Semanario de la Comunidad Madrileña de la ELP
Nº 139 En Madrid, a 6 de febrero 2009
Directora: Marta Davidovich [email protected]
Jefa de Redacción: Rosa López
Colaboradores: Graciela Amorín y Olga Montón
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ALBERT EINSTEIN Y EL HUMOR
Albert Einstein(1879-1955), Premio Nóbel de Física en 1921, gozó de una rapidez mental propia de un genial humorista.
*1*
Un periodista le preguntó a Einstein:
– ‘¿Me puede Ud. explicar la Ley de la Relatividad?’
Y Einstein le contestó:
– ‘¿Me puede Ud. explicar cómo se fríe un huevo?’
El periodista lo miró extrañado y le contesta:
– ‘Pues, sí, sí que puedo’.
A lo cual Einstein replicó:
– ‘Bueno, pues hágalo, pero imaginando que yo no se lo que es un huevo, ni una sartén, ni el aceite, ni el fuego’.
*2*
Durante el nazismo Einstein, a causa de ser judío, debió de soportar una guerra en su contra urdida con el fin de desprestigiar sus investigaciones. Uno de estos intentos se dio cuando se compilaron las opiniones de 100 científicos que contradecían las de Einstein, editadas en un libro llamado ‘Cien autores en contra de Einstein’.
A esto Einstein respondió:
-‘¿Por qué cien?. Si estuviese errado haría falta solo uno’.
*3*
En una conferencia que Einstein dio en un Colegio de Francia, el escritor francés Paul Valery le preguntó:
– ‘Profesor Einstein, cuando tiene una idea original,¿qué hace? ¿La anota en un cuaderno o en una hoja suelta?’
A lo que Einstein respondió:
-‘Cuando tengo una idea original no se me olvida’.
*4*
Einstein tuvo tres nacionalidades: alemana, suiza y estadounidense. Al final de su vida, un periodista le preguntó que posibles repercusiones habían tenido sobre su fama estos cambios.
Einstein respondió:
– ‘Si mis teorías hubieran resultado falsas, los estadounidenses dirían que yo era un físico suizo; los suizos que era un científico alemán; y los alemanes que era un astrónomo judío’.
*5*
En 1919, Einstein fue invitado por el inglés lord Haldane a compartir una velada con diferentes personalidades. Entre éstas había un aristócrata muy interesado en los trabajos del físico. Tras una larga conversación, el inglés explicó a Einstein que había perdido recientemente a su mayordomo y que aún no había encontrado un sustituto.
– ‘La raya del pantalón la he tenido que hacer yo mismo, y el planchado me ha costado casi dos horas’.
A lo que Einstein comentó:
-‘Me lo va a decir a mi. ¿Ve usted estas arrugas de mi pantalón? Pues he tardado casi cinco años en conseguirlas.’
*6*
Se cuenta que en una reunión social Einstein coincidió con el actor Charles Chaplin. En el transcurso de la conversación, Einstein le dijo a Chaplin:
-‘Lo que he admirado siempre de usted es que su arte es universal; todo el mundo le comprende y le admira’.
A lo que Chaplin respondió:
-‘Lo suyo es mucho más digno de respeto: todo el mundo lo admira y prácticamente nadie lo comprende’.
*7*
Y por último uno de los chistes favoritos que Einstein relatara en reuniones con políticos y científicos.
Se cuenta que en los años 20 cuando Albert Einstein empezaba a ser conocido por su Teoría de la Relatividad, era con frecuencia solicitado por las universidades para dar conferencias. Dado que no le gustaba conducir y sin embargo el coche le resultaba
muy cómodo para sus desplazamientos, contrató los servicios de un chofer.
Después de varios días de viaje, Einstein le comentó al chofer lo aburrido que era repetir lo mismo una y otra vez.
– ‘Si quiere -le dijo el chofer- lo puedo sustituir por una noche. He oído su conferencia tantas veces que la puedo recitar palabra por palabra.’
Einstein estuvo de acuerdo y antes de llegar al siguiente lugar, intercambiaron sus ropas y Einstein se puso al volante.
Llegaron a la sala donde se iba a celebrar la conferencia y como ninguno de los académicos presentes conocía a Einstein, no se descubrió la farsa.
El chofer expuso la conferencia que había oído repetir tantas veces a Einstein.
