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– LA ÉPOCA QUE NIEGA LO IMPOSIBLE
ENCUENTROS EN LA BIBLIOTECA
La Biblioteca del Campo Freudiano de Madrid os convoca, dentro del ciclo: POLÍTICA Y PSICOANÁLISIS: TRIUNFO Y FRACASO DEL CAPITALISMO AL TERCER ENCUENTRO:
El hincapié que el psicoanálisis hace en el sujeto deja un vacío entre el pequeño universo subjetivo y la dimensión político-económica del mundo contemporáneo. A raíz de los acontecimientos de mayo del 68, Lacan realizó una serie de acercamientos a este hiato desde la homología entre el concepto marxiano de plusvalía y su propio concepto de plus de goce hasta la formalización de los cuatro discursos y del discurso capitalista. En este encuentro se intentará dilucidar a partir de los conceptos de plusvalía y plus de goce cómo se puede transitar de lo político-económico a lo subjetivo (del sistema capitalista al capitalista que ríe y al trabajador que sufre la usurpación de su fuerza de trabajo) y de lo subjetivo a lo político-económico (los sujetos como productores y consumidores de objetos).
La constatación de los efectos en las personas del empuje superyoico al goce y del esfuerzo permanente por llenar el vacío estructural de su constitución como sujetos nos llevan a revisar desde otra perspectiva los vaivenes capitalistas de producción y consumo. El mercado deja de ser tan solo un intercambio de objetos y dinero en busca de beneficio económico y de satisfacción de supuestas necesidades, para ser también la consecuencia de la incansable búsqueda del plus de gozar de los sujetos que forman la sociedad. El desconocimiento del sujeto sobre sí mismo nos ofrece la otra cara de la alienación: el trabajador no sólo es enajenado del producto de su trabajo por el capitalista, si no que se encuentra alienado respecto a su propio ser. Cualquier mirada crítica sobre el capitalismo actual no puede dejar de tener en cuenta esto.
Participan:
Antonio García- Santesmases, catedrático de Filosofía Política de la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia), portavoz de izquierda socialista de 1984 a 2000, diputado del PSOE entre 1996-2000. Entre sus publicaciones se encuentran títulos como: « Marxismo y Estado », « Repensar la izquierda » y « Ética, Política y Utopía ».
Dolores Castrillo Mirat, psicoanalista, catedrática de IB de Filosofía en excedencia, miembro de la sede de Madrid de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y profesora de la UOC (Universidad Oberta de Catalunya). Entre sus publicaciones se encuentran títulos como: « Concepciones de angustia en Freud y Lacan », « La disputa entre los sexos » y « Del sujeto cartesiano al sujeto de psicoanálisis ».
Esperanza Molleda Fernández, psicoanalista, socia de la sede de Madrid de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis.
Inscripción y credenciales
10 a 10,30 h
Apertura
Lucía D’Angelo (Presidenta de la ELP)
Rosa María López Sánchez (Responsable de la Organización de la Xª Conversación)
10,30h a 12,15h
MESA 1. ¿Cómo se autoriza un psicoanalista?
Gustavo Dessal
Mariasun Landa
Juan Carlos Tazedjián
Relator: Francésc Vilá
Coordinadora: Carmen Carceller
12,15h a 12,45h
pausa café
12,45 a 14,30
MESA 2. ¿Cómo lee y cómo aprende a leer un psicoanalista?
Margarita Alvarez
Manuel Montalbán
Hebe Tizio
Relator: Jorge Alemán
Coordinadora: María Navarro
16,30h a 16,45h
HACIA PIPOL 4
Vicente Palomera (Presidente de la FEEP y de PIPOL 4)
16,45h a 18,30h
MESA 3. La Escuela como sujeto: lugar de formación y sujeto de interpretación.
Xavier Esqué
Mercedes de Francisco
Antoni Vicens
Relator: Oscar Ventura
Coordinadora: Marta Davidovich
18,30h a 19h
HACIA LAS VIII JORNADAS DE LA ELP
Lucía D’Angelo
Gran Vía 60, 2º izq., 28013 Madrid. Tel: 91 559 14 87
e-mail: [email protected]
Madrid, viernes 8 de Mayo de 2009, 6 de la tarde
Liter-a-tulia convoca una nueva reunión, en esta ocasión para comentar la obra del escritor japonés Haruki Murakami, titulada Al Sur de la Frontera, al Oeste del Sol.
« Nací el 4 de enero de 1951. Es decir: la primera semana del primer mes del primer año de la segunda mitad del siglo XX. Algo, si se qiere, digno de ser conmemorado. Ésta fue la razón por la que decidieron llamarme Hajime ( Principio ). Pero, aparte de eso, nada de memorable hubo en mi nacimiento. »
La cita tendrá lugar en nuestro local de costumbre, el restaurante Este o Este, de la calle Manuela Malasaña nº9.
