Escuela Lacaniana de Psicoanálisis del Campo Freudiano
El Debate de la ELP
Nueva serie
27 de enero de 2010 (24)
DEBATE SOBRE EL PASE
Sobre los pasadores
[Brochure del Pase – Nº 1 en JJ]
1. Breve nota sobre el pase y los pasadores…
Jean-Daniel Matet
2. La voz de los pasadores
Esthela Solano Suarez
3. El pasador «Placa sensible»
Patricia Bosquin-Caroz
4. Ser pasador, pasante-AE
Véronique Mariage
5. El momento de la designación de pasador
Bernard Lecoeur
6. Un estilo de curiosidad
Yves-Claude Stavi
7. El chiste y la invención del pasador
Pierre Naveau
8. El pasador y el pase
Philippe Stasse
9. Un silencio sobre el pase
Jacqueline Dhéret
10. Condición decisiva de la transmisión
Marie-Hélène Roch
11. Pase-pasador, en el “après-coup”
Marlène Belilos
Editorial
En esta edición publicamos una serie de 11 textos traducidos al castellano y seleccionados de la Brochure Nº 1 sobre el Pase, editados por el JJ, que hacen referencia a la función del pasador en el dispositivo del Pase.
El pasador, “filtro”, “voz” , “placa sensible”, “estilo”, “curiosidad”…todas ellas figuras que en última instancia convienen en su función el lugar de condición decisiva de la transmisión (M.H. Roc).
El Debate… invita a la lectura de estos textos breves como “flashes” que iluminan la experiencia del pase, desde los diferentes enfoques sobre el pasador que se suman a los ya publicados para continuar el debate ya iniciado sobre el pase en la amplia comunidad de la ELP.
Lucia D’Angelo
27 de enero de 2010
1. Breve nota sobre el pase
y los pasadores a la luz de las Jornadas
Jean- Daniel Matet
[JJ Nº 58-17 de noviembre de 2.009)
A la salida de las Jornadas « ¿Cómo se deviene analista en el siglo XXI? » se dijo: « pase de Escuela, pase generalizado ».
Parece más adecuado subrayar la pululación de momentos de pase que fueron expuestos en estas Jornadas, lo que hace de ellas un acontecimiento verdaderamente autentico y excepcional.
¿Podemos ver ahí una esperanza de nominación de AE?
Cuestión compleja, respecto a la cual una parte de la respuesta será dada por la afluencia, o no, de demandas de pase en el dispositivo. Comprometerse en el dispositivo del pase en la ECF es muy diferente a intervenir ante al público de las Jornadas.
¿Es esto dar demasiada importancia a este funcionamiento institucional, cuando algunos dicen que está pasado de moda y que frena más que anima la valorización de ese momento particular y específico del pasaje de analizante a analista?
¿El dispositivo querido por Lacan para la EFP en 1967, que lleva a la creación de la ECF en 1981, debe aplicarse de la misma forma cuando el psicoanálisis ha cambiado, tanto en lo que concierne a la formación de los analistas como a la garantía de su práctica? La gran diferencia entre la intervención en las Jornadas y el dispositivo del pase es la existencia del filtro de los pasadores.
La experiencia de los carteles del pase es apasionante, pero rápidamente aparecen diferencias sensibles en la transmisión que hacen los pasadores de lo que han escuchado.
Podemos cuestionarles, pedirles que se informen de nuevo sobre tal o cual punto volviendo a encontrarse con el pasante. Pero lo que parece es que el testimonio del pasador queda ligado al punto al que llegó en su propio análisis.
No caeré en ese revés de los viejos profesores que encuentran siempre que el nivel de sus alumnos baja, diciendo generalidades sobre los pasadores. Se siente que el efecto producido por la enunciación directa de un momento de pase frente al público no es el mismo cuando éste es transmitido por los pasadores al cartel. Ahí aparece más como un pescado en el que buscamos las espinas que como el mismo pez vivo siguiendo la corriente del agua.
Los carteles del pase corren siempre el riesgo de que se les reproche tener una actitud malthusianista con respecto a las nominaciones de AE.
Por definición, aquellos o aquellas que entran en el dispositivo están animados por la certeza de que han llegado al punto que puede valerles esta nominación.
