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La presentación realizada por Miquel Bassols el pasado 8 de octubre sobre el quinto eje de las XII Jornadas de la ELP, « La institución como comunidad de goce » me resultó muy interesante por su manera particular de cernir a partir de dos textos de Lacan, el escrito del « Tiempo lógico » y el seminario « Aún », la lógica segregativa que opera en cualquier identificación, y sobre la que se levanta toda institución, así como la problemática que ello introduce en la Escuela de psicoanálisis. Voy a tratar de precisar aquí algunos puntos de su recorrido, así como del debate que tuvo lugar a continuación.
Bassols comenzó situando una paradoja en el título mismo del eje ya que en la perspectiva de la última enseñanza de Lacan, el goce se caracteriza por no hacer comunidad. ¿Qué quiere decir entonces la institución como comunidad de goce? Podemos hablar de la institución en tanto comunidad de placer en tanto limita el goce: el placer hace comunidad. El deseo también la hace. La frase « El deseo del Otro es el deseo del sujeto » introduce cierta intersubjetividad, cierto reconocimiento entre el sujeto y el Otro.
Sin embargo, en el campo del goce, el goce del Uno no es el goce del Otro. El goce no es recíproco. El goce queda como algo irreductible a la tarea civilizadora. Ninguna empresa humana logra asimilar la barbarie del goce, siempre queda un resto irreductible al grupo. M.Bassols se planteó considerar la naturaleza del vínculo social en la institución y, para ello, tomó en primer lugar El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma (1945), donde Lacan aborda el tema a partir de lo que sería una sociedad ideal y con la problemática de los tres prisioneros. Examinará la solución que aporta Lacan sirviéndose de la distinción entre el eje de las identificaciones y el eje pulsional. Recordemos que se trata de tres prisioneros a los que el director de la cárcel comunica que pondrá en libertad a uno de ellos. Para optar a su libertad, cada uno de ellos ha de resolver un problema lógico. Después de enseñarles cinco discos -tres blancos y dos negros-, les comunica que colocará un disco en la espalda de cada uno, de manera que ninguno de ellos pueda ver el color del disco propio pero sí el de sus compañeros. Quedará libre el que acierte primero el color del disco que lleva en la espalda. Cada prisionero tiene que solucionar el problema planteado mirando lo que llevan los otros dos y haciendo un cálculo, a partir de su conducta, sobre el disco que ven en él. Lo que los prisioneros no saben es que el director ha dejado fuera del juego los dos discos negros. Cada prisionero podrá concluir, a partir de la intersubjetividad, sobre el color del disco que lleva a la espalda, es decir, sobre lo que es como ser de goce. Así, el texto permite ver –señaló Bassols- la trampa de la identificación como intento de resolución del vínculo social. Después de un tiempo –hay un tiempo de creación de la institución, del vínculo social-, los tres sujetos dan juntos algunos pasos que los llevan a cruzar la puerta a la vez. Cada uno da una respuesta semejante: « Soy un blanco ». « Lo sé porque dado que mis compañeros eran blancos, si yo fuera negro, cada uno de ellos podría haber inferido lo siguiente: Si yo también fuera negro, el otro como tendría que reconocer de inmediato que si él fuera también negro, el tercero habría salido de inmediato, luego yo no soy negro. Si no lo han hecho es porque yo también soy blanco ».
En esta respuesta, subrayó Bassols, los tres se creen amos de su ser a partir de un proceso intersubjetivo de reconocimiento entre el sujeto y el Otro.
Vemos operar un efecto de identificación que se funda en una segregación: la sociedad de « blancos » se funda en que algo ha quedado rechazado, separado de entrada, los dos discos « negros », que el director ha dejado aparte. Bassols recordó que el ser de identificación de los blancos es una segregación, una exclusión de su ser de « negros », pues cada uno es también negro para el otro. Lo negro encarna aquí el goce que necesariamente ha tenido que excluirse para que se reconozcan todos como blancos y hagan comunidad. Pero la lógica psicoanalítica nos dice que lo que ha sido excluido del vínculo social retorna en su seno mismo. En lugar de « soy blanco » puedo decir « soy un hombre » –termina diciendo Lacan. La lógica de las identificaciones en el vínculo social funciona así:
1. Un hombre sabe lo que no es un hombre (un blanco sabe lo
que no es un blanco).
