Buenos Aires, 14 de mayo de 2007
Entrega por parte de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires del diploma que declara de Interés cultural para la Ciudad las actividades de la Fundación Descartes.
Marcelo Izaguirre:
Vamos a dar comienzo a un breve acto por el cual Luis Laporte en representación del Diputado de la Ciudad va a entregar la mención que la Legislatura del Gobierno de la Ciudad ha otorgado a la Fundación Descartes y a sus actividades declarándolos de Interés cultural para la Ciudad. Lo cual me parece que es una distinción justa en el sentido que desde que lo describiera Alvaro Abós, cuando nosotros estábamos en la calle Jean Jaurés, la Fundación Descartes y sus actividades, entre las cuales está el Centro, forman parte del contexto de la Ciudad de Buenos Aires y hace falta, podríamos decir, para sus actividades culturales, a la cultura de la Ciudad. Dejo la palabra a Luis Laporte.
Luis Laporte:
Para mí es una alegría, que por un hecho fortuito como es la gripe de mi amigo Fernando Cantero, deba entregar en su nombre esta designación de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Digo que es una alegría por un lado porque hace unos veinte años me une una amistad con Germán García, y de alguna manera muchas de las actividades que se realizan en esta Fundación son de interés personal. Esto es muy breve y muy sencillo, en nombre del Diputado les agradezco a todos ustedes las actividades que realizan en aras de la Ciudad y sus habitantes. Muchísimas gracias. (Aplausos)
Respuesta improvisada
Germán García:
Vengo de Paraná, donde acabamos de inaugurar una delegación del Instituto Oscar Masotta. Toda una conquista porque cada vez que yo iba a Santa Fé preguntaba ¿por qué no estamos en Paraná? Después de veinte años logramos derribar ese muro y como ocurre siempre no hay nada hasta que uno aparece y hay de todo. En verdad, había un grupo ligado a unos, otro grupo ligado a otros. Ahora estamos nosotros. Tuve que explicarme y me pareció muy adecuado para ello la tesis de Miller sobre el belicoso siglo XX y el blando siglo XXI. El XX estaba jugado en quien se quedaba con el para todos. Cuando Lacan es “excomulgado”, su excomunión implicaba que aquellos que lo excluían tenían el para todo analista vale esto y en tanto uno en particular no cumple, queda afuera. Pero cuando Lacan, a su vez, responde “yo estoy excomulgado”, y se compara con Spinoza, dice ustedes son una Iglesia, con lo cual también les disputa el vale para todo. Esta lucha del para todo, dice Miller (no en una clase que me pasó Graciela Musachi el otro día sino en otra que se llama “Piezas sueltas”), que hemos pasado de ese siglo de lucha a otro blando, con un amo que no habla en nombre del poder como antes, sino en nombre del saber. Es una conjunción del discurso del amo y del discurso universitario, como decía Lacan de la Unión Soviética en una época. Ustedes vieron que incluso el Siglo termina con el hecho significativo para nosotros, de que la IPA reconozca la existencia de formación de analistas fuera de la IPA misma. Es decir, la IPA también abandonó esta posición de todos lo que estamos aquí somos analistas y todos los que no están aquí no son analistas. Y acepta que la cuestión de los analistas es algo más permeable.
Ahora, esto que por un lado aparece como una especie de anarquismo epistemológico del estilo Feyerabend, se vuelve un poco más inquietante cuando se piensa que al no existir un para todos cada uno tiene que responder por sí mismo. Y esto viene a cuento porque hace poco, aprobamos un código deontológico muy estricto. Y hubo personas que dijeron “esta Escuela se volvió totalmente moralista, protestante, etc.” Yo pensé, bueno, cada uno es responsable de sí mismo y las cosas se resolverán en los tribunales si hay un problema. No se ve porque a esos tribunales debería ir la Escuela en su conjunto. La nuestra es una Escuela paradójica porque dice que cada uno es responsable de sí mismo y si puede de la Escuela también. O sea que, al menos de nuestra parte, que no es una invitación a una especie de vale para todos sino que más bien es una invitación a sostener un cada uno que no puede ser cubierto por un universal que no existe. Esto para mí, por qué es interesante, porque a su vez esta política, que se inició a final del siglo pasado (Miller no es la primera vez que habla de esto) recién llega a la Argentina ahora con Eric Laurent después de unos años de tensión y llega bajo la forma de series. Es decir, por primera vez escucho a varias personas diferentes de la Escuela de la Orientación Lacaniana, públicamente, decir el Instituto, el ICBA, el Centro Descartes. Antes el Centro Descartes no se nombraba a pesar de que hay un Consejo Institucional donde está Miller, Laurent, el presidente de la EOL. Ese Consejo Institucional no ha tenido nunca necesidad de inmiscuirse en nuestras cosas. La posición que he tomado al crear la Fundación Descartes, fue divertida. Cuando se disolvieron diversos grupos, incluso la Biblioteca que habíamos hecho nosotros, Miller propuso que las personas que contasen con un local y con una biblioteca podrían constituir un Centro de investigación. Entonces constituí un centro de investigación. Había que darle un nombre. Un amigo de Barcelona me dijo ponele Descartes como la revista. De manera que el ‘proyecto Descartes’, que comenzó siendo una revista y una biblioteca, se convirtió en una Fundación.