Que no haya equívoco: el cartel del que formé parte tenía un gran anhelo de nombrar AEs. A veces hay colegas, a quienes conocemos por sus intervenciones públicas, por su compromiso con la causa analítica y de los cuales esperaríamos una nominación y, sin embargo, no encontramos en el trabajo sobre su testimonio lo que lo justificaría. Ya sea porque los efectos de verdad no culminaron en el tratamiento de la angustia, o porque ésta no ha permitido despejar lo real al que apuntaba.
¿Hay que suprimir a los pasadores? Eso sería verdaderamente renunciar a una función importante en el dispositivo institucional respecto a la cual nos damos cuenta que va más allá del pase mismo.
¿Habría que encontrarse directamente con los pasantes cuando el cartel choca con una dificultad para tomar posición? Eso sería no tener en cuenta, una vez más, la importancia de la función de los pasadores.
Entonces, hay una dificultad que sólo puede ser vencida por la afluencia de los analizantes hacia el pase y es probable que estas últimas Jornadas contribuyan a ello.
Es un esfuerzo que hay que proseguir y las instancias deben preocuparse constantemente por ello.
El pase no puede ser para todos. Es elitista por naturaleza y eso no siempre se soporta bien, incluso entre los analistas. El jurado del pase (sus dos carteles y el secretariado) debe soportar algo de esto.
Traducción: Carmen Cuñat
2. La voz de los pasadores
Esthela Solano-Suarez
[JJ nº 60]
El debate abierto recientemente sobre el pase en el JJ, se inscribe siguiendo las consecuencias de las últimas Jornadas de la Escuela. Se comprueba desde entonces que la corriente del deseo que emana de él ha agujerado nuestros intercambios habituales con respecto al psicoanálisis en intención, permitiendo de este modo a otras voces hacerse escuchar, otras diferentes de las de los AE o de los miembros de los carteles.
Entre algunas de éstas destacan las de dos pasadores, dos mujeres, que se acercan y dicen alto y fuerte en el JJ nº 58 cómo el pase, desde su posición, les parece que es “pesado y opaco”, envuelto en un hábito “intimidante y secreto”, según la expresión de Dominique Heiselbec. A su vez, Jeanne Joucla alega a través de sus palabras la soledad y el silencio que rodean el trabajo de los pasadores, señalando con toda razón que los textos que abordan la cuestión relativa a los pasadores “datan del principio del pase” en la Escuela.
Deberíamos tomarnos muy en serio las cuestiones planteadas por nuestras colegas. Hubo un tiempo, es cierto, en el que en la Escuela se hablaba de los pasadores, de su función, de su responsabilidad como placa sensible y pieza fundamental del dispositivo. Me pregunto si, con el tiempo, hemos excluidos a los pasadores de una conversación que debería tener lugar, de tal manera que no lleven solos una carga de la cual nadie se plantea en adelante la importancia y las apuestas.
El pasador encarna con respecto al pase “su propia esencia”, además “es este pase”, según la versión de la “Proposición” dada por Lacan.
Ya sería hora para nosotros de debatir sobre la cuestión de los pasadores, sobre su introducción en el dispositivo, hacer valer lo valioso de su función, pero también despejar las facetas de su funcionamiento. Ya ha llegado el momento para nosotros de expresar lo que esperamos de ellos. ¿Qué pasadores quiere ofrecer la Escuela a los pasantes para la recepción y la transmisión del testimonio?
Si el pasador es el mismo que “este pase”, entonces el pasador está supuestamente habitado por la pasión de la ignorancia, la cual lo empujaría a querer saber un poco más. Un pasador curioso que plantea cuestiones justas y pertinentes, un pasador que busca el detalle, el “divino detalle”, un pasador que demuestra un espíritu de « finura”, y que en ningún caso, limita su función a tomar notas. La función del pasador no se puede confundir con la del estudio de grabación.
A lo largo del tiempo, los pasadores probablemente se han encontrado en su soledad sujetos a inhibición. Es por mi experiencia reciente de los carteles del pase que me ha surgido esta reflexión. Aplastados por toneladas de notas tomadas durante el testimonio, están habitados por la ansiedad de tener que hacer pasar en poco tiempo una cantidad considerable de sueños, fechas, ciclos, periodos, de datos de la novela familiar, a veces muy complejos, y recorridos que incluyen a veces varias secuencias de análisis realizadas con varios analistas. La preocupación por la exactitud puede llevarlos a no poder despegarse de sus notas.
