VIII JORNADAS DE LA ESCUELA LACANIANA DE PSICOANÁLISIS
LA SOLEDAD DEL PSICOANALISTA.
LA PRÁCTICA ANALITICA
14 y 15 DE NOVIEMBRE DE 2009 PALAU DE LA MÚSICA I CONGRESSOS PASEO DE LA ALAMEDA, 30 VALENCIA CON LA PARTICIPACIÓN DE ERIC LAURENT Y LEONARDO GOROSTIZA
BIBLIOGRAFÍA RAZONADA (13)
SALIR DEL AUTISMO
Rosa Ruiz Al ensayar hacer por encargo un comentario de un texto, capítulo o párrafo bajo el epígrafe “La soledad del analista. La práctica analítica”, he de decir que me apuró. No sabía qué podía decir sobre ello pero lo que si sabía era que no quería ni inhibirme ni callarme. Quizás el secreto estaba en salir del autismo del goce, para dirigir mi soledad a un escrito que pudiera ser leído entre otros haciendo así serie. Así fue que en medio de este camino inicial solitario, me encontré con otros escritos que cito. Uno, el libro de Marguerite Duras (1) donde habla de la soledad como un ejercicio indispensable e intrínseco para poder escribir, producir. Soledad que pasa por la operación de separación del Otro. Al seguir su texto, se contempla como la escritora a través de su obra anuda: la soledad, la escritura y el cuerpo. Dice: “La soledad de la escritura es una soledad sin la cual el escribir no se produce (…) Alrededor de la persona que escribe libros siempre debe haber una separación de los demás. Es una soledad. Es la soledad del autor, la del escribir (…) Esta soledad real del cuerpo se convierte en la, inviolable, del escribir”. “La soledad, la soledad también significa: o la muerte, o el libro. (…) Pero, ante todo, significa el alcohol. Whisky, eso significa”. Se puede hablar de que la soledad en ella produce las dos vertientes del objeto a: la marcada por el deseo, por lo que le causa y le lleva a escribir e incluso a vivir y la otra faz que queda como un resto, de un plus de gozar, que se manifiesta embebido de la pulsión oral. A mi parecer, es la escritura la que la “salva” y la hace salir de una parte de su goce solitario. Otro escrito con el que me topé fue el artículo de Melanie Klein (2) quien nos habla también sobre el sentimiento de soledad. En términos generales lo que he entendido de su lectura es que para ella la soledad es un “estado” interno derivado principalmente de la vivencia emocional temprana, donde predomina la ansiedad depresiva de haber sufrido una pérdida irreparable bien de la madre como objeto primitivo, bien de un objeto que se perdió en el propio sujeto. En todo caso son las pérdidas sucesivas de las relaciones objetales en la infancia las que provocan los sentimientos de soledad. Lo que llama la atención es que más allá de lo que llama un estado normal de soledad, debido a las sucesivas perdidas en el desarrollo de integración del niño, asocia también la soledad a la convicción de no pertenecer a ninguna persona o grupo; aunque en realidad tiene un significado mucho más profundo: “…la sensación de que no se está en posesión total del propio sí mismo, que uno no se pertenece por completo a sí mismo ni, por lo tanto tampoco a nadie más”. Finalmente la autora, acaba señalando que la asunción del sentimiento de soledad por parte del sujeto es algo necesario, estimulante para favorecer las relaciones objetales con otros. Se deduce de ello, que la pérdida de objeto (duelo) que conlleva a la soledad es productiva para salir del narcisismo o goce autista solitario. Si partimos del hecho de que el analista en su práctica y ante el acto está solo, nos podemos preguntar: ¿cómo el psicoanálisis produce lo colectivo con la soledad? ¿qué lazo establece con el Otro?. Sabemos que Lacan (3) creó su Escuela a partir de su soledad para hacer lazo. Se dirigió a un Otro (barrado) en favor de la causa analítica. “Fundo –tan solo como siempre lo estuve en mi relación con la causa psicoanalítica-…” Es a partir de este acto de fundación que va de lo particular del sujeto de Lacan, a lo colectivo de la Escuela, donde se puede ubicar lo que Jacques-Alain Miller (4) formula como la Escuela sujeto. Es decir, una suma de soledades cuyo ideal está moderado, limitado por la “causa” de cada uno. Es este objeto causa del deseo lo que particulariza a un sujeto y lo sitúa en el nivel de la propia soledad subjetiva, separándolo del Otro. Esta separación va a la par de la producción del analista como objeto a, y es indisociable del dispositivo del “pase” que Lacan inventó para rendir cuenta de la nominación de un analista que ha llegado al final de su experiencia. Podemos situar en este punto el deseo del analista y decir con J.A. Miller (5) que este deseo es el que hace del analista un resto, un objeto separado del Otro, un solitario que resiste a la identificación colectiva. Me parece importante llegado a este punto diferenciar lo que es la soledad, del autismo. Podemos decir que el psicoanalista “no” está del “todo” solo, está causado – por la causa analítica y para transmitirla necesita servirse de un Otro: (Escuela, pase, conversar con la opinión y la civilización…). Eric Laurent (6) dice al respecto: “El psicoanalista no es autista”. “(…) nunca está solo, sino que depende, como en el chiste, de un Otro que le reconozca. (…) El psicoanalista es aquel que afirma haber obtenido de la experiencia aquello que podía esperar de ella y, por lo tanto, afirma haber franqueado un “pase”(…)”. Podemos decir que la soledad del analista sería una “decisión” subjetiva para no quedar aislado con su modo de goce sino ponerlo al servicio de la causa analítica. Del recorrido hecho por los diferentes artículos y autores, se deduce que la soledad al igual que la angustia -aunque indica un duelo, proceso de separación del Otro- es productiva: produce el objeto. Este objeto hace un “buen partenaire” para el analista, pues le permite relanzar el deseo, la causa analítica. Ello sin olvidar que no hay un deseo puro, que como final de un análisis queda un real indomable, un goce sintomático que corre el riesgo de poner “remedio”, taponar el deseo, su causa o hiancia. Quizás el mantener la antorcha encendida sobre este peligro, y ser recordado sobre todo últimamente por “al menos uno”, impulsa a cada analista a estar en posición de ser analizantes de su propio inconsciente. Abonarse al inconsciente es estar constantemente abriendo brecha a ese “no quiero saber nada de eso”. (1) Duras, M. “Escribir”. Tusquets Editores, p. 16-17-21-. (2) Klein, M. “Sobre el sentimiento de soledad” (1963). Obras completas tomo 3 “Envidia y gratitud y otros trabajos”. Editorial Paidós, p. 308-311-318. (3) Lacan, J. “Acto de fundación -21 de Junio de 1964”. En el anuario de la ELP. (4) Miller, J.A. “Teoría de Torino acerca del sujeto de la Escuela”. Revista de Psicoanálisis nº 1 de la ELP, p. 69. (5) Miller, J.A. “Quelle politique lacanienne pour 2009? ». La lettre mensuelle nº 273. ECF, (2008). (6) Laurent, E. « Principios rectores del acto analítico” – Congreso AMP, Comandatuba (2004).
COMISIÓN BIBLIOGRÁFICA: Carmen Garrido, Gracia Viscasillas, Julio González