta que se produce el sueño del fin del análisis.
Estoy relatando mi análisis a una pasadora. El relato es largo, pero no recuerdo nada. Una página en blanco. Después de esto aparecen cuatro letras CPUT y un guión.
Cuando me despierto estoy toda la mañana tratando de entender el significado de esas cuatro letras. No asocio nada y se me ocurre la absurda idea de hacer una búsqueda en Google.
No puedo hacer la búsqueda. El problema está en que no puedo poner el guión en ninguna parte, el guión está y no sé entre que letra ponerlo.
Realmente es un agujero que excluye el sentido. Cambia su función. El guión, en lugar de un signo de articulación para las funciones del lenguaje, no puede alojarse en ninguna escritura. Es decir, no cesa de no escribirse, lo que podríamos hacer equivaler al aforismo de Lacan « no hay relación sexual ».
Definitivamente « queda suelta » y así acaba el análisis. Es así como acabaron mis amores con la verdad. De eso también me tenía que curar, por decirlo de alguna manera, de eso hay que curarse para poder sostenerse en una ética orientada por lo real del síntoma. Hay que curarse para, al mismo tiempo, dejarse engañar por la « verdad mentirosa ». Ahora tengo que hacer un esfuerzo para escribir un guión que sé que no puede escribirse, paradojas de la función del AE.
Lacan nos planteará que el único bien al que aspiramos en la experiencia del análisis es « el bien decir ».
Pero, podemos preguntarnos al servicio de que está la ética orientada por el « bien decir », ¿de qué se trata?
Se trata de ir más allá de lo terapéutico, para que el analizante, si quiere saber algo más, pueda ir al encuentro con su incurable, y obtener algún grado de libertad en relación al programa de goce al que está fijado. Se trata de ir, efectivamente, más allá de la perspectiva reduccionista de la terapéutica y del fantasma.
Este último tramo del análisis J.A. Miller lo señalará como la distancia prodigiosa que hay entre la doctrina clásica del pase del año 67 y la del pase 1976, entre el pase en la vertiente del fantasma y el pase en la vertiente del sinthoma, entre el pase-saber y el pase-verdad. (4)
- El Pase
El análisis finaliza de una forma imprevista, fuera de todo cálculo. Me sorprendió, tal y como he comentado en otras ocasiones.
Y ¿entonces?
En los últimos años de mi análisis el pase estuvo en el horizonte, pero a la hora de la verdad no me parecía tan sencillo. Tenía un convencimiento radical acerca del final pero también me parecía complicado sostener la posición del AE si era nominado. Hay momentos de duda y también mucha alegría.
Varios meses después decido presentarme al dispositivo del pase. El tiempo necesario para reflexionar acerca de la experiencia de mi análisis y verificar que para mí, efectivamente, había un final.
Así lo hice, pero no hubo nominación.
¿Qué ha pasado? O ¿qué no ha pasado?
No encontraba respuestas, se produce un cierto malestar. Mi participación en las instancias de la Escuela me había confrontado en otras ocasiones con su real, con lo imprevisto, la incomodidad, los efectos imaginarios, las dinámicas de grupo etc…pero ahora se trataba de otra cosa.
¿Qué hacer?
Tuve varios sueños en los que estaba en la consulta de un analista y finalmente fui a entrevistarme con él. De ese encuentro quedó que no tenía sentido la continuación del análisis, pero si la posibilidad de iniciar una práctica de control, regular y continuada.
Se abrió otro momento, que todavía continúa, que renovó mi interés por la clínica. Hay algunos casos que controlo regularmente, otros los intercambio. El control también cambia de orientación. Se trata de cernir la posición del analista y lo real del acto.
Durante ese período que se prolonga por varios años, tengo varios sueños en los que se vuelve a plantear la cuestión del deseo acerca del pase.
En uno de ellos estoy con mi mujer y mis dos hijos en un lugar donde se producen movimientos de tierra y grandes inundaciones. Huimos de ese lugar y llegamos a un pasadizo que hay que atravesar. Cuando llegamos al final nos damos cuenta de que mi hijo no había podido salir de allí. Mi pareja y yo nos miramos aterrorizados y angustiados. Había que volver a por él. Lo busco de un lado a otro, pero no lo encuentro. Vuelvo a salir por el pasadizo. Mientras le digo a mi mujer que no lo he encontrado aparece mi hijo y le pregunto: ¿cómo has salido? Y contesta: « me he buscado la vida ».