A menudo reciben a su vez un testimonio escrito por el pasante que les lee el texto. Delante del cartel, el pasador leerá a su vez las notas que ha tomado a partir del texto del pasante. Por lo tanto, el texto llega al cartel gastado, cerrado, plano y sin aliento. El cartel intenta sacar a los pasantes de esta rutina, pero, la mayoría de las veces, permite recibir y transcribir a su vez el testimonio que sigue palabra por palabra el texto escrito.
Podría ser que esta prevalencia tomada por el escrito en el proceso del pase sea un elemento que contribuya a su mortificación, obstaculizando la transmisión de lo más vivo y de lo más auténtico de lo que se transmite, ahogando la enunciación del pasante. Entonces, lo que se pierde en el transcurso del testimonio es su enunciación. Si la posición de enunciación no aparece, el cartel tiene dificultades para restituirla y encontrar las aristas de lo que ha escuchado.
Vivificar el pase, darle un nuevo soplo, despejar la fuerza y la potencia de un decir articulado a un deseo que se hace voluntad, requiere liberar la palabra que circula en el dispositivo, liberarla de su cortapisa de inhibición, y para ello urge arrancarlo del dominio de lo escrito con el fin de que los pasadores hagan escuchar su voz.
Traducción: Catalina Galaman
3. El pasador «Placa sensible»
Patricia Bosquin-Caroz
[JJ 63]
El pasador es un elemento clave del dispositivo del Pase. De alguna manera es el eje. Ni su designación ni su función pueden ser tomadas a la ligera. A este respecto Lacan evoca el término “placa sensible” al que, en su Proposición, opone el del juicio, exclusivamente reservado a los Cárteles. Es decir, que no hay instrucciones del pasador. Se trata de que sea un testigo receptivo y animado por el deseo de dejarse enseñar. Hace cerca de 10 años, al final de mi análisis, me enteré de que acababa de ser designada pasadora. Era el momento en que me disponía a solicitar entrar en la Escuela por el Pase. Correspondía a una primera percepción sobre la manera de gozar que animaba mi palabra de analizante. El momento, por tanto, era sensible. Buscaba en los textos un saber que me dijera cómo hacer. Silencio. ¡Qué suerte! ¿Cuál fue entonces mi guía? Mi deseo de saber qué es el pase. Únicamente me animaba ese deseo. Iba al encuentro de los pasantes curiosa, apasionada…sensibilizada. Entonces la Escuela también lo era, era sensible.
Traducción: Julia Gutiérrez y Carmen Cuñat
4. Ser pasador, pasante-AE
Véronique Mariage
1. Cuando era pasadora un encuentro con el cartel fue determinante para mí. Me hizo comprender la función del pasador. Surgió de un acto de uno de los miembros del cartel. Me embrollaba tratando de dar cuenta de las numerosas notas que había tomado y había perdido el hilo. JAM, sentado frete a mi, de repente, toma mis notas y cierra el cuaderno donde estaba escrito lo que intentaba transmitir: “Venga, ahora diga lo que le ha quedado” me dijo. En un último sobresalto me aferraba a las restos de lo que me había sorprendido en mi encuentro con el pasante. Entonces pude extraer un hilo que me permitió transmitir una parte de lo esencial. El pasante fue nombrado AE.
2. Solicité hacer el pase porque había hecho un descubrimiento determinante que había precipitado el final de mi análisis y quería hacérselo saber a La escuela por el psicoanálisis.
3. Ser nombrada AE fue una suerte, y me ha permitido transmitir lo que era para mí lo más precioso, como había hecho en mi experiencia como pasadora: extrayendo un hilo a partir de lo que se produjo al final de mi análisis. Mi testimonio fue enseñanza de AE. Después fue sustituido por muchos de mis colegas de la escuela y de la AMP que han destacado su forma epistémica. ¡Así pues, haciendo hablar al Otro! No fui un AE “como debe ser…” La enseñanza del AE es subjetiva, singular aparte del número de años o de un saber hacer determinado. ¿Sabremos tenerlo en cuenta para el futuro del pase y del psicoanálisis?
Traducción: Julia Gutiérrez y Carmen Cuñat
5. El momento de la designación de pasador
Bernard Lecoeur
¿En qué circunstancias fui designado pasador? Me encontraba en un momento de auténtica desorientación en mi cura ya que la cuestión del deseo planteaba una reformulación. Había que responder sin el auxilio de la galería de los ideales. Un “¿qué quieres?” privado de los argumentos de la persona.
