La profesora y experta en psicoanálisis Mercedes de Francisco, ofrece una conferencia sobre ‘El nuevo amor’ que propuso en sus enseñanzas Jacques Lacan.
–No siempre se ha amado de la misma forma.
–Sí, eso es evidente. Justamente Lacan, en todo su recorrido de enseñanza, ha mostrado que en cada época la concepción del amor ha determinado la manera de amar. Esta concepción tiene que ver con lo simbólico, con el lenguaje, con el pensamiento… Algunas concepciones del amor siguen teniendo una influencia clarísima como la concepción platónica, transformada por el cristianismo. Lacan subvertió la manera de concebir el amor a lo largo de la historia y aseguró que el amor siempre intenta suplir una imposibilidad, en todos los casos desde el comienzo de la historia. Pero, además de suplirla, la quiere escamotear, por lo que él planteó la invención de un nuevo amor que, de alguna manera, ponga en cuestión eso. Es lo que sostiene el discurso del psicoanálisis: no se escamotea lo imposible.
–¿Cómo se entiende el amor, entonces, desde el psicoanálisis lacaniano?
–El sujeto, según Lacan, puede llegar a entender que puede haber encuentros, pero que estos no eliminan las diferencias entre los hombres y las mujeres, que somos muy distintos en la manera de sentir, de gozar. El afán cultural del pensamiento actual que pretende que todo se adapte a todo nos está llevando a consecuencias muy nefastas. Por ejemplo ahí está el tema de la violencia de género, que no se está abordando teniendo en cuenta esta perspectiva. Se toman medidas políticas para atajar este problema, presupuestos que no llevan a ninguna parte. Los agresores son sujetos que ante la imposibilidad de una relación, lo que hacen es matarla. Si esas personas pudieran discernir la imposibilidad de la relación y entenderla, aceptarla, seguramente se lograría frenar muchos actos violentos.
–El amor, entonces, no es eso de uno más uno hacen uno.
–Exactamente. Lacan plantea que el amor no se trata de hacer uno de dos. Cada miembro de una pareja es uno que se conecta con el otro, pero no que los dos forman uno, con esos conceptos como el de la media naranja, todos los proyectos comunes y demás. Eso pertenece a una concepción esférica que lo único que hace es escamotear la realidad de que uno es uno, único, irrepetible y que lo único que puede hacer, a veces, es conectarse con otro porque encuentra un punto de conexión, pero no una mezcla sucia. El trabajo del psicoanálisis, en ese sentido, consiste en ir descubriendo y analizando qué es eso tan particular de uno y cómo es que lo ha encontrado en una persona y no en otra.
–¿El psicoanálisis tiene vigencia en la actualidad o ya es algo superado?
–Hace unos días leí en prensa un artículo cuyo titular decía algo así como ‘El uso de fármacos deja vacante el diván del psicoanalista’. Es cierto que se está abusando de los fármacos de una manera terrible, pero los psicoanalistas tenemos, cada vez, más personas que vienen a hablarnos porque la gente sufre mucho. Algunos logran tener la intuición de que con la pastilla no van a encontrar la solución. Hace un tiempo una paciente dudaba del psicoanálisis y argumentaba que era algo largo. Luego me dijo que tomaba antidepresivos desde hacía doce años, que no habían resuelto ningún problema. Ahora, gracias al psicoanálisis, empieza a encontrar las cosas que hacen más singular su forma de vivir y comienza a poder hacerse cargo de su propia vida.
–¿Necesita entonces el hombre actual el psicoanálisis más que nunca?
–Necesitar como necesitar… Nosotros estamos ahí. Siempre les digo a mis pacientes que uno va al psicoanalista porque quiere no porque lo necesita. Hay que querer saber algo de uno.
–Habrá quien tema psicoanalizarse por lo que pueda encontrarse…
–Lo que te vas a encontrar es algo tuyo, ¿por qué eso va a ser peligroso? En muchas personas hay ese miedo, pero es un miedo a no saber qué va a pasar con aquello que encuentren en relación a lo que le piden los demás. A través del psicoanálisis no se va a encontrar algo raro, sino algo que tiene que ver con las propias vivencias. El psicoanálisis nos acerca, por un lado, más a los otros, pero también nos separa de las ideas comunes a que hay que adaptarse, que hay que estar integrado, ser como los demás…