Cuando le dije a Miller que era más fácil hacer una asociación sin fines de lucro que una fundación, me dijo que una asociación sin fines de lucro es una cosa de consenso constante. El psicoanálisis tiene una parte consensuada y una parte no consensuada. Teniendo en cuenta esto, dividí esta estructura en dos. Por un lado la Fundación misma y por otro lado el Centro. El Centro es consensuado son su Asamblea, sus autoridades, etc., y la Fundación permanece como un elemento constante, que no se pone en juego en cada situación por la que pase el Centro.
Me pareció que esto respondía a lo que Miller proponía. Este Centro, a su vez, está asociado al Instituto del Campo Freudiano, que es internacional y adquiere formas diversas en países diversos. Una forma en Italia, otra en España, otra en Francia, etc.. Aquí adquirió la forma de dos estructuras en Buenos Aires: una es el ICBA que funciona en el mismo domicilio que la Escuela; otra es la figura del Centro Descartes y del CIEC de Córdoba. Asociados quiere decir que, a diferencia del ICBA que depende del destino general de la EOL, hay una autonomía jurídica, económica, etc.. No tiene autonomía política, porque hay un pacto de buena fe donde las cosas se hacen por la positiva. Lo mismo pasa con el Instituto Oscar Masotta, que es una red que se extiende por varias ciudades. Yo creo que en muchos años Miller no ha tenido nunca que intervenir desde el lugar que él se dio, de pertenecer a un Consejo del Centro. Entonces, decía en chiste, que el Centro Descartes era como Puerto Rico, una estrella independiente en la bandera del Campo Freudiano, también decía que era un refugio para esclavos libertos, y otras cosas por el estilo. Tratando de infundir un poco de humor en el peso de la enseñanza de Lacan. Cuando digo peso me refiero al hecho inverosímil de que un hombre de un humor increíble como Lacan tenga algunos discípulos con tan poco humor. Hay cosas difíciles de transmitir. Pero Lacan era una persona con humor, era algo así como el Duchamp del psicoanálisis. La posición de Lacan con respecto a la sociedad psicoanalítica era como la de Duchamp respecto a la institución del arte. Valerse de su propia institución para hacerla inconsistir, para volverla inconsistente. Que esto era verdad para Lacan se ve en el hecho de que cuando funda su Escuela le da la misma inconsistencia que pregonaba para los otros. Creo que el punto de inconsistencia, el punto que evita el para todos en la Escuela, es el pase. No confundimos nunca la función que tiene una estructura como ésta, que es de enseñanza en el sentido más universitario del término, con la función de una Escuela que es volver inconsistente cualquier enseñanza, demostrar que todo saber está sostenido de algún goce. El AE es lo que tacha al Otro del saber. Y a mí el juego ese me gusta. El juego del pase, juego que personalmente he apoyado siempre y que nunca he juzgado desde una perspectiva universitaria, porque el pase no es un posgrado, una maestría. Es exactamente al revés, me parece que el pase vino a descompletar el saber, a veces con un saber nuevo y a veces con una ignorancia nueva. Lo cual es secundario a la función para mi estructural que el pase tiene. Un saber en fracaso –dice Lacan- no es un fracaso del saber. Yo suelo comparar de manera un poco irónica, a las personas que hacen el pase con santos. Si uno ve la historia del Iglesia ¿qué tienen en común San Agustín y San Ignacio de Loyola? Es extraño. Entonces, si esto sobrevive, esperemos que sí, diremos ¡ah resulta que a fines del siglo XX se creía que un AE era esto y en el siglo XXI se creía esto otro! Esa es la historicidad del psicoanálisis, es la vertiente histórica del psicoanálisis. Entonces, la función que para mí tiene el Centro Descartes es hacer resonar una hipótesis: si el psicoanálisis fuese matemático no sería necesario hacer nada en ninguna ciudad. Los matemáticos no tienen que salir a pegar carteles diciendo somos matemáticos. Pero como el psicoanálisis vive en la trama de la cultura y es afectado por ella, tiene que saber afectarla a su vez. Mi política es totalmente anticuada y simple. No es ni del último Lacan, ni del último Miller, ni del último organito. Mi política sale de un párrafo de “La dirección de la cura” donde Lacan dice que por más precauciones que tome un analista, siempre lo estará esperando del otro lado los prejuicios que tiene el analizante según la idea que se ha formado, por la cultura en que vive, de la empresa común que van a emprender. Me parece que cuanto más uno pueda conocer los resortes que constituyen esos prejuicios, que Lacan también llamó el muro del lenguaje, será mejor. Es decir que estamos bien con eso.
Cuando Marcelo Izaguirre recordaba la sede de Jean Jaurés y la nota de Álvaro Abós que se llamaba “Lacan esquina Gardel”, este cruce de Gardel con el nombre de Lacan me pareció adecuado, teniendo en cuenta que Gardel era tan francés como Lacan, y que los dos fueron argentinizados, al punto de que algunos franceses se molestan porque nosotros no decimos “Lacon” sino Lacan. Esa “a” abierta les parece una blasfemia pero es nuestro objeto a. Así que muy bien, vamos a tomar una copa y seguimos charlando. (Aplausos)