Boletín ENAPaOL 15
Jueves 28 de mayo de 2009 Estimados colegas:
Siguiendo con el trabajo preparatorio hacia el ENAPaOL, para esta entrega elegimos un texto enviado por nuestro colega de la NEL (sede Medellín), José Fernando Velásquez, quien así nos hace saber sus reflexiones acerca de la diferencia del síntoma como formación del inconsciente y sinthome como desabonado del inconsciente.
Para este comentario sobre la diferencia del síntoma como formación del inconsciente y el sinthome como desabonado del inconsciente, tomaré el camino de ubicar los síntomas, los que aparecen en el recorrido del análisis, frente a la posición del analista.
El analista tiene la función de posibilitar que el parletre sitúe su sinthome (1), en medio de la infinita pluralidad de modos de goce. También el analista cumple una función con los síntomas como formaciones del inconsciente porque es en él en quién en sujeto deposita su demanda a la entrada del análisis, y quién posibilita la construcción del fantasma.
El analista sabe que el discurso del analizante bajo transferencia, como cualquiera otro discurso, deja por fuera un campo de goce, un No – todo, el cual ex – siste en disyunción con lo que el analizante plantea. Sabe que el analizante ubicará en ese campo de goce imposible, el objeto que le aporta un goce ex –timo. El sujeto analizante se instala en el dispositivo como en el lenguaje, bajo una representación que tiene que ver con el S1, ese significante privilegiado entre el glosario de posibilidades que lo representará frente al Otro Real, y con él, crea una la realidad sintomática (síntoma 1) que será motivo de la queja ante el analista. Pero el significante siempre que cumple esa función, en alguna parte falla y esa falla se presentifica como repetición por fuera del campo del Otro, y del analista, a quién él supone que lo representa. La repetición de goce está operando fuera del campo de lo que es presentado como síntoma a la entrada del análisis.
Un nuevo síntoma entra en la transferencia (síntoma 2) obedeciendo al enunciado del axioma fantasmático, para obtener el amor y reconocimiento tal como se demanda al Padre. Esta maniobra de la estructura del inconsciente es una etapa lógica en un proceso que pretenda ser analítico. El inconsciente del parletre antes de enfrentar el goce del Otro, propone como pantalla el nuevo síntoma como velo para distraer. « ¿Qué falta en el Otro? »: El inconsciente del analizante percibe, lee e interpreta esa falta, y allí su deseo toma las riendas, moldeado por fantasías y significaciones que alcanzan la consistencia de un semblante de carácter « fálico », un idilio con el falo y sus ideales, en un trabajo obstinado y desmedido por satisfacerlo, un mito individual para llenar ese campo de goce que vela el objeto real. Con la significación fálica se hace cópula (2) si el analista no está advertido. Si « El amor se dirige al semblante » (3) el analizante ofrece uno singular al analista en una maniobra para ubicar al analista bajo la condición de amor al padre. Esta maniobra del analizante lleva a la sin-salida: Al analista el sujeto lo sume en la impotencia, tal como ubicó en su momento de salida, al Padre del Edipo; o lo impotentiza asumiendo el mismo sujeto el semblante de una dificultad cualquiera.
Tanto el síntoma 1 como el 2 responden a formaciones del inconsciente. El analizante debe tener el deseo suficiente para aislar el real de la experiencia transferencial como ser de goce con el Otro. Es sólo en ese momento del análisis que se produce el encuentro con lo real sin echar para atrás. Ese encuentro con lo real, atrapa la primera experiencia de satisfacción: aquello que se constituyó en un momento contingente, a la vez que muestra lo que se repite, lo que no deja de escribirse.
Es luego de aislado ese objeto real que se produce el encuentro con la verdad subjetiva, con el síntoma 3, un síntoma desabonado del inconsciente transferencial. Es en ese momento donde el Otro encarnado en el analista se deshace y puede reconocerse lo que ha sido la « letra de goce », más allá de semblantes, de determinaciones significantes, de verdades absolutas; ello metamatiza la molécula en que se anudaba el ser de goce con el Otro del goce; se hace evidente una muy particular relación entre el goce singular, el significante, y el cuerpo como superficie marcada; y por último, lo universal y lo genérico se vuelven inválidos frente a lo singular.
En todo el recorrido analítico, « Ello habla, goza y no sabe nada » (4). Solo cuando se aísla el síntoma desabonado del inconsciente, es que ello habla y goza, pero además está al servicio del sujeto.
José Fernando Velásquez
(1) Lacan, J. « Televisión ». En: « Radiofonía y Televisión ». Anagrama. Barcelona. 1977. Pág. 119.
(2) En « La significación del falo » asegura que el falo tiene una función de nudo: 1° en la estructuración dinámica de los síntomas en el sentido analítico del término, (…); 2° en (…) la instalación en el sujeto de una posición inconsciente sin la cual no podría identificarse con el tipo ideal de su sexo, ni siquiera responder sin graves vicisitudes a las necesidades de su partenaire en la relación sexual, e incluso acoger con justeza las del niño que es procreado en ellas. ». Lacan, J. « La significación del falo ». Escritos 2. Siglo XXI editores. México, 1989, Pág. 665.
(3) Lacan, J. Seminario XX, Aun, Paidós, Barcelona, 1981, pág. 112.
(4) Lacan, J. Seminario XX, Aun. Buenos Aires, 1981, Paidós. , Pág. 128.