También recordaros que disponéis del blog, cuya dirección es www.liter-a-tulia.blogspot.com
por Mercedes de Francisco
Todos quieren evitarlo, para ellos, para sus hijos. Los padres y los profesores, los periodistas, los políticos, consideran algo benéfico que el trauma no se produzca, prevenirlo.
Es indudable que la inclusión de esta palabra en el habla común, es uno de los signos de la incidencia del psicoanálisis en nuestra época, pero lo preocupante, o por lo menos lo interesante para indagar es porque su significación va tomando una pendiente que desvirtúa su valor.
En una película argentina magnífica, El viento, de Eduardo Mignona, el protagonista de espaldas a la cámara dice lo siguiente, « como en la vida es inevitable el sufrimiento, mejor que sea por algo verdadero ». Pero lo verdadero, uno de los semblantes privilegiados no parece muy en auge.
Desde luego el estatuto del trauma con Jacques Lacan, no puede remitirse o quedar reducido a la primera época de Freud, donde trauma y escena de seducción aparecían enlazados. Sin embargo, la doxa del manual de autoayuda, del comentarista, etc., insiste en mostrarnos el trauma anudado a los hechos. Esto implica que la causa del trauma sería el hecho mismo y no el anudamiento que se produce en esa experiencia vivida del significante y el goce. Experiencia que resulta enigmática para el propio sujeto. Separándolo de su trama discursiva, de su carácter de huella (goce en el cuerpo), de marca, que provocará la repetición, que organizará la represión bajo la oscilación entre memoria y olvido, se logrará despojarlo de su carácter de demostración.
Con el trauma se demuestra que no hay encuentro sexual que no cojee. Con las primeras experiencias de la pubertad se comprueba que no hay un saber programado sobre como encontrarse con el partenaire.
Entonces, nos preguntamos, ¿será casual el uso social que se le da a lo traumático, su sentido, la manera de abordarlo? ¿qué radicalidad se pretende eludir cuando se lo considera susceptible de prevención? ¿qué supone que sean los propios agentes sociales los que deciden que los hechos en sí mismos son traumáticos?
I LA EXPERIENCIA-LO TRAUMÁTICO; EL AVANCE TECNICO-LA POBREZA.
Hay un artículo de Walter Benjamín, titulado « Experiencia y pobreza » (1933) que muestra como la posibilidad de experiencias para los hombres a partir de la primera guerra mundial se empobreció de manera radical.
Experiencia y narración, tradición, memoria, forman una serie frente a la de pobreza, gran progreso técnico, lo actual, la barbarie. Estas contraposiciones dibujan el panorama básico de nuestra actualidad aunque ellas se hicieran a principios del siglo XX. Podemos incluir a Walter Benjamín como uno de los « avisadores del fuego »,* que nos mostraron los cambios que llevarían a la catástrofe de la Shoa y la Segunda Guerra Mundial, y que no han perdido su vigencia para abordar la « rabiante actualidad ».
Frente a estas preguntas que nos hacíamos al principio este texto nos marca el camino. Benjamín ahonda en Freud (Más allá del principio del placer) para diferenciar la experiencia y el acontecimiento, de la vivencia y la toma de conciencia. De ello también podemos deducir lo equivocado de confundir, un tiempo marcado por el shock (1), por lo chocante, con la experiencia traumática.
Esta asepsia con respecto a la huella, a la marca, a la memoria, es una forma de defensa frente a una realidad permanentemente plagada de estímulos impactantes. Observamos descriptivamente como, cada vez más, soportamos imágenes que proliferan por la televisión internet, cine, etc., conmocionantes, con la consecuencia de un cierto desagrado fácilmente superable. Nos defendemos haciéndonos insensibles, pero también así perdemos nuestra capacidad de vivir una experiencia, de que el acontecimiento nos deje huellas, de que la memoria nos anude a nuestra propia narración.
El psicoanálisis es una experiencia con la palabra, con el hecho del relato, del narrar, con la puntuación, con lo poético, no ha renunciado a que la experiencia revista un carácter traumático, es decir que sea una experiencia que deje huella, que marque.
Jacques Lacan en Escritos I, Función del Psicoanálisis en criminología, dice lo siguiente:
« …en una civilización en la que el ideal individualista ha sido elevado a un grado de afirmación hasta entonces desconocido, los individuos resultan tender hacia ese estado en el que pensarán, sentirán, harán y amarán exactamente la cosas a las mismas horas en porciones del espacio estrictamente equivalentes.
