Un grupo que estudia tiene que utilizar lo que Lacan llama el discurso universitario, tiene que poner el saber como agente y utilizar una regla de demostración. (…) Aquí lo han convertido en un insulto, no sé por qué. Para Lacan no es un insulto. Se llama universitario porque se supone que es el discurso que la universidad debería practicar. (…)
Si pongo como agente el saber, supongo que el que escucha es el objeto a, entendido como el objeto causa del deseo. (…)
En el discurso analítico no sólo que no hay uno que charlatanea, como yo aquí, sino que el agente, en el discurso analítico es el silencio. El silencio, lo cual provoca esa división particular de quien está hablando, que es la asociación libre, que hace aparecer, como dice Freud, cosas desagradables para uno.
El agente no es un saber, el agente es un silencio; digamos, un analista vale más por su silencio que por su palabra, el que enseña sólo vale por lo que dice.
Entonces, esta confusión que explotan algunos analistas, entre la escena analítica y la escena de enseñanza, hay que cortarla de raíz. El que enseña tiene que saber de qué habla.
En contratapa, fragmento extraído de la clase del 13 de diciembre de 1986