Al final, un profesor en la audiencia le hizo una pregunta. El chofer no tenía ni idea de cuál podía ser la respuesta, sin embargo tuvo una chispa de inspiración y le contestó:
– ‘La pregunta que me hace es tan sencilla que dejaré que se la responda la persona que se encuentra al final de la sala…, que es mi chofer’
enviado por Leonel González
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[…]
LO QUE EN MÁRMOL SUEÑA
Sabemos que las obras de arte no son interpretables como sueños, pero el mismo nombre de la exposición -“Entre dioses y hombres”- coloca a estas veinte esculturas del Museo del Prado y cuarenta y seis del Museo Albertinum de Dresde en una zona indefinida comparable al tiempo que transcurre entre el dormir como musa, héroe o dios frente los mares Egeo y Mediterráneo y el despertar aquí, tras una historia fragmentada que otros han escrito a lo largo de veinte siglos, inspirados por su belleza.
Quizás, atraídos por las musas, pasemos de largo ante Demeter de Eleusis, pero nos la encontraremos al salir, cuando ya no nos sorprenda saber que su cuerpo no le pertenece. Como gran parte de los integrantes de esta muestra, es un calco romano del original griego ya perdido. La cabeza y los brazos, además, son trasplantes barrocos.
Tampoco las ocho musas son las que eran, aunque quienes descifran lo manifiesto ya han puesto cierto orden. Fueron creadas, se nos dice, allá por el siglo II antes de Cristo. Pero éstas que vemos son calcos romanos de la época de Adriano. En el siglo XVII fueron restauradas y recibieron atributos y cabezas, colocadas éstas de tal modo que sólo Terpsícore -musa de la lírica y de la danza- conservó su identidad. Melpómene, la musa de la tragedia, lleva el rostro de la reina Cristina de Suecia, pero en realidad es Talía, la musa de la comedia, una máscara cómica nos lo recuerda. Y a la musa de la épica, no se sabe por qué, la restauraron como musa de la astronomía. ¿No es onírico que una de estas bellezas sea, a la vez, la musa de la pantomima y la geometría? Todas ellas eran hijas de Zeus y Mnemosine (Memoria) y en la época en que aparecieron entre los mortales, fueron adoradas en el Museion de la Biblioteca de Alejandría.
Quien también parece estar aquí (no es seguro que sea él) es Zeus Eleutherios, el dios que liberó a los atenienses de los persas en el 480 a. de C. Un favor que los humanos retribuyeron con creces, haciendo sobrevivir a todos estos seres a la Guerra del Peloponeso, las guerras de los sucesores de Alejandro, las guerras púnicas, las guerras santas de los papas y los reyes , la Guerra de los Treinta Años y a tantas, tantas, otras guerras. Leemos que hasta de los bombardeos sobre Dresde lograron escapar.
Se nos dice que la réplica romana del sátiro en reposo, de Praxiteles, conserva la perfección de la curva praxiteleana en su cuerpo relajado de dios joven, bello, ocioso. Sin embargo ha sufrido. Perdió las piernas, las manos y el torso, que son reconstrucciones del gran Bernini. Aún así, su sonrisa pícara recuerda a la de aquel otro efebo, también de Praxiteles, que protegía tanto a los viajeros como a los ladrones.
¿Por qué están aquí? ¿Qué tienen en común con tantas célebres pinturas estas criaturas antaño policromadas, quizás de bronce, y ya tan pálidas?
Quizás la posibilidad de asombrarnos durante siglos. No por la materia reproducida, sino por el asombro que ellas mismas representan.
“Al entrar en el Prado para recorrer con la mirada la exposición”, -nos dice Emilio Lledó – “no podemos por menos de recordar una palabra maravillosa de las muchas que hemos heredado de la cultura griega y que, espero, no se nos vayan olvidando. Esa palabra es el “asombro” (thaumasía). Parece que fue esta extrañeza ante los misterios del mundo, ante la armonía de los astros, ante la luz y la belleza que podían mostrarnos, lo que provocaba ese asombro.”
Durante unos meses la representación del asombro, de la extrañeza ante el número y la divina proporción, compartirá museo con los cuadros de Bacon, en los que el agujero negro de La Cosa parece oficiar de objeto causa de deseo. ¿Cabría esperar una representación mejor de un mundo que no se ha despojado nunca, jamás, de sus ropas sucias de guerra, por parte de un artista que pintó como quien a duras penas respira?
Graciela Amorín
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