Ahora bien, la noción fundamental de la agresividad correlativa a toda identificación alienante permite advertir que en los fenómenos de asimilación social debe haber, a partir de cierta escala cuantitativa, un límite en el que las tensiones agresivas uniformadas se deben precipitar en puntos donde la masa se rompe y polariza. »
Desde luego nos encontramos ya en una época que ha superado la escala cuantitativa que Lacan nos señala en estos dos párrafos, es por ello que cada vez más la masa se rompe y se polariza, cada vez más los brotes de odio, violencia, muerte, terrorismo, guerra etc., serán lo « habitual », este despliegue de la técnica provocando permanentes shock en nuestra cotidianeidad.
(*) Texto publicado en « La urgencia generalizada: ciencia, política y clínica del trauma » ISBN 987-1199-22-8 Grama Ediciones 2005 – Buenos Aires
Emocionado, con la voz temblorosa, el flamante Premio Cervantes de Literatura 2008, Juan Marsé, ha desgranado un discurso comprometido en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares. « Soy un catalán que escribe en lengua castellana. Nunca vi en ello nada anormal. Aunque creo que la inmensa mayoría comparte mi opinión, hay quienes piensan que soy una anomalía », ha dicho Marsé con voz firme, y ha declarado su derecho a la contradicción y a la dualidad: « Desacuerdos entre lo que soy y lo que podría haber sido, tengo para dar y tomar ».
Sobre la coexistencia de las identidades castellana y catalana, Marsé ha afirmado: « La dualidad cultural y lingüística de Cataluña la he vivido desde que tengo uso de razón. Nos enriquece ». El escritor ha abogado por « el realismo » para asumir el hecho consumado de esa doble esencia catalana y castellana, aunque, ha matizado, no desea instalarse « en la identidad cultural para dar lecciones a nadie ». Y citando al cineasta estadounidense Woody Allen, ha dicho: « El realismo es el único lugar donde puedes adquirir un buen bistec ».
Marsé se ha declarado preocupado por la influencia de la televisión en la sociedad. « La televisión debería contribuir a asumir la variedad lingüística el país » ha afirmado, y ha añadido que nadie parece ocuparse por la « nefasta » influencia de la programación televisiva: « Más de la mitad de lo que hoy entendemos por cultura popular proviene de la televisión ».
Cultura www.elpais.com
En la literatura española no hay grandes historias de amor. Ni siquiera Don Quijote de la Mancha o La celestina lo son. Don Quijote sustituye el mundo real por el de los ideales, y para Calixto su encuentro con Melibea no implica mucho más que la satisfacción de una necesidad fisiológica. Esta segunda tendencia es la que triunfa tristemente en nuestra literatura desde la picaresca, y se prolonga hasta bien entrado el siglo veinte.
‘Últimas tardes con Teresa’ es una de las novelas de amor más hermosas escritas en nuestra lengua.
Sus historias se pueblan de seres extraños e inolvidables: Java, Daniel, Pijoaparte, Susanita. Hay excepciones, y sin duda la más decisiva es Galdós. Él fue el creador de Fortunata, el personaje femenino más inolvidable de nuestra literatura. En un mundo tristemente lastrado por las ideas más rancias, es Fortunata quien formula el mandamiento esencial del amor: que nada que tenga que ver con él es pecado.
Son muchas las cosas que unen a Juan Marsé y a Benito Pérez Galdós. Su visión pesimista del ser humano, su capacidad para situarse en el lugar de la derrota y el fracaso de los ideales, y el que sus novelas sean algo así como un gran almacén de las emociones humanas. Pero, sobre todo, la facilidad con que sus personajes se desplazan del mundo real al mundo de los sueños. Es esta cualidad la que les hace tan sensibles a lo amoroso, que siempre tiene que ver con la ensoñación.
Y los personajes más inolvidables de Marsé, el Java de Si te dicen que caí, el Pijoaparte de Últimas tardes con Teresa, la Susanita y Daniel de El embrujo de Shanghai, no dejan de fantasear acerca de los demás o de sí mismos, ni de confundir el mundo real con el de sus sueños. Sobreviven contándose historias, pero la ficción no es sólo para ellos una forma de evadirse de un mundo degradado, en que predomina la violencia y la represión, sino la posibilidad de salvar las verdades más hondas de lo que son.
En cierta forma, todos ellos son artistas, seres imaginativos y soñadores, dotados de una rara capacidad para comprometer a los demás con sus fantasías y de dar a sus acciones un sentido artístico de descubrimiento.
Octavio Paz dijo que la poesía vuelve habitable el mundo, y es lo que hacen los impenitentes fabuladores que pueblan el mundo de Marsé, transformar el degradado paisaje en que viven en un paisaje moral. Tal vez por eso, los dos pilares básicos de este mundo son el regreso del héroe y la reivindicación del amor y de la amistad.