“Le designo como pasador, así sabrá dónde está” El analista tomaba acto de la dificultad encontrada respecto al sentido y, al mismo tiempo, abría una vía por la que el deseo podía anudarse no solamente a la cura sino al psicoanálisis.
El momento de la designación de pasador merece reflexión. Es una encrucijada en la que se cruzan las exigencias de interpretación –acertar y provocar olas- y las introducidas por una nueva orientación que establece el pase según una perspectiva: pasante, pasador, cartel. En ese momento, la cuestión del sentido para el pasador, consiste a hacerse el vector de un decir.
Traducción: Julia Gutiérrez y Carmen Cuñat
6. Un estilo de curiosidad
Yves-Claude Stavi
Me he preguntado cómo, a día de hoy, podía tratar de explicarme el estilo de curiosidad tan particular que me animaba cuando fui designada pasador en los encuentros con cada pasante. Es una cuestión importante. Para empezar porque este tipo de curiosidad no es idéntica a la que me anima hoy: ha dejado el lugar a otra cosa, el pasador también pasa: “ser el pase” es afín a un momento preciso, encontrado en mi propia cura. Es un punto importante también, porque es ese momento “sensible” el que para muchos ha dirigido las preguntas que entonces creí deber plantear a los pasantes con los que me encontré, sin que me bastara escuchar un soliloquio. ¿Cuál era ese momento para mí tan “sensible”? Sentidos gozados, aislados en mi cura, ir hasta el final. ¿Qué final? De ahí el estilo “spinozista” que animaba las preguntas que he podido plantear a los pasantes. La paradoja es que un estilo así, ligado a ese momento tan particular de la cura, precisamente pueda revelarse propicio para favorecer por parte del pasante – que él no es el pase- no solamente la transmisión del litoral singular de su opacidad, sino también sus consecuencias inéditas.
Traducción: Julia Gutiérrez y Carmen Cuñat
7. El chiste y la invención del pasador
Pierre Naveau
Me planteo una cuestión. Decir, como lo hace Lacan, que el pase tiene la estructura del chiste y que el pasador es el pase, implica que el momento crucial en el pase sea aquel en el que el pasador habla del pasante al cartel. ¿Logra el testimonio del pasador hacer reir al cartel, hacer surgir en él la alegría de decir sí? La enunciación del pasador es, en ese momento, decisiva.
Algo extraordinario se ha producido al acercarse las Jornadas: «Sí, voy; propongo intervenir, aunque me digan que no». Sin embargo, muchas intervenciones adquirían en alguna de sus esquinas un acento cómico, hacían reir. Se trataba entonces, de reirse de si mismo. El público estaba directamente (en palabras de Serge) concernido.
En el pase, el pasante también llega a «reirse de sí mismo» desde el momento que se siente aligerado de lo que le estorbaba y obstaculizaba. Pero este «reírse de si mismo» pasa por el pasador. Y si el cartel no ríe la culpa, eventualmente, recae sobre él. Hay una diferencia entre el pase y la intervención en las Jornadas.
Mi pregunta, por tanto, es la siguiente: ¿Se ha sostenido ese Voy del «hablar de si y hacer reir de si mismo» durante las Jornadas en un «quiero hablar de mí, contar un pedazo de mi historia e incluso, reirme de mi mismo, pero con la condición de ser yo el que, sobre la escena mi propia enunciación, me burle de mi mismo.»?
Una pregunta así valora la invención de Lacan del pasador. En el pase, el acento se pone en el Se habla de mi en lugar de Yo hablo de mi. Es a lo que, a pesar de su orgullo, consiente el pasante que hace el pase.
Traducción: Julia Gutiérrez y Carmen Cuñat
8. El pasador y el pase
Philippe Stasse
Tratándose del tema de los pasadores introducido en el orden del día en la última reunión del Colegio del pase, en efecto, parecía necesario sacarlo a la luz y precisar la función del pasador. A veces considerados como «secretarios» sepultados bajo sus «toneladas de notas» de las que se esfuerzan en restituir lo esencial a los cárteles, o incluso, tratando de construir la clínica del caso cuyo testimonio han recibido, no podemos preguntar si es eso lo que se espera de la función del pasador.
