“Nuevos semblantes de la adolescencia en el siglo XXI” El adolescente hoy, entre el predominio de la imagen y la ausencia de la palabra. FERNANDO MUÑOZ MERINO «
Los jóvenes de hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida y faltan el respeto a sus maestros. » Sócrates (s.V a.C.). Ante este planteamiento de hace 26 siglos, nos preguntamos qué es lo que cambia en la adolescencia hoy, qué determina sus nuevos semblantes, así como sus nuevas formas sintomáticas. Parece que, en esencia, no existe un cambio respecto al proceso del despertar adolescente y que las nuevas formulaciones juveniles de hoy dependen más de un defecto estructural en la sociedad actual, efecto que se generaliza globalmente. Nuestros adolescentes, como es norma, se ven inmersos en la difícil tarea de poner nombre a su emergencia pulsional. Real que les invade y que va a determinar su tránsito, entre las formas de satisfacción narcisista, hacia el otro como objeto. Es un momento de intenso extrañamiento inicial, seguido de una imperiosa necesidad de afirmación de sí mismo, donde un cuerpo, en ocasiones irreconocible para ellos, va dando paso a una progresiva reafirmación como sujeto adulto, posibilitando una nueva forma de encuentro con el otro. Pero este proceso, en la actualidad, se ve afectado por el efecto generalizado de la falta de ideales característico de nuestra época, así como por la descomposición del lazo social. Proceso que viene determinado como efecto de la declinación de la figura paterna; de la autoridad. Lo cual provoca, en última instancia, que la violencia ocupe el lugar de la palabra.
No podemos obviar que cuando hay una insuficiencia de la incorporación simbólica de la función paterna, dificultad de la incorporación simbólica de la ley, se produce una amplificación de la incorporación imaginaria y la tendencia a la compulsión y el pasaje al acto, con el consiguiente predominio del goce al servicio de la pulsión de muerte. Esta ausencia de la palabra, que se configura como elemento sintomático de nuestra época, determina la forma de hacer lazo en el encuentro con el otro. Paradójicamente, en un mundo donde las nuevas tecnologías nos permiten formas de comunicación 2.0 absolutamente versátiles y en cantidad, sin embargo son encuentros caracterizados por el desafecto y el predominio de la imagen en ausencia de la presencia. El otro se convierte en un elemento más del almacén en el archivo de amigos del facebook, en este mundo virtual donde el goce se presenta como parcial y dentro una oferta marcada por la inmediatez. La posibilidad de trabajar con adolescentes y jóvenes en distintos ámbitos del mundo institucional, nos ha permitido observar a los chicos en su evolución, formas de relación y formulaciones sintomáticas. Quizá unos de los aspectos que más llaman la atención es el incremento de la precariedad simbólica reflejada en la dificultad para hablar de sí mismos. Ausencia de saber sobre sí que también se generaliza respecto de los otros. Es algo del orden de lo real, que no puede ser puesto en palabras. Así, en relación a la sexualidad, resulta llamativo que en una sociedad de lo explícito donde el acceso a la sexualidad es cada vez más temprano, sin embargo el adolescente tampoco sabe sobre el encuentro con el otro sexo, quedando éste en mero acto falto de palabra. Este hecho genera la dificultad de conceptualizar la relación, que queda bajo del dominio del acto, del lado de lo impensable. Al igual que en las nuevas tecnologías, se da una proliferación del contacto pero generalmente bajo una total ausencia del afecto. Más que una relación con el otro, es consumo del otro. En definitiva, en el encuentro uno a uno hay falta de la palabra. En este sentido, la tesis de Lacán “no existe relación sexual”, ofrece su faz más descarnada. Con respecto a las nuevas formas del síntoma hay que indicar que se aprecia un rechazo fundamental del Otro. J.A. Miller cuando teoriza sobre las nuevas formas del síntoma, aísla la fórmula fundamental: RECHAZO DEL OTRO. Donde el Otro; es el Otro simbólico, el Otro como dimensión del lenguaje, el Otro como límite, como la Ley. Este rechazo fundamental se da en la medida que el sujeto intenta encontrar una manera de satisfacerse al margen del otro. Sería un rechazo fundamental, distinto al histérico que encubre una demanda. Rechazo que no tiene la intención de provocar algo en el otro, sino que introduce respecto al otro un corte fundamental. En el curso de J.A. Miller “EL otro que no existe y sus comités de ética”. Realiza una elaboración respecto a los nuevos síntomas. Aislando, más allá de la descripción fenomenológica de estos síntomas, la formula anteriormente descrita, es decir “