En otro está la pregunta acerca de presentarme al dispositivo del pase y un respuesta afirmativa: hay que hacerlo.
Presentarme de nuevo? Me preguntaba. No, era la respuesta que me daba. Había dejado de lado esta posibilidad y resultaba que el inconsciente me volvía a incomodar con esta cuestión. El inconsciente interpreta e incomoda al mismo tiempo. El pase era en mis sueños una respuesta a lo real.
En ese contexto se produce otro sueño en el que estoy en la consulta del analista con el que solía controlar. Estoy tumbado en el diván y no puedo hablar, al mismo tiempo que experimento una serie de fenómenos raros en el cuerpo, fenómenos de fragmentación corporal. Me asusto y vuelvo la cabeza hacia atrás, observando como el analista está haciendo movimientos muy extraños y pienso: « el analista está loco ». Me levanto y salgo corriendo de la consulta.
En la posición del analista hay un toque de locura, me señalaría el analista con quien realizo el control. Efectivamente, hacía tiempo que me sentía liberado de mis propios semblantes que constreñían el acto analítico, ya que la experiencia del análisis había introducido un punto de fuga, de sinsentido y de agujero en el saber. Del analista esperamos que se haya liberado de su mito edípico lo suficiente como para no esperar la última palabra que pueda cifrar y liberar el sinthoma. Esa función del analista no es la del sentido común, sino que se orienta en causar el deseo y obtener lo más singular de cada uno.
La variedad en la práctica se instaló, una nueva forma de hacer con lo real del acto analítico, de lo incalculable, de lo que está por fuera de la norma, de lo que hay que arriesgar para que la « verdad mentirosa » muestre su lado de engaño. Nos podemos interrogar si estas son algunas modalidades de la intervención del analista en la orientación de « desmontar la defensa » para facilitar el encuentro con lo real del analizante.
Por esta razón, podríamos decir que es muy difícil analizar e interpretar sin tener una relación con la inconsistencia. Y esta es una de las dificultades en que yo me encontré en el movimiento del deseo del médico al deseo del analista, porque ambos están recortados por patrones radicalmente diferentes.
J. A. Miller nos propone en el último seminario de la orientación lacaniana que la posición del analista circula entre dos escuchas. La que sigue las variaciones del sentido del discurso del paciente y la de la iteración que se dirige hacia el síntoma, que existe y queda como acontecimiento del cuerpo, como aquello que queda de incurable y que al mismo tiempo puede ser lo más preciado que queda al final del análisis.
En una ocasión viajo a la ciudad del analista con quien solía controlar habitualmente. En la sala de espera me informan que el analista no está. Decido aprovechar el viaje y controlar algunos casos con otro analista. Cuando le presento un caso le manifiesto mi preocupación porque mi posición me parecía un poco arriesgada. Un analizante tenía el estilo de iniciar sus sesiones colocando los significantes fundamentales de su posición subjetiva para a continuación emborronarlos a través de un relato que desdibujaba lo más preciado de sus dichos. Las sesiones eran cada vez más cortas y yo estaba muy preocupado porque tenía el temor de que el analizante no pudiera soportar el corte. Su análisis había comenzado hacía dos años. Para ubicar el momento de control en que me encuentro le hablo del sueño y le digo que el « toque de locura » me asustaba un poco por las consecuencias del acto analítico.
El acto analítico introducía un mayor grado de libertad pero al mismo tiempo cierta intranquilidad por sus consecuencias. La analista con quien controlo se queda pensando y me contesta algo así como « si se trata de eso, o, está usted en la orientación correcta ».
Volví de ese viaje haciendo una retrospectiva de mi recorrido, del cual hoy doy testimonio, sus diferentes momentos. Me acordaba en el avión de los primeros tiempos de la autorización, de los primeros controles, de la angustia, de mis preguntas de cómo acabar el análisis, del final, de la experiencia anterior en el dispositivo del pase, de los últimos sueños…
Y ¿entonces?
Al llegar a casa escribí un correo para dirigirme a las instancias de la AMP para solicitar de nuevo mi entrada en el dispositivo del pase.
Poco tiempo después me encontraba en Paris llamando a la puerta de los pasadores. En esta ocasión hubo nominación por parte del cartel del pase.
Tengo que decir que mi experiencia en el dispositivo del pase fue intensa y fructífera, los pasadores no te dan tregua, no se conforman con cualquier cosa, no les sirve la construcción de las frases hechas, ni del saber epistémico o referencial. Ya no se trata de la modalidad del pase saber que Lacan propuso en el año 67, sino de la perspectiva del sinthoma, de cómo cada uno se las ha arreglado para encontrar una satisfacción que de la medida necesaria para dar por concluida su experiencia analítica.