La tarea no es tan sencilla de definir porque la partida se juega entre tres: el pasante, el pasador, el cartel. Pase a tres, podríamos decir.
Si el pasante no se dedica a contar durante horas los detalles de su análisis, sino los puntos cruciales que se han desprendido de él y la articulación lógica que a posteriori se desprende (o no), podemos decir que ya hay un orden: del punto A de partida al punto B de llegada, el trayecto del análisis se aclara y se reordena según el esquema del bucle de la retroacción.
El testimonio dirigido al pasador permite a este recolectar la construcción que se desprende de este recorrido, la esencia de lo que emerge en ese testimonio, los puntos de pase pero también los puntos oscuros que el pasador por su parte puede interrogar. Me parece que el pasador no tiene que construir el testimonio en lugar del pasante o del cartel, sino que debe hacerse «placa sensible» para poder restituir al cártel las líneas de fuerza de ese testimonio, lo que le ha marcado, sorprendido, incluso convencido.
Respecto al cartel, tiene que descubrir y construir si fuera necesario la lógica del testimonio dejarse convencer (o no) por el relato del pasador, por este pase en zigzag que permite que haya pase o no.
Traducción: Julia Gutiérrez y Carmen Cuñat
9. Un silencio sobre el pase
Jacqueline Dhéret
Las jornadas de noviembre han sido una salida en acto de un silencio sobre el pase que ha pesado mucho en la Escuela. Han demostrado de una manera inédita que es por las vías de su propia cura que surge el psicoanalista, aquello sobre lo que el analizante en la experiencia puede testimoniar cuando la Escuela le invita a hacerlo. Esta práctica solo se sostiene porque ha sido sostenida por el deseo de al menos un sujeto, Jacques-Alain Miller, que ha desplazado así el eje de una conversación que se había vuelto demasiado institucional, demasiado colectiva.
A lo largo de los años, lo insoportable que motiva una cura, la causalidad real, ha dejado sólo a los Analistas de la Escuela la carga de una elaboración ligada a un deseo siempre singular, pero que sólo puede encontrar su resolución en una transferencia a la Escuela. Cuando la Escuela se deja enseñar por el testimonio de Uno y después de Uno, en el sentido en que La Boétie lo entendía, se desprende el fruto de una elaboración personal. Se pone en circulación. Esta acogida permite al sujeto mantener una búsqueda sostenida por un modo de gozar que escapa a toda significación.
No he sido pasadora y cuando me comprometí en el procedimiento del pase era miembro de la Escuela desde hacía solamente dos años. Había entrado por el procedimiento del pase el mismo año que había sido suspendido. Fui sostenida solamente por la «desorientación» a la que mi analista me había llevado y una gran confianza en la Proposión de Lacan y en la Escuela. Las entrevistas con los pasadores desplazaron aquello de lo que me disponía a hablar obligándome a ceñirme, a deconstruir y sobre todo a encontrar en la lengua el abrigo de una salida. Es lo que pasa. Ese espacio tiene siempre que reabrirse y me alegro del movimiento en el que estamos y que nos obliga a encontrar palabras nuevas.
Traducción: Julia Gutiérrez y Carmen Cuñat
10. Condición decisiva de la transmisión
Marie-Hélène Roch
No fui designada como pasadora. A lo mejor eso puede explicar mi concepción del pasador. Para decirlo rápido, es el pasante el que hace el pasador. En los dos sentidos del verbo hacer: el pasante fabrica el pasador y él mismo es el pasador.
Me explico. Cuando decidí hacer el pase, decidí al mismo tiempo poner toda la confianza en el procedimiento. Los pasadores son designados por los AME, y los pasadores son sacados por sorteo por el pasante. Llegado el momento, saque el nombre de mis dos pasadores de los dos sombreros que el secretario me presentaba, uno contenía los nombres de pasadores digamos «inocentes» por ser la primera vez y otro con los nombres de pasadores digamos «serios» por el hecho de que su ejercicio de transmisión al Cartel había hecho serie. Lo importante es que haya papelitos en los dos sombreros. Cuando saqué el nombre de mis pasadores caí con uno que no conocía de nada y otro que me era familiar y conocido por ser un buen pasador. ¿Qué fortuna sacaría del azar? ¿Retener ese pasador o sacar otro del sombrero? Preferí arriesgarme al pase con desconocidos. Encontrar maneras de hacer; con uno elegimos sus materiales, con el otro no se escatimaba el tiempo; lo principal es ganar una apuesta contra el olvido y avanzar en la oscuridad para que exista la oportunidad de un segundo despertar, de ahí mi título de las jornadas «Sonámbula que tropieza se rompe la crisma»
El pasador forma parte de la estructura (elige los restos y las herramientas) y de la contingencia (acontecimientos imprevistos) del momento del pase. No hay buenos o malos pasadores, hay esfuerzos anulados por malas decisiones o decisiones tomadas tarde.