goce sin el otro”. Formulación que señala al efecto producido en el campo de la psicopatología por el discurso social capitalista. Es decir, por un lado, en las nuevas formas sintomáticas encontramos un aspecto fundamental perteneciente al discurso social contemporáneo y que concierne a la progresiva degradación de la dimensión simbólica, de la dimensión de la ley y la crisis de todas las figuras que la encarnaban, especialmente la función del padre. Pero, junto a ella, la degradación de la función de todos los que socialmente la encarnaban; profesores, jueces… Siguiendo a Lacan podemos aislar las consecuencias del proceso progresivo de degradación de la función paterna en la vida contemporánea y en el lazo social de los sujetos actualmente. Concretamente se aprecian dos tipos de efectos simultáneos en la respuesta del sujeto: Un efecto es la amplificación de la función imaginaria, narcisista especular. En este sentido muchos hablan del mundo contemporáneo como una civilización del narcisismo y sus patologías. Y por otro lado la amplificación de la dimensión compulsiva, del pasaje al acto. Ambos aspectos son expresión de la actual falla estructural social. En definitiva una amplificación de la práctica del goce que no tiene una relación con el Otro. (Ej. Adicciones, objetos de consumo, etc…) ¿Cómo entonces la introducción de un límite en la relación del sujeto con su goce, con sus actos, ante este declive del padre en el mundo contemporáneo?. Ante esta perspectiva nuestra sociedad tiende a irrumpir e intentar remediar este caos bajos las formulaciones de la salud mental y/o la educación. Ambos, últimamente totalmente imbricadas para dar respuesta a toda suerte de problemas que van desde la falta de rendimiento (rechazo de la demanda del Otro en tanto supone limite al goce), hasta la respuesta comportamental agresiva (Como paradigma de paso al acto). Todo con objeto de responder al imperativo social del éxito. Así desde la Salud mental se responde a los “trastornos” (síntomas), mediante la química y las TCC. Para la psiquiatría actual todo trastorno tendría una base de naturaleza orgánica, neurológica o química, teniendo preferentemente un abordaje farmacológico. Este marco trata las conductas llamadas antisociales (nuestros ninis) encuadrándolas en los trastornos de comportamiento perturbador; incluyéndolas en:
- TDAH
- Trastorno disocial y trastorno negativista desafiante .
- Trastorno de conducta antisocial de la adolescencia.
Son tratamientos basados en guías clínicas, donde por lo general, se hace descripción de síntomas principales, destacando en el tratamiento la importancia de la farmacología frente a la menor importancia de las psicoterapias y aludiendo a la intervención psicosocial bajo tres fórmulas, así: Psicoterapia individual (Siempre TCC), Intervención educativa y, por último, el enfoque familiar. Quizá una fuente de dificultad es, que precisamente, la intolerancia social al fracaso, la exigencia de éxito antes comentada, propugna un borrado del síntoma, síntoma que prevalecerá bajo la forma de un goce errático (acting, adicciones..) y bajo nuevas formulaciones patológicas. Es decir encontramos, en lugar del síntoma, patologías del acto como respuesta a la angustia que produce el encuentro con lo imposible, con lo real de la pubertad. Por otro lado hablamos de la respuesta de la educación. Siempre se ha presentado al profesor encarnando la figura de Ideal para los adolescentes, posibilitándoles la identificación con un estilo de vida. El problema, como antes explicábamos, es que nuestra época esta vinculada a la falta de ideales, a la descomposición del lazo social determinada por la caída de la función paterna, de la autoridad, dando como resultado la producción de violencia en lugar de la palabra. Esta ausencia de líder que encarne el Ideal introduce la ausencia de regulación de la autoridad generando la aparición de la violencia (Freud, “Psicología de las masas”). Ante ella la única forma de solución posible parece el castigo administrativo, la expulsión. Es precisamente en educación, donde hay oportunidad de constatar como la función paterna aparece como una imagen difuminada. Podemos preguntarnos qué ocurre entonces con la función del docente, pues ya Freud apuntaba a los profesores como sustitutos y herederos de los afectos paternos. Además desde la pedagogía se ha generado la idea de que es posible el aprendizaje sin base, sin memoria, sin esfuerzo, sin trabajo, bajo el eslogan de aprender a aprender. Se intenta llenar el vacío educativo de entretenimientos y con una relación con el docente situándose este en un lugar de igual, no de ideal. Sin atender al hecho de que la transición adolescente es un hecho particular imposible de organizar bajo un protocolo. En este ámbito, en un mundo adulto en el que no hay deseo de transmisión del saber cultural, queda la violencia del adolescente como queja principal. Violencia que, ante la caída de la autoridad, solo se sabe responder con un ejercicio de normatividad exhaustivo, como mera prohibición que alguien, también difuso, debe aplicar. En definitiva ausencia de los padres, falta de la palabra, quiebra de la ley, proliferación del goce, la inmediatez, consumo de objetos, imagen corporal de diseño etc. Que comprometen las formas de vinculación y los propios cambios del cuerpo. ¿Qué se puede hacer desde el psicoanálisis, frente a los abordajes expuestos?, ¿Cuál es su oferta?. Se Hace absolutamente prioritario que podamos dar la posibilidad al sujeto de sintomatizar como única forma de cercar lo real. Proporcionar lo que algún autor ha denominado como “un lugar desde donde”, un lugar que favorezca la emisión de la palabra del sujeto, que permita el despliegue de su discurso pudiendo así, mediante el recurso a lo simbólico, poner freno al goce y permitir el encuentro con el Otro.