- Puntos de anclaje
Podría decir que lo que se juega en el dispositivo del pase y del final del análisis es la posibilidad de supervivencia del mismo psicoanálisis.
Hace poco tiempo nuestros colegas belgas pudieron responder eficazmente a los intentos del Estado por regularizar al psicoanálisis como una psicoterapia más. Esta es una batalla ganada, pero no será ni la primera ni la última.
Creo que el problema más de fondo radica en si el psicoanálisis mismo encuentra una vía de supervivencia a pesar de estar atravesado por su propio real y es que no hay una respuesta a la pregunta de que es una analista y eso la hace profundamente inestable y vulnerable. Al mismo tiempo, la función del analista se sostiene en una orientación hacia lo real que es sin ley, en la lógica de la última enseñanza de Lacan. Entonces, tendríamos que preguntarnos acerca de cuáles son los puntos de anclaje en que se sostiene la Escuela para que su transmisión y la producción de los analistas, que son los dos pilares fundamentales de su entramado, puedan sostenerse. Si la Escuela incluye su propio real, ¿cómo arreglárselas con eso? ¿cómo encontrar sus puntos de anclaje?
Creo que para nuestra Escuela, en el momento actual, interrogarnos sobre los puntos de anclaje supone interrogarnos acerca de la transmisión del psicoanálisis y el dispositivo del pase. Se trata de definir un horizonte en el que podamos salir de nuestros propios encierros y rutinas y al mismo tiempo pensar el dispositivo del pase de la ELP como la medida que nos va a permitir pensar en el grado de maduración de la misma Escuela.
Me centro en el tema del pase que es el que nos ocupa en esta reunión. No me cabe ninguna duda de que el dispositivo del pase inventado por Jacques Lacan, es uno de los puntos de anclaje, porque es ahí donde la comunidad analítica puede encontrar su textura. Es una de las vías que tenemos en donde podemos pisar « tierra » para que el discurso analítico pueda sostenerse.
Porque si no es así, ¿cómo hacer valer la dimensión de que un tratamiento con la palabra pueda tener efectos sobre el goce y la satisfacción, que sabemos que incluyen la heterogeneidad?
¿Cómo puede sostener la Escuela el discurso analítico y su transmisión si al menos no puede hacer una interpretación aproximada del pasaje de analizante a analista?
Aunque, por supuesto, en la nominación de un AE, siempre se trata de una apuesta y a fin de cuentas hay algo de lo real que siempre queda, incluso en los análisis llevados hasta su final.
Esta es la apuesta del dispositivo del pase y una de las funciones a la que el Analista de la Escuela debe responder. La Escuela se convierte así en destinataria de la transferencia y el vehículo para la transmisión del psicoanálisis.
Tengo que decir que más allá de la responsabilidad que se asume, es al mismo tiempo, una buena manera de hacer algo con la Pulsión después del análisis. Es también una elección, por supuesto que no es la única posibilidad. Es un acto y hay algo de entrega, hay que consentir a ser « usado » de la buena manera, a ser demandado por el Otro de la Escuela para que el trabajo durante ese tiempo pueda producir algunos efectos.
He podido observar que en algunos colegas produce un cierto despertar de sus mismos análisis, a otros les remueve el confort en el que habitan y a otros resonancias que les permite pensar que en su propia tragedia personal siempre hay algo cómico que puede ser contado y hacerlo un bien común, tal y como decía Lacan en su Acta de Fundación de la Escuela.
Al final, el AE se expone y queda en posición analizante en relación a la Escuela y a su práctica, esto no hay que olvidarlo. No hay garantías para el acto analítico aunque la Escuela pueda reconocer a un AME o nominar a un AE, de ahí la importancia del control. De lo que se trata es de orientar al sujeto a hacer la experiencia de reconocerse en su contingencia, en su existencia habitada por el fuera de sentido y eso no está escrito, de antemano, en ninguna parte.
Notas:
1.-El Seminario, Libro 7, La Ética del Psicoanálisis, clase 11.05.67. Seminario VII, clase del 11.05.67, p. 264. Paidós Editorial.
2.-El Banquete de los Analistas, Miller. J. A. p. 390. Paidós Editorial.
3.-Ibid. P. 402.
4.-La passe du parlêtre », La Cause Freudienne, nº 74, marzo 2010, p. 117).