He formado parte de dos Cárteles del Pase, cada uno nombró varios AE, dos en el primero y tres en el segundo. Me ha quedado esta reflexión: la transmisión del pase por los pasadores depende de las elecciones del cartel para disponer el lugar para la escucha de los pasadores; y sobre todo depende de la estructura de la apuesta indisociable de la transmisión de un saber fallido, figura del saber específica del psicoanálisis, y de un gusto por transmitirlo. Es la condición decisiva de la transmisión.
Traducción: Julia Gutiérrez y Carmen Cuñat
11. Pase-pasador, en el “après-coup”
Marlène Belilos
En cinco ocasiones, en momentos señalados como momentos de pase, fui designada pasadora por mi analista. Lo comprendí así: llevando un discurso de una orilla a la otra, atravesando el río. Así es como me vi durante ese periodo. Todavía hoy me acuerdo de cada uno de los pasantes, de rasgos particulares que expresaron, que me marcaron. No el cartel, porque de los 5 pasantes sólo uno entró en la escuela por este procedimiento. Dos más tarde, pero no directamente por el pase.
Uno estaba totalmente descorazonado y quería pararlo todo, le animé a continuar. ¿Por qué? Porque lo que queremos decir no pasa necesariamente como querríamos. Deberíamos saberlo, nosotros que estamos enfermos del lazo social, de creernos incomprendidos por los otros, víctimas del gran malentendido. El poeta lo expresa con una frase: «Llueve en mi corazón como llueve sobre la ciudad», el melancólico trata de expresar su tristeza. No necesariamente se encuentra enseguida. Ese pasante siguió y creo que está bastante contento, se reconocerá.
A continuación vino el pase, mi pase.
Estaba en ese lugar, orgullosa de mi recorrido, de los años de sesiones, de los viajes agotadores, con mi paquetito de palabras, de encuentros, e incluso una construcción.
Fue no.
Los pasadores parecían convencidos, el cartel no, pero faltaba, faltaba… hoy pienso… articulaciones lógicas.
Cabreada, noches enteras repasando el fragmento de la «Conferencia sobre el symptôme» que Lacan dio en Ginebra en 1975. Que una persona que ha testimoniado con toda honestidad de lo que ha hecho durante su análisis, después llamado didáctico, se siente rechazada sí, como resultado de ese testimonio, no forma parte de aquello por lo que he tratado de ampliar el grupo de los que son capaces de reflexionar un poco sobre lo que hacen. Se sienten despreciados, aunque haga todo lo posible para que no sea así. Trato de explicarles lo que su testimonio nos ha aportado, una determinada manera de entrar en el análisis tras haberse formado por lo que es exigible. Lo que es exigible, evidentemente es pasar por la experiencia. ¿Cómo transmitirlo si uno mismo no se ha sometido a ella?» Rechazada, estaba tocada como Silly la oca pedante de Lewis Carroll.
Hoy me acuerdo con un poco de vergüenza de mis peticiones de explicaciones a los miembros del cartel… Pero ¿entonces qué es lo que falta?
Ridículo, no podemos ser dueños de lo que el otro comprende.
*
Después las cosas han cambiado.
Me quedó una escansión importante, la que fue la última antes de separarme de mi analista. Lo que pensaba era una predicción, morir a una edad precisa, la de mi padre, eso se había apagado. Fin de la identificación, me encontraba aliviada.
Ya no tengo miedo, he «entrado en el tiempo» como dijo Eugénie Lemoine-Luccioni. Desde entonces vivo con este adagio de Freud, «Si amas la vida, prepara tu muerte». Y he empezado otro episodio. Porque un análisis acabado no necesariamente es un análisis terminado, eso también es Freud dirigiéndose a Ferenczi.
Traducción: Julia Gutiérrez y Carmen Cuñat