2. Los hombres (o los blancos), se reconocen entre ellos por ser hombres (o blancos).
3. Lo que es fundamental para entender el vínculo social, señaló Bassols, es que yo me precipito a afirmar que soy un hombre (o blanco) por temor a que los hombres me convenzan de no
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serlo (de ser negro).
Esta precipitación está presente en toda identificación. Incluso, en la de « soy psicoanalista ». Es el problema de la escuela de psicoanálisis, el problema del reconocimiento imposible de qué es un analista. Bassols recordó que tratamos de ello recientemente en la Conversación de la ELP sobre la garantía, celebrada en septiembre en Madrid, en relación a los AME y el pedido de reconocimiento por parte del psicoanalista que es paradójico con su propia lógica en la experiencia. El « no hombre » (o negro) es el verdadero objeto del grupo de los blancos, el objeto de goce, el goce a.
A continuación, Bassols tomó la relectura del texto que Lacan hará casi treinta años después en su seminario Aún (1973), donde critica la intersubjetividad y desmonta su lógica. Aunque sean tres, cada uno interviene solo como ese objeto a que es bajo la mirada del los otros. Son tres pero en realidad son 2+a, siendo a aquello que queda fuera del reconocimiento mutuo, mi ser de goce (negro) en la medida que no es simbolizable ni para mí mismo. Para este a, estos dos otros se reducen también a 1+a. Con lo que finalmente la ecuación que nos da la estructura de los tres prisioneros es que hay un solo sujeto en el sentido lacaniano: puede haber tres individuos pero un solo proceso subjetivo. Por eso, podemos tomar a la Escuela como un sujeto, porque es transindividual. Lo que tenemos es un sujeto contado como Uno frente a su objeto de goce, a, rechazado y fuera de toda simbolización posible. Cuando tenemos el problema de los tres prisioneros, el proceso subjetivo implicará que hay un sujeto confrontado a su ser de goce. Para Lacan, toda institución se funda en un ser de goce, este « ser negro » y el grupo, incluido el analítico, se fundaría en este no querer saber nada de este real. No hay grupo sin segregación, aunque sea lo más íntimo del goce de cada sujeto.
Pero hay que limpiar a la institución de los efectos de grupo, poner en suspenso todos los efectos del reconocimiento de los blancos, poner en suspenso todas las identificaciones y operar con el real en juego en el grupo analítico. En los años 70, señala Bassols, Lacan tenía muy presente este problema de los tres prisioneros. El problema, dirá este último, es que desean identificarse con el grupo. ¿Cómo puede decir Lacan que lo que desea para su Escuela es la identificación con el grupo? –interroga Bassols. Lacan plantea que los seres humanos se identifican con un grupo y que es un problema cuando eso no ocurre porque eso quiere decir que están fuera de discurso. No se trata entonces de que no haya identificaciones con el grupo, la cuestión es precisar con qué punto del grupo se produce la identificación.
El psicoanálisis enseña que cualquier salida al estilo de los tres prisioneros es una alienación, no es una identificación al grupo sino que es una identificación recíproca que hace grupo. En la práctica, no hay manera de salir juntos, se sale uno por uno. Se trata de cómo cada sujeto va a identificarse con un real del grupo, con aquello que descompleta al grupo (como el objeto que es el negro en el grupo de los blancos), aquello que en el juego de la combinatoria ha quedado fuera de reconocimiento, fuera de identificación.
Una institución donde cada uno se identificara con lo que descompleta al grupo –concluyó Bassols- no sería una institución donde habría comunidad de goce pero sí donde el goce sería más soportable. En el debate se profundizó en algunos de los puntos trabajados y salieron otros nuevos. Retomo aquí solo algunos de ellos.
Miquel Bassols: El disco negro es el que no cesa de no escribirse, está siempre en su lugar pero no aparece nunca en la partida de dados, siempre sale blanco. Es lo real como lo que no cesa de no escribirse en las identificaciones, un real con ley. En su « Presentación del IX Congreso de la AMP », Miller plantea que « el deseo del analista es el deseo de reducir al Otro a su real », a aquello que en ese Otro no cesa de no escribirse. Importancia de lo real como brújula de la experiencia porque es lo que no cesa de no escribirse en el discurso, las identificaciones, la experiencia, etc., en todo lo que es la vida asociativa, en todo lo que hace comunidad.
Hebe Tizio: « Lo negro » no hace comunidad pero se necesita una para dibujar eso que solo puede ser cernido. Por eso, en la construcción que hace Lacan, la
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