Escuela Lacaniana de Psicoanálisis del Campo Freudiano
El Seminario de la Escuela Hacia el VIII Congreso de la AMP El orden simbólico en el siglo XXI ya no es lo que era ¿Qué consecuencias para la dirección de la cura? El pasado día 7 de mayo se celebró en la ELP el Seminario de la Escuela, como preparación al VIII Congreso de la AMP, con el título: El orden simbólico en el siglo XXI ya no es lo que era. ¿Qué consecuencias para la dirección de la cura? El Consejo de la ELP ha decidido organizar una nueva sesión del Seminario de la Escuela, con el mismo título, que tendrá lugar el día 4 de febrero en las distintas Comunidades de la ELP. Como preparación a esta segunda sesión del Seminario de la Escuela y al Congreso mismo, ELP-debates publica semanalmente algunas de las intervenciones presentadas en la primera. Contra el anonimato Miguel Ángel Vázquez Este título surgió junto a una cita de Lacan que se encuentra en sus “Dos notas sobre el niño” y la recordé reducida a la frase “…un deseo que no sea anónimo”.[i] El anonimato es una de las consecuencias de la sociedad de la evaluación y de la hípermodernidad, y uno de sus efectos es la desorientación de los sujetos contemporáneos incapaces de hacerse cargo de su deseo. Quería abordar la cuestión del anonimato en relación a mi práctica hospitalaria, en el modelo de gestión que se implanta en el ámbito sanitario. Toda una nomenclatura protocolaria nos iguala, nos despoja de lo singular y nos ‘direcciona’ a través de sus circuitos, en flujos que se intentan racionalizar para conseguir la mayor eficacia y eficiencia de los procesos. Nuestra particularidad, si se toma en consideración, es también a partir del saber experto, cuando tomamos contacto con las pruebas médicas o con las técnicas de intervención cada vez más capaces de arreglar, sustituir, aliviar… y, aún más, producir vida en entornos estériles, hacer vivir lo improbable o mantener con vida lo inviable. Esta concepción se sostiene sobre el ideal de un sujeto reducido a su máquina biológica y una vida ordenada por el conocimiento. El sujeto del Inconsciente no tiene lugar y eso tiene consecuencias. Me encontré con un paciente transplantado cuya intervención médica había sido un éxito y sin embargo se encontraba sumido en una gran depresión, sin ganas de comer ni de hacer los ejercicios prescritos. Sabía que, si no respondía, su vida estaba en peligro, y sin embargo una inercia particular lo mantenía varado, excéntrico a su discurso consciente que le aconsejaba hacer lo que le prescribían; había decidido operarse porque quería seguir viviendo. Ese transplante lo había separado varios cientos de kilómetros de su lugar de residencia durante una larga temporada, había sufrido una gran intervención en la que fue reducido a una total pasividad, siendo manipulado y tratado como un objeto. Dos o tres entrevistas en las que pudo hablar de su vida, sus amigos y aficiones entre las que se encontraba la caza fueron suficientes para salir de ese estado. Me relató el ritual de la caza, en el que después de cobrar las piezas y antes de volver a casa, hacían una comida en la que las ellos mismos las despiezaban y comían. Comenzó a comer y se recuperó a partir de estos enunciados en los que se incorporaba como sujeto activo a partir de ese rasgo particular y reeditaba así su vínculo con la vida que había quedado aplastado. El lugar de trabajo que tengo actualmente en el hospital es un observatorio privilegiado de los efectos del impacto en los sujetos del encuentro con este modelo médico sostenido únicamente en la ciencia y la técnica, que ya no toma en cuenta a los poderes de la palabra. En el Servicio de Rehabilitación recibimos a los niños que han tenido complicaciones o algún problema en el nacimiento. Un rasgo común a muchos de ellos es que han tenido un contacto precoz y a menudo intensivo-intrusivo con las técnicas médicas y algunos presentan signos de desconexión de un entorno que ha sido poco propicio a la humanización. Recibimos también a sus padres, que han pasado por experiencias complicadas que han impactado en su subjetividad y han tenido su particular encuentro con el saber experto y sus consignas (S1). Los padres que han sido tomados en este discurso sin sujeto se convierten a menudo ellos mismos en técnicos y terapeutas de sus hijos. Hacen todo lo necesario pero no localizan en el niño un rasgo que lo particularice en su deseo, lo diferencie de los demás y lo haga digno de su amor más allá de la dificultad, la lesión y los cuidados. No son suficientes todos los S1 expertos; un sujeto se produce como significación por la introducción de un S2 en el que está implicado un deseo –no anónimo– que tiene que estar encarnado y no es contable. Este encuentro es imprescindible para la humanización del niño. Este es el punto sobre el que suelo intervenir. Cuando en las entrevistas con un analista pueden localizar un rasgo particular en el niño, cuando surge una respuesta de éste a una iniciativa de los padres más allá de la necesidad, o cuando pueden interpretar algún gesto del hijo como una demanda hacia ellos: cuando algo de esto ocurre, el niño sale del anonimato, comienza a dar señales de vida y sus respuestas se pueden contabilizar como terapéuticas. Los padres toman posición y son capaces de significarse más allá de las prescripciones y los tratamientos imperativos que les son impuestos. (El autor concluye con una viñeta clínica de su consulta en el hospital.)
[i] J. Lacan. Intervenciones y Textos 2. Ed. Manantial, BBAA 1988, pag. 56-57. Ahí se encuentra la cita completa que esa frase condensa.