En las novelas de Marsé el protagonista siempre busca algo que perdió y quiere recuperar, algo que tiene que ver con ese viejo idealismo que se opone a la penosa realidad del presente. Sus personajes poseen esa falta de orgullo y esa capacidad redentora de los antiguos héroes.
Son hombres cansados o muchachos confusos que viven entre la inmundicia, o pobres mujeres a las que la vida ha condenado a la soledad y la degradación, pero en los que aún late esa antigua capacidad del corazón humano para conmoverse ante la luz y el brillo del mundo. Es esta búsqueda de los lugares encantados del pasado la que les hace vivir. Tal vez por eso a todos nos gustaría ser como ellos, pues por muy derrotados y tristes que nos parezcan en los personajes de Marsé siempre hay una honda conexión con la vida y la belleza, con ese mundo de los « primeros deslumbramientos » que no dejamos de buscar.
Se ha escrito mucho sobre Marsé, sobre su capacidad para mezclar en sus novelas lo popular y lo culto, la literatura y la política, el folletín con la sociología, el sarcasmo con la piedad, lo grotesco con lo lírico; pero suele olvidarse que ese alarde técnico, esa búsqueda incontestable de fluidez y de totalidad, encubre una clara voluntad transfiguradora.
El misterio de Marsé es cómo consigue que sus personajes abandonen el libro que estamos leyendo para vivir a nuestro lado como si hubieran salido de un cuento. Y no hay mejor ejemplo que Últimas tardes con Teresa, donde la pareja protagonista, más allá de lo que en principio cabe esperar de ellos, vive su amor ante nuestros ojos como esos grandes amantes de la literatura cuyas palabras y gestos nunca podremos olvidar, pues pertenecen al mundo antiguo del mito.
Porque Últimas tardes con Teresa es sin duda una de las novelas de amor más hermosas escritas jamás en nuestra lengua. Antes he hablado de Galdós pero tal vez con el que habría que comparar a Marsé es con Scott Fitzgerald, por su capacidad para hacer de la literatura el espacio de la transfiguración.
James Joyce llamó epifanías a esos instantes de encantamiento en que « la realidad se vuelve de pronto expresiva », y Marsé sólo escribe para dar cuenta de ellos. Eso es una epifanía, una pequeña explosión de realidad que hace del texto el lugar de la restitución. No es extraño que en el prólogo que escribe para su novela, diez años después de su publicación, se limite a hacer una lista apresurada de esos momentos encantados: la visión del pijama de seda de una niña o de las cofias y los delantales de una criada, dos manos unidas en un cementerio, o « el desorden de flores y besos que Teresa y Manolo dejan tras ellos en su última noche juntos, sobre el confeti de la calle en fiestas ».
Juan Marsé, como todos los grandes narradores, quiere llevarnos al lugar del milagro. El lugar donde los animales bajan a comer de las manos de los niños, donde los amantes se encuentran y donde se escuchan las voces de los muertos. Por eso sus historias se pueblan de seres tan extraños como inolvidables: pistoleros capaces de calentar la leche con sus manos, ancianos que detectan el olor de la muerte, muchachos de barrio que salvan el mundo con sus fantasías, fantasmas que deliran por los barrancos, niños que escuchan las voces de los desaparecidos, perros enfermos que siguen fielmente a sus amos, cojitas que se inventan flores que no pueden existir, mujeres hermosas que siguen brillando en la derrota como vírgenes en sus retablos de oro. Todos ellos cargan en su pecho un corazón demasiado grande con el que no saben qué hacer.
Con el instinto de ese narrador eterno descrito por Benjamin, que entrega su propia vida a la tarea de contar, Marsé ha hecho arder una y otra vez la suave llama de sus historias. El resultado es una obra construida con materiales de derribo en la que misteriosamente siguen viviendo esas historias eternas que nos dicen que « los sueños juveniles se corrompen en boca de los adultos » y que en la vida real no caben todos los anhelos de nuestro corazón.
Hay un momento en Lolita, la novela de Nabokov, que resume lo que acabo de decir. Lolita, casada y embarazada, le dice a Humbert-Humbert excusándose de haberle engañado con Vilty: « Tú destrozaste mi vida, pero él me rompió el corazón ».
Las novelas de Juan Marsé no hacen sociología, aunque sea posible reconstruir a partir de ellas tantas conductas de la época y del país en que fueron escritas; no hablan de vidas destrozadas, sino de corazones rotos, lo que es muy diferente. Él sabe que la literatura, desde los tiempos de Homero, sólo es el regreso a los lugares en que perdimos el corazón.
GUSTAVO MARTÍN GARZO 23/04/2009
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