LA SOLEDAD DEL PSICOANALISTA. LA PRÁCTICA ANALITICA 14 y 15 DE NOVIEMBRE DE 2009 PALAU DE LA MÚSICA I CONGRESSOS PASEO DE LA ALAMEDA, 30 VALENCIA CON LA PARTICIPACIÓN DE ERIC LAURENT Y LEONARDO GOROSTIZA
BIBLIOGRAFÍA RAZONADA (4) DEL AISLAMIENTO A LA SOLEDAD Susana Brignoni
Tomaré del artículo de Philippe La Sagna (“De l’isolement à la solitude”) aquellas cuestiones que muestran un movimiento bascular en la subjetividad entre aislamiento y soledad. Así como hay una tensión entre lo social y lo subjetivo, o entre el individuo y el grupo, también en la historia de nuestra civilización, y en nuestra época más reciente se manifiesta una tensión entre el aislamiento y la soledad.
En la clínica con niños y adolescentes recibimos demandas de padres angustiados por no saber cómo comunicar, cómo dialogar con hijos que, a sus ojos, están encerrados con un nuevo partenaire al que ellos en general no tienen acceso o les cuesta comprender. Este partenaire, el ordenador, según los padres aísla al niño en un mundo donde las interacciones no son posibles. Sin embargo, cuando escuchamos a estos niños y adolescentes las versiones que ellos narran de esta relación nos indican a menudo que el ordenador es un medio que han encontrado para poder trabajar una cierta separación. Se trata de un trabajo que el mismo sujeto desconoce pero que va haciendo en su experiencia a partir de los objetos que él escoge de la oferta social.
Respecto a los objetos que el sujeto escoge, La Sagna hace una distinción: el objeto puede ser sólo una fuente de estimulación o excitación, como un tóxico, y el sujeto puede gracias a él aislarse. Es decir, que no se trata del objeto escogido sino del tratamiento que se le da. La soledad es un modo de poder separarse de ese tratamiento del objeto. Es decir, que estos niños apoyarían la distinción que La Sagna nos propone entre aislamiento y soledad. La tesis es doble: por un lado, “la soledad no es el aislamiento”, y por otro, “el aislamiento evita la soledad”.
En esta distinción aparece de entrada la relación al Otro: mientras en el aislamiento se trata de su exclusión, en la soledad lo que está en juego es la separación. El aislamiento aparece como una maniobra de evitación del sujeto respecto a la falta. La soledad en cambio adviene cuando nos confrontamos con la falta en el Otro y con la falta en nosotros mismos. Pero esta confrontación es producto de una elaboración. Por eso, nos señala La Sagna, en la soledad hablamos de la existencia de una “frontera” entre unos y otros. Metáfora, no banal, desde el momento en que la frontera es lo que se puede traspasar, abrir y cerrar de acuerdo a ciertas reglas. En cambio, en el aislamiento, dice, se trata de un muro, de un cierre, que convoca a la ruptura. Vemos entonces que el par aislamiento/soledad puede correlacionarse con el par de ruptura/separación.
Pero, ¿qué acogida dar a esta modalidades de presentación del sujeto? ¿Cómo el analista puede orientar al sujeto hacia lo que es el encuentro con la soledad real y que implica la verificación de la inexistencia del Otro? La Sagna nos dice que el analista se acerca al aislamiento del sujeto para que él pueda construir una nueva soledad a partir de la cuál salir del aislamiento. Es decir, que de lo que se trata allí es de la operación de separación: ha de caer el objeto del aislamiento para que se ponga en juego la noción de falta y aparezcan las condiciones para la transferencia. De hecho, La Sagna nos dirá que estar aislado socialmente es a menudo el signo de una soledad que no ha sido construida. La construcción de esa soledad abre la puerta al vínculo, que nunca es adaptativo, y así podemos observar cómo individuos aparentemente adaptados en sus colectivos en realidad están profundamente aislados.
Finalmente, ¿el encuentro con la inexistencia del Otro adónde nos conduce?, ¿qué afectos puede provocarnos? ¿Qué cierra y qué abre? Puede provocarnos un vacío profundo, puede producirnos un dolor que nos conducirá a un trabajo de duelo, o tal vez puede despertar el entusiasmo de aquel que separado, toma a su cargo su propio deseo. Esta soledad construida es una “solución” a la versión de la inexistencia del Otro que deja “colgado” al sujeto. Es por eso que para el psicoanálisis de orientación lacaniana, concluye La Sagna, no se trata de la comunicación, no se trata de la empatía o de las técnicas profesionales para sacar al sujeto del aislamiento, sino más bien se trata de la transmisión de que en ese lugar donde el Otro está ausente, puede haber otra cosa como efecto de su ausencia: se trata de un saber, no cualquiera, el saber inconsciente que hace que el sujeto se encuentre con su verdadera soledad, ya no precaria.
LA SAGNA, PHILIPPE. “De l’isolement à la solitude”. En La Cause freudienne nº 66, 05/2007. _____________________________________________________ COMISIÓN BIBLIOGRÁFICA: Carmen Garrido, Gracias Viscasillas, Julio González